Pieza escrita por
William Shakespeare en 1603 aproximadamente ya que se estrenó en 1604 ante la
corte inglesa.
El que una obra se
titule con el nombre del protagonista es algo usual, sobre todo en las
tragedias, desde la Grecia clásica, y sin embargo en este caso el peso de la
obra no lo lleva Othello sino Iago, urdidor de lo que podríamos
llamar “el crimen perfecto”.
Para entender esto,
haremos un resumen de la obra, intentaré no extenderme demasiado.
Resumen
La obra empieza en
Venecia, donde Othello, hombre de confianza del Duque, cargo principal de la
ciudad, ha elegido como teniente al leal Miguel Cassio. Iago
le comenta furioso este hecho a Rodrigo, pues él quería ese puesto y se ha tenido
que contentar con el de alférez. Rodrigo también está enfadado ya que él
pretendía a Desdémona pero su padre, Brabantio, se la negó y Desdémona se ha
entregado, enamorada, a Othello. Así pues, los dos soldados celosos, despiertan
a Brabantio para avisarle de que su hija no está en casa sino con el moro.
Fuera de sí, Brabantio acude al Duque a pedirle venganza para Othello, pero
éste manda llamar a Desdémona y es ella quien afirma quererlo sobre todo.
Iago
no soporta que Othello salga victorioso y, escudándose en una habladuría de él
con su mujer Emilia, que no sabe si es verdad ni le importa, urde un plan: hará
creer que Cassio y Desdémona se ven a escondidas.
En el Acto II,
el ejército del Duque va a Chipre, con Othello como gobernador, a luchar contra
los turcos, pero la batalla no se produce porque una tormenta destruyó la flota
de éstos. En la fiesta que tienen los venecianos, Iago
manda a Rodrigo a provocar a Cassio. Othello acude para ver qué ocurre y
despide a Cassio, pues Iago lo acusa de herir a Montano,
antiguo gobernador de Chipre; después le aconseja a Cassio que hable con
Desdémona para que interceda por él.
En el Acto III
Cassio le pide a Desdémona que convenza a Othello para que le devuelva su cargo.
Iago y Othello los ven juntos, ocasión
que aprovecha aquél para crear celos en el moro. Mientras, Desdémona pierde un
pañuelo que le regaló su marido; su criada Emilia lo encuentra y lo recoge. Iago
le ve al pañuelo y se lo pide, ella se lo deja y él lo pone en la habitación de
Cassio; después insta a Othello a que le pida el pañuelo a Desdémona en prueba
de su amor, pañuelo que no le puede dar porque no sabe dónde está.
En el Acto IV
las insinuaciones van aumentando, Othello ve cómo Cassio le da su pañuelo a
Bianca, una prostituta; esto unido a las artimañas de Iago
hace que sufra un ataque. Iago aprovecha que Cassio iba a pasar
la noche con Bianca y le pregunta sobre su encuentro con ella sin decir el
nombre; por supuesto tiene oculto a Othello para que oiga la conversación y
crea que se trata de Desdémona. Othello decide matarla.
En el Acto V Iago
convence a Rodrigo para que mate a Cassio y así pueda obtener él a Desdémona.
Pero en la riña, Cassio hiere a Rodrigo y Iago lo mata para
que no descubra su intriga, además hiere a Cassio. Othello cree que lo ha hecho
para vengar su honra y no pregunta nada. Luego entra en su dormitorio y ahoga a
Desdémona. Acude Emilia, y Desdémona antes de morir exculpa a su marido. Entran
todos y Emilia aclara la urdimbre de su marido al que apresan para torturarlo
hasta morir, pero antes mata a su mujer por delatarlo y Othello se suicida al
ver la barbaridad que ha cometido.
