A
estas alturas no es un secreto que me gusta la novela negra, aunque quizá no
sea auténtica necrófila porque, en ocasiones, cuando la tortura va muy allá,
cuando la descripción es demasiado minuciosa o abundan los detalles escabrosos
leo más deprisa, incluso me salto algún renglón; es como si mirara para otro
lado —que es lo que hago en el cine—. Bueno, pues dicho esto, al ver el título
y la portada apenas me decidía a coger el libro, tanto es el asco que me dan
estos insectos. Por un momento pensé en forrarlo. Pero lo superé porque me
podía la curiosidad. Me encantó el primer libro de la saga de Harry Hole, Murciélagos
(y he leído después que está considerado, junto al segundo, como los
peores), así que me dispuse a leer Cucarachas. No me ha defraudado.
Hole, a pesar de su juventud, ha madurado; es menos impulsivo que cuando fue a
Australia, más reflexivo aunque mantiene su sello de identidad, que es lo que
lo hace más atractivo.
Nuestro
detective reside en Oslo, su lugar de origen, y en esta ocasión es requerido
desde Bangkok para resolver el asesinato del embajador de Noruega en Tailandia
mientras estaba en un hotel. El jefe de policía, amigo de Harry, insinúa que
puede mandar a otro (dado su estado de embriaguez casi constante). Pero lo
quieren a él. Cuando empieza a investigar, todos nos damos cuenta de por qué el
interés en Hole. Pensaban que su cerebro no sería capaz de desvelar, entre
otros asuntos, la red de pedofilia en la que algunos políticos y policías
participan con impunidad. Precisamente el embajador no estaba en un hotel al
uso, sino en uno donde alquilaban niñas para disfrute sexual, y en su maletín
se encontraron fotos de pederastas abusando de niños.
Querían
dar pronto carpetazo al caso. No interesa el escándalo mundial.
Jo Nesbø ha acertado con el título y la
comparación entre estas dos especies, «se
esconden cuando notan las vibraciones de alguien que se acerca y que, por cada
cucaracha que se ve, diez se han escapado ya». No he visto nunca una
denominación tan acertada del pederasta.
El
autor noruego consigue que la novela sea doblemente interesante pues, a la
trama, va intercalando datos curiosos sobre la cultura, tradiciones y
costumbres tailandesas.
—Hábleme
del tráfico local de putas —dijo Harry
—Es
aproximadamente tan denso como el de coches
No
solo las prostitutas y los niños circulan de manera usual, lógicamente, fruto
de la miseria de cierta parte del país, la gente se relaciona socialmente en la
calle por pudor, por respeto al otro, para que nadie vea dónde vive. También el
cultivo de opio es generacional. Es evidente que, en este ambiente, la mafia se
mueve apoyada por los poderosos más corruptos. Y es un misterio por qué los
karaokes tienen tanto éxito, a no ser porque es «el lugar idóneo para encuentros secretos».
Rodeado
de deshonra, Harry Hole se dispone a resolver un caso que a pocos interesa sin
abandonar el sarcasmo, en los peores momentos, ni el sentido del humor ácido,
en cualquier ocasión «El vuelo había sido
un calvario. La librería del aeropuerto de Zúrich solamente vendía libros en
alemán y en el avión habían proyectado Liberad a Willy 2».
Está
claro que el estilo desenfadado de Nesbø engancha, a pesar de que en Cucarachas se den demasiados
contratiempos, políticos en su mayoría, que consiguen hacer de este caso algo
sumamente complejo. La víctima, un alto cargo político está involucrada en
turbios asuntos que desvían nuestra atención, pues se mezclan con la mafia, la
pedofilia, la corrupción urbanística, las apuestas, la compraventa… intereses
todos de gente importante que querrá mantenerlos como están. Da igual que dos o
tres personas se queden por el camino. No es importante. De hecho, también en
la realidad, hay delitos que continúan, con el paso del tiempo, más feroces y
detestables.
La trama
está repleta de giros causantes de que el lector vaya de un sospechoso a otro
según le interese al autor. No pasamos por alto aquellos con verdaderos motivos
para que el caso no salte a los medios, tampoco olvidamos a los que son
demasiado oportunos, demasiado abiertos o explícitos, demasiado confrontados a
una mayoría que, en el país más perverso del mundo, tiene algo que ocultar.
En Cucarachas aparecen abundantes secretos
en torno a Harry para dificultarle la labor y conseguir así que las altas
instancias de la civilizada Noruega no se vean involucradas, y las que presiden
la adulterada Tailandia sigan rodeadas de lujos en medio de tanta penuria.
Pero, a pesar de las apariencias de los poderosos, aunque no las veamos, las
cucarachas están ahí.
Jo Nesbø
ha construido un argumento perfecto, desgraciadamente bastante realista. Una
vez leído el texto todo encaja, incluso ese final sin arreglar, porque la
solución pertenecería exclusivamente a la ficción, a la utopía y vivimos en un
mundo que se descompone. Hole se mueve entre multitud de personajes que
complican la lectura con mentiras y traiciones, pero él es adicto al trabajo,
¿por su tortuosa vida personal? ¿O es al revés? En cualquier caso leemos la
novela inmersos en el estilo ameno de Nesbø, que no olvida, a pesar de los
pesares, la finalidad principal de la literatura, distraer, «Llegó cojeando a donde estaba la chica del
mostrador, quien parecía estar posando para El grito: inmóvil, sin emitir
sonido alguno por la boca». El autor sabe describir ambientes y acciones,
en ocasiones sin recrearse demasiado en aspectos morbosos porque lo que
interesa no es tanto el cómo sino por qué ocurrió.
Y si vamos leyendo a gusto, entretenidos, con cierta inquietud y bastante curiosidad, al llegar al final nos sentimos pletóricos. Todo es trepidante, desquiciante, aberrante, desasosegante… interesante. Nos mantenemos alerta porque en una perfecta sincronía intercala acciones, personajes y espacios. Somos conscientes de que la relajación de unos supone la tortura de otros. Nadie puede liberarse de la muerte si el asesino lo ha planificado, porque no está dispuesto a perder. Negociará con el mismísimo infierno si es necesario. Pero este asesino no cuenta con que Harry Hole tiene su propia ética, que no coincide precisamente con la policial o política. Hole es una especie de superhéroe que aguanta todo lo que le ocurra, para poder sobrevivir a caídas desde una ventana, a ahogamientos en la piscina o a balas que lo atraviesan, porque, Jo Nesbø, a modo de ángel, cuida de él, para que pueda enfrentarse a otro caso.
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