domingo, 16 de febrero de 2025

ANIMALES DIFÍCILES

Siempre es reconfortante leer a Rosa Montero; su imaginación va más allá de la realidad que encontramos en páginas de ciencia ficción incluso, como es el caso de su última novela, la última (por ahora) de la saga de Bruna Husky, Animales difíciles.

Bruna es una androide re-reprogramada. Primero la hicieron como rep de combate, alta, fuerte, poderosa… pero su ingeniero le introdujo su memoria humana por lo que Bruna estaba dotada de unos sentimientos que, todo hay que decirlo, no tienen todos los hombres.

Por causas de su trabajo, a punto de morir, es salvada por el inspector Lizard in extremis.

Ahora, en Animales difíciles, aparece reconstruida de nuevo como rep de cálculo. Su cuerpo no es el que era, pequeño, sin fuerzas, casi invisible para los demás. Tampoco su cerebro, capaz de investigar lo que sea, resolver mentalmente cualquier problema matemático, geométrico o físico y recordar en momentos clave hechos definitivos para la humanidad, ocurridos tiempo atrás, miles de años incluso. Husky lo recuerda todo y nos lo recuerda, porque no es bueno vivir con pretensiones de progreso o poder cuando se ataca sin piedad a los más vulnerables, a los que no tienen nada. Porque las limpiezas étnicas no han traído más que sufrimiento y, además, no han dado resultado, aunque insistamos.

En la época de Husky hay una Zona Cero donde se hacinan los humanos de categoría inferior, sin apenas oxígeno para vivir. En la nuestra encontramos demasiadas zonas cero, donde los habitantes menos afortunados mueren sin que los privilegiados resolvamos con efectividad esta situación «Gabi era la niña rusa de la Zona Cero que Husky había rescatado sin querer en una frontera con los territorios contaminados».

Bruna tiene presente más que nunca la memoria histórica. Y como su memoria no deja de funcionar, recuerda su cuerpo anterior, su fuerza, su capacidad de reacción inmediata… y se enfurece con esta Bruna débil que tiene miedo, es insegura y puede ser derrotada con facilidad. La memoria de Rosa Montero y su imaginación y sus señas de identidad y ese temor constante a la muerte que ve tan cercana están en Bruna Husky. Es como si en Animales difíciles, Rosa le hubiera insuflado una parte de sí misma a su protagonista.

También la ha dotado con su capacidad de amar; estoy convencida, por lo que leo de Rosa Montero, de que el amor hacia todo preside su vida, hacia animales, personas, naturaleza… Hablar de Rosa es hablar de amor por la vida y rechazo a las injusticias y a las manifestaciones soberbias de poder.

Desde que leí Historia del rey transparente he intuido a la autora en sus novelas. En esta más que nunca, puede que porque, a pesar de ser ciencia ficción, es la más realista de las que ha escrito. Cuando en 2011 escribió la primera novela de esta saga, Lágrimas en la lluvia ya advirtió de que aunque era ciencia ficción, también se trataba de su novela más realista y política; siguió la línea con El peso del corazón y Los tiempos del odio. Las imágenes de Animales difíciles podrían ocupar las pantallas de un informativo actual.

La autora no se reprime. En el argumento hay un presidente de los EUT, Dong, que en realidad solo se mueve para fortalecer a empresas que le aportarán el control total del universo, que solo les interesa a él y a quienes como él quieren ostentar el poder aunque sea de pequeñas porciones del pastel, «irregularidades laborales, denuncias del trato de favor fiscal y legal que la empresa recibe en todo el mundo, falta de transparencia en sus movimientos […] es una megaempresa terrible, manda más que el gobierno de los EUT, ella es quien pone y quita presidentes, Dong es su esclavo y Ortiz, la esclava de Dong».

Montero está exponiendo una sociedad de 2111 y resulta que la vivimos casi exacta en 2025. Hoy triunfa quien más dinero tiene, la cultura es lo de menos (tenemos políticos que no han estudiado, apenas han trabajado, pero envenenan las conciencias asegurando que solo vale lo que ellos dicen, haciendo creer a las masas que son los elegidos, por lo que deben desprenderse de los que se diferencian en la piel, religión o estatus económico). Es necesario estar ante una sociedad crédula que no razona, para manejarla. Una sociedad que se contente con ser joven; es muy fácil asociar juventud, belleza y bondad «casi nadie, excepto los muy pobres o unos pocos frikis como Yiannis, dejaba que su cuerpo envejeciera tanto sin aplicarle remedios estéticos»

La autora advierte de que en la historia puede triunfar el mal pero es momentáneo, todo se ajusta tarde o temprano porque no puede triunfar el dinero de manera permanente si la gran mayoría no lo tiene.

Rosa Montero remueve conciencias en Animales difíciles, también otros escritores, otros artistas (la entrega de los Premios Goya es una muestra)… el problema es que quienes «eligen esa forma de suicidio que es la ignorancia» no leen, viven aferrados a los bulos que lanzan por las redes sociales «grupos radicales para crear conflictos sociales de los que puedan beneficiarse»; viven adorando a personas que ofrecen imposibles para el bienestar común: «La presidenta […] aprobar un decreto ley que permitiría que todos los ciudadanos de la región española pudieran convertirse en Kéfalos, si ese era su deseo […] nuestro gobierno siempre luchará por la libertad —peroró, enardecida. Y luego pestañeó con coqueta complacencia».

En fin, esto lo estamos viendo y no hemos llegado al siglo XXII ¿A nadie más le da miedo?

Pero afortunadamente Rosa Montero recibió en 2017 el Premio Nacional de las Letras, por su trayectoria literaria y periodística comprometidas y sobre todo esperanzadoras. Por eso en Animales difíciles Husky, acompañada de sus fieles Paul Lizard, Bartolo y el inolvidable archivero Yiannis, abren una puerta a la ilusión y al optimismo, una puerta que nos permitirá vivir en paz. Solo cuando se consiga, podremos ver la muerte como parte de un proceso natural «Es posible que haya perdido el miedo a morir».

En fin, no sé vosotros, yo le daría el Nobel de la Paz a Rosa Montero.

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