Blackie
Books sacó a la luz en febrero de 2024 una preciosa edición de Blackwater
1. La riada. En septiembre de ese mismo año ya iba por la quinta
edición. Merece la pena tener este librito encuadernado de manera tan perfecta;
doce capítulos cortos de letra clara, siguen a un árbol genealógico de la
familia Caskey, terratenientes de Perdido y los de los Sapp y los Welles,
familias negras al servicio de los Caskey; los tres hogares protagonistas
tienen curiosamente un punto en común: son sus mujeres quienes, a principios
del siglo XX, los gobiernan: Mary Love, Creola y Roxie. Asimismo esta genealogía
sucede al Prólogo donde el autor, Michael
McDowell nos pone en situación sobre el lugar donde se desarrollará la
historia, Perdido, y sus habitantes.
La
edición cuenta también con una biografía del autor, quien está considerado por
Stephen King como el mejor escritor de literatura popular que, siguiendo los
pasos de los grandes realistas, como Dumas o Balzac, decidió publicar la saga Blackwater en seis entregas mensuales.
El
ilustrador de esta novela, Pedro Oyarbide, recrea en la portada una estampación
en blanco y dorado, que después tomó como base para sacar a la venta una
serigrafía en A3 para ayudar a los afectados por la dana en Valencia.
El
libro, en fin, ha sido un éxito de ventas en EE.UU. y más tarde en Europa,
sobre todo a raíz del activismo stay woke,
expresión propia de las comunidades negras desde 1940 y utilizada a partir de
2013 tras la muerte de Trayvon Martin en Florida. Este enunciado se ha
utilizado en la actualidad como algo relacionado con las injusticias sociales
de acoso, abuso sexual y homofobia; un movimiento que promueve valores
progresistas y justicia étnica y feminista.
No
cabe duda de que en La riada hay un
empoderamiento femenino que sugiere una sociedad en la que la mujer lleva la
voz cantante. El hombre ayuda a procrear pero las decisiones familiares son
tomadas por mujeres, aunque en ocasiones concedan la ilusión de que ha sido él
quien ha resuelto el problema «—Pero,
entonces, ¿cómo va a llegar hasta allí? —preguntó James, perplejo. Para él era
un verdadero alivio que fueran las mujeres quienes resolvieran aquella
situación tan difícil (por algún motivo, siempre lo hacían ellas)».
En
la confluencia de los ríos Perdido y Blackwater, en Alabama, queda el pueblo
Perdido. El domingo de Pascua de 1919 resurge de la última riada y ese día,
Oscar Caskey y su criado encuentran a Elinor Dammert, una dama que, aunque ha
extraviado la documentación, asegura que venía a Perdido como maestra. Elinor
causa una impresión inmejorable en todas las mujeres del pueblo, tanto blancas
como negras, excepto en Mary Love Caskey, madre de Oscar y líder indiscutible.
Los habitantes de Perdido la respetan y la temen por lo que no se atreven a
enfrentarse a ella. Elinor lo sabe, por eso prefiere tenerla de aliada, solo
así podrá llevar a cabo su plan: quedarse. No sabemos para qué pues el final de
La riada es abierto. Blackwater es una serie de seis libros
donde McDowell relata la historia de la saga de los Caskey.
La
característica más evidente es que sus personajes más importantes son mujeres.
Mary Love y su hija Sister. Genevieve, cuñada de Mary Love y su hija pequeña
Grace. La predicadora Anni Bell Driver, que es la única que se atreve a
desobedecer a Mary Love y casar a Oscar y Elinor. Las sirvientas de color Ivey
y su hermanita Zaddie, que entra en juego una vez que su hermano Buster se
ahoga, una niña lista, «más avispada de
lo que Buster había sido nunca». Y la señora Ruth Digman, directora del
colegio del pueblo.
Está
claro que la mujer es la protagonista, aunque esté casada o tenga hijos, aunque
la historia se dé a comienzos del siglo XX, la figura masculina no interesa «Annie Bell tenía un marido insignificante,
tres hijos insignificantes y una hija llamada Ruthie que todo indicaba que iba
a ser clavadita a ella».
