Otra
novela que agradezco a la Concejalía de Juventud de Cartagena y su Proyecto Mandarache. No conocía a la autora, Meryem
El Mehdati, entre otras cosas porque creo que es la primera que escribe,
así que una vez terminada Supersaurio, entré en internet para
saber algo más de ella. Me han sorprendido varios aspectos; el primero, su
juventud, aunque por la forma de escribir, intuía que no debía tener más de 35
años. Efectivamente, nació en 1991. El segundo es la habilidad mostrada para
escribir una primera novela, con una frescura y un ritmo increíbles. Más de
trescientas páginas que no se hacen pesadas en ningún momento porque la
variedad de recursos es abundante. Las frases cortas, en presente, son
empleadas en repetidas ocasiones lo que aporta agilidad e inmediatez a la
narración: «A su lado Omar cambia su peso
de pierna. Se lleva su vaso a los labios, da un trago. Es whisky. Aparto la
mirada, siento que estoy viendo algo privado, algo íntimo. […] Sudo en mi ropa…».
Pero también abunda en su estilo la falta de signos ortográficos, a veces
durante todo un capítulo; con esto consigue el extrañamiento en la lectura y la
necesidad de volver atrás; además la falta de puntuación aporta cierto absurdo
a la situación y ayuda a poner en entredicho normas que se dan por aceptadas
socialmente, como las campañas ecológicas que la gran mayoría afirma seguir
pero en realidad no son tantos: «que por
qué no puede ponerme lo que me ha puesto en el vaso de papel en el termo acaso
no sabe que así…».
El
vocabulario es absolutamente coloquial con expresiones de diferentes jergas:
juvenil, «Entro en el modo ahorro»;
actual-política, «Soy una persona bio»;
machista descalificadora, «no conozco a
muchos tíos que no tengan una ex que esté o estuviese loca»; expresiones
usadas en las plataformas audiovisuales actuales, «cambia las contraseñas de Netflix y de Amazon Prime»;
imprecaciones de las conversaciones habituales, «—Coño, de ella pero las compartíamos» «una idea tonta de cojones»;
cambios en la normativa ortográfica para semejar organizaciones en direcciones
de internet «…treinta y tres terrones de
azúcar, todos para mi body, sinazucar.org que reviente»; expresiones
comparativas con situaciones de la vida diaria, «me hace ir como una moto el resto de la jornada»; terminología del
ambiente laboral «el discurso de la
meritocracia y el trabajo duro están en mi ADN»; anglicismos utilizados de
forma habitual «¿Por qué cobra más un
business assurance manager que la cajera de un supermercado?»; sinónimos
referenciales que van graduando las sensaciones para reforzarlas, «a mí las dificultades me producen angustia,
fatiga o hastío»; adjetivos autoimpuestos que logran despojarla de
sentimientos, «cuando llego a casa me
siento drenada»; expresiones crueles con la propia narradora, para reflejar
la hostilidad hacia el interlocutor que, por hiperbólicas, son tomadas de forma
humorística por el lector, a pesar de que reflejan el estado de impotencia en
que se encuentra, «Preferiría que me
atropellase un taxi con la COPE al tope de volumen que firmar un solo correo
como gestora de talento»; escritura que refleja en su forma el significado
de la palabra «des pa
ci to»; onomatopeyas que
acercan al lector a la situación, «pasar
la tarjeta de mi jefe fssshhh fssshhh»; transcripción de fonemas como
palabras «10:34 a eme»; maldiciones
para contrarrestar el malestar de las mujeres cuando los hombres se sienten con
derecho a alabarle a una chica su físico sin importarles humillarla «Me dijiste “qué tetas” y me sonreíste como
si compartiéramos un secreto. Ojalá te dé un ictus antes de llegar a donde sea
que estés yendo, ojalá te atropelle un camión y te haga papilla a mis pies. No
vuelvo a ponerme esa camiseta en la vida»; expresiones en árabe de las que,
por la conversación, entendemos su significado y términos usados en las redes
sociales, con el inglés como lengua materna, «…abro mi perfil de Tinder hago match con Iván 28 fucking delusional
man living the room emoji de bandera de España emoji de bandera del Reino Unido
emoji de jarra de cerveza emoji de machanguito corriendo».
