Ante
todo quiero agradecer a Babelio las constantes muestras de interés que tiene
con sus seguidores. Cada cierto tiempo aparece una Masa Crítica, una puja en la que quienes queremos participar
solicitamos, entre una lista considerable de libros, aquellos que nos gustaría
leer (y luego comentar). Hasta ahora he disfrutado con los libros y me han
hecho revalorar la literatura infantil y juvenil, género que tenía olvidado.
También he descubierto autores increíbles de relatos, algo con lo que siempre
me he sentido cómoda pues considero que escribir un buen relato entraña cierta
dificultad. Por eso, en esta edición de Masa Crítica me decidí por Rebanadas
de vida. Creí que eran relatos. Pero son observaciones que las autoras
realizan sobre determinados temas. Los comentarios van dirigidos, ante todo, a
los adolescentes. Es como un libro de autoayuda para los chavales.
Hay
algo que me gustaría destacar del volumen: Los caligramas que aparecen en
muchos de los relatos formando la imagen más representativa del mismo. Son
ilustraciones formadas por palabras que expresan visualmente lo que dicen las
propias palabras.
Al
leer el texto, y ver al lado la lámina, aparece en la conciencia del lector cierta
tranquilidad que relaja al tiempo que aporta una sensación de bienestar.
Asimismo la imagen refuerza la idea, es la propia imagen la que enuncia el
significado, por lo que ayuda a la comprensión.
Con
esta estrategia, utilizada hace cientos de años por otras culturas diferentes a
la nuestra, como la árabe, las autoras rompen la estructura narrativa y ayudan
a que despierten en el lector diferentes sensaciones que alimentarán su
inspiración o reflexión sobre el tema abordado.
En
cuanto a la forma de los textos, Malen Agirrezabala
e Isabel Eguía no escatiman recursos
literarios hasta el punto en que, en ocasiones, parece que estamos ante poesía.
Abundan las metáforas que incrementan el valor de los significados a los que se
refieren, «nadie es tampoco esencialmente
puro y somos, en cambio, cordillera». Las personificaciones conceden gran
importancia a la naturaleza, avisando de hacia dónde deben derivar la atención los
lectores, «Las montañas, como de
costumbre, pese a ser pleno verano, yacían verdes». Las sensaciones que despierta
la naturaleza se comparan con algo cercano a los jóvenes, como el cine, para
que se sientan atraídos por ella, «como
si de una secuencia de fotogramas se tratara». Y mediante epanadiplosis, se
iguala la naturaleza a la felicidad «Olía
a mar. A infancia, a libertad, a libertad. Pero sobre todo olía a mar».
El
oxímoron es perfecto para expresar la pasión, «la gélida ventisca arde», y el estado caótico en que a veces se
encontrarán esos jóvenes se adapta perfectamente a la acumulación de recursos,
como anadiplosis, similicadencia, derivación y personificación en una misma
oración: «El mar golpea los salientes,
salientes como dientes que le salen a la tierra y la hacen llorar».
Los
términos coloquiales «colonia barata», «kit»
ayudan a la comprensión aunque encontremos algunos cultos «plétora» con los que aumentarán su vocabulario. El análisis que
las autoras realizan de situaciones diarias cuenta con una voz en primera persona
que atestigua lo gratificante que nos puede resultar un simple saludo y una
sonrisa «me sentí tranquila, protegida e
incluso feliz». Destacan lo importante y necesario de que nos demos cuenta
de los efectos del paso del tiempo, algo que resulta inevitable y que nos hace
ser más individualistas, egoístas incluso, por lo que es bueno hacer un alto en
el día a día para reflexionar y recordar un pasado que es la base de la
personalidad. En la sociedad actual vivimos de forma impetuosa y competitiva,
por lo que estamos pendientes de gustar a los demás. Esta sensación nos agrada
tanto que se convierte en una necesidad, «parecía
recién salida de la pasarela», hasta que nos damos cuenta de que hemos
perdido lo que realmente nos gusta, lo que nos hace felices, «le cogí la mano. Me miró extrañado. Se la
apreté con fuerza. Sonrió. Sonreí».
Las
autoras apuestan por una sociedad cuya educación no coarte la libertad de los
niños, para que aprendan a ser independientes y necesiten buscar probabilidades
que los hagan reflexionar; reclaman colegios abiertos que acaben con los
métodos que cohíben. No es bueno encontrar a niños «despersonalizados, desposeídos de su fantasía innata y despojados de
su yo» porque estos niños serán los adultos que seguirán manteniendo el
sistema cerrado en el que vivimos. Un sistema que permite violar los derechos
de algunas personas, siempre las más débiles; un sistema cargado de derechos «que no son los de todos sino de los que pueden».
Un sistema que consigue sacar lo peor de nosotros, «cuando encendemos el televisor, porque nuestro intelecto sufre una
dolorosa penetración que nos perfora las entrañas y nos hace violadores».
Por
eso, Agirrezabala y Eguía proponen una sociedad en la que predominen las
bibliotecas, lugares en los que «Entre
las baldas se esconden universos repletos de realidades».
Los
adolescentes viven preocupados por ser parte activa de un grupo, quieren
triunfar y que los compañeros reconozcan sus éxitos, no desean mantenerse
aislados, para ello se identifican con los modelos que suelen bombardear desde
los mass media y, como en la mayoría
de casos esos modelos no son reales sino inalcanzables, lo que consiguen es
entrar en conflicto con esa irrealidad y con ellos mismos. Los antónimos ayudan
a reflejar este sinsentido «prójimo-desconocido»,
«diestro-siniestro», «me regañase-me quería».
Debemos
ser conscientes de que el mundo real es antagónico del ideal al que aspiramos,
un ideal que despierta la mala conciencia, el malestar y la irritación que
arrastramos en la realidad. Es muy difícil abandonar esos ideales, por lo que
hemos de tener en cuenta que nos movemos entre ensayo y error. Si conseguimos
mejorar nuestra autoestima, controlando nuestros actos, nos respetaremos más a
nosotros mismos, nos valoraremos mejor, y esto hará que seamos capaces de
respetar más a los otros, por lo que mejorarán las relaciones sociales.
Es difícil controlar la propia vida porque los desequilibrios entre las aspiraciones que se tienen y las oportunidades reales son evidentes, de ahí que las autoras propongan ayuda familiar, emocional y personal, es decir una autoayuda que podemos obtener al participar en diferentes eventos sociales para reflexionar sobre qué hace que nos sintamos bien, acontecimientos deportivos, literarios, científicos, manuales… Porque a veces vamos buscando algo y encontramos otra cosa que nos llena por completo, nos ayuda a sentirnos mejor, a ser felices, y hemos de tener en cuenta que en la vida hay pocas casualidades, lo que descubramos no será sino el fruto de un trabajo, un experimento, una lectura o una reflexión. «Este es el hálito que consigue reforzarnos para seguir».
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