domingo, 24 de febrero de 2019

FÁBRICA DE PRODIGIOS



Qué alegría supone cuando encuentras un escritor al que no conocías y, de pronto, deseas leer todo lo que haya publicado. Está claro que es imposible, cada vez soy más consciente, conocer la obra, o una parte de ella, de todos aquellos de quienes se edita un libro (hay cantidad de gente que cree saber escribir, ya no solo bien y editoriales que bajan el listón de lo que publican).

Páginas de Espuma es una garantía de buena literatura, y Pablo Andrés Escapa todo un descubrimiento para mí. Me gusta el cuento como género literario porque permite, tras su aparente simplicidad, encontrar multitud de matices que, en ocasiones, podrían diluirse en largas narraciones. Pues he leído, y me ha costado, Fábrica de prodigios. Ejemplar formado por tres cuentos, en principio aislados, que tienen mucho que ver entre sí. El argumento de Pájaro de barbería trata de un viajante de comercio, anodino, ni siquiera tiene nombre, que queda maravillado al entrar en una barbería y ver un pájaro absolutamente inmóvil en una jaula. El barbero, dueño del pájaro, tampoco habla, pero el vendedor, a pesar de que no le compra nada, acude regularmente a cortarse el pelo a esa barbería, poniendo en peligro su trabajo y su matrimonio. Un sábado se encuentra con el local cerrado y será el dueño del bar de enfrente quien lo ponga al tanto de la historia del pájaro y de su dueño.

En Continuidad de la musa el protagonista realiza un ensayo sobre un poeta olvidado, y para conseguirlo debe hablar con el secretario del bibliotecario municipal, quien afirma ser amigo del poeta y se presta a contarle la vida, pero los versos de uno se asemejan a los de otro poeta, probablemente porque las personas se entrecruzan en la literatura consiguiendo que todo sea pura invención.

En El diablo consentido, Serafín sale de su casa una mañana para recoger un paquete de Correos cuando se le olvida dónde está el local, deambula perdido por las calles de la ciudad hasta que vuelve a su casa de noche, guiado por un perro. Sin embargo su mujer lo recibe de la forma más natural ya que, supuestamente, había bajado a esa hora a tirar la basura.

Pero Fábrica de prodigios es, efectivamente, una fábrica de prodigios en la que nada es lo que parece en un principio, en donde la realidad se introduce en la ficción o ésta en aquélla, como retazos de un cuento en otro, hasta conformar una realidad ilusoria que incluye la única verdad, la que queremos crear a través de las palabras.

Al final no sabemos si hemos leído tres cuentos o uno; da igual, lo importante son las connotaciones que acuden a nuestra mente cada vez que aparece un objeto o vivimos una situación determinada, pues el autor, al escribir, recrea otra verdad en el lector.

En Pájaro de barbería la realidad cotidiana se va quedando en nada, anulada por un centro inmóvil, el pájaro, que lo envuelve todo

Casi agradecí la indiferencia con la que me recibió el pájaro cuando me acerqué a la jaula

de esta forma el destino del viajante es cada vez más mediocre pues quiere centrarse exclusivamente en relatar la vida que un día tuvo, ahora inmóvil, hasta que logra igualarse al animal

Acaso el cautiverio tuviera que ver con la tristeza del ave, cuyo aspecto exótico invitaba a imaginarla en una vasta libertad de selvas sonoras

La narración, sin énfasis, se hace eco de este protagonista y, sin embargo, cargada de humor, va poblándose de una intriga creciente al tiempo que el personaje, como tal, se desintegra poco a poco.

Con pesar me vi cogiendo el cubierto, introduciéndolo en las profundidades del caldo con tiento para no desbordar el plato y soplando, por pura inercia, antes de llevarme el bocado a la boca

Personaje absurdo acorralado por sus propias circunstancias, obsesionado con ellas, que son las que lo aíslan de la verdad tal y como se entiende en la sociedad. Así pues, la profundidad del relato aparece en los elementos, en principio insignificantes, a los que el sueño les confiere el efecto subliminal detector del verdadero significado, tanto del protagonista como de lo que lo rodea; de esta forma el narrador envuelve al lector en una emoción contenida capaz de explorar en la perspectiva del comerciante a quien dota, en su caracterización e interacción, de todo el peso de la historia contada

