Creo que José María Pozuelo Yvancos es uno de los mejores críticos literarios que hay actualmente en España, sus libros sobre Teoría Literaria han representado la base de mi formación. Por eso lamento profundamente no estar de acuerdo con su afirmación sobre Independencia, «El mejor Javier Cercas. Una formidable novela. Léanla sin prejuicios». No creo que el mejor Cercas esté en Independencia. Mucho menos en El castillo de Barbazul, donde da la impresión de que ha querido mantener el juego personaje-autor, que puso en marcha con su novela anterior, para confundir los límites entre realidad y ficción al utilizarse él mismo como un escritor famoso. Un escritor de historias reales sobre Melchor Marín al que todos leen excepto el propio Melchor. Eso es lo que afirma el protagonista, sin embargo algo debe haber leído porque tacha de embustero a Javier Cercas. No sabemos con exactitud qué cuenta Cercas de Marín, pero quienes aseguran haberlo leído coinciden con lo relatado en la primera y segunda novelas de la trilogía Terra Alta, «—Leí la segunda porque Vero me dijo que salía yo –explica Vázquez —Independencia se titula… Luego leí la primera […] Que no están mal. Por lo menos son entretenidas, no como otros rollos macabeos […] ese cabrón se ha informado bastante…».
Poco
a poco el argumento va quedando intrincado en la trilogía y nos confirma quién
es en realidad Melchor Marín. Si en las anteriores no tiene problema para
saltarse la ley y tomarse la justicia por su mano, en El castillo de Barbazul arrastra a todos sus amigos policías a
llevar a cabo un asalto a la residencia de uno de los hombres más ricos y
corruptos del mundo. Y así, lo que no han conseguido las fuerzas
internacionales del orden más capacitadas, lo logran siete policías, algunos
fuera del cuerpo desde hace años, en menos de siete minutos.
La
novela vuelve sobre sí misma para exponerse como algo artificial en donde se
enfatiza el conflicto, destacando la relación entre realidad y ficción, entre
literatura y vida. Este es uno de los temas de El castillo de Barbazul, la confrontación del texto con la
realidad; otro tema es, qué duda cabe, la falta de identidad entre autor y
escritor. Cercas quiere confundir los límites y para ello se utiliza como
escritor de historias reales (las que verdaderamente lo llevaron a la fama) que
escribe pues, sobre un personaje real, Melchor Marín.
Es
una novela anafórica donde se alude constantemente al pasado ficticio, que
aparece en esta como consecuencia de la nueva aventura. Melchor Marín
protagoniza una metaficción historiográfica en la que el ejercer ahora de
bibliotecario es la excusa para que aflore el desconcierto de su hija y él se
afirme como lector de Javier Cercas, el inventor de esa realidad ficcional, el
que lleva a cabo la hazaña de la escritura en la que transmite la falta de
dignidad de quienes viven cara a la sociedad, la falta de empatía de los
poderosos y el daño irremediable que pueden causar
En
fin, en Independencia, Marín decidió
abandonar el cuerpo de los Mossos
d'Esquadra y presentarse a las oposiciones de bibliotecario de Terra Alta.
En esta entrega retoma su labor policial, aunque ya no lo sea, y deja de lado
al bibliotecario que, creo, nunca ha llevado dentro.
La
originalidad que supuso, en el siglo XIX, la reivindicación del autor en el
plano literario, llevándola a cabo al desdoblar su persona real y la imagen
proyectada en su obra, ha dado un paso más. Cercas es quien maneja a sus
protagonistas, sobre todo a Melchor Marín y lo coloca en situaciones extremas
para que denuncie diversas corruptelas en el ambiente políticosocial español.
La lamentable situación de la prostitución, la no menos lamentable corrupción
por el poder y ahora, la indignante trata de blancas que aún llevan a cabo, en
silencio, arropados, los más poderosos del mundo.
En
los medios de comunicación saltan de vez en cuando noticias sobre famosos
denunciados por violación, abusos, maltrato… Cercas intenta traer esta verdad a
la novela, pero en ningún momento estamos preocupados por Mattson. No hay
tensión. La hija de Melchor, Cossette, se entera de que su madre fue asesinada
y, enfadada con su padre por no haber sido sincero con ella, se va a Mallorca.
Allí desaparece; todo apunta a que está retenida en casa de Mattson. Pero nadie
hace nada, ni la policía ni los jueces. Cossette aparece después, a los dos
días, en unas circunstancias traumáticas psicológicamente. Así que nuevamente
es Melchor quien adopta el papel de policía (o más bien de justiciero) para,
con ayuda, poder desmantelar el dispositivo que llevaba entre manos el magnate,
«El jefe del Equipo de la Policía
Judicial se ha puesto lívido […] Atraídos por el escándalo, los agentes que
trabajan en la sala contigua acaban de irrumpir en el despacho del sargento. De
pie frente a este, Melchor no se vuelve hacia ellos. —¿Hace falta que te diga
lo que puedes hacer con esto?».
La
novela está estructurada en cuatro partes, cada una comienza con un narrador
externo que cuenta el pasado de Cossette, su infancia, la muerte de Olga, su
madre, su niñez con su padre y amigos de este, la adolescencia, cuando la
decepciona su padre, cuando desaparece… La historia inicial, en letra cursiva
da paso a la historia actual, en la que otro narrador en tercera persona va
presentando los hechos siguiendo la línea temporal. El juego entre narradores,
autor, personaje se acrecienta con esta técnica, lo que eleva su calidad
literaria. Sin embargo al caso, amargo, le falta angustia, tensión, apenas hay
detalles del proceder de los implicados en la red y apenas hay minuciosidad en
lo que ocurre después. Cercas carga más las tintas en la recopilación de la
historia de Melchor desde su primera aparición en Terra Alta que en los entresijos del caso.
Por
otro lado, el Epílogo, parece un cierre a la trilogía, en el que en apenas 27
páginas cuenta cómo apresaron al magnate filántropo Rafael Mattson, cómo quedó
cercado sin posibilidad de redención, cómo dejan fuera de juego a algunos
policías y jueces implicados en la red de abusos, cómo los amigos de Melchor
resuelven las desavenencias arrastradas de las novelas anteriores, cómo
Cossette es capaz de sobreponerse al trauma vivido, cómo algunos periodistas
arriesgan buscando la verdad, cómo Melchor rehace su vida junto a Rosa Adell…
En fin, como novela negra se me ha quedado demasiado ajustada, no encuentro el humor ni la ironía de algunos detectives, ni siquiera el odio o la amargura de otros. En este sentido, Melchor se comporta como un padre en apuros capaz de arriesgar lo que sea para salvar a su hija, sin embargo, del Epílogo sí podría salir otra novela completa en la que se denunciase la actuación de muchos lobos disfrazados de corderos.
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