Está
claro que Agatha Christie está detrás de Agatha Jones y el misterio del diamante Hope.
Una de las novelas más famosas de la autora es The secret of Chimmeys, obra de misterio que transcurre en una casa
solariega de Londres en la que un ladrón esconde una joya. En 2010 esta novela
se adaptó como película para televisión en la que se incluyó a una de las
detectives más entrañables de Agatha Christie, Miss Marple.
Por
otro lado, también de la escritora número uno en novelas de misterio
encontramos La aventura del Estrella del
Oeste, un relato que pertenece al libro Poirot
investiga. En este relato, Christie presenta a Mary Marvell, una estrella
de cine belga que, durante su visita a Londres recibe unas cartas para que
devuelva el diamante Estrella de Occidente, que le regaló su marido por su
boda, al lugar que le corresponde, pues era el ojo de un ídolo. En este caso
será Poirot el que resuelva el caso.
En Agatha Jones y el misterio del diamante
Hope, Pepa Mayo une datos y
situaciones de estas novelas protagonizadas por Miss Marple y Hercules Poirot
para crear una nueva trama en la que la detective es una niña, Agatha Jones,
que ayudada por la anciana Miss Apple y su sobrino policía George, deberán
descubrir lo ocurrido a una famosa actriz de teatro, May Yohe, cuando acude a
la localidad de Torquay para representar “Las aventuras del pequeño Cristóbal
Colón”. La actriz podrá residir en Torre Abbey, una finca muy importante de la
ciudad en la que se ofrece una recepción para todos los habitantes y donde
tiene lugar el robo del diamante Hope, joya que llevaba puesta May en el evento
y que le regaló su exmarido, Lord Francis Hope, cuando se casaron. Al diamante
lo envuelve una maldición, que supuestamente recaerá en sus dueños o
familiares, porque «originariamente
adornaba el tercer ojo de la diosa Sita en un templo de la India, hasta que un
sacerdote hindú lo robó».
No
es la primera vez que escritores de literatura infantil y juvenil acuden a
personajes consagrados de la literatura para adaptar sus aventuras a los más
pequeños. Esto es un arma de doble filo porque en algunos casos el resultado es
demasiado simplón o insulso. Pero en otros es un acierto. Se me ocurre, después
de leer esta novela, Sherlock Holmes y el
caso del diamante desaparecido, escrita e ilustrada por Sam Hearn,
londinense que lleva tiempo “interfiriendo” en los libros de otros autores; en
el caso citado, los personajes de Holmes y Watson regresan a sus infancias para
investigar el robo de un diamante en un museo. Hearn no adapta la obra de Conan
Doyle; se inspira en ella y utiliza el nombre y los rasgos de personalidad de
los protagonistas (no faltan Moriarty ni Baskerville). Es una buena idea para
acercar los grandes a los niños.
En
el caso de Pepa Mayo, las alusiones a la escritora británica y a su obra son evidentes,
pero también recordamos en el título al aventurero Indiana Jones. Todo un
compendio fantástico para atraer a los más pequeños. La novela está ambientada
en el siglo XX, la época de Agatha Christie, y la de Enid Blyton, escritora
cuyo estilo me ha recordado el de Pepa Mayo. Escritura ágil, sencilla, con
personajes infantiles dotados de libertad, seguros de sí mismos, con bastante
desconfianza hacia los adultos. De hecho es la propia Agatha la que ofrece las
pistas a la policía para dar con el culpable del robo. La niña-detective es la
que experimenta en la trama situaciones extremas, que pueden generar en el
lector infantil una gran tensión psicológica unida a fuertes deseos de avanzar
en la lectura. Agatha es la que ve cómo hablan determinados personajes y cómo
actúan de forma sospechosa; así el lector va cambiando, con ella, en la
convicción de posibles culpables. Agatha es también la que ha sido amenazada
para que deje la investigación. Todo esto la lleva a ser un personaje
literario, irreal aunque verosímil, como las protagonistas de Blyton, porque en
realidad estos niños, audaces y decididos, están siempre arropados por la
familia.
