sábado, 25 de mayo de 2024

TÚ BAILAS Y YO DISPARO

En Madrid encuentran, en una maleta, el torso de una mujer. No tiene cabeza, ni extremidades. También le han cortado el pecho y un tatuaje al final de la espalda. El asesino se ha querido cerciorar de que no van a encontrar huellas ni restos en los que poder apoyarse para descubrir la identidad del cadáver. Pero lo hacen; poco a poco al grupo X de la Brigada Judicial se unen los de Homicidios, Asuntos Internos, Sistemas Especiales, el GOIT, la UCAO, la UCRIF… Entre todos descubrirán no solo al asesino, también una red de trata de personas con la que el crimen organizado llevaba tiempo extorsionando y lucrándose.

Los protagonistas, Jaime Valle (Jimmy) y Luis Mangas, aunque de diferentes generaciones, tienen en común que son los típicos arrogantes, bravucones, que no están dispuestos a que nadie se salte las normas aunque para ello deban recurrir a cierta violencia que asumen necesaria con algunas personas «Sin darle tiempo a responder, le barre las piernas de una patada y le hace caer de bruces al suelo […] —Cuando al gordito se le pase el susto limpiáis todo esto y os largáis».

Y, curiosamente, las protagonistas, Noa Palacios (su jefa) y Julia Zaldívar (inspectora de la UCRIF) razonan más, investigan, utilizan el cerebro antes que los músculos. Incluso la inspectora Paula Vicente es homosexual. Hay toques de actualidad en el bando femenino de Tú bailas y yo disparo; no tanto en los hombres de la Brigada Judicial. Será que las mujeres tenemos más capacidad de adaptación o que nos sentimos mejor cuando no estamos tan encorsetadas.

Manuel Marlasca escribe su primera novela y, en general, está bien. Está bien escrita, aunque haya párrafos que formen una auténtica loa policial. La novela de Marlasca es negra, no podía ser de otra forma, pero es de un negro absoluto cuando nos presenta a los malos; los policías brillan en las descripciones. Sin embargo, si pensamos en quién puede tener recursos para enfrentarse a los más destacados grupos operativos policiales, los sospechosos se reducen. El malo malísimo debe ser alguien que haya tenido contacto con ellos.

No quiero desvelar nada pero sí aludiré a lo que no ha terminado de gustarme. El autor es muy claro a la hora de recomendar escritores de novela negra española y yo estoy de acuerdo con él, pero no localizo a esos «superpolicías que persiguen a barrocos asesinos en serie que llenan las páginas de las novelas negras de los últimos tiempos» porque he leído alguna que otra saga y he disfrutado con la imaginación de sus autores, como Susana Martín Gijón, Arantza Portabales o Javier Marín.

Asimismo, en Tú bailas y yo disparo, «Mangas comprueba espantado que […] teléfonos móviles y graban la escena, unas imágenes que acabarán extendiéndose como células cancerígenas por las redes sociales y que reproducirán los programas de televisión en los que todólogos hablarán sin saber nada de lo ocurrido allí»; es curioso que Marlasca se haga eco del espanto de Mangas cuando él mismo colabora con uno de esos programas televisivos amarillistas de la historia.

El protagonista, Jimmy, es demasiado altanero y con esa arrogancia menosprecia otros trabajos «—Y vamos a quitarnos estos putos disfraces de mensajeros, que no estudié para esto»; su altivez, y la de Mangas, los llevan a un trato deshumanizado con lo que ellos consideran chusma: «…Es tu puñetera madre, que se colgó y se metió en la maleta para no saber nada más de ti, ruinas. Jimmy se ríe al escuchar a su compañero…». Y esa petulancia del que se cree por encima se transforma, con las mujeres, en un paternalismo de otro tiempo «—…Nadie te va a detener. Mis compañeros te van a invitar a desayunar y luego […] nos vas a decir dónde está tu novio. No querrás que se coma este marrón ¿verdad?».

En fin, son fallos en la concepción de la mujer, demasiado tópica «Nota cómo la mujer le lanza una mirada genuinamente femenina, la que sirve para valorar una posible amenaza en caso de disputa por un macho alfa». Y fallos en una concepción machista que, al menos muchas mujeres, esperamos que formen parte de los estereotipos a desaparecer, «Como diría mi cuñado Juanín, el asturiano, “Ye mucha muyer pa ti, nun llegues a los pedales”. Joder con el tapón del abogado sí que quiere picar alto».

En la novela queda claro que el dinero es capaz de corromper a cualquiera, policías, jueces, médicos… Son estratos sociales que dificultan la labor policial porque quien extorsiona tiene poder. Marlasca está bien informado sobre los recursos de comunicación que disponen los diferentes grupos de la policía, así como de sus formas de actuación. Hay un tema claro y es la corrupción, la facilidad que tiene el dinero para corromper. El crimen organizado tiene dinero y poder. Como subtema creo que resalta la importancia de los cuerpos especializados para resolver casos complejos.

El autor describe bastante bien la realidad actual donde hay un grupo de jueces que claramente toman decisiones partidistas, lo que hace que los poderosos sigan actuando impunemente. Es cierto que la mayoría de los jueces trabajan para «hacer justicia» y también lo es que deben soportar «ataques que en los últimos tiempos sufre la judicatura desde distintos grupos políticos». Sin embargo, personalmente, echo en falta que se hable más claro sobre estos grupos políticos porque, indudablemente, son distintos aunque con una línea de pensamiento bastante similar.

En fin, he notado en la novela cierto posicionamiento hacia la derecha que menosprecia a la cultura, a la izquierda y a la igualdad. Y no se puede medir todo con el mismo rasero. Y ya no se puede tratar con cierta frivolidad a los machistas ni a los fascistas. Porque los antifascistas no tenemos traje ni los mentecatos pasan por antifascistas sino por todo lo contrario, «No se sorprende al comprobar el cóctel pijoprogre que compone su discoteca ideal: Aute, Serrat, Sabina […] Ahora, piensa, cualquier mentecato se pone el traje antifascista con unos cuantos twits y stories de Instagram como hoja de servicios».

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