He
terminado un librito de Sor Juana Inés de la Cruz que recomiendo
encarecidamente. El título, Enigmas de la Casa del Placer,
refleja sólo una parte, aquella que contiene estos enigmas o acertijos que
nuestra monja escribió para deleite de sus compañeras y cuyo objetivo era la
Condesa de Paredes, o mejor, exponer la experiencia amorosa que tuvo con María
Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, desde la pasión hasta el orgasmo.
Pues
sí, en el siglo XVII, Juana aprendió a leer a los tres años, antes de los
dieciséis pidió ir a la Universidad, travestida de chico por supuesto, (algo
que luego ridiculizó en una escena inolvidable de Los empeños de una casa, en la que traviste al criado y consigue
que uno de los galanes se enamore de ella-él). Y cuando se dio cuenta de que la
esperaba un matrimonio por el que no se sentía atraída (aún no se permitía el
casamiento homosexual), decidió meterse a monja, no por vocación, aunque era
creyente, sino para poder estudiar, investigar, escribir, dedicarse a cultivar
la mente y el alma. Así llegó al convento de Santa Paula, de la Orden de San
Jerónimo, donde disponía de una celda de dos pisos y sirvientas, perfecta para
celebrar reuniones y recibir visitas en las que trataban temas para combatir la
misoginia y atacar la política sexual basada en la teoría de que hombres y
mujeres somos diferentes y los hombres son superiores. Estas tertulias
pertenecían a la Casa del placer, movimiento político sobre la reivindicación
del valor de lo femenino, que empezó en el siglo XIII y podríamos decir que aún
no ha terminado.
La
poesía y dramaturgia de Sor Juana Inés le valió en su época el apelativo de
décima musa.
Las
musas eran deidades de la mitología griega que inspiraban las ciencias o las
artes y vivían en el Parnaso, junto a Apolo. Nacieron cuando Zeus se unió a
Mnemosine durante nueve noches seguidas dando como fruto a Calíope, musa de la
poesía épica, Clío, de la historia, Erato, de la poesía lírica, Euterpe, musa
de la música, Melpómene, de la Tragedia, Talía, de la Comedia, Terpsícore, de
la danza, Polimnia, musa de los himnos y Urania, de la Astronomía. Así pues,
las musas eran nueve.
Durante
el Siglo de Oro Lope de Vega denominó como Musa Décima a doña Oliva Sabuco,
gran filósofa contemporánea del Fénix de las letras; algo después, también en
el siglo XVII, se consideró a Sor Juana Inés la décima musa, por ser una de las
escritoras más famosas e influyentes, y defensora del derecho a la libertad
sexual e intelectual de la mujer.
Esto
es fantástico, aunque para ser exactos debería haber sido la duodécima musa, ya
que Platón concedió a Safo (por motivos parecidos a los de Sor Juana Inés) el
apelativo de Décima musa.
Sea
cual sea el ordinal que ostente, con lo que debemos quedarnos es con la labor
que la mujer (de todos los tiempos) ha venido realizando para ser considerada igual
que los hombres.
En
los temas que predominan en la literatura de la religiosa mexicana abundan los
típicos del barroco español, el desengaño, la brevedad de la vida, lo efímero
de lo material… pero en estos enigmas brillan, con agudeza indescriptible, los
sentimientos provocados por el amor, en concreto hacia María Luisa Manrique,
condesa de Paredes, casada con Tomás de la Cerda y Aragón, virrey de Nueva
España.
Los
enigmas son poemas amorosos en los que la forma de acertijo remite a un retrato
perfecto del impulso y ansiedad entre ambas mujeres.
Pero
aún leeremos antes en el libro la dedicatoria de Sóror Juana Ignés de la Cruz a
su Lysi, en forma de romance, con un comienzo totalmente respetuoso
A
vuestros ojos se ofrece
este
libro por quedar
ilustrado
a tanto sol,
digno
de tanta Deidad.
que
pasa por la seguridad del amor correspondido y termina con un final cargado del
doble sentido humorístico, propio de la escritora
Y
si por naturaleza
quanto
oculta penetráis
todo
lo que es conocer
ya
no será adivinar.
A la
dedicatoria le sigue un prólogo, en donde avisa al lector de que eleva sus
pensamientos al cielo pues «Piedoso
absuelve sus indignidades».
Hasta
cuatro preámbulos, escritos por religiosas de diferentes monasterios y por la
propia condesa de Paredes, ensalzan la labor de nuestra poeta.
El
primero, en forma de endechas reales compara a la Décima Musa con las flores
que «mejoran de Estación las primaveras»;
de hecho, las metáforas naturales abundan, «amaneciendo
solo en tus estrellas». El preámbulo finaliza, como era usual, al dar fe de
la autenticidad y valor de lo escrito «Tan
hijo de tu musa / este libro se ostenta».
