Cuando
terminamos de leer No me toques tenemos la impresión de que la estructura era algo
desordenada, esto es sólo una impresión, otra magia de la literatura, porque en
realidad está escrita a modo de diario, es decir, ordenado por días de forma
lineal; puede que encontremos algún flashback
o prolepsis que aportan cierta sorpresa al lector, pero en general es como un
informe policial que el comisario Luca Maurizi, de la Jefatura de Roma, escribe
desde el 7 de junio de 2010 hasta el 5 de julio del mismo año, cuando da el
caso de la desaparición de Laura Garaudo por concluido. En este “informe”
aparecen cartas de amantes de la protagonista, notas de secuestro, noticias
periodísticas… diferentes modalidades con distintos tipos de letra para que
sigamos el caso como si fuese actual
IL MESSAGGERO
LA DESAPARICIÓN DE LAURA GARAUDO
PODRÍA SER UN RAPTO
Si
esto es así, incluso cada capítulo lleva como título el día del mes, ¿cómo
antes he señalado el desorden estructural? Puede que sea porque el contenido no
responde a ninguna modalidad textual concreta, en realidad no es un diario,
aunque sepamos casi en todo momento los pasos que va dando Laura; tampoco es
informe porque el comisario Maurizi no va dejando en comisaría el resultado de
todas sus pesquisas, y sin embargo el lector no solamente es consciente de
dónde está Laura, sale de Roma y pasa por Florencia, Pisa, Padua, Murano,
Madrid… sino que, y esto es lo más importante, va tomando conciencia de cómo es
esta chica, una joven de vida algo desordenada, capaz de cambiar de amante de
forma constante a pesar de estar casada con el famoso escritor Mattia Todini,
un sesentón que sabe perfectamente de la vida sexual de su mujer pero no se
inmiscuye porque la adora, y ella a él; por eso siguen juntos aunque Todini no
quiera profundizar sobre el porqué del comportamiento extraño de su mujer; la
deja sola el tiempo necesario para que se le pase un malhumor que la invade de
vez en cuando, sabe que tiene cartas guardadas de sus amantes y es incapaz de
leerlas por considerarlo una profanación y no le interesa investigar sobre
respuestas o silencios que Laura tiene ante él, se conforma con tenerla a su
lado y a ella le basta sentirse, más que querida, protegida por un señor que la
cuida, la respeta, le da libertad absoluta y no se enfada con las imprudencias
que pueda cometer. Es una relación extraña la que mantiene el matrimonio, y
Luca Maurizi es el encargado de desentrañar cómo es cada uno. El retrato
psicológico que consigue de Todini no es demasiado profundo pero le basta darse
cuenta de que para él, su mujer es como una hija, la que quiere y venera pues
supone el acompañamiento a su vejez; por eso decide, incluso cuando es
consciente de que Laura no ha muerto, a pesar de que las pistas señalen lo
contrario, continuar la investigación para llegar a entenderla, para
profundizar en una personalidad difícil, para saber por qué ha desaparecido o
ha decidido desaparecer.
Para
ello se entrevista con todos sus allegados, amantes, examantes, el profesor de
universidad con quien trabajó en una investigación sobre Nolli me tangere, un cuadro de Fra Angélico en el que ella fue
capaz de intuir algo que hasta entonces no había salido a la luz; se entrevista
con su única amiga, que lo conduce a otra obra artística que impresionó
bastante a Laura, The cocktail party,
una representación teatral de T.S. Elliot; esta chica es quien lo pone al
corriente de una novela que Laura terminó, todos pensaban que la estaba
escribiendo al amparo de su marido para sacar provecho, y se la dio a ojear a
ella. Así pues, Giulia es la única persona que leyó la novela puesto que una
vez que lo hizo, Laura la destruyó «…me
dijo que se había percatado de que no había escrito una novela, sino un balance
de quiebra […] la historia de un girar en el vacío […] Creo que fue esto lo que
le dio miedo. Y por esa razón, cuando se la devolví, la quemó».
El
señor Todini permite al comisario leer las cartas de Laura puesto que todo lo
demás que le pertenecía, el ordenador, los libros, las llaves de un piso que
tenía (y que pone en venta), su dinero… todo se lo lleva sin dejar rastro. De
esta forma conocemos que, a pesar de su inteligencia, y de la pasión con la que
la abordó, dejó a medias la tesis sobre Fra Angélico porque se enamoró
perdidamente del cadete Ernesto, perteneciente a la Academia Naval; por esta
razón lo dejó todo y se fue con él. Al poco, Laura le comunicó por carta que
estaba embarazada a lo que Ernesto respondió aturdido, primero, pues no se encontraba
preparado para tener un hijo, pero tras meditarlo, pidió permiso en su destino
para reunirse con Laura y celebrar la noticia, sin embargo Laura ya había
abortado. En este caso es Ernesto el que la deja al no entender su reacción,
mucho menos el que hubiera tomado la decisión tan repentinamente.
Asimismo,
al leer la obra de Elliot, el comisario avisa al señor Todini de que su mujer
puede haber huido con Wilson Peixoto, una especie de padre espiritual que les
presentaron en el homenaje a un escritor brasileño; de hecho, el abogado de
Laura vende su casa y transfiere todo el dinero a una cuenta de Peixoto a modo
de dote. Pero la idea de que Wilson Peixoto quiera aprovecharse de Laura no se
sostiene dado que él es millonario.