La
narrativa de Pepa Mayo inspira a los lectores pero también explica, para poder
desmitificar las acciones de la detective aficionada al basarlas en el
razonamiento. La obra sigue una estructura lineal; está dividida en veintiún
capítulos cuyos títulos nos van guiando sobre lo que va a pasar aunque sin
desvelar datos importantes. Así empezamos el recorrido por La invitación, donde la familia Jones queda convocada para la
recepción que tendrá lugar en Torre Abbey con motivo de la llegada de May Yohe,
y la terminamos en Torquay vuelve a la
normalidad, cuando han sucedido los hechos que han revolucionado el lugar
por unos días. El lector se ha dado cuenta de las dotes de Agatha para la
investigación y la deducción, y se ha enterado de su intención de ser escritora
cuando sea mayor. Otro guiño más a Christie.
El
libro es entretenido, divertido. Los capítulos no son excesivamente largos, de
manera que ningún lector, por principiante que sea, lo deje a medias. La letra
y la disposición de lo escrito, como es habitual en Cazador de ratas, son perfectas. Todo facilita la lectura. Uno de
los aciertos definitivos son las ilustraciones de Enrique Carlos Martín.
Increíbles. Los dibujos tienen tal movimiento que facilitan la comprensión del
argumento, no son un acompañamiento al escrito, se trata de información
aclaratoria. Las imágenes despiertan en los lectores el gusto por la estética y,
sin proponérselo, ayudan a aumentar su memoria y su creatividad.
Los
trazos son espontáneos, de diferente grosor; en blanco y negro o a color, da lo
mismo, atraen desde el primer momento. A partir de 7 u 8 años los niños pueden
leer con facilidad esta aventura de Agatha Jones, aunque siempre es bueno que
un adulto los ponga en situación de cuáles son los personajes en los que se
inspira la trama. Podrán formarse futuros lectores apasionados por el misterio.
No
todo es mérito de las ilustraciones, la narrativa es fluida, el vocabulario es
coloquial aunque las oraciones están muy bien construidas. Al ser una
literatura enfocada para los pequeños, el narrador en tercera persona no se
pierde en explicaciones inacabadas, sino que con las palabras justas, ayudado
por alguna imagen o comparación, es capaz de relatar los hechos con bastante
acierto para mostrar unos personajes infantiles que no quieren ser manipulados,
que reclaman su derecho a que se les tenga en cuenta «Agatha observaba con atención cómo los policías buscaban pistas en el
jardín […] Mientras los demás saboreaban su chocolate ella no perdía detalle de
todo lo que la rodeaba. Observar cómo la cocinera troceaba zanahorias y ponía a
hervir patatas, era relajante».
Los
diálogos refuerzan la narración, son abundantes y aportan bastante ritmo a la
trama, pero lo más importante es que sirven para establecer relaciones entre
los personajes y aportan algo de profundidad a los mismos. No todos son niños,
pero los que aparecen usan un lenguaje propio de ellos «—¡Estoy jugando con los soldados que me trajiste de Londres!», por
lo que el léxico adulto-infantil se complementa y pasa a ser un recurso con
bastantes posibilidades, pues en ningún momento se abusa de los diminutivos ni
expresiones simplificadas que empobrecen la narración.
Creo
que es difícil valorar la literatura infantil porque consideramos, en general,
que el lector al que va dirigida carece de exigencia. No he leído demasiada
literatura de este tipo, pero sí literatura, sin adjetivos, por eso puedo
recomendar esta novela. Para los más pequeños se abre un mundo de posibilidades
a la literatura. La situación y los personajes son atemporales; aunque es obvio
que el tiempo del argumento es el siglo XX, cualquier niño puede verse
reflejado en la trama. Y lo más importante, la finalidad de Pepa Mayo es
conseguir que los lectores se diviertan. No tiene un final moralista ni
didáctico, aunque se premie la curiosidad y el razonamiento.
Novela
infantil muy completa, divertida, muy bien editada y, dentro de los clásicos,
original.