sábado, 11 de diciembre de 2021

VOCES EN RUIDERA

Creo que lo he dicho en alguna ocasión pero lo confirmo. Si hay algo por lo que me gustan las redes sociales es porque encuentras personas a las que, quizá, no puedas llamar amigos, pero conectas con ellas porque ofrecen un punto de vista nuevo, una aportación o un enriquecimiento de algo que se ha dicho antes. Esto me ha sucedido con Ángel Goyanes (@angelhexacorde) quien, en uno de sus comentarios relacionados con mi análisis sobre Los perros de Riga, me recomendó leer a Francisco García Pavón, probablemente el primer autor español de novela negra. No lo conocía y me daba miedo enfrentarme a un guardia de la época franquista. Pero lo hice y me he llevado una sorpresa.

El autor colaboró en La codorniz, revista de humor referente en España durante mucho tiempo. También lo hizo José Luis Cabañas, el ilustrador de la portada y de algunos dibujos fantásticos de la novela. El humor de la revista está patente en la novela Voces de Ruidera. Y es conveniente leerla porque apreciaremos, sobre todo, el cambio social y de estilo literario.

En Voces de Ruidera el jefe superior de la policía de Madrid le encarga al Jefe de la guardia municipal de Tomelloso, Manuel González, alias Plinio, que vaya a las lagunas de Ruidera para enterarse de algo relacionado con un secuestro, del que no se sabe nada. Es secreto, tanto, que de los secuestradores sabemos que son argentinos pero, de repente ya no están allí, se han ido a Madrid. No hay caso. Eso es lo de menos. Lo que importa es que Plinio va con su mujer, su hija y su buen amigo Lotario, el veterinario, hasta las lagunas y resuelven el caso de las voces que, cada dos noches, a las 12, se oyen en el lagunoso paisaje de Ruidera, asustando a los campesinos y a los clientes del hotel.

El caso es sorprendente. Hay que llegar al final para descubrirlo. Pero aún más asombroso es lo que conlleva la investigación de Plinio, quien como un moderno don Quijote, no solo indaga en el motivo de las voces sino que explora el lugar con su fiel Lotario para ayudar a quien lo necesite. La diferencia es que don Quijote era rechazado por los lugareños y Plinio es admirado y respetado, lo que provoca confianza en quienes están a su lado «Si yo supiera que estaban aquí, aunque fuese dentro del coche, yo estoy seguro que funcionaba… El saberlos cerca me empitonaría más que toas las droguerías del mundo».

El humor es evidente en la novela, aunque hoy se consideraría políticamente incorrecto o falto de respeto pero en la década de los 70, el que era diferente a la mayoría lo pasaba mal y sabía que sería motivo de burlas lastimosas durante toda su vida. Es lo que le ocurre a don Circunciso, un agente de la policía secreta, enano, al que se refieren de la forma más variopinta «—¿Y el enano del perro?», «Sentado en la cama, con su pijama verde […] Ante el cuadro, Plinio aflojó la boca y estuvo a punto de reír […] en aquella camanca de matrimonio ocupaba poquísimo, sobre todo a lo largo, ya que las piernecillas le concluían a pocas cuartas del cabezal […] —Vaya ganas me están dando de pegarle una hostia al cañamón este», «cagarruto», «muslillos». En fin utilizan, tanto el narrador como los personajes, términos irreverentes, aunque nunca directamente, hacia el policía.

Las expresiones humorísticas son muy variadas, encontramos las que se refieren a datos históricos «Menandro era inteligente […] pero así que le tocaban algunos hilvanes de su mente le salía el Austria». Humor para sugerir la falta de cultura en el campo «les pones una lira delante y creen que es la reja de un ventanal moderno». Humor en la lógica frente a las costumbres habituales «no hay necesidad de enterrarlo con el (reloj) de plata atado a la muñeca. Que la tierra es poco agradecida». Humor, curiosamente, en la reivindicación de derechos de los considerados “normales”


—Es demasiada pleitesía. En este hotel parece que las personas de estatura normal no contamos nada.