Aquella noche soñé con el barbero […] una impresión de Berlamino Santos cuya imagen real no lograba manifestarse en el sueño […] Llovía intensamente y yo, en mangas de camisa y descalzo, deambulaba por la calle en busca del local […] Era don Saturnino […] me arrojaba una maleta enorme y proseguía la marcha llevándose el coche…

Lo cotidiano se aferra a lo fantástico, a un despropósito narrativo capaz de convertirse en escatológico en los pequeños detalles sin perder la tensión ni el humor en ningún momento.

era capaz de concentrarse en la historia sin flaquear en la tarea subsidiaria de comer pipas, equilibrio verdaderamente excepcional que podrá confirmar cualquier degustador de frutos secos empeñado, de manera simultánea, en decir algo con soltura.

Al tratar el tema de la identidad profundiza, con ironía y humor negro, en la ausencia del ser humano tal y como lo entendemos. La sorpresa es, por lo tanto, evidente, sobre todo cuando la realidad de la primera persona se difumina en el sueño o el delirio, o en el sueño mantenido mientras permanecemos despiertos.

Creo que Pájaro de barbería es una fábula de lo que puede ser la vida para alguien sin personalidad definida, al menos tal y como se entiende este término en los manuales de psicología; el protagonista huye de una profesión que lo invalida para ocultarse, paradójicamente, tras el escaparate de una barbería donde, ajeno al qué dirán, se dedica a profundizar en las cosas más nimias que lo rodean. La vida, que podríamos intuir como una condena, se abre en abanico para una mente que puede trascender lo trivial y escudriñar en lo verdaderamente relevante del universo, la imaginación. Es tanta su dedicación que, como el pájaro, no necesita apenas hablar, comer o beber. El paso del tiempo, obsesivo para el viajante desde el comienzo del cuento, se ralentiza al atender solamente a su condena autoimpuesta; es una situación provocada desde la incoherencia novelística; en este caso se hace posible por el fracaso laboral del protagonista que incide de lleno en su vida al preguntarse por todo aquello a lo que no concedemos importancia y que, a lo mejor, la tiene. El conflicto constante entre su pensamiento y sus acciones lo llevan, voluntariamente, a recluirse; la crisis de identidad hace que pierda su función como ser humano, desaparezca su inseguridad y adquiera toda su relevancia al convertirse en ojeador reflexivo, la principal cualidad de un relator de palabras

Cantaba el ave y callaba la creación.

Había cesado el parlamento del ave.

El pájaro […] era un heraldo de los tiempos que había de cantar un día para Santos

Me sentí cautivo en una historia ajena

“Pasan las generaciones y sigue inmóvil el pájaro” escribí entonces

El protagonista del segundo cuento no tiene intención de anularse, todo lo contrario, Hilario Luna, es egocéntrico y orgulloso, pero a causa de sus ripios nadie lo recuerda con el paso del tiempo. La realidad queda descrita en la narración de forma escéptica, con una vena paródica que consigue un histrionismo constante.

El estilo, sencillo, va acompañado por palabras en desuso o engoladas, que definen la época y el carácter del personaje consiguiendo cierta crítica a la mal llamada literatura y la admisión del poder embaucador de la palabra, aunque las situaciones cómicas tienen, como en todos los cuentos, un aire trágico, casi déspota del ser humano o su anulación como persona para convertirse en algo ambiguo que no encaja con la realidad.

la intención frustrada de acuchillar al secretario del ayuntamiento la noche antes de subirse a la muralla. Evité esa revelación porque no se conocían más testigos […] y porque cuando Alejo Álvarez me contó el episodio habíamos bebido

Hilario Luna, en su desesperación por que le publicasen sus versos inspirados en los de Porfirio Aldama, un nefasto escritor que «Bajo el engañoso título de El festín del murciélago […] Una alegoría didáctica en tercetos exponía la peripecia de un cierto “vocálico mamífero lunático”», asciende a una montaña a los 81 años con los pies desnudos en la helada, recita unos versos incomprensibles y lanza un queso ladera abajo. Un crítico, alentado por Alejo Álvarez, amigo de Luna, pretende restaurar su figura probablemente bastante deteriorada «Hilario Luna renunció desde niño a la lectura para librar de contaminaciones su obra».

