sábado, 5 de noviembre de 2022

LAS HEREDERAS

¿Qué heredaremos de aquellos que ya no están? ¿Es tan importante una herencia para solucionarnos esta vida que la intuimos pender de un hilo? ¡Por las diosas! Tenía claro qué iba a comentar de esta novela y empiezo con preguntas retóricas y una exclamación que, encima, no es mía sino de una de las protagonistas de Las herederas. Me ha encantado. Como el argumento. Como la trama. Como el estilo. Acabo de descubrir a otra gran escritora. Aixa de la Cruz es increíble ¿Cómo puede escribir con esa madurez, y tan bien, alguien tan joven? No quiero desvelar nada importante de la novela, así que me limitaré a decir lo que avisa la contraportada e intentaré comentar, en general los temas que aparecen.

Las cuatro nietas de doña Carmen van a la casa de esta cuando ella se ha quitado la vida en su bañera, cortándose las venas. Una semana después del suceso, una vecina dio la alarma a la policía y transcurridos seis meses, Olivia, Nora, Erica y Lis se dan cita en la casa del pueblo para ver qué harán con la herencia. Olivia, la mayor, cardióloga, parece la más sensata y lleva la intención de descubrir por qué su abuela, que tanto amaba la vida, se la ha quitado. Su hermana Nora asiste al encuentro con el propósito de alquilar parte de la vivienda a un amigo, para que la utilice como almacén de droga. Ambas son hijas de Enrique, el difunto hijo de Carmen, muerto a los 40 años por un infarto de miocardio. Lis, prima de estas, también acude aun sin haber superado el terror que le provoca la casa, de donde una mañana de Navidad se la llevaron a un psiquiátrico en el que ha estado encerrada seis meses. Y Erica llega con la ilusión de reformar la finca para convertirla en un centro de contacto con la naturaleza. Cuatro mujeres muy distintas, en un principio, que necesitarán pasar esos días juntas para apreciar cuál es en realidad su legado.

La novela de Aixa de la Cruz se sustenta sobre un eje: la mujer. Las herederas es la historia de cuatro mujeres de una familia cuyas identidades, tan diferentes originalmente, se reconstruyen en un espacio concreto: en casa de la abuela muerta y a través de un tiempo atávico: la repetición de acciones heredadas de doña Carmen. Las cuatro olvidan sus quehaceres tan dispares y se van acercando hasta descubrir que todas han sido consecuentes con sus actos, aunque de sus comportamientos se pudiera deducir lo contrario.

La responsabilidad de Olivia la ha llevado a la obsesión excesiva por agradar, algo parecido al enorme compromiso de Erica con la naturaleza y su confianza en los demás; el compromiso de Nora ha desembocado en su anulación como persona al engancharse a las drogas para rendir más; el mismo final ha conseguido Lis, adicta a estupefacientes recetados para evitar renunciar a su hijo.

Leer a de la Cruz es navegar por la autoconciencia y expresión femeninas; nos encontramos con mujeres sujetas a la valoración externa que se han visto privadas, por ello, de autonomía real. La forma de actuar de Olivia es fruto de la culpa que la aprisiona; la de Erica deriva de la poca confianza en sí misma; la de Nora es consecuencia de la falta de trabajo para poder vivir y la de Lis, el resultado inequívoco de la relación con su marido.

Las personalidades de todas están vinculadas al núcleo familiar, encarnado en doña Carmen, aunque cada una reivindica su propia subjetividad. En Las herederas no existen identidades ni la idea de encontrar una forma ejemplar de comportamiento femenino. Las cuatro nietas rechazan los problemas psicológicos inherentes a la naturaleza de la mujer, algo que desde siempre ha facilitado que se la considerase débil, enfermiza; Lis fue diagnosticada como enferma mental una vez que se apartó del comportamiento socialmente aceptado para la maternidad, «Una intuición dolorosa de que nunca nada es como se publicita ni, mucho menos, como se ha imaginado».

