Me
gustaría comenzar la crítica de esta novela con una llamada de atención a la
autora. Es cierto que ha pasado un año desde la última entrega de la saga de la
comisaria María Ruiz. Ahora, que he leído la segunda, escrita en 2014, y que me
he enterado de por qué Tomás quedó en ese estado en Las lágrimas de Claire Jones,
de por qué murió, lógicamente, el comisario Carlos y de por qué María estaba
destinada en Soria, necesito saber más de esta comisaria, de su vida privada y
policial, así que, Berna González Harbour, estoy impaciente por leer la siguiente entrega de la comisaria
Ruiz.
Para
quien no haya leído ningún de las tres novelas que componen la saga (por
ahora), diré que no es necesario hacerlo por orden, aunque, sobre todo, la vida
personal de los personajes, si se hace de forma cronológica, va adquiriendo un
sentido mucho mayor. Pero siempre hay algo, una digresión, un comentario, que
va poniendo en situación al lector.
Conocí
a González Harbour a través de Verano en rojo y me encontré con su
protagonista, la comisaria María Ruiz, una de tantas heroínas que
afortunadamente velan desde el anonimato por nosotros. Porque es cierto que es
un personaje, que maneja con una soltura inigualable datos, atrevimiento y
sensatez, pero dentro de esta ficción hay mucho de realidad. El áspero
argumento de esta novela, y su resolución me sobrecogió de tal manera que leí
la tercera, Las lágrimas de Claire Jones,
y aunque las tramas son distintas ambas participan de un homenaje al buen
periodismo, en el que la unión con el departamento policial es casi necesaria.
Ambas dejan ver desde sus primeras páginas la crudeza de la novela negra; pero
lo mejor es que los crímenes están motivados por situaciones totalmente
actuales. Si la corrupción religiosa y la llamada a la importancia que tiene la
infancia para tener después una madurez natural son las causas que facilitan Verano en rojo, la trata de blancas y la
corrupción policial quedan al descubierto en Las lágrimas de Claire Jones. Así pues he leído la segunda, Margen de error. La tónica de la autora se mantiene, historias, en principio
diferentes, que van convergiendo en una trama tan horrible y severa como la
propia realidad, esa a la que se enfrentan, a costa de su propia integridad,
aquéllos que dedican su vida a mejorarla.
El
homenaje al buen periodismo continúa, ahí está Luna y los jóvenes que empiezan
con ganas, sin miedo a que se desvele la verdad aunque sea a riesgo de
perjudicarse ellos mismos.
En Margen de error se parte de una
situación aparentemente sencilla, el suicidio de Héctor García, pero antes de
dar el caso por cerrado, aparece, anticipándose a lo previsto, la comisaria
María Ruiz, pues toma el alta médica sin deberlo ya que su bazo no está
totalmente curado del caso que resolvió anteriormente. Ella se da cuenta de que
hay algo anormal en ese suicidio, como así se lo hace saber la madre del
muerto, la señora Lotusse, viuda de García que recuperó su apellido de soltera
al morir éste.
Al
investigar un poco más se da cuenta de que han sido numerosos suicidios de
trabajadores pertenecientes a Petrole de France. Así pues la autora comienza
exponiendo un caso basado en la realidad, ya que en 2009 se suicidaron en
Francia 23 trabajadores que iban a ser despedidos de France Telecom. Aunque es
ficción, en Margen de error hay toda
una radiografía social: la crisis económica, la corrupción empresarial y el uso
o mal uso de la tecnología.
Como
en toda novela el argumento incluye un enigma, la propia acción policial, que
requiere una minuciosa investigación y, por supuesto, la resolución del caso.
Pero como es la novela negra de Berna González el enigma se va multiplicando.
Hasta cuatro casos diferentes, todos con un enfoque realista salpicados de
tintes sociales, políticos y urbanos, como los grupos violentos que pueblan la
sociedad y practican el crimen organizado. En este caso son los albanokosovares
quienes están dispuestos a lo que haga falta por enriquecerse. Pero no sólo
ellos, el comportamiento y pensamiento de los personajes está tan detallado que
es fácil adentrarse en la psicología de cada uno de ellos, de esta forma al
lector no le resulta complicado centrarse en la estética violenta que pretende,
la falta de escrúpulos ante familiares, niños o inocentes son los elementos que
definen tanto al enigma como a la resolución.
Los
hechos se presentan de forma lineal pero serán las analepsis o la acumulación
de incógnitas las que saquen el enigma a la luz; enigma que poco a poco vamos
uniendo al anterior hasta que los cuatro casos confluyan en el mismo.
La
novela comienza con un monólogo interior, después sabremos de quién se trata.
El informático de la policía, Tomás, se ve envuelto en un intento de suicidio,
el de su amigo Gabriel Ros, algo que no le cuadra pues su mujer estaba a punto
de dar a luz y ambos tenían una gran ilusión con el pequeño.
—¿Qué
ha ocurrido?
—No
lo sé
—Parecíais
felices ¿no lo sois?
—Creía
que sí
—¿Os
habéis peleado?
—No
—¿Algún
lío en el trabajo?