En
fin, diversidad de recursos, pluralidad de enunciados que acercan la lectura a
todo tipo de lectores; indudablemente los más jóvenes se verán reflejados no
solo por la estructura formal de la novela sino también por el contenido.
Otra
sorpresa, tras buscar a la autora, ha sido encontrarme con una novela
antigénero. En realidad Supersaurio
representa, más que una antificción, una autoficción novelada. No cabe duda de
que es una novela del yo. La novela está protagonizada por Meryem, que como la
propia autora «Nací en los 90».
Asimismo vive en Puerto Rico (Gran Canaria), escribe fanfiction, le gusta el
café y los donuts y el agua con gas.
Cuesta
separar a autora y protagonista pues, aunque todos sabemos que no son lo mismo,
Supersaurio es toda una declaración
de intenciones. Escrita a modo de diario, aunque por meses que no especifican
el día. Los capítulos van numerados, desde el 1, en cada parte, excepto los
Fandom intercalados.
Dividida
en tres partes, que cuentan la vida de Meryem a los 26, 27 y 28 años. Su
entrada en la cadena de supermercados Supersaurio como becaria en la Primera
parte, como parte del grupo de personal externo en la Segunda y como parte del
equipo directivo en la Tercera. Esto la lleva a dudar de sus propias
convicciones porque pasa de sentirse totalmente ninguneada y explotada a tener
a su disposición una becaria con la que actúa de forma similar a como lo
hicieron con ella. El sistema te atrapa y es imposible ignorarlo pues el dinero
es primordial.
La
novela es, en realidad, una crítica a la sociedad que les ha tocado vivir a los
jóvenes, las dificultades para encontrar un trabajo, para poder valerse sin la
ayuda de los padres, para intentar llevar una vida que se ajuste a las expectativas
sociales, familia, hijos, trabajo, casa… cuando la vivienda tiene precios
exagerados, los trabajos no son estables y están mal pagados y las familias
pueden ser diferentes a como lo eran porque también las identidades como
persona han variado. En este nuevo mundo traer hijos puede suponer, en
ocasiones, una verdadera odisea a la que no todos pueden hacerle frente. Meryem
sabe de lo que habla, pues ella además de estos condicionantes tiene el de su
nombre. A pesar de ser española y haber nacido en Gran Canaria, sus padres son
emigrantes, algo que la va a llevar a no sentirse perteneciente a un grupo en
concreto.
El
problema de la emigración también se trata en Supersaurio aunque lo más destacado es la dificultad de ser mujer
en una sociedad que no se llama machista pero aún tiene mucho camino por andar.
El Mehdati expone un mundo algo tópico y exagerado pero con un fondo cierto «¿cómo evitas ahogarte cuanto tienes una
hipoteca tres niños y un minivolumen con una persona a la que detestas? Mejor
darle la chapa a la pobre idiota que no ha podido evitar coincidir contigo en
el ascensor. Otro puto lunes aquí»; la gran mayoría de personas no
disfrutan con su trabajo, no son felices porque no han querido claudicar a sus
principios y por lo tanto no han podido integrarse o se han integrado y
sobreviven a costa de haber renunciado a sus aspiraciones.
La sociedad se muestra más amigable, más divertida, más tolerante que en otras épocas pero siempre hay límites ocultos que solo percibes si eres joven, si eres joven de familia trabajadora, si eres joven, mujer de familia trabajadora, si eres joven, mujer, emigrante de familia trabajadora. Entonces es cuando puedes percibir el odio, la tristeza, la incomprensión, la humillación y la falta de respeto hacia tu persona. Meryem El Mehdati nos lo recuerda con cierto humor pesaroso.
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