El lector se enfrenta, a través de las protagonistas, a las características que imperan ahora en la sociedad y echa por tierra la homogeneización femenina y lo roles asumidos: la locura unida a íntimas manifestaciones de los sentidos, la falta de adaptación social, derivada de la falta de trabajo, que desemboca en una lucha a costa de ir destrozando el cuerpo y la mente, el sentimiento innato de la maternidad, la historia que marca nuestro día a día de adultas cuando el origen reside en traumas infantiles agazapados en la mente y dispuestos a salir en cualquier momento, la identidad sexual sin ningún tipo de innovación «…los niños la emprendieron contra ellas, concretamente contra Olivia, a quien veían deambular con sus lecturas voluminosas bajo el brazo y su corte de pelo masculino. Olivia la tortilla. Olivia la tortilla».

En Las herederas encontramos nuevas subjetividades, producto de expectativas, experiencias y modos particulares de ver lo que nos rodea «creo que podemos archivar la experiencia como si fuera un libro de biblioteca, para que no se pierda para siempre. Le ponemos un código, un nombre específico, y así, cuando lo oiga, podré acceder a ello».

Hay algo paradójico en la novela que nos confunde, el amor entre las hermanas y el odio entre ellas; el anhelo de un hijo, el rechazo a tenerlo y el miedo a enfrentarse a él; el repudio a las drogas y la necesidad de consumirlas cuando nos evaden, cuando queremos dar rienda suelta a nuestros deseos.

Al leer Las herederas confundimos, a veces, el realismo mágico, el surrealismo y la literatura fantástica «Olivia nos ha explicado que todas fuimos alguien antes pero que, en general, lo olvidamos al nacer. Peter, es decir Sebas, también lo había olvidado pero por algún motivo lo recordó de pronto en navidades, mientras jugábamos al escondite. Y yo […] no fui capaz de entender. Pensé que lo habían suplantado». Estas representaciones maravillosas están integradas en la historia y así las percibimos, no tienen una explicación racional; son los miedos a que el hijo no sea como esperamos, a que nuestro razonamiento no funcione en consonancia con lo establecido. A través de estas experiencias “metafóricas” de las cuatro primas estudiamos la realidad social de la mujer y las ganas de difundir una serie de valores que revelan la verdad interior, los sentimientos que se mantienen ocultos por miedo a que sean tomados como absurdos.

Lis tiene un problema en la relación con su marido. Olivia siempre ha tenido problemas en sus relaciones de género y ambas lo solucionan mediante una transformación simbólica, cuando recuerdan a la abuela y son capaces de eliminar la culpa que las ha perseguido durante años.

Nora tiene problemas con su jefe, que la amenaza constantemente con el trabajo. También se ha anulado ante los sórdidos deseos de su novio. Erica se enfrenta a una relación invisible, alguien la violó pero, al ser drogada, no recuerda quién ni cómo, solo es consciente de la consecuencia.

En la novela somos conscientes de que las características atribuidas al hombre son diferentes a las de la mujer y claramente favorables al sexo masculino, que le aportan autoridad, fuerza razón y libertad, mientras que lo femenino se traduce en sumisión, debilidad, locura y ocultamiento.

Hemos avanzado en materia de igualdad, pero el sistema patriarcal sigue ahí. Aixa de la Cruz aboga por un mundo donde se equilibren estos valores, un mundo en el que sea posible cambiar la realidad, «es lo que habría hecho la abuela […] cuando era niña y oía voces. La realidad es maleable; hay una interpretación posible para cada cuerpo; y es mejor cambiar la realidad que alterar los cuerpos, porque estos son los que al final enferman».

Buscamos un mundo en el que sea posible la libertad, en el que no nos sintamos pertenecientes a nada ni a nadie, «No un lugar para morir sino un lugar de paso». Un mundo donde se reconcilien lo racional y lo emocional, la libertad y la responsabilidad; un mundo en el que la comprensión sustituya a la subordinación. Un mundo en el que los atributos de género se opongan al sexo, «se cruza con una adolescente de aire militar, musculoso y con la cabeza rapada […] rasgos familiares, eso sí, los ojos rasgados y una pelusa rojiza alrededor del cráneo […] —He visto a tu hijo y es perfecta».

No hay comentarios:

Publicar un comentario