—Nada
que yo sepa
—Cuéntame
qué ocurrió
Tomás
era más que un aliciente para María y a ella le extraña, al incorporarse al
trabajo, no saber nada de él; los compañeros no se atreven a decirle que está
en coma pues cayó al vacío esposado su amigo Gabriel en el segundo intento de
suicidio de éste. Así pues cuando María vuelve a la comisaría, sólo se
encuentra con el presunto suicida, Héctor García, y como no ve claro este
suceso, decide investigar el caso con su equipo. Este hecho, que cada vez
resulta más imposible de mantenerse, queda por momento en segundo plano ante el
secuestro de la hija de Carla, una amiga del periodista Luna a quien avisa
Carla porque los secuestradores la han amenazado si la policía se entera.
Sabía
muy bien de qué se trataba. Unos desalmados te metían velozmente en un capó […]
allí un par de bestias te zurraban si llorabas o intentabas escapar, te
arrojaban un bocadillo seco de cuando en cuando […] Después venían las curas,
las cicatrices, las visitas al psicólogo, las pesadillas, las secuelas […] Pero
lo que no había visto es que la persona arrojada a ese capó maloliente y oscuro
fuese una niña, una pequeña de solo cinco años…
Sin
embargo, como en la realidad, hay un fallo que permite tirar del hilo para
enterarnos de la verdad. La madre de Héctor García e Irene Lotusse aparece
asesinada en su casa cuando María va a verla paras hablar sobre su hijo. Al
preguntar al portero se entera de que Irene es una alta ejecutiva de la empresa
Petrole de France mientras que su hermano Héctor era uno de los conserjes que,
además, justo antes de suicidarse se había comprado uno de los coches más
lujosos de mercado.
La
otra García Lotusse, la hermana que la había hecho salir cuando ella conversaba
con su madre. La última visita que Ernesto había identificado antes del
asesinato. Era imposible que una hija matara a su madre, pero acaso había
tenido algo que ver.
Por
otro lado Tomás descubre algo en los ordenadores de su amigo Gabriel Rey, que
también trabajaba para la misma empresa y había tenido alguna relación con
Irene Lotusse. La investigación que llevan a cabo Luna, el profesor de periodismo,
Pascual y algunos estudiantes, los conducen, en el secuestro de la niña, hasta
su propio padre, Fernando Giménez de la Vega, abogado y director del Plan
Futuro de Petrole de France. Todos están relacionados con esa empresa y todos,
a su vez, con Irene Lotusse, en realidad Irene García, pues ella no era hija de
la señora Lotusse sino fruto de una aventura de su padre, quien la llevó a
vivir con su mujer y hermanastro al morir la madre de ella.
Así
pues, todo apunta a una persona y el móvil es el mismo, la ambición. Fantástica
trama que mejora por el dinamismo que aportan los diálogos mezclados con el
estilo indirecto libre o éste introducido en la narración, pues destaca la
interiorización de las acciones del personaje, haciendo que su conciencia se
nos revele desde la intimidad; sus sensaciones van quedando al descubierto «Recordó a su amigo ingresado, luego una voz
ronca […] con una larga melena cayendo incontrolada sobre las transparencias de
encajes […] “estás enfermo”».
Por
otro lado, nos sólo analepsis nos ponen en situación, también hay prolepsis que
anuncian aquello de lo que nos enteraremos más tarde, aunque no son adelantos
del tiempo real sino de la escritura, pues aproximadamente todo ocurre en
momentos parecidos:
—Lo
siento, señores, lamento dejarles solos. Pero me tengo que ir… tenemos una
emergencia —dijo mientras les daba la mano—. Les dejaré mi teléfono por si…
—No
te apures chaval. La comisaria también nos ha dado su teléfono […]
…
nadie le iba a impedir ver a Tomás, qué se habían creído […] A la Paz llegó en
pocos minutos…
El
dinamismo se hace más evidente al incrementar la tensión; una de las técnicas
que el narrador, en tercera persona, utiliza para ello es la descripción de las
acciones recíprocas que adelantan sucesos inevitables cuyas consecuencias se
dejarán ver más adelante, aunque siempre traerán una sorpresa añadida «Le sacó una foto. Y otra. Tomó aliento […]
Pulsó nerviosamente el clic de la cámara para inmortalizarle de frente cuando
se dio cuenta de que, desde abajo, le llegaba el destello de otro flash».
El
final de los capítulos, por supuesto, también mantiene la atención y la tensión
del lector, que se va imaginando lo que ocurre al tiempo que lo van
descubriendo los personajes; mientras tanto, las preguntas retóricas, los
recuerdos de alguna conversación, decisiones que parecen impedir la pronta
resolución, o la visión de la naturaleza vaticinadora van destinados a que no
perdamos nada de vista y a integrarnos de lleno en la trama
«¿Qué contenía ese puñetero pendrive?»
«Volvió a repicar en su memoria “Mi
hijo no se ha matado”»
«Luna le miró con cierta compasión.
Pero no. No se lo iba a explicar»
«Dirigió su último vistazo a la luna,
que en ese momento se vio cubierta por un nubarrón más lento y abigarrado y,
tras cerrar definitivamente la ventana, se largó».
La
novela se cierra con otro monólogo interior de quien la abrió; al finalizar de
esta forma descubre a su vez un resquicio por donde continuar la siguiente
entrega. Fantástica idea que, de nuevo, acrecienta las ganas del lector de
seguir leyendo, de seguir la pista a esta comisaria ya su equipo. Efectivamente
salió el último volumen de la saga el año pasado, como ya apuntamos antes, pero
este también termina con posibilidades de continuar. Posibilidades que
esperamos se hagan realidad muy pronto.
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