Obra
que se estrenó en los años 50, pero por Buero no pasa el tiempo. Es cierto que Madrugada
no es una de las obras más emblemáticas del autor, por lo que apenas hay
estudios sobre ella y sin embargo a los alumnos les gusta (como todas las
escritas por este grande del teatro); entienden la obra y son capaces de
empatizar con Amalia, la protagonista. La estructura está planteada como
policial; al leerla parece que nos encontremos sumidos en una novela negra y
Amalia nos lleva por donde quiere hasta dar con la solución, con el porqué de
ese tormento que han vivido su marido y ella durante los últimos seis meses de
vida de él.
Pero Antonio Buero Vallejo escribía teatro, y esta obra participa, como todas las suyas, de las características que
lo distinguen, pues la ética del ser humano está por encima de todo lo demás.
Mauricio
es un pintor que ha conseguido renombre mundial, casado con Amalia disfrutan,
por lo tanto, de una posición bastante más que acomodada, pero Amalia entró en
su casa como modelo y después se quedó como amante, algo que la familia no le
perdona y es considerada una cualquiera —normal en la época que fue escrita—.
Pero Amalia y Mauricio se casan en secreto; algo ocurre en una reunión que
tienen con un hermano de Mauricio, seis meses antes, que su relación cambia.
Amalia no entiende lo sucedido; ella quiere a Mauricio y su amor es correspondido
aunque él ya no sea el mismo. En su lecho de muerte, Mauricio le asegura que
sabe que lo quiere, él también, pero no se lo han dicho, no lo han hablado lo
suficiente «quizá desde el otro lado de
la muerte te recobraré […] ¡Si no me has perdido! Y él me ha contestado: “No.
No te he perdido. Pero quizá te recobre… desde el otro lado”». Y con esta
incógnita muere, Amalia se queda sin saber por qué esta actitud, por qué deja
sin dinero en su testamento a su hermano Lorenzo y a su sobrino Leandro y se lo
da casi todo a ella, no sabe qué le han podido decir ellos a su marido y no
sabe si le da el dinero porque la quiere o por “pagarle” los servicios
prestados. Así pues, Amalia, mujer fuerte, decide reunir a la familia y no
comentarles nada del testamento, haciendo creer que Mauricio sigue vivo y que
ella, en el lecho de muerte, podrá decidir si realiza un testamento en el que,
al reanimar al moribundo, consiga que firme el documento en el que todo se lo
deja a ella. Sólo deberán decir qué le dijeron a Mauricio en aquella reunión y
obtendrán las riquezas.
Esta
situación, en la que los familiares están a punto de descubrir el engaño en más
de una ocasión,
LEANDRO.-
(Se levanta) —Despiértalo, Amalia
AMALIA.-
Bien… lo haré
(Va hacia el gabinete despacio)
LEONOR.-
(Se levanta) —¡No tiene derecho a hacerlo!
atrapa
al espectador pues consigue acrecentar en él la tensión que se va acumulando
con el paso del tiempo, las campanadas del reloj nos van avisando de la llegada
inexorable de la madrugada en la que la enfermera, que ha estado cuidando a
Mauricio, se irá a su trabajo y vendrán los encargados del funeral. Amalia
consigue descubrir la verdad al final y es entonces cuando comprende por qué su
marido ha hecho ese reparto y comprende que la quería de verdad.
La
técnica de utilizar sólo un espacio también es propia de Buero, en este caso la
habitación juega un papel importante en la sensación de angustia de Amalia. Los
personajes quieren traspasar la puerta de la habitación de Mauricio, pero no
pueden (aunque lo hagan en alguna ocasión); la enfermera no debe salir de dicha
habitación, aunque sea al final, al irse a trabajar, cuando lo haga y confiese
que Mauricio llevaba muerto dos horas y media (antes de que todos llegaran).
Este contratiempo, esta lucha por la no invasión del espacio que Mónica ha
preparado para cada uno, la engrandece, pues incluso sus respuestas dudosas
consiguen una gran espectacularidad propia de la intriga.
Es
cierto que el matrimonio lo podría haber hablado todo antes de la muerte de Mauricio,
pero creo que la intención de Buero no era la de crear un simple melodrama
LORENZO.- La felicito Amalia. Ha sabido engañarnos a todos. Pero, ¿qué se
proponía?
AMALIA.- (Sonríe) ¿Que qué me
proponía? (Avanza hacia el centro de la escena) Quise saber el significado de
los seis meses horribles de silencio que nos hicisteis pasar a los dos. Quise
saber si me despreciaba y me pagaba, como a una mujerzuela, o si me probaba su
fe y su cariño… al casarse conmigo. (Sabina vuelve)
LORENZO.- (Ruge) ¿Qué?
DÁMASO.- ¿Casado?
LEONOR.- ¡Entonces, estamos desheredados!...
