De
vez en cuando la vida te da alegrías. Recibir un paquete con 5 o 6 libros es
una de ellas. Y si estos libros son ensayos que tienen que ver con la
literatura o la lingüística, la alegría se multiplica. Esto es lo que me
sucedió hace poco. Recibí un paquete de mi amigo David con libros de teoría
literaria. Me encanta. Me gusta leer, sobretodo novela, teatro o cuento. De vez
en cuando poesía, y de vez en cuando ensayo. Siempre aprendo algo nuevo. Muchas
gracias, David. No sé cuándo voy a poder “devolverte” alguno de estos
detallazos que tienes conmigo.
Pues
cuando me llegó el paquete estaba leyendo una novela. Al terminarla se me
presentó otra, así que ahora La crítica literaria en la prensa
merece que haga un alto en el camino para discurrir en ella. Es una compilación
de reflexiones de varios críticos, catedráticos de universidad, escritores que Domingo Ródenas tuvo a bien publicar en
Marenostrum. Y después de leer sus opiniones y argumentos creo que debo
traerlos aquí, por si alguien me lee y se cuestiona en qué punto está hoy la
crítica y hasta qué punto tiene poder sobre la literatura.
Hay
que decir que lo mencionado en el libro hace referencia a la crítica del siglo
XX, pero el panorama ha cambiado poco y esto es lo que vamos a comentar.
En
lo que todos los estudiosos coinciden es que, a pesar de dar por sentado que
las apreciaciones críticas son elaboradas por expertos, no todos los lectores
las perciben de la misma manera. Por otro lado, algunos escritores no saben
reaccionar ante las críticas a pesar de que, en muchas ocasiones pueden
aportarles beneficios.
Creo
que Ramón Pérez de Ayala definió con bastante precisión lo que debía ser un
crítico, «la facultad maestra del crítico
consiste en la aptitud para vivir como propia la obra ajena, sintiéndola, por
decirlo así, en su sensación íntima, en su génesis sucesiva y esfuerzo de
ejecución».
En
mi opinión Pérez de Ayala tenía razón. Para comentar un libro, el
lector-crítico, debe introducirse en la obra, entenderla y, lo más difícil,
intuir porqué está expresada de esa manera y no de otra, solo así la labor del
lector habrá trascendido a la de crítico, es decir, alguien que ha construido
otra obra a partir de la anterior. Y digo “otra” porque está claro que una
crítica no ha de ser un resumen de la novela, eso, valga la redundancia, es un
resumen. Si la literatura es un arte, ¿por qué la crítica literaria es
diferente a la que se ejerce sobre el resto de artes? Hay verdaderos tratados,
poéticos incluso, diferentes sobre un mismo cuadro. Algunos críticos se basan
en el trazo del pintor, otros en el color, otros en el simbolismo… De un cuadro
pueden salir varias obras de arte que guían al profano y lo ayudan a entender
esa pintura. Con el cine ocurre lo mismo. A nadie se le ocurre “contar” la
película; el crítico cinematográfico atiende a la música, a la ejecución de
planos, al ritmo…
Está
claro que para hablar de todo eso hay que saber de música, de color, de ritmo o
de planos. No es necesario ser un experto, pero sí haber visto mucho cine, o
mucha pintura. Y haberlo razonado, comparado, para estar en condiciones de
opinar y dirigir la atención del espectador hacia lo que le descubrirá algo
nuevo de la obra.
Quien
se adentra en la crítica literaria debe ser consciente de que se va a encontrar
con una serie de signos que otorgarán un sentido u otro, que lo llevarán a
significados no explícitos, ocultos, esperando salir a la luz. El crítico ha de
tener recursos e intuición para buscarlos, hallar el sentido global del libro y
exponerlo con las palabras adecuadas. El texto no se explica en una crítica, se
descubre mientras se disfruta.