Tras varias situaciones de verdadero histrionismo, como el descubrimiento de la «escritura geométrica» o la falta de inspiración que su musa le transmitía en los diálogos, pues era silencioso, casi mudo; después de convencer a su suegra para que fuese su mecenas y le publicaran una antología en papel barato, todo queda en nada por causas de la guerra, tras la cual, la musa, José Pinto, y el escritor, Porfirio Aldana se confunden, y en ellos se observan rasgos de Cervantes «la mutilación del muchacho le sugirió la página cervantina para la que no encontré una inmediata justificación». Finalmente no sabemos si Alejo Álvarez es verdadero o una fantasía del crítico, si el espíritu de Porfirio Aldana pasa por el cuerpo de José Pinto, de Hilario Luna y de Alejo Álvarez, pero lo importante no es sino seguir escribiendo tal y como cada uno vive la situación. Lo fundamental de Continuidad de la musa es el discurso de doble orientación que encontramos en la literatura gracias al poder de la palabra «Importa lo que dejó escrito»; este discurso dual aporta una verdad doble, por un lado la que afirma lo que quiere el narrador, por otro la dirigida a los lectores; el proceso consigue problematizar o modificar el discurso literario al utilizar la palabra como negación de la realidad y apretura al verdadero conocimiento. La palabra, en Fábrica de prodigios, no describe sino que aparece como autocrítica de sí misma.

En El diablo consentido abundan las animalizaciones de la naturaleza; «el aullido del sol» presagia un día nefasto, frustrante para nuestro protagonista que, más que ningún otro de los anteriores, recuerda a don Quijote «y quedarte en la casa sin más oficio que leer hasta las tantas. ¿Sabe a quién me recuerdas?» de hecho, en su periplo para buscar el edificio de Correos va anotando todo lo que la realidad (en ese doble discurso) le sugiere, hasta dar con una librería «La sombra del quijote» y él como un Quijote actual se enfrenta, guiado por un «perro resueltamente flemático» al diablo y a unos malhechores que le roban y dan una paliza a pesar de su lanza «levantando el bastón en gesto ambiguo»; Serafín acude a un bar donde expone, en algo parecido al Discurso de las armas y las letras, el poder de la palabra «con tanta resolución de ánimo como flaqueza de ingenio había dispuesto alzarme con la pluma como si fuera lanza para remediarlo» y luego sigue su camino «dejando cerrada a mis espaldas la puerta de aquel local de cuyo nombre ya no puedo acordarme». Serafín, sin saber cómo, malherido, encuentra un caramelo en el bolsillo que le recuerda a aquel bálsamo de Fierabrás, que no le sirvió a don Quijote para curarse de la paliza que le dieron los arrieros, pero que él tomó con delectación al haberlo leído en la épica carolingia. Serafín ve el caramelo y con ironía lo saborea «como quien se regala un bálsamo venido milagrosamente a cautivar todos los pesares que dejan la soledad y la carne dolorida». Finalmente el perro lo guía a su casa, de noche, sin dinero, sin los apuntes tomados, herido, para caer de golpe en la realidad que le recuerda su mujer «la última vez que bajas a tirar la basura sin la llave, querido».

Fábrica de prodigios es mucho más que un libro de cuentos, es un homenaje al poder de la escritura, esa que puebla la imaginación, y consigue crear un mundo en el que todo puede pasar. Es un homenaje a Cervantes, a sus incoherencias narrativas, a sus faltas de sentido, porque eso es lo de menos, lo de más es que fue capaz de crear un personaje que a su vez creó todo un mundo de posibilidades, diferente al real, en el que la justicia, esa justicia poética que todos deseamos no triunfó, de ahí que decidiera quedarse para siempre en su libro, en la imaginación de su autor, consiguiendo que, hasta hoy, se le tome por modelo.

Muchas son las similitudes entre estos personajes “idos” con el propio don Quijote, pero las situaciones de Fábrica de prodigios también nos recuerdan a la obra cumbre de la literatura española; así encontramos en los tres cuentos una reflexión sobre la locura. El lector no se queda con lo que denotan las palabras sino que se fija, obligado por Escapa, en las connotaciones que surgen del inconsciente: alusiones, suposiciones que van saliendo del narrador para, en planos superpuestos, confundirse con los de otro narrador.

Los escenarios no importan, son simbólicos puesto que desembocan en el interior del protagonista, como los lugares reales o no por los que pasó don Quijote.

Si el ventero arma caballero a don Quijote, los taberneros de Fábrica de prodigios también dan alas a los protagonistas para escribir.

El barbero, gran amigo de don Quijote, aparece en el primer cuento como alguien que le transmite al protagonista las ganas de pensar y escribir, Santos conoce a quienes lo rodean, su función es la de calmar y, como el barbero quijotesco apenas ejerce su oficio aunque estimule la imaginación.

El galgo corredor, asimilado a Rocinante en el Quijote, acompaña a Serafín en sus correrías por la ciudad.

El diablo es, según el cura de El Quijote, el culpable de que su protagonista se haya vuelto loco, al hacerle leer los libros de caballería y traerlos a su mente como si fueran realidad, igual que el diablo se aparece a Serafín y le obliga a imaginar y escribir; por eso en el Quijote queman los libros y en El diablo consentido los escritos desaparecen.

Por último, las aves son importantes en El ingenioso hidalgo pues águilas, cuervos, aves fénix recrean la imaginación de don Quijote. En Fábrica de prodigios encontramos un ave muda y jilgueros, asociados a la sabiduría y a la imitación.

Oí cantar a un jilguero […] luego tuve la ilusión de que un coro de insectos estrellaba su zumbido […] un pozo que parecía nuevo artificio…

Pues así he visto Fábrica de prodigios, como un pozo de artificio lleno de aventuras cargado de humor, ternura y melancolía.

Perfecto.

sábado, 16 de febrero de 2019

UN VIAJE A LA LUNA



Este año se celebra el 50 aniversario de la llegada del hombre a la luna. Aún hoy sigue habiendo reacios a creer en semejante proeza, a pesar de estar refutadas científicamente todas las dudas expuestas. Pero este no es el motivo de mi reflexión sino, como siempre, manifestar mi admiración por aquellos grandes, aquellas mentes sobresalientes capaces de tener una imaginación prodigiosa y saber expresar con palabras más sugerentes que las propias imágenes todo lo que circula por su pensamiento.

Alentada por esto decidí leer De la Tierra a la Luna, novela publicada el 25 de octubre de 1865, por Jules Verne, un hombre que se adelantó a su tiempo en todo lo relativo a ciencia pues predijo hazañas que más tarde se llevarían a cabo. De hecho, en la novela, el presidente del Gun-Club propone la fabricación de un cañón gigante para enviar un proyectil a la Luna; objetivo que logran alcanzar en 4 días y 1 hora. Ciento cuatro años más tarde los estadounidenses lo consiguieron en 4 días. Da que pensar cómo funcionan las cabezas de algunos, que no son como las del resto indudablemente.

Pero tampoco voy a hablar de esta novela sino de un cuento escrito por uno de mis autores románticos preferidos, Edgar Allan Poe, nacido en Baltimore en 1809. Apenas quedan ejemplares de este libro, formado por cuatro cuentos, pero me he hecho con uno de la editorial Losada: Un viaje a la luna y otros cuentos. El que da nombre al libro es el más largo, casi 80 páginas escritas en su mayoría a modo de diario y de forma epistolar que relatan, en primera persona, el viaje a la Luna del holandés Hans Pfaall. El cuento comienza con un narrador en tercera persona que expone lo sucedido en la ciudad de Rotterdam: Un globo desciende del cielo y su extraño tripulante deja caer una carta para el vicepresidente del Colegio Astronómico. Al leer la carta, firmada por Hans Pfaall, la narración pasa lógicamente a primera persona. Pfaall recuerda a todos quién era, un constructor de fuelles que, acuciado por las deudas decide primero suicidarse aunque, tras leer unos libros, prefiere fabricar un globo para marcharse lejos de Rotterdam, dejando sola a su mujer pues la ve capaz de solventarse la vida sin él

Y como tenía mujer e hijos que alimentar, me fue imposible atender en adelante a todas mis obligaciones, y pasaba las horas del día y de la noche reflexionando sobre la manera más cómoda de librarme del peso de la existencia