La
respuesta satisfecha de la Condesa de Paredes queda expuesta en forma de
romance
A
ti misma te excediste
pues
este Libro, que veo,
casi
que sería malo
si
aun no fuera mas que bueno
El
tercer preámbulo, a cargo de Sor Françisca Xavier, en forma de romance de arte
mayor, recuerda el «sentido encubierto»
de los enigmas, y con juegos de palabras coloca a nuestra musa por encima de
Apolo «tan sabia te riges que de embidia
Apolo / si no rompe la lira, la depone» e insta a España a leerlo para que
dé testimonio de la amistad con México «que
son más perdurables las memorias / gravadas en los pechos, que en los bronces».
El
último preámbulo, también en endechas endecasílabas o reales, escrito por una
religiosa del monasterio de Santa Ana, proclama a Sor Juana Inés como vencedora
absoluta «A quien el alto Apolo / la
frente coronó» y causante de que México haya elevado su categoría literaria
«Por ti la nueva India […] ser noble Cuna
de otra Luz mejor».
Le
siguen al libro, como era usual, dos censuras y tres licencias, también
escritas por monjas en las que los recomiendan encarecidamente como válidos
para pasar el tiempo pues son «Inigmas
considerados e expostos com igual decoro que engenho», enigmas «dignos de que na Casa do Prazer, espera de
mais lúzidos Astros, se Leam e se interpreten», enigmas perfectamente legales
«que não tem nenhum defeito / pois da
Caza do Respeito / passa à Caza do Prazer», enigmas, por fin, adecuados a
la sociedad «pois ter altos pensamentos /
não hé contra o bom costume».
Una
vez leídas todas las alabanzas previas, escritas por mujeres, no por hombres
importantes como era costumbre, podemos introducirnos con gusto en los veinte
enigmas, de los que es obligado resaltar las numerosas antítesis que sugieren
cierto engaño de los sentidos y afianzan la fragilidad del afecto, lo esquivo
de la esperanza, «el callarLa, cobardía,
/ dezirLa, desatención?».
Estos
acertijos tienen todos la misma respuesta, la pasión amorosa, los celos, el
amor, la contención sexual, la imagen de Cupido, la conquista amorosa, el poder
humillante de la idolatría en el amor, el llanto, el beso, el impulso sexual,
el flechazo amoroso, las lisonjas del cortejo, las relaciones sexuales o la
imagen de Venus en todo su esplendor. Es decir, la respuesta está implícita en
las experiencias amorosas, en lo que supuso el amor para Juana y Lysi.
La
estrofa elegida, la redondilla, es perfecta para expresar este sentimiento sin
aristas, circular, rotundo
¿Quál
es aquella homicida
que
piedosamente ingrata
siempre
en quanto vive mata
y
muere quando da vida?
El
empleo del oxímoron refuerza el caos que provoca en nuestra mente el afecto «el mejor mal». Las alusiones
mitológicas y a la literatura grecolatina ennoblecen esta poesía aportando a la
redondilla categoría de Arte Mayor
¿Quál
es la Sirena atroz
que
en dulces ecos veloces
…
Las
paradojas aseguran la contención que toda libertad sexual conlleva «se haze a sí mismo dichoso / y a sí mismo
desdichado?»
Las
rimas internas se consolidan con las paranomasias, por lo que el contraste
antitético se convierte en un paralelismo, reflejo del gozo experimentado “atrevido-proferido” “osado-callado”.
Finalmente,
el uso del hipérbaton no es sólo un cultismo sintáctico que pretende recrear
una construcción latina, sino que adquiere una finalidad enfática al unirse a
la lítote, para remarcar acciones propias del flechazo amoroso «es su remedio cegar, / siendo su achaque el
no ver».
Pues
si en el siglo XVII, una mujer lo dijo tan claro, sin tapujos, hoy, en el XXI
no sólo las mujeres, todos los hombres también deberían leer estas
reivindicaciones para que no suceda, aún, lo que la propia Sor Juana Inés de la
Cruz advirtió en su poema Hombres necios
que acusáis:
Siempre
tan necios andáis
que,
con desigual nivel,
a
una culpáis por cruel
y
a otra por fácil culpáis
Bello....un elogio amoroso. Gracias por éste contagio, éste virus por la mujer inteligente, libertaria, amorosa
ResponderEliminarGracias a ti por leer, por admirar a esta décima musa y a todas aquéllas que siguen luchando por un mundo en el que lo importante no sea el sexo que tengas sino los buenos sentimientos.
ResponderEliminar¡Seguimos ilusionándonos con la buena literatura!