Siempre
me ha gustado la colección Barco de Vapor. Ahora estoy algo apartada de la
literatura infantil y juvenil pero hace décadas esta colección ya era sinónimo
de buenos libros; SM fue la primera editorial que impulsó una colección para un
público infantil y eso es garantía, al menos, de que hay unos lectores que
importan y que pueden leer historias que les hagan cuestionarse algunas
situaciones.
Por
otro lado, no hace mucho leí Piel de cordero, una novela de Ledicia Costas sobre brujas que me
encantó. Su forma de escribir me llevó hasta la propia piel de esas mujeres que
fueron perseguidas, torturadas y asesinadas.
Ahora
me encuentro con que Feriópolis es el libro ganador del
Premio El Barco de Vapor, escrito por Ledicia Costas y que en sus páginas hay
una protagonista inquietante: la bruja del tren de la bruja.
No
defrauda; la editorial ha presentado un libro precioso, con una portada como
acolchada (puedes pasar el día con el libro entre las manos) en donde los
colores malva, rosa y violeta predominan y en la que la cara, pretendidamente
amenazadora, de una bruja no consigue intimidar, si tenemos en cuenta la
actitud confiada de una niña colocada frente a ella.
La
letra tiene un tamaño perfecto para ser leído con claridad. Los dibujos que
acompañan al argumento siguen la línea de la portada, con vivos colores en los
que el morado está presente. Al pasar las páginas nos invade la sensación de
libertad y autenticidad. No olvidemos que el morado es un color asociado a la
magia, al amor, a la justicia, a la valentía y a la imaginación. Y a la determinación
de la mujer. Estos sentimientos se acrecientan tras cada capítulo, cuando
estrellas de colores pastel inundan la página que anuncia el siguiente,
sirviéndonos, a nosotros y a la protagonista, de guía y esperanza.
Feriópolis
se lee con gusto. Ledicia Costas escribe de forma clara, sin bálsamos
innecesarios pero su mensaje está lleno de cariño. El libro va dirigido a los
niños, a los que lo pasan mal, por diversas razones, y a los que son felices,
porque todos deben darse cuenta de que existen situaciones poco afortunadas
para algunos a los que podemos ayudar con afecto y amistad.
El
tema principal de este cuento es ancestral: el abandono que sufren algunos
menores por su propia familia. Nos creemos que los derechos del niño han
conseguido que existan familias de acogida, centros, escuelas… para que todos
ellos se sientan protegidos, al menos aquí, en nuestra sociedad. Hoy no se ven
niños solos por la calle. Sin embargo hay muchas formas de abandonar a un niño
(y aquí está la lectura que un adulto hará de Feriópolis): instalando en ellos el miedo a la violencia física o
psicológica, no teniendo en cuenta sus necesidades que le permitan crecer
mentalmente, con chantajes emocionales que les impidan realizar actividades sin
ningún tipo de culpa.
También
se puede abandonar a un niño si no se le exige todo lo que puede dar de sí, o
se le exige demasiado, si se le concede todo lo que pide o no se le concede
nada. ¡Es tan difícil educar a un niño! Ledicia Costas escribe una historia en
la que avisa a los adultos de que podemos abandonar a un menor cuando lo vemos
como una carga, cuando no nos aporta alegría. Una historia que presenta a Lola,
una niña huérfana que vive con sus tíos. Lola no se siente querida ni tenida en
cuenta, sabe que es un estorbo, porque a los 10 años (a cualquier edad) los
niños lo saben, son inteligentes. La autora propone una buena alternativa para
que sea feliz. En el parque de atracciones, Lola encuentra a la bruja
Alambritos y en ella verá la figura de una madre, alguien que la aconseja, que
le enseña lo que deberá hacer cuando se encuentre en peligro, «El ejército de saltamontes nos rodeó al
instante […] Estaba tan asustada que pensé que no iba a poder aguantar […] Pero
entonces oí a Alambritos dentro de mi cabeza “Lola”, ha llegado el mom-nto de
demostrar quién eres d- verd-d…”». Alambritos es un producto de su
imaginación, fruto de las lecturas que tanto le gustan a Lola, y gracias a esas
lecturas va cogiendo confianza en sí misma. El tren de la bruja la lleva por
Feriópolis para darle seguridad a la hora de salir de situaciones que puedan
ponerla en peligro «Y eso hice: darme
volumen a mí misma».
Lola,
en su mundo imaginado, es capaz de olvidarse de sus tíos, de obviarlos, y ser
feliz con lo que le gusta, con su mundo mágico, con libros y con amigos, con
gente que la quiere y la valora «...me
dijo “necesito que me enseñes ese truco ya. Ha sido increíble”». Porque
también los adultos podemos aprender de los niños y disfrutar de su cariño.
Lola ha aprendido a ser feliz.
Ledicia
Costas escribe una historia para niños en la que cede la palabra a Lola, de
diez años, para que nos cuente, sin ningún tipo de veto, con algo de crudeza
incluso, su historia. La vida no ha sonreído a esta niña que se ha convertido
en una carga para sus tíos, quienes «me
han dicho muchas veces que suelto muchas bobadas, así que hablo poco, pero
pienso mucho». Gracias a eso, a que piensa mucho y lee, Lola puede crearse
un mundo alternativo donde los libros y los amigos sean el apoyo constante que
todos necesitamos. La protagonista de esta historia huye de su vida «—¡OJALÁ PUEDA MARCHARME DE ESTA APESTOSA
CASA PARA SIEMPRE Y NO VOLVER NUNCA!» y decide habitar en un mundo
maravilloso en el que es querida y valorada. Un mundo mágico que pude
convertirse en real cuando descubra de todo lo que es capaz.
La
autora vuelve a acercarnos a las brujas y a conectarlas con chicas; lo hizo en Piel de cordero y lo ha vuelto a
conseguir en Feriópolis. La bruja es
importante porque no necesita espiar a los niños para saber lo que hacen; lee
sus pensamientos porque los quiere y los conoce, porque empatiza con ellos «no me meto dentro de tu cabeza: escucho
dentro de la mía algunas de las cosas que piensas. Y tú también las mías, ¿o
no? […] Imaginé que la bruja Alambritos no había tenido amigas pero no dije
nada al respecto por no ponerla triste».
Costas
se vuelve a rebelar y defiende el papel que les ha tocado vivir a las brujas en
la sociedad; también en los cuentos ha ejercido de mala, ¿por qué? «Todos sonreían, como si no estuviesen
secuestrados por una bruja. Aquella tropa no parecía estar sufriendo nada
parecido a lo que habían vivido Hansel y Gretel».
La
autora crea una ciudad mágica donde las estrellas son las encargadas de crear
un universo abierto, libre y esperanzador para que Alambritos lo lleve a
aquellos niños que lo necesitan «Corrían
sobre dos de sus cinco puntas […] Allí dentro no había techo. Tan solo un cielo
iluminado por cientos de estrellas […] Con el polvo que dejan fabricamos
objetos brillantes».
Ojalá
todos los niños tengan una Alambritos en su vida que los guíe, los proteja y
les haga ver lo importantes que son para el resto de personas y para ellos
mismos.
Ojalá Ledicia Costas siga escribiendo literatura para adultos o para niños, da igual; en cualquier caso, tras leerla, nos sentimos capaces de todo y unidos a todos.
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