Entre
todas las pesquisas que Manzini va desentrañando con gran agudeza se encuentra
con las barreras típicas de la sociedad, las noticias periodísticas que llevan
a falsas pistas y la presión de la propia policía que lo insta a cerrar el caso
para no quedar más en ridículo ante todos, así como la presión moral del propio
Todini, que vive en continua congoja desde la desaparición de su mujer; incluso
es internado en el hospital al leer la noticia de su secuestro. Pero ambos,
Maurizi y Todini, saben que no ha sido recluida, que ella está bien y que va
dejando pistas de por qué ha tomado la determinación de desaparecer. Y entre
todos los que han tenido contacto con ella llegan a la conclusión final,
sorprendente para el lector, pero lógica para una personalidad inconformista
como la de Laura. Por medio de los diálogos Andrea Camilleri desentraña a fondo la psicología de Laura Garaudo
hasta el punto de que el lector empatiza con ella y respeta su decisión, como
así hace el comisario.
Camilleri
escribe una obra corta, bien podría llevarse al teatro pues lo de menos son las
fechas del seguimiento de la investigación o las analepsis que surgen de vez en
cuando. Si el personaje queda perfectamente retratado es por lo que piensan y
dicen de ella cada uno de los que han tenido contacto con Laura.
No me toques podría encuadrarse en el teatro
psicológico, aquél que deriva del realismo y naturalismo de Meyerhold para
imbuirse con Antón Chejov o Luigi Pirandello en una reflexión vital sobre los
grandes interrogantes de la existencia, el ser, el parecer, la verdad, el
tiempo… la muerte.
Pero
no es teatro, es una novela dialogada en la que, el creador de Salvo
Montalbano, que curiosamente esta saga policiaca no ha sido llevada al teatro
pero sí adaptada a la televisión por el propio Andrea Camilleri, utiliza a otro
policía con rasgos que nos recuerdan a Montalbano, como la inteligencia, la
fidelidad, el ser un antihéroe, la cultura que posee derivada de la lectura, el
razonamiento y, sobre todo, la falta de prejuicios. Al coincidir estos dos
detectives en la base de las novelas, al tratarse de novelas policiacas en las
que lo de menos es la acción y lo más importante el sentido del humor, la bondad,
la ingenuidad incluso de los personajes, me da la impresión de que éste es el
sello del autor, un guionista televisivo, director teatral y novelista
nonagenario, lúcido, inteligente y bueno.
—Quizá
porque querían retrasar el descubrimiento del secuestro.
—Es
posible, pero…
—¿Pero…?
O
utilizar expresiones corrientes típicas entre el habla policial —o de cualquier
trabajo—, siempre de superior a subordinado
—¿Y
cuál es esta prueba?
—Una
rosa del desierto
—¿Qué
coño dice?
—Disculpe.
La rosa estaba dentro de un paquete…
Asimismo
encontramos reflexiones enigmáticas, tanto de personajes reales de la novela
—…Y,
como es natural, de esas cartas habrá obtenido una imagen, como poco, pésima de
Laura.
—Con
sinceridad, no.
como
de otras metateatrales que sirven para aportar soluciones definitivas
Reilly:
[…] Ha dicho dos cosas: ¿cuál es la primera?
Celia:
Una conciencia de soledad… Que uno está siempre solo.
Reilly:
¿Y el segundo síntoma?
Celia:
Éste es aún más extraño… es un sentimiento de pecado.
Por
supuesto no falta el humor, el buen humor, hiperbólico, metafórico, derivado en
este caso de la criada, más preocupada por sus labores cotidianas que por lo
que les pueda ocurrir a sus señores, gente que vive otras experiencias más
idealistas
—¿Qué
podía hacer? Lo he arrastrado hasta la cama y he llamado a su médico.
—¿Qué
ha dicho el médico?
—Que
ha sido el golpe de la carta…
—¿El
médico ha leído la carta?
—Eh,
sí.
—Y
ahora, ¿dónde está?
—¿El
médico? ¡Y yo qué sé!
—No,
hablaba de la carta.
—¿Y
dónde va a estar? Sobre la mesa de la cocina.
—Déjela
allí. Llego enseguida.
—Pero
deprisa. Tengo que ir a hacer la compra.
Aunque
parezca increíble, en este informe policial-diario dialógico, lleno de
referencias al arte, a la cultura, y a la biblia incluso «Nunca le he preguntado si era creyente o no, pienso que no lo es,
aunque aplica al pie de la letra el precepto “Ama al prójimo como a ti mismo”»,
hay un fondo poético que es lo que consigue que la novela se lea de un tirón,
mientras experimentamos, con esa protagonista ausente, sus mismos sentimientos.
Como
director y guionista televisivo conocí a Camilleri en la serie policíaca Montalbano; por cierto, le puso ese
nombre a su protagonista en honor de Vázquez Montalbán, a quien siempre le
estuvo agradecido por haberle descubierto los secretos de la novela negra; por
eso, según el propio Andrea, al recibir en 2013 el premio Pepe Carvalho, fue «sentir el calor de la amistad». Debe
ser eso, que los grandes y los buenos se juntan y quedan unidos eternamente.
Pues
me gusto la serie del comisario Montalbano, también disfruté con el joven Montalbano, pero no conocía al
Camilleri novelista y, aunque un poco tarde, me he sentido reconfortada por dos
cuestiones, la primera es que queda gente buena en el mundo, la segunda es que
se pueden pasar los 90 años con una lucidez increíble.
Muchas gracias Beatríz por tu reseña, pero sobre todo por haberme regalado unos momentos muy entretenidos leyendo tu reseña y el libro, por supuesto. En estos días en los que la opinión pública está juzgando a una víctima de violación, es refrescante leer la historia de una mujer que intenta vivir su vida y de cómo, para conocerla, es necesario no juzgar.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias a ti, por estar siempre conmigo
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