Temas
Por supuesto, el tema de
la envidia y sus consecuencias está a lo largo de la obra. Iago
es envidioso ante todo y de ahí devienen todos sus males; no soporta que
Othello sea su jefe, tampoco que haya conseguido a Desdémona, aunque él no la
quiera, pero aprovecha que Rodrigo sí, para estafarlo; no soporta que Cassio
consiga el puesto de teniente, por lo que está dispuesto a todo con tal de
arrebatárselo; no quiere a su mujer, Emilia, por lo que la utiliza para sus
planes al tiempo que se ríe de ella, la maltrata, la ofende y finalmente la
mata.
Iago es el mal, cuesta creer que haya
alguien así a no ser que tenga perturbadas las facultades mentales pues es
frío, calculador y no muestra empatía con nada ni nadie.
Otro tema es el del
honor y la condición de la mujer en la sociedad aurisecular, por un lado
encontramos a las casi niñas, inocentes, sin personalidad, que toman el papel
de casadas, parecido al que tenían con sus padres, deben mostrarse sumisas y
obedientes. Desdémona es así, aniñada, aunque no tan obediente pues el amor
pudo en ella más que el honor, de manera que abandonando a su padre se entregó
a Othello.
Esto será un argumento
para que Iago empiece a despertar los celos en
Othello (“si desobedeció a su padre,
también te puede desobedecer a ti”).
Pues esta desobediencia
paterna tendrá su castigo final y Desdémona, sin tregua, sin derecho a
demostrar su inocencia muere por honor, tal y como afirma Othello “…pues no hice nada por odio, sino todo por
honor”.
Por otro lado,
encontramos a la mujer que ha crecido y se ha desengañado de la vida, de los
hombres, del amor y de la fidelidad. Emilia es claro ejemplo de aquélla que
soporta todo de su marido y, sin embargo, es leal a su dueña y a la verdad.
Fuerte y decidida insulta a Othello “Ah,
idiota, ignorante como la basura”; y delata a Iago
saltándose todas las normas sociales “…que
los Cielos, y los hombres, y los demonios, todos, griten «¡vergüenza!» contra
mí, pero he de hablar”. Esta desobediencia marital también tendrá,
lógicamente, su castigo.
Sin embargo mediante el
honor aparece una fuerte crítica social. Cuando Othello se quita la vida, al
darse cuenta de la desgracia en la que se ha sumido por obcecarse con los celos
sin dejar que Desdémona se explicara, deja en el espectador un regusto agrio de
la sociedad y del concepto que se tenía del honor:
“Lodovico:
…
¿Qué se dirá de ti?
Othello: Bah, lo que sea; un asesino por honor, si
queréis: pues no hice nada por odio, sino todo por honor”
Y, por supuesto, el tema
de los celos está presente, pero son celos basados en habladurías, tal como
afirma Iago que hará “…insinuar en los oídos de Othello que tiene demasiada familiaridad con
su mujer”; o basados en actos, tal
como dice Othello “No, Iago,
he de ver antes de dudar; cuando dude, quiero pruebas”. Los celos irán transformando el
carácter de Othello, se vuelve desconfiado, impaciente, deja de razonar, se
animaliza; sólo así puede llegar a cometer el crimen.
Personajes
Estamos de acuerdo en
que al hablar de “Othello” nos viene a la mente el moro como personaje
principal, sin embargo el que lleva el peso de la obra es Iago,
él es la personificación del mal, es envidioso, (dice de Cassio) “el bribón es guapo y joven,…Es un completo
bribón pestilente”; quiere que los demás no alcancen lo que él no tiene, es
codicioso, vengativo, maltratador de mujeres, empezando por la suya, (a Emilia)
“…por la calle parecéis pinturas, y
campanas en vuestros salones; en vuestras cocinas, gatos monteses; santas
cuando injuriáis; diablos cuando se os ofende; juguetonas en los trabajos de la
casa, y amas de casa en la cama”, es racista, (de Desdémona) “Si hubiera sido tan bendita, jamás habría
querido al Moro. ¡Un cuerno, bendito!”, es sádico, embustero, embaucador, (a
Othello) “la buena fama en el hombre, y en la mujer, mi querido señor, es la
joya más elevada…el que me arrebata mi buena fama… a mí me deja de veras pobre.”
