Me
gusta saber de nuevos escritores cuando me gusta lo que leo. A pesar de la
larga trayectoria literaria de Chelo
Sierra no había leído nada de ella. Gracias a Talentura la he conocido y he
pasado unos ratos bastante divertidos con La mala intención. No descarto leer
otro libro más de la autora.
La mala intención alude con su título a
algo que se hace para fastidiar a alguien. Efectivamente, pero hasta las
acciones más reprobables podemos disculpar si van encaminadas a enmendar otras
infligidas por un narcisista.
La mala intención es un cozy crime en el que lo primero que
aparece es un muerto, bueno, «En
realidad, solo un poco, lo justo para respirar a duras penas». Este hecho
le sirve a Julia para reflexionar sobre la vida que lleva: aburrida, sin
expectativas como la diseñadora de éxito que había deseado ser cuando empezó,
algo más de veinte años atrás, y que abandonó para seguir al genio, un pintor
en alza al que le dan de lado cuando deja Madrid para vivir en Ervilla y tomar
allí, en su retiro, ideas para una nueva técnica pictórica.
El
genio fracasa y Julia lamenta haber tomado esa decisión a la que parece estar
habituada a pesar de todo, «Ya solo le
quedaban quinientos metros para llegar a casa, contarle la odisea al genio y
reconstruir el puzzle. Planazo».
La
narración es desenfadada; el problema que puede tener este tipo de lenguaje
fresco, suelto, que se dirige al lector de tú a tú, donde predomina el humor es
que la novela resulte algo pesada si se excede en extensión. No es el caso. La mala intención es una novela corta,
perfectamente estructurada, por lo que el humor acentúa la calidad narrativa de
Chelo Sierra. Es un humor irónico, personal que se abre a nosotros de manera
fácil para que, a pesar de alguna analepsis o prolepsis, podamos seguir el ritmo
sin dificultad. Los capítulos son muy cortos de forma que dan la impresión de
ser secuencias, sin embargo dos días son suficientes para enterarnos de la vida
de los protagonistas, saber quién es el asesinado, el asesino y el motivo del
crimen.
Creo
que el acierto mayor es representar por escrito las características de la
lengua oral, algo que ofrece cercanía. En bastantes ocasiones los protagonistas
dejan las frases sin terminar aun en sus pensamientos, también el narrador;
esto confiere una comunicación con el lector bastante coloquial, «se acercó a él con cautela, por si.», «Si
hubiera sabido que». Realmente los finales son innecesarios, entendemos
cómo terminarían las oraciones. Pero adquieren otra dimensión cuando Julia
continúa con esta técnica una vez que se introduce en los cuadros del genio «¿Qué hubiera sido de su vida si?» Al
tener este pensamiento desde el pasado deja su destino inacabado, como si ese
condicional le ofreciera otra posibilidad de futuro.
Además
de jugar con las oraciones lo hace con las palabras, crea términos en el
lenguaje escrito uniendo expresiones del oral, algo que fortalece la idea de
imprecisión, «A los vecinos del pueblo les
daba nosequé llamarle genio al genio». Observamos asimismo el juego de
palabras con la polisemia, «una pareja
nada pareja» o la derivación, «hasta
el olor a disolvente estaba empezando a disolverse».
El humor
está presente en todas sus variedades, en el uso de la jerga actual de los
adolescentes, «consiguió, con dificultad
de nivel pro, encontrarle…», en los diálogos absurdos que Julia y el genio
mantienen, indicadores de la falta de comunicación,
—No te lo vas a creer, ha habido un asesinato en Ervilla.
[…]
—Los humanos tenemos los ojos muy pequeños y muy juntos
[…
—Y lo peor de todo es que me lo he encontrado yo
[…]
—¿Y qué quieres, que te dé la enhorabuena o el pésame
Hay
humor en las aposiciones que explican innecesariamente los apodos que se dan en
los pueblos «Eran Migue, Faustino el
gordo y el tresdedos, aficionado a los petardos desde niño».
Humor,
con cierto aire de tristeza, en la personalidad del genio, excesivamente
preocupado por el orden, el perfeccionismo y el control «A ojo, sin sacar el metro del bolsillo, corrigió la inclinación y en
ese gesto encontró algo de calma».
Humor
irónico en las metáforas descriptivas de la convivencia, en las que Julia nos
deja ver la agresividad pasiva del genio «aguantar
la voz de tormenta […] cuando alguien lo sacaba a la fuerza de su eterno
monoplan […] Y eso solo sería el aperitivo, el primer sorbo de Martini…».
En
fin, con estos recursos Chelo Sierra construye de manera relevante la
personalidad de los personajes, pero para Julia se reserva lo fundamental de la
literatura: una realidad paralela donde esta chica, que ha dejado de serlo
mientras quedaba anulada al lado de un genio, que también ha dejado de serlo,
descubre que puede entrar en los cuadros, pensarse en el momento que fueron
pintados, en las ilusiones que tenía y reinventarse. Julia y su marido
obtuvieron el mundo que desearon en un momento pero él quiso otro al que ella
lo siguió embaucada por el prestigio.
Sin
embargo ninguno de los dos fue feliz. Esto les hace tomar decisiones
equivocadas en las que podría verse cierta mala intención para con el otro.
Julia se da cuenta, en esa realidad paralela que se construye, de que no quiere
vivir en el mundo idealizado por otro; deja de pensar en el genio y construye
su propia ucronía. Paradójicamente en esa historia alternativa de Julia, él
intuye su futuro «no tenía ni idea de
dónde se había metido. Quizá ella también tuviera que desaparecer de su vida
para poder empezar de cero».
Julia
descubre la posibilidad de otra vida y pone en marcha su capacidad de imaginar
lo que no existe en el presente, que no es otra que tomar el pasado referencial
y, gracias a su fortaleza emocional, recapacitar en una historia dinámica que
lo es, sin duda, por la madurez adquirida.
Cuando
decide entrar en el cuadro, explora su carácter y el de quienes la rodeaban en
el pasado, recuerda el proceso de creación de la pintura, de su presente de
entonces; evoca las emociones, las vivencias colectivas tan distintas al
resultado actual… Y de todo ello surge una nueva Julia catalizadora de su
futuro.
Julia
es consciente de las consecuencias de sus actos: no solo se anuló en una vida a
la que se acomodó como si fuera otra obra de arte, también anuló al genio. Este
proceso humillante para ambos, sin sentido, acaba cuando resuelve que debe
abrirse paso sola en la vida. A través de los viajes a los cuadros experimenta
la transición de la dependencia del genio a su autonomía emocional. Como una
nueva Alicia, los cuadros le sirven de espejo, que reflejan sus pensamientos,
sus dudas, hasta que descubre la salida hacia su propia identidad.
Bien por Chelo Sierra y bien por Talentura.
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