martes, 13 de agosto de 2019

CUENTOS CON WALKMAN


 
He leído este libro de cuentos dejándome llevar por el último que terminé de Sergio Gómez, Buenas noches a todos.

Cuentos con walkman está escrito por numerosos escritores; es una recopilación editada por Sergio Gómez y Alberto Fuguet, así que suponía un acierto. El libro tiene tres partes: la primera, firmada por los editores, es la presentación de una literatura que supone «el fin de una etapa y el comienzo de otra». Nos informa de que todas las narraciones están escritas por autores noveles formados en los talleres literarios de Zona de Contacto, un suplemento de el diario El Mercurio, así que hay diferentes estilos aunque tienen un punto en común, todos se dirigen al interior del ser humano, a la reflexión sobre el amor, la amistad, el matrimonio, las drogas, la libertad… Son cuentos actuales y por lo tanto algo efímeros si tenemos en cuenta que aparecen situaciones muy concretas de una época (finales del siglo XX); sin embargo al ser intimistas, algunos de ellos pueden tener la categoría de universales.

La segunda parte está formada por veintisiete relatos muy cortos, de dos o tres páginas la mayoría, sacados precisamente del suplemento donde fueron publicados. El lenguaje es cotidiano, con bastantes expresiones coloquiales «turbulencias de mierda», ironías «¿cómo va Aquamán?» (referido a un auxiliar de vuelo que utiliza los viajes para transportar cocaína en una tabla de surf), marcas comerciales «Renata no tomaba ni Coca Cola para no meterse cuestiones químicas en el cuerpo», anglicismos «—¡She’s my girlfiend! —dije casi gritando», tecnicismos «tarros de neoprén» o coloquialismos «volado» «fome». Todo ello hace de estos relatos algo fresco, ágil, representativo de una sociedad que mira al futuro. Los protagonistas son jóvenes que viven al límite, «Hace poco condenaron a un chileno a cadena perpetua por sólo medio kilo más. Seguro que no sabías». Jóvenes que se burlan de aquellos que pertenecen a un sistema intocable y piden a su manera que cambien las normas, para no caer, a veces en el despropósito. La hipérbole es perfecta para esto y, por supuesto, el soltar las amarras de la moralidad. Por eso, el día que un sargento segundo salta de un avión es perfecto, también, para hacer un chiste «bajó del avión mucho antes que el resto, y su actitud, que en otras circunstancias no había causado mayor impacto en la tropa, en esta sí lo hizo: al momento de bajarse volábamos a unos ocho mil metros de altura»; no hay problemas al repetir expresiones para criticarlas «los propios vietnamitas», «esos sucios y malolientes pigmeos amarillos», no hay problemas en reseñar la falta de humanidad «Más allá de la polémica surgida por la trágica suerte de una familia completa de orientales que pereció a raíz del impacto».

Lo que importa es burlarse de las ínfulas de algunos colectivos «el escuadrón B-16, llamado también ”Las Águilas Patéticas”». Importa burlarse de la falsa moral que rodea a determinadas clases «No aceptaron en un principio, la teoría del suicidio o de la abierta estupidez de Witburn, y nos acusaron de haberlo empujado al vacío». Importa criticar, de forma abierta, la xenofobia encubierta hacia los propios compañeros «El “sucio y despreciable sudaca” como le decíamos con cariño los miembros del escuadrón».

Los cuentos atacan, o no, a cualquier sociedad y a cualquier persona, porque todos tenemos ciertos demonios dentro que no nos dejan ver la realidad e insistimos en aferrarnos a ella cuando no tiene sentido, hasta hacernos daño «terminar un pololeo no necesariamente significa terminar una amistad, ¿cierto? Y sin embargo lo dijo. Qué extraño. No se tiene que haber dado cuenta». Otras veces queremos huir pero las relaciones tóxicas no nos dejan, no envían una señal bastante clara «Me miras igual que anoche, como si no me vieras, y de repente, apenas, siento que me estás apretando demasiado fuerte. Pero me sueltas antes de que pueda decir nada», y otras huimos para siempre con tal de no hacer daño a los que nos rodean «Cerró los ojos con fuerza pensando en lo que pasaría. Tomó la caja de pastillas para dormir».

En la zona de relatos sentimos que lo importante es descargar adrenalina, pues vivimos sin verdaderos alicientes, atrapados en una familia desestructurada; atrapados paradójicamente entre padres separados, la salida está en la televisión o el cine: «la televisión está encendida en el Channel Plus y transmite una película porno de la Seka» «Creo que David se ha aburrido a pesar del Euro Disney, de los hoteles de lujo y de las tardes en el sex-shop».

Se pueden leer, y releer los relatos pues, aunque no todos tienen, obviamente, la misma calidad, en casi todos podemos sentir reflejada una parte de nosotros mismos hasta darnos cuenta de que estamos hechos de retazos de inconsciencia, de alegría, de amistad, de dolor, de amor, de rencor y de culpa «Pero cuando llegué de nuevo a la casa, toqué el timbre, y mi hermano apareció para abrirme, me sentí canalla».

La tercera parte del libro está formada por nueve narraciones más largas, que forman la zona de cuentos. Protagonizadas por jóvenes cosmopolitas, representan una juventud que quiere salir del encasillamiento tradicional e integrarse en el mundo que le rodea; lógicamente su mundo más cercano es el de Norteamérica. Los Estados Unidos están presentes en forma de música, literatura, cine o televisión, aunque no abandonan su cultura; por eso el vocabulario está plagado de expresiones locales: «dice que le gustan los REM. Lo dice tal cual, como se lee […] —Ar-I-Em —digo —¿Qué —me pregunta —Ar-I-Em —repito—. Así se pronuncia en inglés. —Pavadas —dice, y tras estar un instante callada, vuelve a decir: —Rem».

Las señas de identidad residen en el léxico «no voy a cachar a nadie», a veces expresado en forma literal «engrupido», metafórica «vendepatria» o humorista «—Argentinos maricones, les quitaron las Malvinas por huevones».

Está claro que los protagonistas, como cualquier joven del mundo, se dejan influir por la telebasura «como una vez le oí decir a un sicólogo en uno de esos programas…» y empiezan a tener opiniones propias que, aunque a veces pequen de tópicos «ver el estreno de una obra supuestamente vanguardista y que, como todo lo vanguardista resultó ser un asco», otras, reflejan sus preferencias, sus gustos; sin imponérselos a nadie, con humor, como algo vivido con naturalidad, pero haciendo ver que intentan una sociedad actual diferente; quieren un futuro mejor «lo conozco y sé que ésta es otra obsesión que se le va a pasar luego, como esa vez que estuvo convencido de irse a vivir a Argelia después de leer El extranjero. Por suerte todavía no lee El almuerzo desnudo».

Me ha gustado Cuentos con walkman; si no para leerlos con walkman, porque no lo utilizo, sí para leer de vez en cuando alguno antes de dormir.




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