Hay
veces en las que al comienzo de la lectura de un libro da la impresión de que
se avecina una larga cadena de muertes horribles.
Otras,
empiezas a leer y disfrutas con la inteligencia de su protagonista y cómo consigue,
legalmente, ganar un juicio; pero sabes que algo tiene que torcerse porque en
eso que estás leyendo ves un final de novela antes que un principio.
Al
empezar Zona muerta me vi
envuelta en las dos situaciones, me equivoqué con la primera impresión, pero no
con la segunda.
Si
Tilly Bradshaw es fundamental en la resolución de los casos del sargento
Abraham Poe, en este, actuando en la sombra, es la auténtica protagonista; da
la impresión de que M. W. Craven
escribió la novela pensando en ella.
En
la entrega anterior, El procurador, a nuestro protagonista le dieron el
ultimátum para abandonar su casa porque estaba en unos terrenos recalificados
que no podían ser habitados, pues la cabaña que iba con ellos al comprarlos no
debía ser ampliada ni modificada en nada que se pareciese al hogar confortable
que Poe se había construido. Una vez en el juicio, nadie contaba con Tilly
quien, a pesar de no ser abogada, dispone de una curiosa relación con la ley a
la hora de acceder a las bases de datos: la ignora. Esto le permite llegar
donde nadie más lo hace y relaciona sucesos y personas hasta dar con lo
necesario. En el primer juicio, Poe se queda con su casa, pero algo dará la
vuelta más adelante.
El
juicio queda pendiente porque ambos deber acudir hasta un burdel en el que ha
aparecido asesinado un héroe de la guerra de Afganistán, alguien que fue
apresado, torturado y rescatado por los británicos cuando se encontraba a punto
de morir. Sin poder dejar de culparse cuando el grupo liberador fue aniquilado
poco después, Bierman abandona el país y se refugia en EE. UU. hasta que una
cumbre de comercio internacional le hace volver.
En Zona muerta no hay un asesino en serie,
tampoco vamos a ser testigos de más muertes violentas, pero ni a Poe ni a Tilly
los pueden engañar a pesar de que esta vez hayan sido reclamados por el MI5 y
las verdades les sean dichas a medias. Puede que el muerto no se llame en
realidad Christopher Bierman, puede que no tuviera nada que ver con las prostitutas.
O sí, pero Poe es consciente de los silencios del servicio de inteligencia del
Reino Unido y no está dispuesto a que le oculten nada. A pesar de que quedan en
que habrá transparencia absoluta, los miembros de la agencia contra el crimen
deben reconstruir hechos y nombres una y otra vez, porque las pistas siempre
llevan a un asesino falso.
En
esta ocasión cuentan con la ayuda de Melody Lee, del FBI, que fue crucial para
Poe en El procurador, y de Hanna Finch, del MI5 quien, aunque con
altercados, finalmente también les asistirá; además Bradshaw relacionará el caso
con otra muerte ocurrida tres años antes, «y
ocurrieron en rincones opuestos del país, pero la conexión de la rata es
curiosa».
A
partir de aquí, para conectar estas dos muertes, tan diferentes en principio,
deberán tener en cuenta conectores USB de cables especiales, software maligno que se transfiere a los
portátiles, programas grabadores de tecleos… Problemas informáticos que Tilly
deberá afrontar hasta que, después de sospechar de todos y cada uno de los que
van conociendo, «quiero un análisis
detallado de todas las personas involucradas en este asunto […] Mañana por la
mañana iremos a hablar con la viuda de Danny North, la que creó la página de
Justicia para Tango Dos-Cuatro en facebook».
Está
claro que Craven conoce el funcionamiento del ejército; conoce el mundo de la
informática y sabe hasta dónde puede llegar la maldad, la venganza humana. Por
eso Zona muerta nos sumerge en un
ambiente frío, de intrigas, ordenadores, tecnología y las consecuencias cuando
todo cae en manos inadecuadas, en mentes que solo buscan ajustes de cuentas. En
esta novela, el autor ha vuelto a desplegar un final absolutamente obsesivo,
que, por supuesto, llevará a Poe a reconquistar su casa y a formar lazos con
nuevas personas conforme va despejando incógnitas.
El
lector lo entiende todo al final; no hace falta ser experto informático porque
el asunto queda perfectamente aclarado.
Es curioso porque aunque en El show de las marionetas, Poe y Tilly formaban una pareja anómala, conforme hemos ido leyendo las siguientes entregas, se han ido complementando, Poe no es tan impetuoso y Tilly no es tan fría. Van alcanzando el estatus de pareja perfecta.
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