Buenas
noches a todos es
un libro de cuentos, doce, divididos en tres partes, de diferente extensión y
ubicación.
La
primera parte está formada por cuentos escritos en 1997. El espacio donde se
desarrollan es Santa Familia, lugar inexistente aunque podría tratarse de
Sagrada Familia, un municipio de la provincia de Curicó, en la zona centro de
Chile. Los argumentos de los seis cuentos tienen que ver en su mayoría con el
deporte; los objetivos y la pasión del fútbol o del boxeo se llevan al plano
intimista. Pero la vida no es un juego, o sí, porque si uno no pone todo su
empeño al hacer lo que le gusta, difícilmente podrá lidiar con los sinsabores
de la existencia. En estos cuentos, Sergio
Gómez consigue que reflexionemos sobre el amor, y hasta dónde puede un
hombre luchar por él «Belmar frente a
Mario Romero, Romerito, cara a cara. Recordó la bicicleta en que llegaba a
reunirse con Silvia. El hotel con su aviso de latón». Sobre la amistad
relacionada con el amor, la atracción y el interés que, cuando se mete por en
medio, transforma hasta el más puro sentimiento en derrota «Nunca supe y nunca sabré si Ray no pudo o no quiso responder a esos
golpes terribles». Sobre el falso amor «a
todas sin excepción, las he querido bien», aquél encubierto de bravuconería,
de racismo y embustes. El autor atrapa estas situaciones y las presenta, como
la vida misma, envueltas en justicia (aunque sea poética) «todos los hermanos y primos de Sonju. Me esperaban. Dos meses en el
hospital, inmovilizado y enyesado, ese fue el resultado» y en humor (aunque
sea negro) «Samudio intentó decir algo
entre los tubos, émbolos y tinajas, pero sólo alcanzó a susurrar aire».
El
gusto de Sergio Gómez por el juego con el lenguaje lo traslada a algún personaje
en forma de obsesión por la literalidad; aparecen entonces momentos
humorísticos que compensan, en la literatura, las contrariedades que se
adivinan en la realidad «¿Llevarnos? —se
exasperó Cabrela— Pero de dónde inventa esos términos, Cipolletti. Use el
español. No nos soportamos». Y esto hace Sergio Gómez, usa el español como
pocos, es un auténtico maestro en el uso del vocabulario, consiguiendo un
relato asombroso con expresiones denigrantes «La sonrisa idiota rayada en la cara», localismos «mosquearon», «reculiado», expresiones
amenazadoras «Repito: te saco la madre», «¿Eres
sordo además de pico enano?», tecnicismos «el vestón del uniforme», insultos «bolas de buey», coloquialismos soeces del lenguaje oral, con
frases inacabadas «hasta el fondo, que
fondo creo que no tengo para tu sable tan grande y gordo, muy, muy, papito».
En
la narración de hechos concretos, suele haber intermitencias que, además de
alargar el relato aportan otro punto de vista a la forma de ser de los
personajes. A veces es el propio narrador el que con su opinión valida su voz
ante la del protagonista, por eso, por mucho que se enfade Nacho Cabrela y
despotrique de todo y de todos, en el fondo sabemos que lo que le persigue es
la soledad y la angustia provocada por ella. «—El nombre es lo griego, nada más. También era griego el nombre de
Erecteo, el que propuse para mi nieto, pero ellos dos prefirieron Salvador
Armando —la voz de Nacho se hizo tristísima».
Otro
rasgo narrativo es que todos los cuentos empiezan in medias res, esto permite jugar con saltos en el relato; las
analepsis y prolepsis conforman una visión general de la narración. Primero nos
enteramos del conflicto que preside la historia, así el comienzo se hace más
dramático puesto que vemos al protagonista metido en problemas «A Octavio le juraron sobre la sagrada
concha de su madre dejarlo paralítico, choño y maltratado por hablar más de la
cuenta». Esta cirscunstancia obliga a retroceder hasta dejar claro quién es
el personaje y qué sucedió para que se diera la situación expuesta. Asimismo la
introducción de alguna prolepsis en forma de predicción permite al narrador
colocarse en un futuro posible, de ahí el uso del subjuntivo o del condicional
que, pese a todo, consigue generar más expectativas en el lector según la
información adicional que aporta «cuando
por este pasillo de hospital entre a buscarme esa dama delgada y huesuda […] la
voy a recibir como si la conociera desde hace tiempo».
