La
palabra idiota viene del griego y en un principio no era un adjetivo
irrespetuoso ni insultante; no hacía referencia a la inteligencia de la persona
a la que se refería. Se usaba para referirse a alguien de tipo medio, un
ciudadano privado, a diferencia del erudito que ocupaba un cargo público. Pero
los griegos valoraban mucho la participación cívica por lo que esperaban que no
hubiera ciudadanos idiotas. Los que no se implicaban en los debates eran
considerados inútiles. Y así se fue convirtiendo en un símbolo de reproche.
Quienes solo vivían una vida privada eran idiotas, no eran plenamente humanos.
De ahí hemos llegado a convertir idiota en tonto.
También
los que tienen perturbadas sus facultades mentales son considerados locos o
idiotas.
Hay
un idiota en La cordura del idiota, pero es como un idiota griego; el Triste
no quiere participar en nada referido a su pueblo, Ascuas, solo pretende vivir
tranquilo, cuando lo dejan sus propios demonios, en su casa, y charlar con su
amigo Toni Trinidad de trivialidades mientras toman un café. Para el resto del
pueblo es el loco.
Toni
tampoco se implica demasiado en los asuntos generales de Ascuas donde, en
realidad apenas pasa nada, gracias a eso puede desarrollar, más o menos, su
labor policial. Toni sí visita a un psiquiatra.
Marto Pariente nos presenta en el primer capítulo a estos dos amigos
—Voy a preparar unas tostadas —dijo
después de guardarse el pescado de nuevo en el bolsillo—. ¿Quieres?
—No, tengo que irme.
—¿Se puede saber a dónde vas tan temprano?
—me preguntó.
—A ver a un loquero —le dije.
En
esta introducción, con cierto toque humorístico, encontramos a los personajes
que no parecen estar muy cuerdos, así que habrá que esperar para ver quién es
el del título.
Toni
Trinidad es un policía que va a la consulta del doctor Barrios todos los
jueves, porque no puede ver la sangre. Cuando lo hace, ya sea suya o de los
demás, pierde el conocimiento. No obstante, él quiso ser policía en un entorno
que, a pesar de parecer tranquilo, el autor lo va desvelando un tanto alterado.
En
esta historia conviven diferentes puntos de vista: los de los corruptos,
traficantes de drogas, camellos, matones, expresidiarios, soplones, violadores,
la mafia… Entre todos ellos, algún personaje de buen corazón tocado por la
desgracia.
Vega
y Toni vivieron una infancia traumática en un orfanato hasta que un matrimonio,
los Tote, se interesaron por ellos. A partir de entonces fueron relativamente
felices; su suerte cambió cuando abandonaron la casa Amarilla «Toni […] temía que cuando los Tote leyesen
bien el expediente […] los devolverían al orfanato. Pero […] el director de la
casa Amarilla agilizó su salida omitiendo que […] Toni cercenó ‘por accidente’
la yugular del jefe de los celadores».
Vega
será feliz con su familia hasta que se case con el Chimo, un maltratador que
desaparece con el tiempo dejándola deudora de una cantidad exorbitante ante el
Colmenero, un usurero sin escrúpulos. Toni deberá salvar a su hermana de las
garras del Colmenero y de paso investigar “el suicidio” del Triste, la mañana
en que iba a desayunar con él. «Tumbado
sobre las sábanas, rumié lo del Triste y me acordé de su pescado en el bolsillo
y en cómo se había reído de mí a la que me largaba de su casa».
Nada
cuadra en La cordura del idiota, los hechos
están expuestos como pequeñas imágenes que se van incluyendo; Marto Pariente
elabora, en los noventa capítulos cortísimos, una especie de caleidoscopio para
que nosotros vayamos intuyendo el conjunto. Desde el principio. Algo que, como
no es del todo seguro, resulta perturbador.