Si
tenemos en cuenta la fecha en la que fue escrita recordaremos que la mujer se
debía a su marido, el hombre era el que decidía qué y cuándo diría o haría tal
cosa; así pues mientras él vivió, Amalia no se plantea ningún descubrimiento.
Lo que la sobrepasa es encontrarse de pronto casada, con mucho dinero, sola y
sin saber exactamente por qué.
Además
creo que lo importante es desbrozar la personalidad de cada uno de los
familiares que, fracasados, intentan en vida, y muerte, sacar del que tiene
éxito todo lo que pueden, como si estuvieran en su derecho. Y en este sentido,
el autor consigue una radiografía perfecta de la época y la sociedad burguesa
española, la envidia es lo que reina. Problema social que mantenemos en la
actualidad, así como el hecho de conseguir dinero por el medio que sea… todo
vale. Este trasfondo es lo que consigue de Madrugada
su actualidad, el estar basada en temas universales, pero, sobre todo, en su
estructura policial, que vuelve al teatro del siglo XXI con más fuerza, si
cabe, que la que tuvo en el XX.
Pero
aun encontramos otra característica constante de Antonio Buero Vallejo, la
búsqueda de la verdad a costa de cualquier precio, y en este caso es Amalia la
encargada de encontrarla sin ninguna otra valoración; cuando por fin la ha
hallado, su labor ha terminado, «No. Yo
no debo juzgar», pues con la verdad se ha encontrado a sí misma y su vida
ha recobrado un sentido.
Hay
otros subtemas que, aun siendo importantes en Madrugada, no son fundamentales, aunque sí estables en la obra de
Buero, como la defensa absoluta de la fidelidad en la pareja, el amor como
impulsor de un compromiso que va más allá de cualquier documento, pues se
adentra en la moralidad del ser humano, amor purificador pues, si se consigue,
conlleva un enfrentamiento plácido ante la vida, amor como causa de un mundo
mejor, como medio para superar cualquier rastro de envidia o egoísmo.
Los
personajes no están delimitados desde el principio, no hay buenos o malos,
todos tienen sus razones para actuar como lo hacen y según precisamente los
actos, los diálogos, los gestos adoptadores «(Leonor
hace sonar sus pulseras y se sienta por toda contestación)» o los emotivos,
aquellos que desvelan al público la crisis interna que los convierte en seres
desgraciados. En general Dámaso, Leonor, Leandro o Lorenzo rechazan soluciones
intermedias, tienen una meta y bajo ningún concepto quieren desviarse de ella,
están dispuestos a lo que sea.
LEANDRO.- (Asqueado lo suelta) ¡Me propuso sacarte dinero si te lograba! y por
negarme…, nos calumnió a los dos, ante Mauricio, aquella tarde!
Aunque
también es cierto que en este comportamiento regular es donde observamos su
cobardía «¡Que me voy! ¡Vámonos Leonor!
¡Mónica, ven!».
Por
eso, Amalia es el personaje más relevante, frente a la pasividad de los demás
es la que lucha, la que se impone y vence. Frente a aquellos amargados a
quienes el mundo les viene grande reluce con más fuerza la decisión de aquellos
que, a pesar de saberse solos, necesitan conocer la verdad; la protagonista
incluso les hace ver a los demás la miseria en la que han vivido «¿Verdad que le gusta el collar? Será suyo.
Tendrá joyas buenas y caras con las que poder sustituir esas pobres pulseras de
latón».
Mauricio
no aparece, es el muerto, y sin embargo está presente en toda la obra, como anticipó
antes de morir «desde el otro lado»
conseguirá que afluya la verdad, es el espejo en el que todos se reflejan tal
como son.
Por
último las acotaciones son funcionales, aunque decisivas para realizar la
kinésica y proxémica de los personajes, consiguiendo su finalidad: descifrar
con eficacia el significado real y metafórico del texto:
(Sus
pulseras emiten un despectivo comentario)
(Mónica
hace tímido gesto de negación que ella finge no ver)
(Se
acerca al comedor, junto a cuya puerta permanece)
(Alguien
apagó la luz central. El reloj marca exactamente las cinco y cuarto…)
(Amalia
mira con sorpresa a Paula. Leandro reprime un gesto de contrariedad)
(Furioso
va hacia ella)
Madrugada
supone una catarsis en el público, pues se ve reflejado y obligado a meditar
sobre su propia purificación ante situaciones en las que el egoísmo, la
avaricia o la envidia lo invadan. Necesitamos tanto el miedo a ser descubiertos
como la misericordia para nuestros defectos más ocultos.
No
creo en el posibilismo de Buero Vallejo, aquél del que se le acusó que empleaba
para poder estrenar en una época en la que reinaba la censura. Puede que
escribiera sus obras teniendo eso en cuenta, pero al tratar temas universales
podemos trasladarlas a cualquier época y lugar, sólo hemos de contextualizarlas
en cada momento. Esa es la grandeza del teatro de Buero y eso es lo que
encuentro como predominante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario