He
terminado esta novela y estoy hecha un lío. Creí, al comenzarla, que no me iba
a gustar y he terminado enganchada. No sé si es novela negra, si se trata de un
diario psicológico o si volvemos al perspectivismo múltiple. Creo que es una
novela que a la vez son tres, porque son las partes en las que está dividida.
Tres puntos de vista. Tres protagonistas principales. Tres localizaciones desde
las que se resuelve un caso de asesinato que lleva parado un año.
La
policía no pudo detectar al asesino de Cristina Esquivel. Sus padres están
convencidos de que su marido, Yalal Huseim, la mató y envió después a la hija
de ambos a Marruecos con su familia. Pero la policía no culpa a Yalal, no hay
pruebas que lo incriminen, no estaba en casa cuando sucedió. Así que los padres
de Cristina contratan a Arturo Zarco como detective, para que encuentre lo
necesario que pueda culpar a Huseim.
Partiendo
de este hecho, hubo un crimen, la novela adopta en su primera parte, El detective enamorado, el punto de
vista de Zarco, quien al llegar a la casa de Yalal se queda prendado de Olmo,
un chico de 19 años que vive en otro piso con su madre, Luz. El detective
intuye posibilidades y comienza una relación de aproximación al joven. Zarco es
consciente de que a Luz, la madre de Olmo, no le gustará la pretendida amistad.
Durante
su visita al edificio, pregunta a los vecinos para descubrir que nadie sabe
nada, que a nadie le gustaba Cristina Esquivel y que puede haber más de un
culpable. Por la noche, el detective habla con Paula, su exmujer, a la que
abandonó tras decirle que era gay,
para comentarle los avances de la investigación, Y ahora nota que estoy a punto de desmoronarme no sé si a causa de lo
que he vivido o por su culpa. Arturo lee el diario que le ha dejado Luz, en
el que por orden del doctor Bartoldi apunta cada día lo que hace, lo que piensa
y cómo se encuentra con la nueva medicación. El detective encuentra algo raro
en ese diario y se lo pasa a Paula para que lo ayude a interpretarlo «—Luz me ha dado algo que quiero que leas.
Tú lo harás mejor que yo porque ella y yo nos parecemos demasiado».
La
segunda parte, La paciente del doctor
Bartoldi, es la autorreflexión que Luz va escribiendo día a día, comentando
su vida personal, su fracaso como mujer y madre, y el éxito obtenido con otros
propósitos. En el diario no solo se atribuye el asesinato de Cristina sino que
describe el de aquellos vecinos a los que hizo desaparecer por diferentes
causas.
Pero
Marta Sanz da una tercera vuelta de
tuerca y en Encender la luz, le da la
palabra a Paula. Ahora es ella la que, para ayudar a Zarco, se dirige al
edificio y a casa de los padres de Cristina y pregunta, engarza las respuestas
que obtiene a las confesiones de Luz hasta llegar a lo ocurrido verdaderamente.
Nada
es lo que parece en Black, black, black, una novela en la que lo más negro es el
daño que quieren hacerse Paula y Arturo, a sí mismos y al otro. Arturo no se ha
perdonado ser homosexual, no ha superado que hay otra vida, que es la que le
gustaría llevar, libre de los prejuicios que lo llevaron a un matrimonio
convencional para, lógicamente, maltratar psicológicamente a su mujer. Paula no
se ha perdonado pensar en que su marido podría cambiar al estar con ella. En
realidad no ha superado el defecto físico que la ha traumatizado desde siempre.
Paula es coja y, al igual que Arturo, deberá aceptarse como es para poder vivir
en paz. El problema es que aunque ambos creen que tienen asumidas sus
circunstancias y han podido darse una tregua para entablar cierta amistad, la
relación de dependencia-odio no ha terminado, porque si lo hiciera se sentirían
completamente solos «es mi manera de
seguir jugando con Arturo Zarco, que es un perfecto imbécil al que también le
gusta jugar conmigo».
Arturo
y Paula no se han aceptado a sí mismos, por eso llenan su realidad de
ficciones, de todo aquello que les gustaría vivir. Necesitan contárselo al otro
para demostrarle algo que no son, que no es real aunque darían lo que fuera por
experimentar sensaciones de victoria «Casi
no reconozco mi propia voz. Los nervios me hacen decir tonterías para no tener
que acordarme de que no sé cómo voy a salir de aquí». Los reproches entre
Zarco y Paula se ven interrumpidos por el resto de habitantes del edificio. Son
los que aparecen en la segunda parte, en el diario de Luz. El resentimiento de
los vecinos queda de manifiesto. Luz, una mujer sensible a la que le ha tocado
vivir rodeada de sufrimiento, el abandono de su marido y el padecimiento
consecuente al ser consciente de los cambios en su propio cuerpo «es sarna». El dolor y la repulsión al
ver el daño ocasionado a los más débiles, desde las mariposas que colecciona su
hijo, hasta los propios vecinos «Quizá,
ahora que los armadillos ya están aquí, tiren del hilo y encuentren a la mamá de
Abú hecha jabón de Marsella en las buhardillas, y a Piedad escondida bajo la
cama de Clemente». También Luz necesita un mundo nuevo, otra realidad «proyecto mi vista circundante alrededor del
espacio diáfano de la casa y así me distraigo».
Marta
Sanz ha dejado en el centro de la novela toda la verdad de ese mundo real, pero
el lector no lo sabe, debe descifrar al terminar la lectura, con Paula, dónde
se esconde la mentira, dónde la mentira pasa a ser mera ficción en el escrito,
dónde reside el poder de la escritura, capaz de encontrar grandes verdades en
un mundo de engaños.
La
resolución del asesinato pasa a un segundo plano. Lo más importante de la
novela es el ataque a un sistema que acepta y encubre la violencia. Lo más
negro de Black, black, black es la
impunidad del más fuerte, del más poderoso, capaz de aniquilar al débil, al que
está en inferioridad de condiciones haciendo que parezca que todo es normal,
que la diferencia entre seres del género humano es lógica y necesaria.
A lo
mejor la solución para arreglar esta sociedad corrompida venga de la mano de
Olmo, «un elfo daltónico que colecciona
mariposas».
Está
claro que debemos mirar a los demás desde otro punto de vista. Como ha hecho
Marta Sanz con la novela negra, consiguiendo que veamos los entresijos de esta
mucho más asequibles de lo que parecen.
Como
ha hecho Marta Sanz con su investigador privado, Arturo Zarco, alguien
desmarcado del prototipo del detective, nada duro, susceptible de desmoronarse
en cualquier momento, poco inteligente y rencoroso.
Como
ha tratado Marta Sanz al idolatrado diario, un escrito que puede contener más
de lo que le gustaría vivir al que lo escribe que de lo que realmente ha vivido.
La
autora hace que observemos el diario desde otro punto de vista, desde una perspectiva
que anula las indagaciones de Antonio Zarco, que anula casi por completo al
detective del asesinato.
El lector intuye que los
puntos de mayor intriga, los momentos de tensión, vienen de la mano de la
ficción, el resto, lo real, tiene poco de interesante, es mucho más vulgar.
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