Y sin embargo Othello no
es la encarnación de los celos, (otros personajes del teatro del Siglo de Oro
español han matado a sus mujeres con menos pruebas). Si tuviéramos que definir
a Othello diríamos que es sensible, de buen corazón, (en la riña de la fiesta) “¡Qué! En una ciudad en guerra, todavía
agitada, con los corazones de la gente llenos de miedo hasta el borde,
¿provocar riñas internas y particulares, y de noche, y con el cuerpo de guardia
que es la seguridad?”. Es el perfecto enamorado, confía en su mujer, sabe
que lo ha elegido a él pudiendo haber obtenido a quien quisiera, por eso se
muestra confiado, alegre, feliz con ella…pero Iago
siembra el mal, y ayudado de casualidades, le presenta “pruebas” de que
Desdémona lo engaña con Cassio. De hecho, Iago lo define al
final del Acto I “El
Moro es de carácter generoso y abierto… y se dejará llevar tan fácilmente por
la nariz como los burros”.
Cassio es un auténtico
merecedor de la confianza de Othello, es alegre, honrado, valiente y leal, por
lo que también supone una presa fácil para Iago, que llega a
emborracharlo para conseguir que Othello lo destituya al herir a Montano en la
pelea que él maquina. “…he perdido la
parte inmortal de mí mismo, y lo que queda es bestial. ¡Mi honra, Iago,
mi honra!”.
Desdémona es enamorada,
no cabe duda; para ella lo primero es su marido, a quien le da todo poder, por
eso incluso cuando la está matando lo exculpa, aunque no entienda la razón de
la desconfianza de Othello. Pero es demasiado infantil, no está preparada para
el matrimonio, situación que a veces parece tomarla como un juego. Confía tanto
en su pareja que no se para a pensar que sus actos o palabras puedan ser
malinterpretadas; de ahí que insista hasta la exhaustividad para que Othello
restituya a Cassio “¿Qué? Con Miguel
Cassio, que venía contigo cortejando, y que tantas veces tomó parte a tu favor
cuando yo hablaba de ti para denigrarte, ¿hay que hacer tanto para que entre
otra vez? Por Nuestra Señora, yo era capaz de mucho.”
Y Emilia es quien tiene
los pies en la tierra, ella es la que define a la mujer con una forma de pensar
incluso actual. Representa la liberación de la mujer, sin miedo a las
consecuencias. “Que sepan los maridos que
sus mujeres tienen sentidos como ellos: ven y huelen y tienen paladar para lo
dulce y lo agrio, igual que los maridos”
Emilia es el sentido de
la justicia, ella es quien da la voz de alarma y acusa a Othello por el crimen,
y luego acusa a su marido como urdidor de todo, aun sabiendo que la matará por
ello “Por los cielos que no miento,
caballeros. ¡Ah! imbécil asesino! ¿Qué iba a hacer tal necio con una mujer tan
buena?”.
Estilo
Si hubiera que definir
brevemente el estilo de Shakespeare sería “fresco, cautivador”, pero no podemos
quedarnos en esto, pues es mucho más complejo. Sin embargo da la impresión de
que el autor, seguro de conquistar al espectador, no alambica el lenguaje, lo
da como aparece en la vida misma, con irregularidades, con sorpresas (que a
veces parecen añadidos sin mucho sentido respecto de lo que se había dicho
antes). Al final del Primer Acto, Iago afirma que
odia a Othello porque se metió en la cama con su mujer y, sin embargo, al
comienzo sólo aludió a la envidia que tenía a Cassio por haber conseguido el
cargo de teniente; y no le importa que la estructura quede inconsecuente (como
a Cervantes en “el Quijote”) sino que lo maneja tan bien que parece que tenía
que ser así. El vocabulario es tan enérgico que, aun sin describirlos, los
personajes quedan esbozados, incluso físicamente, a través de él. (Othello a Desdémona) “Vamos mi dulce amor…
y todavía está por sacar el beneficio entre tú y yo”. (Iago)
“… ¿Cómo entonces, soy un traidor al aconsejar a Cassio ese camino recto,
derecho hacia su bien? Teología del infierno… yo le verteré al Moro una
infección por el oído… Así convertiré su virtud en pez, y con su propia bondad
tejeré la red que los envolverá a todos. –¿Qué hay Rodrigo?”
