He
leído una novela negra que me ha gustado por varias razones. Puede que la
principal sea que la mujer tiene un papel bastante diferente al asignado en las
novelas negras tradicionales. Hace tiempo que descubrimos a una mujer capaz de
abandonar el papel de víctima y acogerse al de policía o eludir a la mujer
fatal, usual en el género, para adoptar el de “normalita”. Pero Progenie
sigue los pasos marcados por su título y la mujer se erige en personaje
absoluto. En Progenie hay víctimas,
mujeres que no son tan inocentes como cabría esperar o como daban a entender en
el entorno en el que se desenvolvían; el equipo policial no está compuesto sólo
de mujeres pero sí lo son la inspectora jefe, la comisaria, la forense, la
policía más antigua y la novata; todo un plantel en el que podemos ver
diferentes prioridades, diferentes causas por las que han elegido el trabajo y
diferentes formas de entender la felicidad. Entre los personajes secundarios
también encontramos alguna mujer que destaca por su inteligencia, incluso
Nerea, guapa, despampanante, se aparta del cliché de secretaria algo limitada
intelectualmente para todo lo que no sea su trabajo y aparece como una chica
culta y capaz de tratar temas de diversas índoles.
Susana Martín Gijón ha dado una vuelta de tuerca
a la mujer del siglo XXI y ha puesto el dedo en la llaga con Progenie. Las víctimas son mujeres, en
principio poco sociables, con pocas relaciones sociales. Las víctimas han
sufrido una muerte violenta, aparentemente sin motivación; no ha habido robo ni
violación. Los asesinatos no siguen ritual alguno, sin embargo, todas las
mujeres asesinadas aparecen con un objeto inquietante:
Soledad
Cabezas, recepcionista de la clínica Santa Felicitas, especializada en técnicas
de reproducción asistida, donde trabajaba desde hacía dieciocho meses, desde
que se había trasladado a Sevilla a vivir con su expareja, después de dejar a
su padre en Madrid. «Me contó que se
venía aquí a vivir con él. Así, por las buenas. Que habían hablado mucho sobre
su relación y querían intentarlo […] Me enfadé tanto que dejé de hablarle […]
Que se estaba cavando su tumba y que no contara conmigo».
Soledad
aparece atropellada en la noche, con un chupete en la boca.
Lola
Cuadrado, escritora de novelas. Sin pareja, entregada exclusivamente a su
trabajo «Y Lola no tenía hijos ni
sobrinos ni nada por el estilo […] —¿Ni un ex con el que pudiera haber vuelto?
—No. Por lo menos desde […] hace más de diez años».
A
Lola le abren la cabeza con su trofeo literario y le ponen un babero al cuello.
María
de la Concepción Arjona, apuñalada en el abdomen y tirada en la fuente de un
parque junto a unos patitos de goma.
Las
tres mujeres, de edades diferentes, estaban embarazadas en el momento del
crimen, incluso María Concepción, de 54 años. Las tres se han quedado
embarazadas gracias a la clínica Felicitas, por lo que su directora, Natalia
Matute, está desolada, cree que puede ser obra de «retrógrados que no se han enterado de que las mujeres tenemos tanto
derecho como ellos a hacer lo que nos dé la gana».
También
Camino, la inspectora, está soltera y ha dejado de pensar en traer hijos al
mundo, algo que nunca le ha atraído y menos ahora, con 44 años.
Por
el contrario, Lupe, la más joven del equipo, debe enfrentarse a su hijo casi
adolescente y a un marido en el paro con sueños de escritor. Lupe debe luchar
con la conciliación familiar esperando que la traten en serio y dejen de
relegar su trabajo al papeleo.
Y,
finalmente encontramos a Teresa, a punto de jubilarse, con hijos y nietos,
feliz de su papel como ama de casa y cuidadora, y feliz de no haber deseado
adquirir más responsabilidades en el trabajo para poder dedicarse a su familia.
Mujeres
que realmente han debido elegir entre el trabajo (y las aspiraciones) y la
maternidad. Mujeres que, como la forense, cuando se han visto instaladas social
y laboralmente, se les ha hecho tarde para engendrar un hijo y deben pasar por
la tortura física y psicológica que supone la fecundación médica «Micaela la mira desde el fondo de unos ojos
acuosos, tratando de contener la rabia […] —Era un embarazo gemelar».
Otras,
que han decidido no engendrarlo, y deben pasar por la culpa personal o social a
la que serán sometidas, «No quiere un
hijo ni dos ni tres, como no quiere un marido ni un gato ni un perro. Quiere su
tiempo para ella, quiere ser buena en su trabajo […] quiere pasar por la
existencia disfrutando en lo que pueda […] ¿Es mucho pedir?».
En
cualquier caso son situaciones que el hombre no ha conocido, por lo que es
difícil que todos sean capaces de entenderlo.
Susana
Martín da cuenta con este argumento tan actual, de la sociedad española; el
poder que da el dinero y el afán por controlar de quienes poseen un
razonamiento asocial y egoísta. El grupo de sospechosos estaría en esta
situación. El grupo de víctimas es el resultado de las dificultades con las que
se encuentra hoy cualquier mujer, siempre apremiada a lo largo de los siglos
por el reloj biológico y hoy, además, capaz de desmentir el instinto maternal.
El grupo de policías es bastante resultón formado por mujeres y hombres
diferentes, unos con más corazón que aspiraciones, pero todos capaces de
realizar un impecable trabajo.
Si
el tema de la maternidad es el principal, no debemos obviar otro, presente como
fondo, la fertilidad como negocio. No todo en este mundo son buenas
intenciones. Asimismo, hay trazos de violencia de género, no olvidemos que las
huellas mentales, a diferencia de las físicas, apenas se borran con el tiempo.
El
suspense de Progenie está desde el
comienzo, en el que Soraya y Mª Jesús se dirigen felices a empezar su futuro,
pero esta narración queda interrumpida por el dolor del padre de Soledad al
enterarse de la muerte de su hija. Soraya y Mª Jesús irrumpirán de vez en
cuando en el relato, con una letra en cursiva que las diferencia del resto de
personajes, para generar una expectación creciente en el lector.
La lectura es fácil pues, a la personalidad diferente y atractiva de todas las mujeres, la autora añade una sugerente intriga que conseguirá hacer desaparecer a los sospechosos, por falta de motivos y por la manifestación de un secreto que saca a la luz el antiguo inspector. Con este personaje y este enigma la historia termina de enriquecerse y la estructura de la novela queda perfectamente encuadrada en cuatro partes y cuatro víctimas.
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