No
conocía a Caroline Wahl, pero hasta
cierto punto es lógico, porque esta alemana de 29 años publicó el año pasado su
primera novela: 22 largos, con la que obtuvo cuatro premios; fue elegida Novela
favorita por los libreros independientes de Alemania y está en la lista de los
más vendidos de Spiegel y de #BookTok. Ya se han vendido los derechos
cinematográficos. No cabe duda de que con esta presentación había que leerla. Y
no defrauda. Todo lo contrario. Hace querer saber más de las protagonistas, así
que me he llevado una alegría al constatar que Ida será publicada pronto
en Alemania. Aquí, imagino que habremos de esperar algo más.
La
narrativa de Caroline Wahl es fresca, inmediata, a pesar de que el argumento es
bastante duro: La familia Schmitt quedó totalmente rota cuando el padre
abandonó a su mujer y a su propia hija Tilda. La madre empezó entonces a beber
y no paró hasta saber que, de nuevo, estaba embarazada de cinco meses. Cuando
nació Ida, Tilda fue la que se encargó de cuidarla y protegerla de cualquier
percance y de su madre, que cada vez bebía más. Ahora Tilda estudia matemáticas
en la universidad, trabaja en un supermercado y nada 22 largos para relajarse y
pensar tanto en su futuro como en el de su familia. Tilda es un referente tanto
para Ida como para su madre.
Como
la han propuesto para una beca de doctorado en Berlín, debe asegurarse de que
Ida está preparada para ocupar su puesto o ella tiene que continuar haciéndose
cargo de todo.
El
planteamiento es impactante porque detrás quedan noches en vela, días
agotadores, introducción a las drogas, maltrato físico —aun sin querer— y
psicológico. Tilda le da a Ida la infancia que ella no tuvo y sin embargo no
encontramos rencor en su pensamiento, solo ganas de hacer las cosas bien, de
salvar a su hermana de la propia introversión en la que vive «Se pega a mí y las dos nos quedamos mirando
la serie de dibujos que tiene enfrente de la cama […] Lo divertido de los
animales de Ida es que siempre tienen una pequeña aleta en la espalda».
Tampoco
hay severidad en la escritura de esta autora, tal es el cariño con el que trata
a sus personajes y la inmediatez con la que describe sus acciones. A veces no
es necesario que especifique qué ocurre porque lo adivinamos, como si
estuviéramos viendo una escena de película y oyendo lo que piensa la
protagonista «Leche de avena, leche de
almendras, mus de anacardo […] pasta de espelta, aguacate, aguacate, aguacate.
Juego a que no puedo levantar la vista. De unos treinta, varón, desgarbado,
gafas sin montura, camiseta Levi’s, adivino, digo “30,75 euros”, por fin
levanto la vista y cuando veo el logo de Levi’s es bastante guay».
La
narración en lista aporta cierta exigencia de la protagonista hacia sí misma.
Tiene un proyecto y para que todo salga bien debe ir calculado al milímetro «Tranvía, uni, copiar ejercicios y textos.
Tengo un cronograma estricto […] “Atasco de Papel” […] Rabia destructora».
Curiosamente esta forma de narrar acelerada y no exenta de humor irónico quita
tensión a la forma de vida de la protagonista, aunque sepamos que la sufre.
A
veces, los gestos forman parte del propio diálogo, un diálogo que también es
corto, inmediato, hasta el punto de que cada intervención puede incluso
dividirse en dos partes. Con todo, se consigue que la escena sea un acto
performativo en sí misma:
Yo:
Hola
Viktor
se vuelve.
Viktor
sonríe.
Viktor:
¿Qué, has vuelto?
Yo:
No estoy segura.
Yo:
¿Dónde está Ida?
Viktor:
En el colegio.
Pero
no todo es rapidez en la narración, Caroline Wahl se descubre como una
narradora experimentada, no solo hace uso de términos literarios, las analepsis
son continuas, aunque a veces no nos demos cuenta de que está narrando el
propio pasado, bien porque aparecen de forma inconsciente en los sueños «y entonces se sumó Max. Max es un hijo de
puta engreído, desagradable, sabelotodo», bien porque las introduce en otro
recuerdo del pasado «En aquel momento
también estaba en nuestro curso…». Las analepsis de 22 largos son fundamentales. En ellas vemos la evolución de Tilda,
el carácter fuerte que le ha permitido ser una joven totalmente madura en cada
etapa de su vida. Tilda se acepta como es, Imperfecta. Ahora educa a Ida para
que también se acepte, para que aprenda a incluir las emociones en sus actos y
sepa asumirlas.
Otro
rasgo de la narración son las digresiones. Aparecen para que descubramos alguna
crítica social como la desprotección hacia los más vulnerables.
Tilda
es el alma de la novela. En sus constantes recuerdos al pasado la vemos
evolucionar como protagonista indiscutible. Ya sea conscientemente o sin
proponérselo, consigue que también se transforme Ida, su madre y Viktor.
Tilda
ha necesitado a los que la rodean para actuar con determinación ante los
conflictos tomando conciencia de lo verdaderamente importante: la
responsabilidad, la familia y el amor.
Todos
empatizamos con Tilda; ella hace que Viktor, aun en su asociabilidad, nos
resulte adorable y, desde el primer momento, consigue que sintamos debilidad
por Ida y comprendamos a su madre.
—¿Papá
no va a volver?
La
madre se encoge como si la niña le hubiera pegado.
Mamá:
No, no somos lo bastante buenas para el señor profesor.
Frío
y humedad en la cara. Eso sienta bien.
Tilda
es fuerte, decidida y encantadora. Ella es la que ha formado, desde su
infancia, una familia que podrá mantenerse unida aun en la distancia.
22 largos es una novela de aprendizaje en la
que la protagonista, antes de emprender un viaje real, debe viajar por su
interior para mostrarnos a todos, personajes y lectores, cuáles son los
verdaderos valores humanos y sociales, valores unidos indefectiblemente a la
responsabilidad y madurez; la madurez no está necesariamente unida a la edad. Las
dos hermanas la experimentan sobre los diez años, cuando son capaces de
enfrentarse a las situaciones que se les presentan cada día y siguen adelante a
pesar de los fracasos, hasta que consiguen un logro: ir a la piscina, hacer 22
largos, hablar con los demás, pedir ayuda… «Oigo
a Ida decir palabras que una niña nunca debería decir, no soy la única que se
ha preparado para esto: Ida Schmitt, Fröhlischstrasse 37. Mi mamá está
inconsciente. Sobredosis. Alcohol y pastillas».
Tanto
en el argumento como en la trama, el agua es fundamental. Al nadar en la
piscina, Tilda conecta con sus emociones más profundas, es como si quisiera
dejar su pasado nadando. El agua es símbolo de su forma de vida, en ella se
encuentra el origen y allí, en el fondo de la piscina busca purificación,
regeneración y refugio.
Yo:
Mañana va a llover.
Ida:
Ya lo sé.
Yo:
¿Piscina?
Ida:
Sí.
El
agua de la piscina está relacionada con lo femenino, con la pasividad y la
protección.
Cuando
está lista, renace y nada; mientras lo hace va planificando nuevos retos,
vencer al monstruo y al paso del tiempo para dejar a Ida con la fuerza
suficiente para enfrentarse a la vida.
La lección que nos transmite es inolvidable. Ya queremos seguir esos pasos de Ida para saber algo más de ellas.
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