El día que tiene acabado su medio de transporte, queda con los acreedores prometiéndoles algo maravilloso con lo que contentarlos. El globo hace su despegue tras una gran explosión y posterior incendio, en el que mueren los presentes, y así, provisto de dos palomas a las que parece haber transmitido la nocturnidad y necrofilia del cuervo, una gata y agua se lanza a recorrer el mundo. Cuál no sería su sorpresa al ver que la ascensión es rapidísima, hasta el punto de que le provoca mareos y dolores de cabeza, por lo que, sobre la marcha «Resolví […] dejar este mundo, ¡pero seguir viviendo! […] un camino para llegar a la Luna», encierra la canasta y pone en marcha un condensador para estabilizar la presión atmosférica y poder respirar. De este modo consigue llegar a la Luna en 17 días, no sin antes haberse quedado por el camino las palomas, la gata y la camada de cinco gatitos que, al nacer en el espacio, respiraban con total normalidad. Una vez en la Luna descubre a unos seres diferentes a los terrícolas, más pequeños, con forma casi esférica, sin orejas… y decide quedarse allí durante cinco años, hasta que envía a un “lunita” a la Tierra con la carta pidiendo perdón por los asesinatos cometidos sin querer, a cambio de explicar cómo es la Luna y sus habitantes

Sentí levantarse a un lado, con un ruido y una detonación espantosa, una espesísima nube de fuego, de tierra, de madera, y metal inflamados, y envuelto en ella, miembros humanos despedazados, lo que me causó tan horroroso espanto, que me tendí en el fondo de la barquilla temblando de terror.

Pero el final, retomando el tiempo presente y al narrador testigo, es muy distinto del que Pfaall pensó.

El ansia de experimentar nuevas sensaciones no es nueva. En 1726, Jonathan Swift escribió una sátira sobre la naturaleza humana en general y sobre el gobierno irlandés en particular, en la que Lemuel Gulliver presenta en primera persona, de forma autobiográfica sus viajes a Liliput, a Brobdingnag, a la isla voladora Laputa o al país de los houyhnhnms entre otros, donde conoce todo tipo de seres, desde enanitos hasta gigantes pasando por caballos parlantes e inteligentes o magos que hablan con fantasmas. Pero Gulliver no salió de la Tierra. Creo que el primero en hacerlo adaptando a su época este tipo de literatura y sentando por lo tanto una serie de bases para la novela posterior de ciencia ficción fue Allan Poe; de hecho, Verne se inspiró en este cuento para escribir su novela.

¿Podemos considerar entonces a Poe como el padre de la ciencia ficción? Probablemente, pues en Un viaje a la Luna aparecen descubrimientos científicos imaginarios basados en la realidad, sobre los que gira el argumento, escrito en 1832, es decir, 33 años antes de la novela del autor francés.

Lo primero que hay que tener en cuenta es la distancia positiva que separa a la Luna de la Tierra […] la rarefacción debe ser tanta, que no puede sostenerse la vida animal […] luz zodiacal, era también un punto a tener en cuenta […] la fuerza centrípeta debía decrecer siempre en razón del cuadrado de las distancias […] se experimenta en la cabeza y en el cuerpo un inmenso malestar acompañado a veces de epistaxis…

Lo curioso es que, en este cuento, podríamos llamar de aventuras, de una iniciática ciencia ficción, se manifiestan ya las características que definirían a Poe como autor de cuentos de terror: Encontramos al personaje principal, Pfaall, quien se caracteriza por estar en el límite de la locura. Pfaall es autodestructivo, le gusta propagarse fuera de lo cotidiano y enfrentarse a lo inevitable de forma extrema «Mi cuerpo formaba entonces con las paredes de la barquilla un ángulo de 45 grados, aproximadamente». Puede que este cuento no sea tan famoso como otros del autor pero sí es el más trascendentalista puesto que el protagonista establece una relación original con el universo. Para Pfaall el pensamiento intuitivo es fundamental; en ningún momento se equivoca y, aunque realice planes para su hazaña basándose en las nociones avanzadas de la ciencia, en la mayoría de ocasiones que se presentan inconvenientes, los resuelve de manera sagaz, casi clarividente. «Entonces desplegué el aparato condensador en actitud de hacerlo funcionar inmediatamente».

A través del personaje, Allan Poe se atreve, mediante la observación directa de la naturaleza a desafiar a las propias leyes imperantes en el XIX sobre física y astronomía para recrear un viaje que 127 años después se hizo realidad. Es cierto que el viaje de Pfaall responde, en parte, a los avances realizados en el globo aerostático durante la época de Poe, pero el escritor lo lleva más lejos, hasta la luna.

