Resulta
complicado, más que en otras disciplinas, separar el arte de lo propiamente
académico en literatura, sobre todo porque, como cualquier artista, el escritor
se permite soslayar algunas de las normas que presiden el lenguaje no
literario. La literatura es, ante todo, la garantía de que el lector disfrutará
con el libro. Hay novelas que no enganchan y no presentan objeciones en su
estilo purista, pero no proporcionan el placer que busca un lector cuando
comienza la lectura. Todos sabemos hablar, más o menos, aunque no todos
conseguimos que nos escuchen, que nos lean. Si a este contratiempo le sumamos
el de hablar o escribir sobre mujeres, el asunto se complica aún más; de hecho
es difícil aislar, para una mujer, la postura personal de otras más o menos
asentadas que marcan enseguida la escritura femenina.
Rosa Sanmartín desecha la norma con la que se transcriben los diálogos, es decir, a una pregunta no contesta una respuesta del aludido sino que da paso a un narrador omnisciente al que se le suman otras voces narrativas en 1ª o 2ª persona, casi siempre de mujer
—¿No puedes ir a la playa con tus amigas? Si tienes una al lado de casa.
Es que la otra es diferente. Es la de cuando niña […] de eso hace mucho, pero Claudia se acuerda […] De sobra he pasado el ecuador de mi existencia […] Pero ella tiene que hacer su vida.
Tampoco
le interesa el modelo femenino que crearon los hombres para exhibir a una mujer
sin profundidad, ni el de la nueva heroína, independiente, trabajadora,
triunfadora, fuerte, que teme constantemente estar en el bando de los débiles,
la que cultiva su mente con la misma precisión que su cuerpo para dar la imagen
fresca y resolutiva que la sociedad requiere de ella, porque ya no vale
escudarse en el hombre; hemos pasado de no tener recursos económicos a cargar
con nuestra vida y la de quien haga falta.
Nuestra
autora sabe que esto no es así, que entre la mujer dócil y nada problemática y
la rebelde y poderosa hay muchas más. Estas son las que aparecen en Te parecerá
raro. Mujeres que manejan el timón ayudadas por hombres que las quieren
y confían en ellas, «De la necesidad no
surge nada hermoso». Porque es difícil enfrentarse a la vida solo sin caer
en la depresión o la angustia.
Creo
que el libro de Sanmartín es como ella, posfeminista: no se limita a apoyar a
las mujeres sino que se alza en defensa de las minorías sexuales, víctimas del
poder hegemónico. Este fundamento apareció en Cuando la vida te alcance y reaparece en Te parecerá raro. «La puerta
se abre. Agustín va acompañado y Claudia sonríe. Besa a Ernesto».
La
novela es totalmente actual porque el tema no pasa nunca de moda; todo gira en
torno al amor y la muerte. Son cuatro historias, o cinco, diferentes. Son
historias de amor, en las que el desamor está implícito. En la de Daniel y
Paloma la muerte de un hijo se encarga de desorganizar al resto de familiares.
En la de Verónica y Mario, el miedo a perder a su única hija consigue
desestabilizar a la pareja. En la historia de Laura y Félix el temor a no estar
a la altura, a defraudar al otro casi da al traste con la relación. En la de
Claudia y Dani, un comienzo fatal puede destruir un posible futuro para ellos,
y en la de Agustín y Ernesto, el miedo a perder lo construido en la intimidad
no permite sacar a la luz el amor que se tienen. Estas cinco historias de amor
se relacionan por medio de la muerte. Y aunque haya dolor en ellas, lo
destacable es la pasión, los sentimientos que nos empeñamos en sepultar y que
por fin soltamos para experimentar un reenamoramiento.
Los
protagonistas parecen ser Claudia y Dani, que acaban de enamorarse cuando un
accidente les trunca el futuro, pero ahí están Verónica y Mario, y Daniel y
Paloma, y Agustín, y Laura y Félix que, como el eje de todos ellos, no permiten
que la muerte vuelva a desbaratar familias, «Qué
ingenua. Había querido proteger a sus hijos y siempre le había salido mal. ¿Era
ella o era la vida?» Indirectamente, no consentirán que se interrumpa el
erotismo que renacía, tímido, en una pareja «A
Mario le gustaba verla desnuda. Casi es lo que más, lo que más le excita.
Hoy lo está. Mucho. Como hacía tiempo».