Podemos
pensar, al leer esta novela, que la vida es como un caleidoscopio repleto de
piezas que, según giran, harán predominar unas formas o colores, unos
acontecimientos que nos hacen únicos. Los fragmentos del caleidoscopio de Toni
Trinidad son miedo, llanto, dolor, impotencia, amor, familia, amigos, negro,
rojo… Son formas infinitas para que veamos la sociedad en la que se mueve. Si
el citado artilugio consta de tres espejos, en la novela hay tres personas
narrativas: La primera recoge la voz de Toni Trinidad quien, como narrador
interno expone de forma subjetiva lo que va ocurriendo; pero es un narrador
frío alejado de los hechos y de los sentimientos que le producen.
La
segunda persona es la perteneciente a su hermana Vega. Esta se dirige a sí
misma y proyecta a su propia intimidad una serie de sucesos que le ocurrieron
desde que era pequeña. Vega no tiene en cuenta al lector por eso tampoco
refleja su dolor; sin embargo no es necesario, a veces cortar una descripción
es mucho más impactante que dar detalles porque requiere que la mente del
lector, inmediatamente, se ponga en marcha. Es como si el dolor de Vega lo
viviéramos en primera persona los lectores y, totalmente empáticos con ella,
exigiéramos una venganza.
Vega
se habla a sí misma en presente, aunque los hechos hubiesen sucedido años
atrás; es como estar leyendo un guion cinematográfico. Los lectores nos
sentimos actores de lo vivido por Vega «Tu
marido ha sido detenido. ¿Por maltrato animal? No es posible, dices una y otra
vez […] ahora me quiere; sin embargo recuerdas el olor a colonia de niño que
usaba el Avellano y los sollozos lastimeros de Trípode. Sientes dudas y náuseas
y ganas de vomitar». Vega genera con su narración ambientes claustrofóbicos
en lo que nos sentimos atrapados.
Pariente
pone en marcha, además, la tercera persona para cuando narran los demás
personajes; estos son totalmente objetivos, cuentan lo que ven, lo que viven,
sin intervenir directamente en la trama. Para hacerlo, el autor se vale de los
diálogos; por ellos, los personajes se convierten en reales, nos los acercan
para que los rechacemos la gran mayoría de las veces porque son, en general,
despiadados. Es una opción bastante afortunada porque consigue repartir el peso
de la narración, además el ritmo se intensifica a pesar de que todo gira con
una lentitud pasmosa. Pero los diálogos dinamizan los momentos en los que se
producen. Son parlamentos duros aunque a veces están satinados de humor, que
mientras vamos imaginando la situación no nos hace gracia, aunque siempre
denuncia actos de mala praxis por desgana o incompetencia… El caso es que, en
cualquier situación, serán los mismos los que salgan perdiendo.
—Hola.
—Hola, Emergencias.
¿Qué ocurre?
—Mire, estaba por la carretera…
—Un segundo, le paso con la Guardia
Civil.
—Hola, buenas tardes.
—Buenas tardes. Me han pasado con
ustedes…
—Un momento. Se han debido confundir.
Le paso con Tráfico.
[…]
—Dígame qué le ocurre.
—A mí nada. Llamaba porque he visto
algo raro en la carretera.
[…]
—Posible conductora de edad avanzada
en estado ebrio o enajenada. Informen cuando se encuentren en el punto.
La historia está contada sin demasiadas emociones, es como una película de Tarantino donde el sistema corrupto lo inunda todo. El ambiente de Ascuas, a pesar de ser un pueblo pequeño, es sórdido. Aun así Marto Pariente insiste en el humor, la mayoría de las veces negro; un humor hiriente que no aporta ninguna vía de escape para el lector. Leemos y creemos esa ficción atroz porque esta novela podría ser subgénero de la negra. Es una novela oscura en la que hay personajes malos, menos malos y alguno bueno que no puede obrar bien, es imposible, aunque nos alegremos de ello. Es una crónica verosímil, desgraciadamente, lo que hace que su lectura sea más dura aún. La cordura del idiota se desarrolla en una sociedad desestabilizada, que cada vez va siendo más asumida, en la que prevalece el mundo de los machos y ahí no hay lugar para sensiblerías. La mujer es secundaria; centro de humillación y maltrato, deberá contar con salvadores o milagros que arreglen su situación.
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