Es un gas que nadie ha obtenido hasta el presente, nadie más que yo, o por lo menos no se ha empleado jamás con ese objeto […] constituye una de las partes que componen el ázoe […] cuya densidad es menor que la del hidrógeno casi treinta y siete veces y media.

Otros lugares comunes de la prosa del romántico estadounidense, como la obsesión por la muerte, la obstinación con los gatos, el gusto por la bebida, la inquietud por el fuego, las imágenes surrealistas, el miedo ante determinadas situaciones accidentales que termina convirtiéndose en un inicio de psicopatía, se encuentran sin problema ya en este cuento escrito sólo con veintitrés años; cuento que engloba el terror en una prosa poética con la que, en ocasiones describe situaciones verosímiles y en otras es un ejemplo de ensayo científico. Estilo totalmente característico pues la ironía y el humor, en su mayoría negro, salpican aquello que se nos presenta como una desatinada excentricidad.

…respecto a los gatitos […] sin revelar el menor síntoma de malestar […] la manga de la camisa se enganchó a la hebilla que sostenía la cesta […] cuando la cesta había desaparecido de mi vista […] Con gran aflicción les deseaba todo género de felicidad a los animalitos, pero no me parece que ninguno haya sobrevivido

Lo siniestro se mezcla con la burla hasta parecer una caricatura tanto de personajes como de circunstancias. De hecho el protagonista carece de vida interior;

…me dediqué, con auxilio de mi mujer, con las más delicadas precauciones y el más perfecto sigilo, a disponer los pocos bienes que me quedaban y a obtener por medio de pequeños préstamos […] sin cuidarme —he de confesarlo así, para vergüenza mía— de los medios de que me valdría para devolverlos

la cualidad que lo define es la astucia, de la que se vale para embaucar a sus semejantes primero y a los extraterrestres después, al menos eso es lo que nos quiere hacer creer. Pero siempre nos quedará la duda sobre quién tiene razón, si él, que se queda en la Luna conviviendo como líder entre los “lunitas” o “selenitas” residentes, o sus compatriotas holandeses que afirman haberlo visto en la taberna.

Lo que está claro es que la magia rebosa surrealismo a lo largo de las páginas en las que el propio Pfaall relata su aventura.

La escritura es intensa, predomina el énfasis en la narración, técnica con la que logra interesar al lector desde el comienzo. No hay didactismo, ni la intención moralizante propia de la época, por lo que Poe expone sin temor cualquier elemento utópico siempre que consiga cierta estética formal.

caí como una bala en el centro mismo de una ciudad de aspecto fantástico y en medio de una multitud de ruin gentecilla, ninguno […] se tomó la molestia de ayudarme. Todos […] como un ejército de idiotas, gesticulando de una manera ridícula […] Me aparté de ellos con un soberbio gesto de desdén, y levantando mis ojos hacia la Tierra…

A pesar de viajar por el espacio exterior, Pfaall detalla su aventura desde el agobio del enclaustramiento al que se ve sometido para evitar los cambios de atmósfera y por lo tanto la muerte. En este espacio cerrado las emociones del lector se multiplican con el sufrimiento del personaje.

Paradójicamente, cuando este espacio cerrado se abre, cuando puede volver a salir a la luz, a recuperar su libertad, los planes, perfectamente trazados, perfectamente llevados a cabo, se rompen, lo que demuestra que nada está bajo control, que todo puede ser una ilusión, «el perdón no servirá de gran cosa».

martes, 12 de febrero de 2019

EL AMOR EN SHAKESPEARE



La imagen que proyecta el amor, como cualquier otra propiedad del ser humano, tiene diferentes ángulos, de forma que cada persona que la vea representada —en algunos casos— o lea algo de este sentimiento, pueda extraer distintas enseñanzas según el punto de vista que adopte, según su propia naturaleza o el momento anímico en que se encuentre.

He releído más de una vez El sueño de una noche de verano, Romeo y Julieta, Othello, Hamlet, Macbeth… y siempre hallo algo nuevo, lo que confirma que por muchos siglos que pasen podremos, podrán, disfrutar de la obra de este genio universal, William Shakespeare.

Está claro que todos los temas y problemas relacionados con la condición humana están tratados en sus dramas, comedias o tragedias, pero, sin duda, el amor es el que unifica a todos los demás pues casi siempre va unido a una proeza. La complejidad del amor va asociada a las distintas circunstancias en las que se desarrolla, desde la desesperación hasta el humor pasando por la ansiedad, el dolor o la muerte.

