La muerte juega a los dados
es una novela; da igual que Clara Obligado la haya revestido de
cuentos; estamos ante un género mayor. Es una novela en la que construye una
realidad de gran riqueza donde se confunde la ficción, se integra en el mundo
de manera que cuesta separar la totalidad que la autora nos presenta. Es una novela
con diferentes puntos de vista. Es una novela con determinadas peculiaridades
que consiguen situarnos ante un género excepcional, original, novedoso y, no
obstante, cumple con los requisitos de la novela. Las largas explicaciones
descriptivas convierten el lenguaje escrito en fotografías que, impresas en
nuestra retina ayudan a configurar a esta contadora de historias como una
artista con mayúsculas. El vocabulario, impecable, mezcla expresiones típicas
argentinas con otras españolas, dotando de esa manera al idioma con una fertilidad
extraordinaria.
La
curiosidad más llamativa es su estructura. Está compuesta por diez y ocho
cuentos que funcionan como capítulos si se leen de forma lineal, y actúan como
narraciones breves si queremos leerlas por separado (aunque mi consejo es
realizar la lectura como una novela y releer después algunos de los cuentos; a
causa de la mezcla de tiempos, espacios y personajes, es fantástico ir
descubriendo la trama hasta llegar a un final prodigioso).
Algunos
de estos cuentos son realistas, otros no tanto; encontramos microrrelatos (de
cuya técnica la autora es maestra), cuentos surrealistas, cuentos fantásticos,
cuentos que podrían formar parte del periodo literario conocido como el boom
hispanoamericano, pues el Realismo Mágico aparece en sus páginas con total
naturalidad. A veces he tenido la impresión de estar ante un homenaje a Gabriel
García Márquez: la muerte anunciada de Zacarías Eldestein, el crimen sin
resolver, el color, las mariposas… le habrían encantado al maestro.
Además
hay alusiones a otras escritoras que, no cae duda, han influido en Clara
Obligado; en el caso de Margaret Michell es evidente la identificación que
nuestra autora siente con aquella periodista que, en 1936, escribió en más de
1.000 páginas «la historia de su país con
retazos de su biografía…Lo que el
viento se llevó».
En
el caso de Aghata Christie creo que la admiración hacia esta pionera en su
oficio y en su manera de vivir nos deja un guiño a todas las lectoras «Mi querido, como repite Aghata Christie:
“cherchez la femme”».
Nuestra
autora porteña, con finalidad claramente emotiva en una prosa a veces
recargada, y otras ligera, enfoca constantemente la soledad de los personajes,
sobre todo, femeninos. No sólo hay referencias a escritoras; la mujer es la
protagonista indiscutible de esta historia, incluso aquélla que, como Amalia,
esposa del investigador O’Brien, aparece sólo durante unos momentos, pero está
ahí, forma parte del entramado para dejarnos una teoría filosófica «¿Y si el muerto no fuera el final, sino el
principio de todos los problemas? [...] lo esencial no es quién mató a quién
[…] lo importante es qué sucedió con toda esa pobre gente que se quedó viva». Al
terminar de leer la novela comprendemos que las palabras de Amalia no están referidas
sólo al caso que investiga su marido. Constituyen una verdad universal.
Pero
la novela no consta solamente de relatos imaginarios, las referencias
históricas, además de ayudar al lector a situarse en el tiempo «Estaban de viaje de novios en el Cap Arcona…»
consiguen ese punto verídico de la historia pues colocan a los personajes
en hechos que han ocurrido para ahondar, aún más, en la maldad del ser humano.
El lector reflexiona, ayudado por estos datos auténticos, sobre una muerte que,
efectivamente, juega a los dados; pero es el ser humano, vivo, depravado, quien
los lanza sin importarle otro resultado que no sea ganar.
Otras
veces la intención de introducirnos en la realidad viene de la mano del
narrador; normalmente omnisciente, va contando los acontecimientos desde un
punto en el que no pierde de vista a la mujer y su sufrimiento, sus
humillaciones, sus sentimientos, sus ilusiones frustradas, sus pobres deseos de
venganza y su solidaridad con otras mujeres que, implícitamente, han pasado por
lo mismo. Y cuando la empatía no es suficiente cede su voz a la protagonista quien,
de forma epistolar y con elegante afabilidad, tranquiliza a quien sabe que
puede sufrir más que ella: «Querida mamá,
Londres me ha parecido lindísimo. Hemos comprado una alfombra roja
impresionante…». Los lectores nos identificamos, para siempre, con todas y
cada una de las mujeres de los diferentes relatos, todas actúan con rencor,
odio, egoísmo, locura o depresión, pero a todas las han tratado con violencia,
desprecio, crueldad o paternalismo hasta conseguir de ellas una nueva
personalidad. Por eso sonreímos cuando, al terminar el libro, recordamos algunos
objetos de momentos vejatorios que sirvieron, tiempo después, para ser
exhibidos como un trofeo aunque fuera sólo a título personal.
Clara
Obligado, con asombrosa naturalidad, cruza tiempos, espacios y personajes para
sacar, en la mayoría de las ocasiones, lo peor del ser humano, el sufrimiento,
la violencia hacia el más débil. Violencia que nos animaliza. Violencia
impuesta. Violencia aceptada por despecho hacia otros —o hacia uno mismo—.
