sábado, 4 de julio de 2015

CRÍMENES QUE NO OLVIDARÉ


No había leído nada de Alicia Giménez Bartlett, pero me decidí por este libro porque la protagonista era Petra Delicado, e inmediatamente me vino a la memoria Ana Belén, hace muchos años, cuando ella daba vida a ese personaje en una serie de televisión y un casi desconocido Santiago Segura representaba al subinspector Fermín Garzón. Me gustó la serie, era la primera en la que una mujer ostentaba el cargo de inspectora de la Policía. Al menos la primera que yo veía. Cierto que otras detectives se le habían adelantado, Jessica Beatrix Fletcher en Se ha escrito un crimen o la anciana solitaria Miss Marple, personaje de Agatha Cristie; pero Fletcher es una escritora que, además y debido a la incompetencia policial, resuelve crímenes, y Marple es una vecina curiosa de St. Mary Mead. Ambas se hacen querer por el lector, o por el espectador; son atrevidas, optimistas, inteligentes y dejan por ello en evidencia más de un vez a la policía con la que colaboran. Pero Petra Delicado era diferente, más moderna, feminista, sarcástica, curtida, dura y, a veces, cariñosa, sin duda haciendo honor a su nombre. Por supuesto no colabora, ella es la Policía. A su lado, un compañero que también refleja su carácter mediante el apelativo, Fermín Garzón. ¡Hay que ver! El juego que ha dado el nombre desde la Epopeya Antigua…

Pues no he podido remediarlo, y conforme avanzaba en las páginas de Crímenes que no olvidaré iba estableciendo, a veces sin querer, comparaciones con otra policía de televisión, ésta más reciente, que supuso un éxito de audiencia e, inexplicablemente, ha desaparecido de las pantallas. Me refiero a Los misterios de Laura; es verdad que hace poco hicieron una adaptación americana, pero Debra Messing es más “americana” que María Pujalte, la actriz que da vida a Laura Lebrel… Continuamos con el significado patronímico. Ambas inspectoras, Petra y Laura, tienen una familia atípica, fruto de interponer constantemente su trabajo. Las dos portan como arma principal el instinto, y las dos mantienen con los subinspectores a su cargo una relación inseparable a pesar de tener caracteres diferentes pues, si Petra Delicado es “dura” y “sensible”, Fermín Garzón es “firme” e “inocente”. Asimismo Laura (“victoriosa” y “dotada para la caza”) es madre de dos gemelos y Petra, madrastra de otros dos. Los niños forman parte del día a día de estas profesionales que, rompiendo una lanza en favor de la mujer, consiguen resolver los crímenes sin apartarlos de su mente, o de su lado; de hecho estos pequeños adoran a los compañeros policiales de sus madres.

Los casos que se presentan en Crímenes que no olvidaré tienen pocas pistas, como en la vida real; así pues, cuentan con escasos recursos para resolverlos, por lo que Petra Delicado deberá hacer uso de su intuición en los interrogatorios, inventándose, a veces, situaciones para observar la reacción de los detenidos.

El libro está constituido por nueve relatos cortos publicados entre 1997 y 2014, recogidos por su autora en orden cronológico, gracias a lo cual podemos observar algunos cambios generales en la sociedad y en el funcionamiento particular de la policía.

El vocabulario empleado es más de la lengua oral que de la escrita, de ahí las comparaciones con las series de televisión; el estilo, fresco, ágil, perfecto para una lectura en la que, a pesar de las situaciones duras, podemos sumergirnos con total despreocupación. No es lo mismo, desde luego, que se describa un asesinato o un cadáver incidiendo en lo trágico o en lo morboso, a que aparezca a través de símiles culinarios “Cocido, el tipo estaba cocido. No quiero decir cocido o frito en el sentido coloquial de muerto, me refiero a cocido de verdad, cocinado, como pueda estarlo una langosta a la americana o un pollo al papillote”. Cuando un libro empieza así, el lector se prepara para pasar un rato, si no divertido, sí al menos relajado. Efectivamente las situaciones humorísticas apenas se dan, sin embargo el modo de expresarlas sí hace gala del humor. De hecho yo diría que los enunciados son polihumorísticos, pues si es cierto que la risa viene tras la ironía o el sarcasmo en la mayoría de expresiones, también acude al leer descripciones de imágenes que recuerdan al humor absurdo de Gómez de la Serna o La Codorniz “…dejamos al juez practicando el levantamiento de los cadáveres como una fúnebre halterofilia”. Y sin embargo, es un humor actual que ¡menos mal! se olvida de atender a lo tan manido políticamente correcto “Se llamaba Pepe Ruiz. Guardia de seguridad en una discoteca, «sinónimo de hijoputa», dijo el subinspector Garzón”. La narradora, la propia inspectora Delicado, termina de aportar el carácter real, confiriéndole en ocasiones, un tono periodístico, de crónica de sucesos y, en otras, con el estilo indirecto libre, de memorias: “Se trata de una palabra inglesa… Le encantó. Una lengua muy caritativa el inglés. Un borderline… Garzón… iba a incluir la palabra en su vocabulario, hay mucho borderline por ahí”.