Laura
y Félix han estado siempre. Se querían aunque, por causas del destino, se
separan. También el destino, tras hacerles recorrer un largo camino de
sufrimiento, les permite experimentar una anagnórisis para que vuelvan a
encontrar su verdadera identidad. Este reconocimiento va acompañado del cambio
en la fortuna del resto de personajes. Como en una cadena de favores el estado
de unos repercute en el de los otros, personas normales que han sufrido por
diferentes razones pero aprenden a afrontar la vida con entereza, aportando
cada uno heroicidades casi idílicas, de ahí que en la novela aparezcan,
diseminados, retazos líricos, «odia la
noche, odia lo oscuro, odia el negro. El negro que se cernió sobre ella una
tarde perfecta de un día perfecto. Se quedó en oscuro».
Te parecerá raro es una novela de ambición asimiladora
que desafía cierto impulso a la unidad que plantea; frente a la linealidad del
relato, se incrementan las posibilidades narrativas. La manera en la que la escritora
presenta a los personajes podría tratarse de cinco comienzos, el de cuatro
parejas y el de un chico unido a su familia temeroso de perderla y quedarse
solo. Hasta que decide dar el paso. Curioso, tanto dolor oculto. Estamos ante
una novela que cuenta diferentes historias que son solo una. Curioso, tanto
estallido de sentimientos.
El
lector es capaz de ver el texto como una mediación en su relación con Rosa
Sanmartín y a la vez como un campo de juego en el que las narraciones aparecen
inacabadas para reagruparse en la declaración final de intenciones de la
autora, «Detrás de cada persona, hay una
vida; hay un antes. Por qué tanta tristeza, […] Por qué y para qué […] qué
corta para pasarla llorando».
La
trama está creada desde un enfoque múltiple en el que cada personaje tiene una
visión parcial de lo ocurrido, de esta forma los lectores percibimos la
realidad tal como es, diferente para cada uno de nosotros y diferente en la
historia. No todos los personajes conocen la verdadera historia de los otros,
el lector tampoco ya que el narrador cambia; a veces recuerda los diálogos de
los personajes y los expone en forma de diálogos internos que le aportan cierto
autocontrol ante la situación reflejada. Pretende ser narrador objetivo y dar
mayor importancia al personaje (que lucha por reforzar la memoria y regular su
pensamiento). Quiere ofrecer un discurso mimético para que el sujeto cognitivo
de los protagonistas aparezca en el discurso narrativo de manera dispersa: «Demasiado perfecta esa familia. Démosle un
escarmiento, pareció decidir la vida. Y les quitó a Manuel, el hijo mediano. El
que quería jugar al fútbol. Hijo, si eso es de ricos; nosotros, pues no. Venga,
parece que no tengamos dinero».
El
estilo varía a lo largo de la novela, a los diálogos interiores, pensados, se
unen diálogos de forma directa con los que el relato adquiere la naturalidad de
la inmediatez y la expresividad del dramatismo, al dejar las palabras a un
interlocutor para que las interprete
—Que
no hables así, Paloma. Que los niños…
—Delante
de los niños no digo palabrotas.
—¿Cómo
que no?
—¿Cuándo
has oído tú a los chiquillos decir alguna?
—Nunca
–Ya había caído en la trampa de Paloma…
Y al
narrador en tercera persona se une el monólogo interior, en primera y en
segunda personas, cuando el narrador renuncia a negociar y aporta cercanía a lo
ocurrido pues lo iguala al tiempo de la actividad mental. El deíctico “te”
añade la subjetividad del dolor; el pensamiento, rápido, se adelanta a los
sucesos, interrumpiendo la coherencia con escasos conectores que formulan el
proceso egocéntrico del personaje «Buen
intento por engañar a tu cerebro, aunque él sabe cuál es tu estrategia, sabe
jugar muy bien a ese juego que te acabas de inventar […] Se apodera de ti y de
tus miedos […] se meterá dentro de ti, te martilleará con imágenes que no
quieres ver».
Loa
personajes informan al lector, mediante diálogos o monólogos, de sus
sentimientos, intercalados en la tragedia de lo cotidiano. Todos pasan por
ella, a unos les afecta más que a otros, o de distinta forma, pero el amor está
ahí para todos, capaz de vencer cualquier contratiempo.
Aunque los protagonistas son de ambos sexos el punto de vista dominante es el de la mujer, es la que dota a la historia de perspectiva, es la que más cambios sufre durante la trama, es la más afectada. La sensibilidad de Rosa Sanmartín está en la novela. La indecisión. El miedo a que la relación padres e hijos, construida desde lo más profundo del corazón se rompa por la mayor de las desgracias. El miedo a un futuro que ya no lo es, a vivir en un presente de permanente vacío. La seguridad en el amor. Bello mensaje.