Violencia asumida como parte de una situación. Violencia que humilla pero a la
que no podemos abandonar.
La muerte juega a los
dados es una novela
plural en la que se aúnan lo tradicional y lo moderno en lo universal. Todo
cobra sentido en la unidad. Los cuentos pueden ser leídos de manera aislada,
aunque será en la totalidad del libro donde comprendamos a la perfección todas
las acepciones. Igualmente cada relato es significativo al final, pues la
narración contiene analepsis que desentrañan el sentido de aquellas
circunstancias por las que tuvieron que pasar los personajes hasta llegar a la situación
en la que se encuentran. Cada personaje tiene una historia como rasgo
distintivo; diferentes historias pues, que posibilitan momentos de grandeza o
miseria, felicidad o desdicha, razón o locura. Y lo que consiguen estas
particularidades no es aislarlos sino todo lo contrario, identificarlos como
parte de la existencia de un ser humano compuesto de matices y ambigüedades,
que en ocasiones es generoso y en otras, ruin, tanto, que deja de ser hombre
para animalizarse o cosificarse.
El
estilo de la narración también participa de esta característica dual; al
enlazar términos no comparables aparecen estados de un lirismo espectacular no
exentos de dureza «…esa muchacha dormida
le ha enseñado las tres cosas más importantes que hay en el mundo: a leer, a
escribir, a odiar». El asíndeton favorece a su vez la afirmación
categórica: son tres las cosas, no hay más.
Y
sin embargo el amor por la naturaleza surge de forma habitual mediante
personificaciones de una belleza absoluta «pesaban
llorosas las enormes cabezas de los nogales, el río se había desbordado hasta
asomarse casi a la puerta del prostíbulo». O mediante metáforas sugerentes «el aeroplano comenzaba a descender
atravesando un espeso puré de nubes».
Una
belleza que enmarca la fealdad del hombre animalizado, la fealdad de todo lo
construido por ese hombre, «el auto
detuvo sus toses», «eres una hermosa polilla nocturna». Por eso, cuando
conocemos que el crimen de Héctor Lejárrega queda sin resolver, lo vemos como
algo normal; en justicia poética, divina o humana es lo que correspondería a un
animal «Su mano era posesiva, grande,
sigilosa como una araña», «En el suelo, un bulto. No era un pliegue en la
alfombra […] como si un animal […] se hubiese tumbado a dormir», «la gran
cabeza de toro de Héctor Lejárrega».
Novela
compleja, como el propio ser humano, porque La
muerte juega a los dados desvela lo intrincado del hombre y la mujer que
aquí, más que nunca aparecen como dos seres diferentes que se necesitan y sin
embargo se obstaculizan para poder realizarse plenamente.
Muy buena crítica ¡voto a tal!
ResponderEliminarMe voy a permitir hacerte dos recomendaciones:
1ª En el cielo no hay cerveza, sugestivo título para una novela negra que bebe de los grandes del género y
2ª El secreto de la modelo extraviada, con la que seguro que te divertirás como su autor ha confesado que se divierte pensando las tonterías que luego va a escribir.
Este blog es una genialidad.
La crítica me ha costado, no creas... Ha habido momentos de dura lectura, muy dura para mi mente cada vez más endeble, pero merece la pena; aunque sabemos que el mundo está lleno de miseria y sobre todo de miserables, siempre me acobarda revivirlo, aunque reconozco que hay que denunciar cualquier situación que atente contra el ser humano, y la literatura, y, en este caso Clara Obligado lo consiguen. Lee la novela que yo leeré las que recomiendas y las comentaremos.
Eliminar¡Gracias por leer!
No sé si llegará esta reseña a Dublín, pero se la dedico a alguien muy especial. Cada vez que me viene a la mente Argentina, me acuerdo de Anahí, así que durante la lectura lectura de la novela habéis estado conmigo (el inspector O' Brien también colaboró en mi recuerdo). Gracias, pareja. Seguro que nos vemos pronto. Un beso.
ResponderEliminarNo había leído nada de esta escritora, y he de decir que me gusta mucho su forma de escribir y, sobretodo, el amor por el lenguaje que desprende su escritura "...dejándome llevar por la pleamar de la sintaxis, el hálito de los acentos, la música de las palabras". De esta manera, con una prosa a veces casi poética, se hace más llevadera la lectura de una historia, a ratos, muy dura.
ResponderEliminarDe nuevo gracias por tus recomendaciones, es un auténtico lujo leer un libro tras haber conocido tu opinión.
Gracias a ti. Estoy terminando El secreto de la novela extraviada y, tal como predijiste, me río. Viene bien ir cambiando de registro. Estoy de acuerdo en que la sintaxis de Obligado es musical, creo que es un don que tienen los argentinos, aunque no me guste generalizar. En el caso de la autora es, además, una excelente comunicadora; no sé si seguirá impartiendo cursos de escritura, pero sabe sacar lo que nos parece imposible de nosotros mismos.
EliminarGracias por leer.