El libro está redactado, no cabe duda, con humor, como imagino que debe ser el día a día de estos profesionales, conjugando a la perfección dosis de compasión y comprensión con otras de ironía que ayuden a sobrellevar tanta miseria.

La prosa de Alicia Giménez atrae, hay algo de magia en su forma de exponer los hechos y situaciones, da la impresión de que las palabras se unen solas, tal es la naturalidad con la que se cohesionan. No es extraño, sino todo lo contrario, que haya recibido este año el Premio Pepe Carvalho de novela negra. A esta doctora en literatura le gusta jugar con el idioma, bien con ironías que encierran verdades absolutas “se equivocan los que piensan que las miserias del mundo le importan a alguien realmente”, bien con comparaciones de obras artísticas “Bajo, fornido como el contrafuerte de una iglesia románica”, o expresiones multiculturales “Se va a armar la de Dios…Y la de Mahoma también”.

Las metáforas literarias aparecen a menudo “Su marido era un albañil en paro, que para completar el cuadro zolesco le daba a la botella”. Otras destilan humor por hiperbólicas “llorando lágrimas de lámpara antigua”. Encontramos guiños a cuentos, en una especie de metáfora fabulada “Garzón siguió actuando como Pepito Grillo”. Incluso el humor viene con regusto mítico o refranero “entre esa hora y las diez, ingresó en la sauna definitivamente para entregar su alma al vapor”. En diferentes ocasiones aparecen alusiones que mezclan de forma humorística dos artes, cine y literatura, y dos movimientos artísticos, surrealismo y costumbrismo: “Una historia a caballo entre Buñuel y los Álvarez Quintero que tanto Garzón como yo tardaremos años en olvidar”.

Las duras expresiones “ni puta idea” se suavizan a veces con exageraciones “el auténtico rey de la bronca era el monitor”. Y, rizando el rizo, la cosificación acude a través de personificaciones “aquel músculo vivo no se andaba con ambages ni medias tintas”.

En definitiva, las palabras se suceden coloquiales, duras, vulgares, exquisitas y cultas, literarias y de jerga, de forma que todas, en un mismo párrafo, dan como resultado una delicia de lectura: “Los protagonistas no eran precisamente Romeo y Julieta, Dante y Beatriz. Dos tipos zurrados por la vida, tronados, puteados, olvidados, sin cualidades, sin belleza, sin suerte. Pero nadie podía dudar de que su historia fuera a fin de cuentas, una historia de amor. Quizá se tratase de un amor astroso, de una pasión sin dimensiones épicas o poéticas, sin gracia, sin aliento divino, sin espíritu transgresor”.

Después de leer esto, no me explico los deslices sintácticos que aparecen en el libro. Creo que tres. Es cierto que no son muchos, aun así lo encuentro raro: “Estoy tranquila, y muy segura de que la decisión que he tomado: contar la verdad”. “Va a dirigida fomentar la convivencia”. “Y sin ni pizca de dignidad”.

Estoy convencida de que son deslices del ordenador. Imagino que a Giménez Bartlett no le habrá gustado verlos, por eso diré para su tranquilidad, que hasta los más grandes se han visto en situaciones parecidas:
“Hay erratas y erratones… En mi nombrado libro me atacó un erratón bastante sanguinario. Donde digo «el agua verde del idioma» la máquina se descompuso y apareció «el agua verde del idiota». Sentí el mordisco en el alma… ese idiota que sustituye al idioma es como un zapato desarmado en medio de las aguas del río”.

Para nacer he nacido. Pablo Neruda

2 comentarios:

  1. Vaya Beatriz, tenía el blog un poco abandonado y me ha encantado volver. Es increíble la cantidad de información que puedes transmitir con un estilo tan agradable.
    Una pregunta, cuando hablas de los anglicismos que Petra va a incluir en su vocabulario, ¿crees que lo hace por suavizar lo que en nuestro idioma suena más "abrupto" (en vez de tonto, borderline) o lo hace por aumentar la riqueza de sus expresiones con otrasnlenguas y completar así nuestra lengua?.
    Muchas gracias por todo

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    1. Pues al leerlo me reí bastante porque Garzón no sabe qué es borderline (era la época en la que se puso "de moda" aquí, en España, con la proliferación de psicólogos), y Petra se lo explica. A él le hace gracia porque el término suena a "borde" y creo que juega con eso en su definición ( y con que hay mucho tonto). Pero es Garzón el que va a incluirlo en su vocabulario.
      Gracias, a ti, siempre.
      ¡Seguimos leyendo!

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