Los personajes quedan
poco definidos y sin embargo son grandiosos, precisamente porque no están
encorsetados, son libres, sorprenden con los cambios en su pensamiento y
actuación.
Las expresiones son
vivas, centelleantes, de hecho, a veces aparece una metáfora brillante, “…un viejo macho cabrío está cubriendo a
vuestra ovejita blanca”. Los juegos de palabras, los chistes en lo grave.
lo sexual, lo soez, lo indecente, salpican la tragedia poblándola de ironía “…pues no hice nada por odio, sino todo por
honor” (Othello), como la propia vida
(Rodrigo a Brabantio) “… os ruego que digáis si es por vuestro gusto y
sapientísimo consentimiento… como vuestra bella hija, a estas horas
intempestivas y silenciosas de la noche, escoltada por un guardia ni mejor ni
peor que un villano a sueldo de cualquiera, un gondolero, ha ido a darse a los
groseros apretones de un lascivo Moro”; otras veces, el lenguaje
altisonante nos recuerda el culteranismo propio del barroco español (Othello) “… amor, renuncia a tu corona y
cede el trono del corazón al odio tiránico…”, o expresiones conceptistas
alusivas a los mitos de la antigüedad “…
no sé dónde hay un calor prometeico que pueda encender de nuevo tu luz”.
Pero siempre, en conjunto, resulta un lenguaje vivo y un pensamiento totalmente
actual (Emilia) “Ellos no son más que
estómago, nosotras somos solo alimento. Nos devoran con hambre, y cuando están
hartos, nos vomitan.”
Seguro que hay más temas, seguro que los recursos del
estilo son muchos más; no hemos dicho nada, en los Personajes, de Rodrigo o de
Brabantio. Ahora puede ser un buen momento para ello a través de vuestros
comentarios.
Impresionante artículo. El periodo aurisecular jamás estuvo más de moda.
ResponderEliminarUna estructuración muy agradable de leer, y cada parte muy centrada en su contenido y muy completa.
Un verdadero placer leerte.
Dices que Othello no es fiel representante de los celos. Habiendo justificado muy bien tu argumento, me parece terrorífico el sentido que esa palabra "celos" implicaba en un momento histórico en el que el celoso demostraba su temperamento matando a la mujer al menor síntoma de traición.
De ahí me asalta una duda: ¿Es el celoso de los dramas peor persona que el celoso de las comedias? O simplemente en las comedias nos los pintan de manera más simpática, pero siguen siendo igual de malos.
Un saludo
Bueno, bueno... ¡vaya pregunta!. Creo que los celos están tratados en las comedias de manera más liviana, no como problema de honor. En "El celoso extremeño", por ejemplo, los celos son injustificados, no hay pruebas sino que por miedo a que ocurra, la "encierra". Esa actitud también se condena, por eso al final lo que teme es lo que sucede. Creo que en la realidad pasaban las dos propuestas, engaños al marido y a la mujer, que no eran descubiertos por el otro (como ahora) y sospechas "falsas" castigadas en nombre del honor (también como ahora). En cualquier caso tú tienes razón y es terrorífico, sobre todo para la mujer, que todavía hoy sigue llevando la peor parte.
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