La
riqueza narrativa es evidente. El argumento de los cuentos se elabora según una
trama más o menos compleja que, además de imponer la estructura, retrata un
mundo amplio, compuesto de personajes que se interrelacionan e historias que
emergen de la principal para cambiar la localización y conseguir un enfoque más
objetivo; nada es absoluto en las consecuencias vividas por los protagonistas,
toda una red de situaciones ha dado lugar a lo que son en el presente «Te molesta si nos sentamos […] Ray Aguilera
ahora vive en Buenos Aires […] tenía condiciones innatas para el boxeo […] Cuando
hablo mucho se me seca la boca […] en realidad uno se acostumbra a todo […] Me
hiciste acordar de Ray […] El barrio lo apoyaba porque nos representaba […]
Siempre es lo mismo la última semana de diciembre, es el anuncio exagerado de
que llega el verano. Después no es tanto […] El 61 fue un año decisivo. Las
peleas se hicieron selectivas para no reventarlo».
La
segunda parte la componen cinco cuentos en los que el espacio en donde se
desarrollan ha cambiado. Son los que ocurren en Vertiente Baquedano, lugar
imaginario que, como ya probaron otros autores, recordemos a Vetusta o Macondo,
facilita el movimiento de los personajes, que no están constreñidos a la
realidad. Sin embargo en Vertiente Baquedano sí ocurren hechos históricos, o
basados en la historia. De forma metafórica aparece la mafia «Limpiaron la habitación. El brasileño quedó
muerto, con el pecho abierto, como si lo hubiera atacado un león africano»,
aparece el holocausto judío «La Gestapo
allanó mi consultorio en 1937» y, sobre todo aparece el propio interés del
ser humano, porque «En Vertiente
Baquedano nada pasaba. Era el invierno del 61». Y en ese espacio inventado
salen a la luz los sentimientos más reales del hombre, la tristeza y la soledad
de quienes han tenido una vida sin ambiciones, de quienes no han luchado por lo
que querían, de quienes han visto, solamente, pasar la vida, mientras la vida
sucedía «Dos inviernos después seguía en
Vertiente en la misma habitación del Cutter, al final del pasillo en el segundo
piso».
Especialmente
humorístico resulta el modo en el que el Mosquita, protagonista de Señora con turbante, hermano de Danilo,
quien quería ser escritor pero no permite que se editen sus relatos «porque decía que los escribía para él»,
observa el paso del tiempo «deseándole
que su salud se encuentre muy fresca y repuesta de dolencias propias de los
inviernos», «El que escribe la saluda deseándole muy sinceramente encontrarla
repuesta de virtuales dolencias de la primavera»… Y es que las cartas que
manda el Mosquita a una posible conocida de su niñez y que por supuesto no son
contestadas, van dirigidas a él mismo, a repasar con conformismo el paso
monótono de su vida triste y penosa.
El
último cuento, que da el título al libro, forma la tercera parte y se une a la
primera en el espacio «bajaba al extremo
de Santa Familia», es estremecedor. El vocabulario se endurece, las
acciones también y el final, por supuesto, corre la misma suerte.
La
historia de Chile está reflejada en la de Marito Marco, violado «el cura se acercó, le besó el cuello y le
mordisqueó una oreja. Marito Marco no dijo nada», violador «Marito Marco olía muy mal, se acercó a su
lado y la abrazó. Ella intentó resistirse […] No dijo nada», víctima «cuando los soldados comenzaron a golpearlos»,
verdugo «Marito Marco se sintió
satisfecho con el dinero de Díaz Pacheco», acosado «Un compañero de trabajo
denunció a Marito Marco. Lo escucharon pronunciar un encendido discurso en la
celebración del 1 de mayo», y acosador «Días
después encontró en el mismo bar a Víctor, un estudiante de arte», defensor
«visitaba a Camilo San Martín en la
enfermería de la cárcel» y atacante «Marito
Marco le descargó los listones de madera de la silla en la frente».
Las
expresiones acompañan a todo este horror que llega a ser surrealista: «estaba delgado y huesudo, feo, demacrado y
enfermo». El sexo es violento y sucio «Se
allegó al centro de sus piernas merodeó por los pelos y le sobó con los labios
los testículos colgantes […] Un pedazo de piel se desprendió y la sangre
comenzó a derramarse sin control». Llegado este punto, su padre, del que
vamos obteniendo información de forma simultánea, profesor de instituto,
expulsado por ayudar a una compañera, conforme con su pobreza e integridad,
deberá decidir qué hace con el hijo que crió, en qué se convirtió. En realidad
los dos han recorrido un descenso en la vida que los ha ido dejando en el más
absoluto desamparo: «Peter (tomó) […] la decisión de regresar a su país. […]
sus amigos de la Coordinadora Cultural de la Villa lo evitaban»
Fabulosa
narrativa, ágil, entretenida, con toques nostálgicos, humorísticos, trágicos… El
chileno Sergio Gómez aprovecha todas las posibilidades del lenguaje para
exponer una crítica social que, aunque se intuye local, va más allá de
cualquier frontera. Con ella nos conmina a despertar de la apatía, a luchar por
los derechos conseguidos y los que quedan por alcanzar.
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