La
lucha por el poder es entre mujeres. Mujeres inteligentes que hacen todo lo que
está en sus manos por conseguir sus deseos. Mujeres que con mucha habilidad han
ido dejando a los hombres a un lado para formar un matriarcado. La autoridad de
Perdido la ejerce Mary Love Caskey; no ha tenido rival para dirigir los asuntos
del pueblo. Una mujer que se ha portado bien con todos, si han sabido
permanecer en su sitio: «Elinor se
encariñó con la niña y le enseñó a elaborar bordados sencillos. Cuando se
enteró Mary Love lo condenó en rotundo, pues en Perdido consideraban que las
mujeres de color no servían para los trabajos ornamentales».
Pero
desde que Elinor Dammert aparece en el pueblo, intenta hacerse con el mando; no
duda en suprimir a quienes le estorban en sus planes, como tampoco vacila en
mostrarse sumisa ante Mary Love para no crear enfrentamientos. Sin embargo
ambas desconfían de la otra, aun cuando todo parece haberse solucionado entre
ellas «—¿Has hablado con Grace, Elinor?
—preguntó Mary Love—. Grace no es una niña feliz, no como cuando vivías tú allí
en vez de su madre. Ojalá las cosas fueran como antes».
La
historia de La riada no tiene mucho
más que se pueda contar sin develar algo importante que haga perder la atención
del lector; en realidad, los personajes son bastante planos, la trama algo
aburrida, porque cuando sucede algo que destruye la placidez del pueblo, y la
lectura, todo vuelve rápidamente a como estaba antes. La responsable de tanta
sumisión es Elinor; a veces tenemos la impresión, por sus actos, de que es una
muerta viviente, otras, un ser abisal, una bruja o una vampira pero no hay
grandes sobresaltos.
El
final da un giro woke a la trama,
algo impropio de la mujer, menos aún de una mujer del siglo XX; pero todo
tendrá su explicación en la segunda entrega, El dique; al menos eso espero.
Lo
más interesante de la novela son los temas que van apareciendo y que hacen de
su autor un avanzado en su época:
-La
conciencia de superioridad de la raza blanca, algo que, a la llegada de Elinor
a Perdido, irá desapareciendo «—¿La has
perdido? —exclamó Mary Love— Dos maletas, eso es lo único que le queda a la
chica en el mundo, ¡y tú vas y pierdes una! —Se va a enfadar contigo, Bray
—dijo Manda Turk—. ¡Te va a arrancar la cabeza de un mordisco». Los negros
no tienen derechos, no en el siglo XX en Alabama; son considerados culpables de
cualquier desgracia familiar o social.
-La
conciencia de la supremacía femenina en el pueblo; son las mujeres quienes
descubren, analizan y resuelven los problemas «—Los hombres nunca saben qué preguntar —respondió Manda—. No sacaremos
nada interrogando a Oscar».
-La
necesidad de ocultar orientaciones sexuales que se desvían de la normativa
social por miedo al rechazo o al acoso «aun
con esposa e hija lo acompañaba la reputación de estar marcado por “el sello de
la feminidad”».
Las
consecuencias de las catástrofes naturales son terribles. Ha pasado algo más de
un siglo y la descripción de la riada nos trae desgraciadamente la imagen de lo
vivido en la actualidad. También las actividades de rescate y ayuda son
similares, lógicamente contando con los medios disponibles en cada época. Al
igual que ahora, los más afectados son siempre los de clase social más baja,
probablemente porque sus viviendas estén construidas en los peores lugares «La Guardia Nacional y la Cruz Roja […]
habían llevado mantas, latas de carne de cerdo, judías, periódicos y medicinas
[…] Pero la parte más perjudicada del pueblo era Baptists Bottom […] Las
familias negras, que ya antes de la inundación tenían poco, ahora no tenían
nada de nada».
El
estilo mantiene la norma de la escritura realista, con datos intercalados que
aportan la sensación de realismo, descripciones que intentan reproducir el
ambiente social de la época y un enfoque de la vida cotidiana que Michael
McDowell salpica con leyendas rurales de componente funesto y matices
terroríficos.
El narrador, en tercera persona omnisciente, intenta generar una atmósfera imparcial y normal aunque cuente sucesos extraordinarios, de esta manera, con tintes de Realismo mágico, los personajes intuyen estos hechos fantásticos como parte de la normalidad. Solo así se puede preparar y llevar a cabo una boda en un día, con traje de novia, decoración y banquete nupcial sin que nadie advierta las premoniciones «La boda se celebró a las cinco […] La lluvia aporreaba los cristales de las ventanas […] goteaba por la chimenea. Al cabo de un momento, la sala entera olía a hojas empapadas de lluvia».
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