Acabo de leer la novela de una autora novel, creo; al menos, yo no la conocía, pero me ha sorprendido gratamente, porque me ha recordado a determinadas series que aún veo en televisión. Si alguien lee esto y ve Crimen en el paraíso, sabe lo que digo, y si le gusta, le va a gustar El asesinato de Julio Roster. Es una novela de misterio al más puro estilo de Agatha Christie, en la que la autora se propone interactuar con el lector desde el primer momento. Por eso, comienza su andadura narrativa señalando el elenco que va a aparecer, veintidós personajes van intercambiando opiniones y acciones para embrollar al lector y llevarlo de una pista a otra hasta que Clarisa Vau decide que es el momento del desenlace.
Por
cierto, en el libro encontramos, además de la nómina de personajes y la
relación que tenían con el asesinado, un plano de la casa en la que vivía. Y al
final adjunta «La libreta del inspector
Montgomery» para que los lectores vayamos apuntando las pistas que van
apareciendo (la mayoría, falsas; ¡hasta 18 he encontrado!) y que, por supuesto,
no hacen sino que sospechemos de casi todos los implicados. Una vez descartadas
las que creemos conveniente, llegamos al apartado «Sospechosos y coartadas» y finalmente «Hipótesis y deducciones: Quién, Cómo, Dónde, Cuándo, Qué».
Estamos
pues ante una guía que sigue a la perfección la técnica Whodunit, empleada por
la pionera de la novela policíaca y consistente en dar la información
suficiente para que el lector resuelva el crimen pues, el ayudante del
investigador no va a saber más que él y tampoco sabrá más que el propio policía
encargado de resolver el asesinato, «Le
hablé sobre mi idea de que Flora y Manuel pudieran haberse confabulado para
matar a Julio. Abel la consideró, pero no pareció tomarla muy en serio».
De
esta forma el lector se identifica rápidamente con quienes llevan el caso y
entra, sin darse cuenta apenas, en el juego de la trama que, por cierto, es un
rompecabezas donde el misterio siempre está presente. En la narración no hay
grandes descripciones ni digresiones que alejen la atención del lector. El
estilo es sencillo, el vocabulario, usual, permite acercar a todo tipo de
lectores y la estructura, ordenada, casi visual, posibilita observar la novela
como si de una película se tratase.
En
el capítulo I conocemos a un banquero jubilado y viudo, Héctor Paz, cuyo
cuñado, Julio, hermano de su difunta esposa, lo invita para pasar un par de
días y asistir a la celebración de su cumpleaños, motivo por el que toda la
familia estará presente. La velada transcurre bien, pero de madrugada los
gritos de la mujer del homenajeado alertan a todos de su muerte. Rápidamente,
Héctor llama a la policía y al médico e inmediatamente se persona Abelardo
Montgomery, inspector a quien Héctor ayudó a resolver otro asesinato.
Lo
que en un principio parece un ataque al corazón pronto se descubre que es un
envenenamiento, así que la pareja de detectives, el profesional y el amateur,
se encarga de ir recopilando indicios hasta que, por supuesto, el inspector,
puede detener al culpable.
Gracias
a Héctor, los lectores conocemos a una serie de personajes cercanos que nos van
desvelando el odio que sentían hacia el cabeza de familia «—Yo no dije eso, ni lo maté. Solamente dije que lo odiaba». Héctor
se basa en la observación psicológica y llega a conocer a los hijos del muerto,
a quienes trabajan para él y al propio asesinado. Nada es lo que parece; Julio
encubría una persona detestable que ni el propio Héctor intuía. Así pues vamos
encontrando y descartando pistas de la mano del investigador aficionado: la
comida, medicamentos, plaguicidas, cartas, dinero nos llevan a la ira de unos,
celos de otros y rencor de casi todos. Pero solo la percepción del policía Abel
puede llevar a la solución correcta, «Habrá
leído sobre las huellas dactilares, pero no debe saber que no es la única forma
de detectar al criminal»
El
narrador de la historia es el propio Héctor, que, en un momento de la trama se
aleja para confesarse como autor de la novela «Una vez en mi habitación, fría y ligeramente mohosa, me senté frente
al escritorio y comencé a escribir, en el bloc que siempre llevaba conmigo, la
primera crónica de esta historia».
Con
este recurso, Clarisa Vau moldea una historia verosímil y al mismo tiempo,
llena de intrigas. La capacidad de análisis de la autora es la que proporciona
el suspense a la novela y logra un argumento convincente.
No
cabe duda de que Vau conoce los elementos que no deben faltar en una novela de
misterio. Los conoce y los expone con soltura, de forma que al leerla intuimos
que en un momento determinado el crimen es factible. La muerte de Julio se da
en extrañas circunstancias, cuando se encuentran en su casa los familiares,
algo que despierta la curiosidad del lector, quien intenta conectar con la historia
de cada uno de ellos para descubrir al asesino a través de posibles razones.
Nada es lo que parece pero la solución final es satisfactoria para todos,
aunque llegamos a empatizar tanto con los personajes que lamentamos, incluso,
el giro fatal que llevó al inspector a descubrir el porqué del asesinato.
La
novela de Clarisa Vau es perfecta para iniciarnos en la novela de misterio; muy
entretenida, consigue que no dejemos de leer y, lo más importante, que vayamos
razonando y anotando a los posibles sospechosos como si de una pasatiempo se
tratase.
Felicidades a la autora, a quien le deseo futuros éxitos como novelista.
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