El
problema es que cada vez hay menos lectores profundos y más críticos. Ya lo
advertían en el siglo XX, y poco ha cambiado hoy en ese aspecto. El entorno actual
en el que nos movemos es muy diferente. Ahora hay más medios especializados de
crítica “seria” que en el siglo pasado, pero hay una nueva crítica observada
por la gran mayoría, y es la que se realiza a través de redes sociales o de
blogs, lugares en los que todos podemos participar. Esto tiene ventajas e
inconvenientes, porque si Sanz Villanueva se lamentaba del escaso interés
social por la cultura, está claro que hoy, la crisis económica, el descontento
y la desmotivación llevan al español medio a buscar entretenimientos que hagan
pensar poco (solo hemos de echar un vistazo a los programas con más audiencia
de televisión). Este crítico literario advirtió del peligro (uno de ellos) del
crítico: el compromiso con el autor. Hoy se añadiría el compromiso con las
editoriales, responsables en ocasiones de premios y publicidad que pueden
llevar a equívocos al lector. Está claro que las grandes editoriales son las
que marcan novedades y creo que no todos los escritores (buenos) tienen acceso
a ellas, al igual que no todos los críticos que trabajan para ellas son del
todo honestos.
También
Fernando Valls ataca a los premios ofrecidos en cuyo jurado no ha participado
ningún crítico literario y sí «gente que
apenas nada sabe de literatura». Asimismo es cierto que todo artista está
afectado por la vanidad, de ahí que «el
malestar, la irritación e incluso la amenaza forman parte de las reacciones más
frecuentes ante una crítica adversa», por lo que el crítico de las grandes
editoriales también está condicionado por la satisfacción del autor o del
editor, quienes pueden no contar con él en el siguiente trabajo. Y está claro
que, en general, necesitamos un sueldo. Por todo esto, Sanz Villanueva opina
que la crítica debería ser imparcial, estar basada en lo literario y
argumentada. Puede que tenga razón. Son interesantes las propuestas que ofrece
para conseguir ser un buen crítico. Las resumo:
1. La
crítica es un oficio […] El crítico ha de poseer saberes retóricos,
lingüísticos, de historia de la literatura y estéticos. Todo ello sirve para la
contextualización de la obra…
2. El
crítico […] criterios estéticos y sensibilidad
3. Ha
de pensar exclusivamente en el lector medio
4. Intencionalidad
informativa y descriptiva
5. Enjuiciamiento
valorativo (de lo hecho por el autor, no de lo que le hubiera gustado al
crítico)
6. Sencillez
y claridad en la exposición
7. Respeto
debido en todo momento al esfuerzo del autor
8. Respeto
a todo tipo de lectores
9. Objetividad
10. Comunicación
entusiasmada
Casi
nada. Ricardo Senabre aconseja la relectura para captar la percepción y el
juicio valorativo del autor, que serán diferentes a los del crítico. Es
fabuloso tenerlo en cuenta, porque entender el punto de vista del escritor es
una de las razones de por qué la lectura nos hace más tolerantes. Para Senabre,
una buena crítica ha de ser veraz, objetiva y analítica, de manera que ayude a
la formación del lector.
Miguel
Sánchez-Ostiz profundiza sobre la crítica y llega a la conclusión de que es un
“subgénero”, o un “género dentro de un género” porque no es un ensayo, ni una
mera crítica, ni un acto de creación, aunque es obvio que al escribir sobre un
libro se deja parte de lo que es quien escribe, porque «soy lo que soy gracias a lo que he leído». Así pues, aunque una
crítica sea algo personal el que escribe debe haber leído bastante, «las recensiones no tienen por qué ser del
género lerdo». Todos los críticos que escriben en La crítica literaria en la prensa están de acuerdo en que para
opinar hay que haber leído, ir contra la ramplonería, contra la cicatería y el
amiguismo, y poder contagiar a los demás el gozo de ser lector.
Es
tarea difícil pero se me ocurre que las redes sociales pueden mejorar el
panorama al que se enfrentó la crítica periodística en el XX. Ahora, libres de
condicionamientos económicos o de censura, podríamos ejercer una crítica más
segura, dispuesta a argumentar lo que se aprecia o deplora de una obra escrita.
Interesante
libro, y recomendable para tener otros puntos de vista sobre la crítica y,
sobre todo, para aprender de los grandes de la literatura.
¡Qué gran análisis! A mi no tienes que devolverme nada. Saber que realmente los disfrutas me hace muy feliz.
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