Estaba dando vueltas a mi cabeza
lamentando olvidos imperdonables, cosas del calor, imagino, cuando me vinieron
a la mente algunos autores que, aun en condiciones extremas (o precisamente por
ello) tuvieron la lucidez suficiente para regalarnos verdaderas joyas
literarias. Me acordé de Edgard Allan Poe y pensé hacerle un hueco en el
Aurisecular.
No sabemos cómo andaba la mente
de Poe pero no debía estar muy despejada teniendo en cuenta la temprana muerte
de sus padres, la separación consecuente de sus hermanos cuando contaba 10
años, la escasez de dinero a la que lo sometió su tío-padre adoptivo, la caída
en el alcohol y en el juego, el abandono de sus estudios universitarios, el
alistamiento y expulsión del ejército, el vivir en la penuria, el casamiento con
su prima de 13 años y la muerte por tuberculosis de ella diez años después, el
estado depresivo que soportó, el malvivir como pordiosero de la caridad, y la
incógnita de su muerte a los 40 años al aparecer en un callejón víctima de una
embolia, cólera, tuberculosis o alcoholismo.
Y en medio de todo esto, de esta
vida que no lo fue, aparece una obra variada, ingente, alabada por muchos,
denostada por otros tantos, pero que no deja a nadie indiferente.
Allan Poe es el padre del terror,
es único para hacernos sentir miedo, el mismo que probablemente experimentó
durante su existencia, pero además conoce técnicas precisas para que aparezca
en el lector la angustia o el desasosiego.
Una de ellas es la evocación al
principio de cada historia de un escenario insólito, sombrío, con aguas
estancadas, hedores en la noche, frías paredes, árboles carcomidos que
contempla el narrador con apática curiosidad y que infunden en los personajes
terror, sadismo, locura.
Otras técnicas, que en principio
se apartan de lo tenebroso no son sino fruto de la no aceptación de lo
indescifrable, es decir, en Poe aparece el análisis; los acertijos y jeroglíficos (“La carta robada” “El
escarabajo de oro”) muestran un ingenio absoluto.
Los fenómenos sobrenaturales se
unen a la fantasía de los personajes (“El escarabajo de oro”) como uno de los
rasgos principales que, no obstante, casi siempre aparece unido a la lógica de
datos.
La locura de los personajes es lo
que justifica acciones enfermizas (“Berenice”, “El corazón delator”) aunque estén
fundamentadas en el razonamiento.
La metaliteratura es un recurso
dual del que se vale para ahondar en la sensación de terror. En “La caída de la casa Usher”, el protagonista lee a su amigo Usher un pasaje de “Trist” (novela
inventada para el cuento) y casualmente la novela y la “realidad” se mueven al
unísono (ruidos secos, chirriantes, gran estrépito…) de forma que el lector
real queda sobrecogido al mismo tiempo que los lectores de la novela inventada.
Hemos de destacar también el
vocabulario de los “Cuentos”, un lenguaje culto y variado llena las páginas de
tecnicismos de marinería, medicina, mitología, matemáticas o literatura;
encontramos alusiones a hechos históricos o a personajes reales, que denotan su
vasta cultura. Frente a ese léxico cuidado aparecen hablas dialectales,
vulgares, con las que conforma otros personajes que dan el contrapunto
humorístico (“El escarabajo de oro”). Y, por supuesto, recursos literarios que
dotan de lirismo los cuentos de terror, como enumeraciones asindéticas para profundizar
en el desaliento o la ansiedad (“La caída de la casa Usher”), ironías que
funcionan como autocrítica humorística (“La carta robada”), juegos de palabras
brillantes con los que se ríe del interlocutor (“La carta robada”)… Al leer
este cuento me vino a la mente otro
genio de la ironía, Mariano José de Larra, nacido el mismo año que Poe, 1809, y
muerto joven de forma violenta (suicidio), ¿coincidencias, caprichos del
destino?
Pero el lenguaje es un arma
poderosa, Poe lo sabe y lo utiliza para resaltar de forma constante sus
obsesiones, de manera que el alcohol está presente en los cuentos como causante
de los delirios del protagonista o desinhibidor de acciones (“La caída de la
casa Usher”).
Asimismo los enterramientos
prematuros aparecen a menudo de
diferentes maneras, emparedados (“El barril de amontillado”, “El gato negro”),
en ataúdes o criptas (“La caída de la casa Usher”), pero vivos en estado
cataléptico, o muertos a los que les “late” el corazón (“El corazón delator”).
Son muertos prematuros, como aquéllos que rodearon al escritor durante su vida.
Es curioso pero normalmente
cuando el protagonista entierra al antagonista comienza a sufrir una decadencia
física y mental, aun así predomina la frialdad, el empeño en afrontar lo que
viene después, que suele ser el terror máximo, porque la acción sucede en
avance de menos a más, de ahí que las repeticiones de actos o términos marquen
la inquietud o la angustia (“Ligeia”).
A veces el protagonista queda
enterrado metafóricamente, como el pasajero de “El manuscrito hallado en una
botella”, que tras naufragar, logra subirse a un barco gigantesco, espíritu
de la vejez, en el que poco a poco se
integra con sus tripulantes sin que le hagan caso. Siempre la noche, el viento,
el hielo, el agua… Siempre avanzando con estrépito hacia el sur… Y en esa
precipitación excitante los pasajeros recorren la cubierta con paso trémulo
hasta que… ¡oh Dios mío!... ¡Se va a pique!
Este blog tiene pinta de convertirse en todo un referente literario. Magnífico trabajo, me ha hecho recordar que tengo un segundo volumen de cuentos de Poe que aún no he leído. Con el primero, el que corresponde a sus cuentos más terroríficos, disfruté muchísimo. A parte de los mencionados en el artículo, guardo especial buen recuerdo de Wiliam Wilson. Para mí fue toda una inspiración.
ResponderEliminarRealmente si hay una mente atormentada es la de William Wilson (o como quiera que se llamase). Al comienzo del cuento ya avisa del final, "la muerte se aproxima", pero hay que leerlo para entender del todo a este ser atormentado, que sufre de manía persecutoria, poseedor de una doble personalidad, o simplemente azuzado por su conciencia. Wilson se desenvuelve en un ambiente parecido al del resto de los cuentos, pero curiosamente no es la naturaleza la que marca el espacio agobiante sino la casa, los edificios por los que va pasando; esto marca ya una nota característica, las obsesiones del protagonista, las manías persecutorias, son interiores, parten de su propio yo y lo persiguen hasta aniquilarlo.
EliminarRealmente este tema ha servido de inspiración para muchos escritores y, por las condiciones ambientales, para cineastas; te lo comento por si quieres regalarnos alguna de tus críticas, pues hay una película "Tres pasos en el delirio", realizada por Louis Malle en 1968, y protagonizada por Alain Delon y Brigitte Bardot, que corresponde a la adaptación de William Wilson.
Gracias por colaborar. Sigue leyendo.