El
último libro que he leído de Luis
Landero me ha hecho reflexionar bastante durante su lectura, prácticamente
iba comentando las diversas acciones, algunas inclasificables, del
protagonista; al finalizar la lectura me he reafirmado en mi idea de que se
debe leer un libro hasta el final, te guste más o menos, porque solo así podremos
hablar de él con conocimiento de causa. Otra cosa es que su lectura no sea
gratificante, pero esa es otra historia.
Una
historia ridícula
empieza bien. Marcial Pérez Armel se presenta y se dispone a contar su
historia. El caso es que tenemos la impresión de que lo que narra va dirigido a
nosotros: «ustedes mismos, quienes lean
estas letras, son para mí unos extraños y, por tanto, una amenaza en ciernes».
Sin embargo nos iremos dando cuenta de que en realidad sus primeros receptores
son oyentes, aunque en todo momento piense en los posibles lectores del libro
que él mismo ha escrito aconsejado por el doctor Gómez: «seguro que a alguien, quizá al doctor Gómez, le faltará tiempo para
ironizar… Aunque había decidido olvidarme del lector y del doctor Gómez, una
vez más oigo la voz inquisitiva de alguno de los dos…»
El
vocabulario es variado. Con gran surtido de términos el protagonista decide
exponer sus confesiones. Aun admitiendo que no ha estudiado tiene un alto
concepto de sí mismo y su cultura, «creo
ser un buen conservador, profundo, versátil y por momentos (repito: solo por
momentos, y cuando lo pide la ocasión), incluso divertido».
Todo
en Marcial resulta paradójico, confiesa ser amante de la naturaleza y los
animales pero ejerce de “matarife” en una empresa de productos cárnicos, se
precia de saber más que cualquiera que haya estudiado en un centro oficial pero
se enorgullece del único elogio que obtuvo de un profesor «y además en público, que es como lucen de verdad los elogios», se
sabe querido por Merche pero decide terminar esa relación porque no tiene la
gracia de Pepita, aunque es consciente de que ella no lo aceptará en su vida.
Y
es que en realidad Marcial es un acomplejado, tímido, incapaz de resolver de
pequeño las burlas infligidas por un profesor de su colegio; incluso sus
compañeros se reían de él por su forma de ser introvertida, por su físico débil
que no acompañaba a su altivo nombre…; este comportamiento llegó a
traumatizarlo hasta conseguir que odiase a todos los que lo rodeaban. El temor
a quedar en ridículo fue tan grande que terminaba haciéndolo constantemente
aunque él no fuera consciente de ello.
Luis
Landero usa un estilo también paradójico: fluido, de hecho su narración es ágil
y entretenida pero adolece de excesivas repeticiones, analepsis y vueltas a lo
mismo «Ya dije antes, y no me cansaré de
repetirlo […] Claro que pensé en eso […] Repito: el placer que nuestra
animadversión empezaba ya a proporcionarnos». Y así empecé a mostrar yo
también cierta tirria por esta narración en la que apenas pasaban hechos; su
lectura me llevaba con una y otra vuelta a la misma reflexión, consiguiendo que
viera a Marcial como un egoísta vanidoso por el que no sentía ninguna simpatía.
Tampoco él empatiza con nadie, porque está convencido de que todos se burlan,
de que no hay comportamientos sinceros. Marcial cree que vive en un mundo que
no lo acoge, por lo que constantemente se transforma para poder encajar y, de
manera absurda, esto le hace adoptar un proceder ficticio.
Es
necesario seguir leyendo para ir entendiendo a Marcial y descubriendo a
Landero.
Marcial
es el fruto de una sociedad que lo ha hecho soberbio y miserable, incapaz de
mostrar sus sentimientos, alguien sin compasión que vive en un continuo divagar
simplista, sin profundizar en lo individual sino en generalidades.
Constantemente se da de bruces con sus complejos, algo que admite, pero su
trauma le hace involucionar y lo relega al engreimiento y al patetismo.
Marcial
es un hombre anodino que lleva una vida más o menos según lo esperado de su
condición sociocultural, hijo de un albañil que nunca disfrutó de la vida y que
«el único (consejo) que me dio en toda su vida: “No des que
hablar”, me dijo».
Hasta
que Marcial se encuentra a Pepita, una chica de clase superior y pretende, a
toda costa, estar a su altura para enamorarla. Pero ¿qué es estar a la altura?
Nuestro protagonista lo tiene claro y nos advierte al comienzo de la novela, «es una lucha de poder, y en esa lucha
estamos todos, todos los días y a todas horas, de modo que la historia de esa
lucha es la historia de nuestras relaciones sociales».
Marcial
lucha por desprenderse de Natalia, de Merche, de todos aquellos que no le
permiten relacionarse con los que representan el poder y conseguir a Pepita,
pero el encorsetamiento al que se ha visto sometido desde pequeño no se lo va a
permitir.
Marcial
es fruto de una sociedad represora con los débiles, una sociedad que no soporta
a los pobres y humilla a quienes pretenden acceder a un puesto que por
tradición no les corresponde, así su comportamiento se vuelve violento cuando
se da cuenta de que se había dejado llevar por una vida monótona, con unas
acciones establecidas, una prostituta fija sin otra pretensión que la de desahogarse
y que denota una total soledad, «Nos
veíamos todos los sábados por la tarde a las siete en punto, y estábamos juntos
durante dos horas. Siempre fue así», y una novia con la que mantuvo una
relación de casi tres años, aunque parecía insulsa y representaba lo que él
rechazaba, «Merche tenía […] mucha
materia y poco espíritu […] carecía
de cultura […] pero respetaba y valoraba mucho el saber…».
Conforme vamos conociendo a Marcial nos damos cuenta de que su periplo no va a terminar bien; se enamora de Pepita pero siente que no es correspondido. Este es el tema principal de su historia. Como subtemas hay muchos, infinidad de reflexiones sobre los abusos, la falta de aspiraciones de la clase social baja, sobre los enredos de la gente para aprovecharse de los demás, sobre las extorsiones admitidas, sobre el empobrecimiento de las relaciones personales, sobre los que ven el lado optimista de las cosas porque no se han parado a reflexionar, sobre los que juzgan y critican a los demás… Multitud de disertaciones en las que adivinamos «el sentimiento trágico de la vida» y por supuesto la tragedia que esconde la historia de Marcial que, en ningún caso es ridícula a pesar de ser grotesca. Una historia ridícula es el título del cuento que Marcial escribe de niño; una fábula en la que, cuando nadie sentía compasión por él, escribe un cuento en el que los insectos más repulsivos ayudan a un langostino que se siente separado de su familia. Un cuento que engloba la inocencia y debilidad de los niños, el realismo mágico literario, el drama de la existencia humana y el humor irónico de ciertas normas o la ausencia de ellas en nuestros actos «¿qué fue de […] mi concepto del honor? O bajando en el escalafón ¿qué fue de mi decoro? ¿y de mi teoría sobre la altura de las circunstancias? Porque ya en la camiseta iba yo pregonando la intención de sobrepasar esa altura, cualquiera que ella fuese».
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