—Eso está muy bien traído. Y no digamos los altos como yo. Aquí no hay como ser enanos y nada más. Vaya una leche.

En fin, García Pavón refleja una realidad objetiva al plasmar caracteres típicos en circunstancias peculiares, pero los fallos de esa forma de ser quedan ocultos en el humor, por lo que se produce una simplificación del relato y de argumentos que lo corroboren. No es necesario. Los argumentos se refieren mayormente al paisaje, extraídos de obras literarias de Cervantes «—Yo me entiendo Manuel, La Cueva de Montesinos, el Castillo de Rochafrida», de investigaciones consagradas como la de Gayo Plinio «Este conjunto hidrológico constituye un caso excepcional en la península…», o de noticias periodísticas «las lagunas parecen estar aquí fuera de su sitio… La Vanguardia de Barcelona, 1954».

El realismo de Voces en Ruidera es ingenuo, confiado en un referente paradisíaco, por lo que es fácil establecer una novela verosímil en la que el autor consolida la tradición con datos que revelan una gran fuerza social, sin eludir alguna crítica, sobre todo a la falta de cultura.

Las descripciones, casi idílicas, inventan un paisaje real que provoca sensaciones irreales que redefinen el lugar. El efecto real que se marca en las páginas marca el realismo literario, casi mágico, del paisaje, hasta el punto que, ese paisaje es uno de los protagonistas principales, de hecho a veces se confunde con el hombre, pues es el que aporta el carácter a los manchegos, «No es paisaje de encuentros súbitos […] El llanero manchego fue siempre hombre de pensares solos […] la terca llanura que sostiene Tomelloso».

Voces en Ruidera tiene un estilo costumbrista que desprende un amor absoluto por el ambiente local, aunque no moraliza. García Pavón emplea un tono algo intrascendente que le permite no profundizar en determinados horrores cometidos por estos hombres que, amparados en su soledad, pueden dar rienda suelta a los más bajos instintos. El caso de las voces está relacionado con el horror de la violación y el asesinato, tratados ambos de forma superficial, casi disculpados. Como explicables son determinadas conductas incestuosas, abyectas, que sorpresivamente se tratan en el caso. Imagino que para eludir la censura porque a pesar de estar tratado todo con cierta liviandad, ahí queda. Son conductas actuales que se ajustan a un pasado amplio que abarca desde crónicas, leyendas o chascarrillos hasta pasajes de la literatura clásica.

El estilo intelectual amplía el retrato de la Mancha campesina. El narrador percibe la realidad desde la admiración de un paisaje que, en el fondo, refleja la resignación y el sufrimiento de los más desfavorecidos. No hay que olvidar a las madres que aparecen o a la prostituta Gala.

Es curioso, porque los personajes femeninos aun estando dotados de belleza no son eróticos ni sensuales o pasionales, están unidos a la piedad, al amor puro o incluso al paisaje, con cierto encanto artístico pasivo «un sol limón, […] que trepaba por los brazos y los hombros de la hija de Plinio, hasta metérsele por el escote con guiño sicalíptico».

La mujer “impura” se asocia a la decadencia, a la lástima que inspira, al rechazo, «ahora cambiaban muchos las cosas […] la tibia y el peroné se le curvaban con poco hacia afuera a manera de horcate».

Y la mujer mayor tiene un papel irrelevante, retratada con un perfil vago, como de objeto.

No cabe duda de que la lectura del investigador Plinio merece la pena para recordar un pasado no tan lejano ni extraño y, sobre todo, admirarnos con la creación de términos imposibles que mantienen la sonrisa a lo largo de la lectura «profesora pantalonera, preñería, sonllorando, chuminá, paneando, aire pensaroso, charla escachifollada, a golpe de senojil».

Indudablemente una lectura diferente, para que no se nos olvide lo que fuimos, así que, de nuevo, gracias a @angelhexacorde por la recomendación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario