Acabo
de leer una novela negra diferente, probablemente porque se acerque más a una
crónica negra, tanto se parece a la vida misma. El caso se desarrolla en un
ambiente elitista, de esos que, pase lo que pase, predominan la buena educación
y la cordialidad. Externamente, a primera vista, no hay una atmósfera de miedo
o violencia… pero todo es fachada, y para que conste, en las primeras páginas
leemos una especie de prólogo que sirve presentar al protagonista, Melchor
Marín; de hecho, este comienzo in medias
res, sitúa al policía en un tugurio, cuyo dueño, a pesar de haber salido
indemne de un juicio por trata de blancas, continúa esclavizando a niñas
inmigrantes con la seguridad de que no podrán probarle nada. Para eso está
Melchor, para darle una paliza al sujeto en cuestión, amenazarlo de verdad
hasta atemorizarlo y después sacar a las chicas del local.
Esta
introducción no tiene que ver con la trama de Independencia sino con la
lucha particular del protagonista. Quienes leímos Terra alta lo conocemos,
pero los lectores que se acercan por primera vez a Melchor, irán averiguando
sus circunstancias personales con el fluir del argumento.
Creo
que, en esta ocasión, Javier Cercas pone
en tela de juicio nuestro sistema democrático y para eso nada mejor que contar
con un policía cuyos orígenes están en lo más bajo de la escala social,
expresidiario, recibió ayuda en su momento de un abogado defensor de causas
perdidas, Vivales, y la aprovechó, llegando a estar al otro lado, al de los que
hacen cumplir la ley. Sin embargo arrastra cierto halo de fracaso, por lo que
está convencido de que los problemas no se solucionan solamente razonando «—…Hay que arreglar esto antes como sea. No
vamos a tolerar que unos chorizos decidan quién tiene que ser alcalde de
Barcelona y quién no, ¿no te parece? Melchor se despide».
Melchor
carga con sus demonios personales, que lo alientan para que se deje guiar por
sus instintos y por su sentimiento. Es un policía de acción que, cuando está
seguro de llevar razón no atiende a ninguna ley que le impida tomar medidas y
ejercer la justicia. A veces tenemos la impresión de habernos trasladado al
lejano oeste, «Yo soy la ley», pero
en realidad la intención de Javier Cercas es visibilizar, denunciar y dar
cuenta de lo que pasa política y económicamente en nuestra sociedad, porque se
ambienta en la Barcelona de 2025 pero bien podría ser Madrid, de 2020 o Murcia,
de 2021. Lo estamos viviendo. La corrupción política está a la orden del día y
lo curioso es que gran parte de la sociedad lo ve bien o al menos lo tolera,
que es lo mismo. ¿Será porque si estuvieran en esa situación harían lo mismo?
El autor nos trae, para demostrarlo, a una serie de personajes de diferente nivel
social pero capaces de actuar de la misma manera.
La
alcaldesa de Barcelona está siendo extorsionada para que pague 300.000 € si no
quiere que salga a la luz un vídeo de contenido sexual que, años atrás, cuando
el procés, protagonizó con el que hoy
es su exmarido, con su teniente de alcalde y con otro amigo de cierto renombre
en el Ayuntamiento.
La
policía recomienda que deje el dinero en el sitio acordado, donde pondrán
vigilancia para pillar a los chantajistas. Esa noche no acude nadie, y a la
mañana siguiente el dinero no está. Vuelven a pedir la misma cantidad y su
dimisión. Cuando la alcaldesa está dispuesta a dejar el cargo por miedo a que
su carrera se destroce, Melchor Marín lo resolverá todo a su manera. Sin
importarle si ha de mentir, amenazar o matar a quien él considere necesario. Es
cierto que los implicados representan a los típicos corruptos, capaces de
actuar con total impunidad mientras tratan al resto de los mortales como
objetos que se utilizan en beneficio propio hasta que no son necesarios.
Políticos de la alta sociedad que durante años han manejado los hilos del país.
Pero los manejados se mueven por la avaricia de obtener alguna migaja aun
sabiendo que nunca entrarán a formar parte de los elegidos. Tan despreciables
unos como otros.
La
novela es el diagnóstico del mundo actual, violento pero escondido en la
elegancia, en el que la vida de los demás no vale mucho y la integridad no
tiene sentido.
Independencia denuncia una serie de
acontecimientos ocurridos para espolear la conciencia del lector, para que
advierta lo que está por venir, que no es sino más de lo mismo.
En
esta novela negra la muerte es la consecuencia de la corrupción, de las ansias
de poder, de la injusticia social y la violencia institucional encubierta.
Cercas reflexiona sobre lo que ocurre actualmente y lo traslada a un futuro,
tan cercano, que es presente, de hecho el argumento se nutre de la vida, es
como un espejo en el que podemos vernos reflejados en cualquiera de los
personajes. Hay para todos los gustos, los políticos de clase alta
acostumbrados a ser adorados y reverenciados sin que importen sus fechorías,
policías que se dejan corromper por dinero o promesas de poder, personajes de
clase media, oscuros y amargados, que critican a los poderosos hasta que les
surge la posibilidad de alcanzar algún protagonismo, abogados criticados por
defender a delincuentes mientras los defensores de quien paga bien esconden sin
pudor hechos delictivos y mujeres, mujeres agredidas, sometidas a la voluntad
de los hombres.
En
medio de este caos brilla la defensa de los derechos humanos por encima de
cualquier ley escrita. Algo que está perfecto en la ficción, en los sueños, en
las utopías pero que en la realidad puede ser peligroso.
El
autor no se esconde para hacernos ver lo fácil que puede resultar traspasar la
línea de la ficción, por eso advierte que no debemos confundirla; la narración
es tranquila, el ritmo se mantiene sin sobresaltos, de hecho algunos
comentarios se desvían del tema para aportar verosimilitud al personaje,
mientras relajan la posible tensión de la intriga, y en cuatro ocasiones,
Melchor Marín aparece como persona real utilizada por el autor para
protagonizar una novela sobre unos asesinatos ocurridos cuatro años atrás, «nosotros tenemos que conformarnos con la
novelita de Javier Cercas. Qué desastre, Dios santo, qué falta de autoestima. Y
luego hay quien quiere que los catalanes seamos independientes». Y si Marín
es una persona, Javier Cercas es un personaje más de Independencia, algo que le viene perfecto para aclararle al lector
algunas consideraciones sobre el panorama actual
—¿Quieres que le metamos un pleito? —pregunta
—¿A quién? —contesta Melchor
—Al tal Cercas
[…]
—…cualquier excusa es buena para meter un pleito. Ese
Cercas debe de ser un muerto de hambre, pero, en fin, algo le sacaremos.
Con
su inclusión en la obra, el autor consigue cierta complicidad con los lectores
quienes, al ser conscientes de que es real, lo revisten de importancia y
credibilidad en la ficción. Cercas pretende objetividad con la denuncia que
lleva implícita la novela, mientras que, al aparecer como personaje que escribe
sobre un personaje, evidencia claramente su punto de vista, al mismo tiempo que
añade cierto realismo a lo narrado ya que él, como autor, mantiene un dominio
total de la situación. Y el tema principal de lo escrito en Independencia es la corrupción de un
sistema democrático de gobierno. Estamos de acuerdo en que probablemente la
democracia no sea perfecta. Pero mucho menos lo es cualquier tipo de dictadura
que maneja, atemoriza y gobierna según la ley del más fuerte.
En la vida real, Melchor Marín deberá llevar más cuidado con su proceder.
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