La
última novela que he leído la compré tras leer la reseña de Laura Álvarez, otra
amiga que he conseguido gracias a Instagram, beneficios de las redes. Gracias,
Laura, por estar ahí y por tus consejos.
El
libro en cuestión no es muy largo, además se lee rápido, la edición es
atractiva, papel grueso, letra clara y espaciada y capítulos cortos que no
hacen sino favorecer la lectura. La tapa gruesa me gusta y su diseño es
interesante, llama al misterio y, cómo no, al terror, haciendo gala del título.
El
prólogo de Tablero mortal, es inquietante, prepara para lo que viene:
venganza, que en este caso parece que se sirve fría «…por lo que dejó atrás. Ahora estaba preparado. Devolvería todo el
daño que había sufrido allí».
De nada
le valen al narrador sus esfuerzos en presentarnos al protagonista y a la
ciudad con alguna metáfora poética «contempló
el mar de luces a lo lejos» o con ciertas personificaciones enaltecedoras, «el manto azulado de una ciudad que no
dormía», o comparaciones atrayentes «destellos
como pequeñas luciérnagas».
Todo
el lirismo desaparece desde el Capítulo I de la primera parte, donde nos
introducimos de lleno en la música trepidante del rock, que no nos abandonará y
en la acción vertiginosa de las grandes ciudades. ¿Qué ciudad? No se sabe
(aunque las pistas me conducen a una ciudad con nombre de santo y cercana a la
mía), da igual. No es importante el espacio. Sí el tiempo, porque corre rápido,
a la misma velocidad que un asesino despiadado y cruel que va matando según las
reglas de un juego de rol.
Nadie
está seguro en ese lugar. La primera muerte de este capítulo inicial es rápida,
certera, el asesino apenas da tiempo a la víctima para que se haga una idea de
su destino, pero esto es un engaño para el lector, que no va a descansar ni un
solo momento hasta que no termine la novela. Las víctimas aparecen después
horriblemente mutiladas pero, si el primer asesinado el abogado Andrés
Longoria, presenta la tortura post mortem,
pronto nos daremos cuenta de que es capaz de ensañarse en vida con mujeres que
aguantan hasta que el corazón no resiste más.
Está
claro que el asesino tiene acceso a los medios de comunicación, pues desde el
primer momento «Las noticias sobre el
macabro crimen habían trascendido […] para que todos los jefazos estuvieran
nerviosos». La trama de Tablero
mortal está bien ideada. Comienza con un asesinato que «apunta a algún tipo de crimen ritual y no tenemos mucho por dónde
empezar» y continúa presentando a los personajes que llevarán el caso y que
son bastante típicos: el joven y friki informático J.J:, la encargada de
relaciones con los medios, Miriam Rueda, la jefa del equipo forense Itziar Rau,
los encargados de recopilar los datos en la oficina, Jon y Salva y los que se
manejan bien en el trabajo de calle, Alejandra y Marco.
Apenas conocemos la vida íntima de los policías, lo justo para que vayamos atando cabos, tanto los lectores como los propios personajes, «es un juego de mesa. Estoy intentando aficionar a Daniel a ellos […] hay de toda clase, estratégicos, habilidad, cartas…».
Una
vez que nos disponemos a seguir la pista del asesino, el caso se complica con
otras muertes tanto o más espantosas que la primera y siempre la prensa saca a
la luz detalles que a la policía no le interesa airear. El final, frustrante,
nos obligará a continuar leyendo la saga de este loco que, por supuesto, tiene
secuaces que le hacen el trabajo sucio. Ni siquiera sabemos su nombre, sí su
personalidad, orgullosa, pretenciosa e insociable si seguimos la pista que nos
ofrece con su seudónimo, pues firma sus resultados como lvcf, e intuimos en él algún rasgo asocial del escritor
estadounidense derivado, probablemente, de uno o varios traumas del pasado.
En
cualquier caso, la novela de Javier
Marín consigue estremecer, hay una sucesión de hechos que horrorizan por la
sofisticación de la violencia, mediante la cual el lector es consciente de una
tensión que va en aumento. El asesino persigue un objetivo que no se
especifica, pero no nos damos cuenta hasta que no llegamos al final, casi
agotados por el ritmo in crescendo
que han ido tomando los acontecimientos. De hecho, ni siquiera hemos sido
conscientes de haber terminado una Primera Parte, en la que todos los
personajes han sido presentados paulatinamente a lo largo de veinticinco
capítulos, y estar en la Segunda, cuando los policías se dan cuenta de qué está
pasando y asumen que no pueden seguir actuando sin resultados satisfactorios.
Ellos entran entonces en una vorágine imparable, la misma que los lectores
hemos sentido desde el principio.
Precisamente
por eso los personajes se hacen creíbles, la novela es verosímil,
desgraciadamente, y los lectores somos capaces de entender los sentimientos
tanto de los policías como los del asesino. Mentes perturbadas las hay y otras
débiles que se dejan llevar por los intereses de alguien fundamentalista,
también «Su misión acaba de empezar y su
orden espera de él un trabajo digno de su posición». Creo que el verdadero
asesino, el que queda en la sombra, es alguien con esta característica, alguien
cuyo desprecio por el ser humano es lo que rige todos sus movimientos que, por
otro lado, siguen un plan establecido y pensado para no fallar. De ahí que este
alguien en la sombra no sienta empatía ni piedad por nadie. Su trabajo es
premeditado pero sabemos que no va a cambiar, pues ya al comienzo de la novela
advirtió del daño que había sufrido. ¿Habremos de buscar lo que tienen en común
todas las víctimas que, en principio no se conocen y dan la impresión de ser
totalmente opuestas? Puede que entre ellas hayan tenido algún contacto, pero
habremos de seguir con la trilogía.
En
esta primera entrega me ha llamado la atención la diferencia de actuación. A la
hora de matar a Longoria lo hace de forma violenta pero rápida en su centro de
trabajo, sin embargo con las otras víctimas siguientes, mujeres, actúa
diferente, las droga para llevarlas a un lugar apartado donde pueda recrearse
con la tortura, lenta y dolorosa, algo que confirma su misoginia por encima de
la misantropía «El ritual continúa, los
trazos son lentos, los disfruta. La piel es tersa […] La fuerza y personalidad
de ella también influye».
En fin, esperemos que Javier Marín consiga que el sufrimiento y muerte de estas mujeres no haya sido en vano, así que continuaremos acompañando a Marco Duarte.
Un análisis profundo de la obra, me pongo a tus pies. No leeré las siguientes hasta que lea los libros, después me pasaré por aquí para enterarme de todo lo que me voy dejando atrás.
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