Me
alegro enormemente de haber leído este libro. No conocía al autor y no he visto
la película. ¡Tengo que verla! La noche de la Usina es una novela
trepidante, en todo momento el corazón cobra presencia, o está latiendo
desbocado por la acción, por la expectación de ver qué ocurrirá después, o
sereno, al ver reflejado en las páginas el concepto de amistad, o está encogido
por las penurias de sus personajes, o exultante por las decisiones que toman
ante la adversidad, o alegre, ante el humor con el que afrontan la vida.
No
cabe duda de que Eduardo Sacheri
escribe dejando en el ambiente un cúmulo de sensaciones que el lector capta
desde la primera página. La estructura no es la de una novela al uso, dividida
en cuatro actos más un prólogo y un epílogo, toma características del teatro y
la narrativa. Los diálogos ágiles, incisivos, humorísticos, le aportan la
presencia de la inmediatez, y la narración en presente, contribuye a crear la
fugacidad que tiene todo momento actual, «Silvia le habla. Perlassi la mira, pero
no entiende lo que le dice. Se acuerda una vez más de los billetes chicos. Los
de Medina, de diez, de cinco y de uno. Y todo se vuelve negro y Silvia grita y
Perlassi se desvanece contra la mesa». Y en realidad, a pesar de este constante presente, el
tiempo discurre en la novela; desde que un grupo de humildes habitantes del
pueblo de O’Connor, son desvalijados por el gerente de un banco, ayudado por
uno de los mayores comerciantes de la ciudad, con motivo de la crisis económica
de Argentina y el posterior “corralito”, hasta que recuperan su dinero pasan
tres años y algunos sucesos. Muertes, enfados familiares, abandono temporal de
los estudios…, nada impide a cinco ancianos y cuatro jóvenes llevar a cabo un
plan heroico, fantástico, para salir de la miseria en la que se habían sumido y
poner en marcha una cooperativa agrícola.
Genial
la idea y genial el modo de llevarla a cabo. Sacheri ha hecho gala de una
imaginación tremenda al proponer un proyecto logístico totalmente factible.
Pero es una novela, es fantasía, y la naturaleza se alía con el grupo para
favorecer los actos. La naturaleza, las casualidades y la bondad de la gente.
En La noche de la Usina quien urde el
plan es Perlassi, el dueño de un puesto de gasolina, venido a menos desde que
Manzi y el gerente Alvarado, aprovechando la crisis bancaria, se quedan con su
dinero, y Manzi coloca una gasolinera en toda regla al otro lado del pueblo. A
Perlassi le encanta el cine, es capaz de ver repetidas veces una película que
le gusta, y Audrey Hepburn es su ídolo. Así que basándose en Cómo robar un millón (How
to Steal a Million,
1966) idea la forma de recuperar su dinero, y el de Fontana, Belaúnde, Medina,
Lorgio, los hermanos López y Héctor Lorgio y Ricardo Perlassi, hijos de los dos
protagonistas. Y así es como esta panda de justicieros consiguen, por supuesto,
llevar a buen término su propósito.
Cualquier lector queda atrapado en el estilo de
Sacheri, gran cantidad de pasajes humorísticos conviven con otros sentimentales,
o críticos hacia una sociedad injusta, sin olvidar los tintes de novela de
suspense. Los capítulos se dividen en apartados bastante cortos, en los que se
van alternando espacios diferentes para que actúe cada personaje, con lo que se
consigue plena sensación de simultaneidad; la acción global pasa ante nosotros sin
dificultad, como si fuese una película.
Con gran habilidad, las acciones peligrosas,
casi imposibles, son presentadas de forma emotiva y sencilla, dando la
impresión de estar asistiendo a un juego de niños. El autor logra con ello una
literatura engañosa pues al leerse con facilidad, la dificultad de la trama,
pensada hasta el último detalle, pasa inadvertida. Las elipsis, gestos, frases
sustantivas, acciones inacabadas, suposiciones, ocupan el lugar de prolijas
descripciones, de extensas narraciones que no hacen falta al lector, pues ve
con facilidad todo lo que ocurre,
Cuando llega al otro alambrado lo atraviesa,
encorvado, entre el cuarto y quinto alambre. Pero antes guarda el arma en la
cintura. Cuando se incorpora, al otro lado, vuelve a empuñarla
—Tipo cuidadoso este Manzi… —murmura Perlassi
—¿Por qué?
Perlassi niega y no responde
No sólo vemos lo que ocurre sino que también
nos sentimos engañados, humillados y extorsionados; se instalan en nosotros las
sensaciones de este grupo de perdedores. Por eso, se convierten en nuestros
héroes más admirados cuando consiguen su propósito.
Los diálogos, en estilo directo, son
insuperables pues, en la sencillez se ocultan los temores, obsesiones, valores
y satisfacciones universales, a pesar de estar expresados con bastantes
términos propios de Argentina:
—Me gusta verlo así —confiesa Perlassi
—¿Verlo cómo?
—Así. Con el culo lleno de preguntas
En ocasiones un personaje utiliza en el
pensamiento la segunda persona, es un diálogo interior, del que extraemos,
además de lo que piensa, la soledad en la que se desenvuelve en la vida
cualquier avaricioso al ser incapaz de abrirse a nadie, ni siquiera a su
familia «“Quedarnos” piensa Manzi. Seguro
que estás nerviosísimo, la puta que te parió. Seguro que no dormís a la noche
pensando en mi alarma, turro».
En realidad lo que predomina es el diálogo, en
todas sus formas, pero a veces la digresión cumple su papel y nos pone al tanto
de la fugacidad de la vida, de cómo cualquier cúmulo de casualidades puede dar
al traste con planes preestablecidos. En las digresiones observamos una
advertencia fundamental, que nuestro grupo lleva a cabo: vivir cada momento e
intentar sacar el máximo partido a la vida.
En La
noche de la Usina destacamos del argumento, ante todo, el valor de la
amistad. Es un sentimiento que define, por sí mismo, a los personajes. Da igual
el rencor instalado entre Lorgio y su hijo, el dolor y la impotencia de
Perlassi, la furia de Fontana hacia la política, la falta de iniciativa de
Belaúnde, la indecisión de Medina, la ignorancia de Rodrigo, la incultura o la
ingenuidad de los hermanos López. Todas estas características quedan obviadas
ante la fidelidad, el tesón y el compromiso.
Y, por supuesto, del estilo destacamos el humor
inocente de algunos personajes, que junto al irónico o sarcástico de otros
consiguen entretenernos hasta el último momento, cuando llega por fin el comienzo
épico de la maniobra final con la que termina la novela «Fontana sonríe desde su cabina a oscuras. Antes de alejarse, y a
través de su ventanilla, Perlassi le dedica, con el único objeto de burlarse de
él, el saludo peronista».
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