Me
ha regalado este libro Antonio, es la primera novela de una escritora de
poesía, dramaturga y columnista de opinión; hija de uno de los escritores
consagrados en España, ha vivido entre letras desde siempre. De hecho parece
que continúa la labor de su padre pues, José María Merino también empezó como
poeta y siguió como novelista y cuentista. He encontrado algo de influencia
paterna en la novela de Ana Merino,
ahora lo veremos, pero lo que más me ha sorprendido al oír unas declaraciones
suyas en televisión es la afirmación de que El mapa de los afectos es
una novela sobre las personas buenas, porque no solo hay buenos, también hay
malos enrevesados que, en esta novela, tienen la suerte de ir encontrando por
el camino a gente buena, personas que intentan comprender determinadas
actitudes perjudiciales para poder seguir viviendo. En este mapa el componente
fantástico, o casual, es fundamental; pareciera que el hado rodea a los que
tienen buenos sentimientos y los protege del mal que asola a los demás «El curioso trazo de la vida los colocaba en
un punto sorprendente del mapa del tiempo y del espacio».
La
novela es corta, en poco más de doscientas páginas encontramos veintitrés
capítulos que, al principio, parecen relatos aislados contados por un narrador
omnisciente que además de narrar opina, nos aporta su parecer sobre los hechos,
ofrece un juicio moral para que el lector extraiga una enseñanza de la lectura.
Hay un fin didáctico que late en las páginas y el narrador nos lo recuerda
constantemente. Todo irá bien para quien no pierde la esperanza ante una
adversidad, para quien desea mejorar «Lo
que no pudo hacer un tornado lo hizo un incendio». Esta frase podría
resumir la vida en un pueblo del Medio Oeste de EE.UU. habitado por personas
sencillas, sin grandes aspiraciones económicas y muchos deseos de ser felices.
Una comunidad acogedora a la que también llegan indeseables que comenten
atrocidades. Solo hay que esperar para que el paso del tiempo ponga las cosas
en su sitio.
Si
nos fijamos en los títulos de los capítulos nos daremos cuenta de que los
afectos que predominan, y en los que Ana Merino quiere hacer hincapié, son los
relacionados con el amor y la solidaridad: Luna
de miel, El hijo de Dios, Para enfrentar la muerte, El cazador de eclipses,
Hacerse viejo, Espacio sideral, Energía renovable, Un rezo propio, El rastro
del perdón, Fuego y agua, El tiempo en las semillas, El sentido de las cosas,
Desprendimientos, El vientre de la ballena, Amor verdadero, Los abrazos.
Los temas
giran en torno al amor, la superación, la purificación, el acogimiento… Por eso
es un libro en el que no hay demasiadas sorpresas. La muerte está presente,
como en la propia vida, pero hasta la más temible, la injusta, es asumida con
naturalidad «Se oyeron cinco tiros. Pero
Lilian no pudo oírlos, de su corazón brotaba la sangre de una niña que corría a
abrazar a su padre».
Como
en los relatos, o en la novela decimonónica, la figura más importante es la del
narrador; desde su posición omnipotente entrecruza a los personajes según pasan
los capítulos; de vez en cuando alerta al lector de que ha pasado el tiempo «Durante los cinco años que vivió en el
Medio Oeste se dedicó a coleccionarlas». Así sabemos que la novela
transcurre durante quince años, y así, al llegar al último capítulo somos
conscientes de ese tiempo circular capaz de aportar un sentido a todos los
acontecimientos expuestos.
Al
tiempo que va uniendo y separando personajes, el propio narrador los llena de
recuerdos, algo que cobra total importancia pues consigue que el pasado,
doloroso, se enrede en las circunstancias actuales para poder afrontar la vida
de otra manera. Una vez cambia su perspectiva, el personaje está en condiciones
de desafiar al dolor más desgarrado con ternura, de forma que hasta el ser
humano más desvalido es capaz de actos sublimes «Tom sintió la punzada de la muerte en su corazón y abrió los ojos […]
vio la silueta de un hermosos pavo salvaje que lo estaba observando con fijeza
[…] y en Tom quedó grabado el leve gesto de una sonrisa, fruto del último
pensamiento en el instante perplejo del aliento que expira».
El
narrador nos va presentando a diferentes personajes que ocultan una historia
personal, diferentes relatos enfrentados por elementos generales para conseguir
plantear los conflictos generadores de incertidumbre, o tensión en algunos
casos. Ana Merino alcanza una literatura interior que nos llega desde la
exterioridad de una tercera persona.
Algo
importante es la resolución de las transgresiones, pues los desmanes cometidos
no evolucionan según la justicia social; como el narrador omnipotente,
superior, es una fuerza de la naturaleza, será el encargado de dictar un
veredicto que llevará a cabo de manera aleatoria cuando crea conveniente. Una
mujer puede ser infravalorada por sus jefes, o expulsada de su trabajo por
aquellas mujeres que contratarán a un hombre menos válido, o asesinada por la
locura de una enferma, o limitada a vivir en el mismo espacio sin poder
experimentar nuevas sensaciones, o darse cuenta de haber caído en las drogas y
las prostitución, o ser consciente, en la luna de miel, de que no está con el
hombre de su vida y abandonarlo; unos niños pueden quedar privados de crecer
bajo el amor de su madre, un hombre puede ser despojado de sus recuerdos y su
identidad por una grave enfermedad. Asesinatos, violaciones, humillaciones…
todos estamos expuestos y todos podremos salir adelante si nos dejamos llevar
por un espíritu comunitario que domine por completo las más bajas pasiones.
Siempre será posible la justicia poética, o divina, «La estúpida cabeza del párroco, que, como una ofrenda macabra, el
viento de la religión trasparente que rige el alma verdadera de las cosas
parecía haber puesto a sus pies».
El
narrador no solo maneja a los personajes, con interrogaciones retóricas guía al
lector para que no se confunda en las conclusiones que va extrayendo del relato
«¿No estaría gravemente enfermo? ¿No
estaría sufriendo un paro cardíaco? ¿Era esto el final de su vida?».
Hay
algo de estilo romántico desde el momento en que los recuerdos, las emociones,
ocupan un lugar paralelo al de los episodios del presente, el narrador nos
recuerda constantemente que vivir una existencia no es asistir a hechos del
ahora; lo que marca nuestros actos, nuestra propia realidad son los retazos
asentados en nuestra memoria para formar una determinada psicología; de ahí que
un mismo lugar, un mismo acontecimiento sea experimentado de diferentes maneras
según las personas. No hay una misma realidad porque no hay una misma visión
del mundo, «escribió la lista de las
cosas que necesitaba comprar. La primera palabra que anotó fue “naranjas” […]
De pronto se acordó, claro, lo había olvidado […] Esa imagen era la que hoy se
le aparecía con la luz del mediodía».
El
Medio Oeste es un lugar metafórico, representativo de la familia, de la unidad
entre quienes la forman y de sus misterios, es un universo que traspasa
fronteras y se instala en lo más íntimo de cada uno. Ana Merino, con un estilo
elegante, a veces infantil, elabora el universo interior del ser humano para
proclamar sus propias inquietudes, sus deseos de libertad, de paz, sus ansias
por apartarse de una sociedad consumista y deshumanizada para vincularse a otra,
gobernada por el placer de los detalles pequeños que son los que dan sentido al
«relato de las civilizaciones y sus
desequilibrios, la lucha por existir, por esa subsistencia que ha dibujado el
mapa de los siglos».