Sea cual sea la situación no se puede renegar del amor pues, aunque intentemos impedirlo, de una forma u otra irrumpirá en nuestras vidas exigiendo ser tenido en cuenta.

Tengo en mis manos una joya en todos los sentidos. Literalmente es una preciosidad, un librito pequeño, casi cuadrado, encuadernado en oro viejo con ilustraciones de los más grandes pintores renacentistas, desde la Muchacha peinándose de Bellini, que enmarca la portada, hasta otras figuras de Tiziano, Rafael, Durero, El Veronés, El Perugino, o imágenes del siglo XIX de Frederick Bacon, Rossetti o Godward. La calidad del papel es insuperable y, una greca en tono dorado mate, casi marrón, que reproduce las baldosas de catedrales o monasterios ingleses, termina de adornar las páginas. El contenido, acorde con la forma, está compuesto de poemas o fragmentos de diferentes obras del Bardo de Avon, todos relacionados con el amor, de ahí el título del libro: El amor en Shakespeare. La autora de la selección es Helen Exley, quien ha demostrado un gusto exquisito y gran amor hacia el poeta.

Antes he afirmado que tengo en mis manos esta joya; nunca mejor dicho, pues soy su depositaria hasta poder entregarla a quien verdaderamente corresponde. Espero con ansiedad que, si ves estas imágenes o lees estas palabras, reclames lo que es tuyo y disfrutes con ello como yo lo he hecho.

Comienza el libro recordando una de las primeras comedias de nuestro autor, probablemente una de las más intelectuales por estar plagada de alusiones literarias, Trabajos del amor perdidos, poco accesible a todo tipo de público, y sin embargo a todos no embarga la placidez al leer «…Cuando el Amor habla, la voz de todos los dioses adormece al cielo con su armonía» ¿Se puede ser más explícito?

Mediante la concatenación, en Troilo y Cressida, ordena los elementos que componen el amor, y nadie duda de ello: sangre cálida, cálidos pensamientos y cálidos actos.

Antes de dejar a Ofelia, a causa de sus propias dudas como persona, Hamlet le escribió, probablemente, una de las más bellas declaraciones

Duda que las estrellas sean fuego,
duda que el sol no se mueva;
duda que lo verdadero sea falso,
mas nunca dudes de mi amor.

Y, por supuesto, no falta el humor en la concepción del amor, como afirma Claudio en Mucho ruido y pocas nueces cuando se dirige a Beatriz, a pesar de que al final será con Benedicto con quien se case la sobrina de Leonato, gobernador de Mesina, y Claudio lo haga con Hero, de quien está enamorado de verdad

Señora, soy vuestro como vos sois mía.
Me entrego a vos,
y me muero por el cambio

El mercader de Venecia, comedia trágica donde las haya expone de forma casi sentenciosa lo que conlleva este sentimiento universal, pues «…el amor es ciego, y los amantes no pueden ver las bellas locuras que comenten».

Asociado a la inconsciencia, ladrón del pensamiento, anulador de la razón, el amor consigue que hagamos cualquier despropósito. En Como gustéis, una de las comedias más maduras de Shakespeare ya que convergen elementos pastoriles, el juego de identidades, la interacción entre sexos, el conflicto familiar por el dinero y la ambición por el poder, Silvio, enamorado de Febe, le exhorta a Corino «Si no recuerdas la más ligera locura en la que el amor te hizo caer, tú no has amado». Es cierto, el amor nos hace cometer locuras, pero no sólo el amor hacia la pareja, realizamos disparates por el amor hacia los hijos, hacia los amigos y hacia quienes, en general queremos. De hecho el amor purifica, da igual la clase de amor; cuando queremos nos sentimos bien, Troilo y Crésida lo recuerda, «Este amor nos redimirá a todos».

El poder del amor es tan fuerte que, físicamente, no se puede demostrar del todo, por eso Shakespeare pide en su soneto XXIII, que sea la escritura la que resalte el sentimiento que lo invade, y con dos sugerentes sinestesias termina el poema, dotando al amor de todo el poder de la palabra que, más que oírla, se vea y pueda ser plasmada para siempre.

¡Oh, aprende a leer lo que el silencioso amor ha escrito!
Que escuchar con los ojos corresponde al fino ingenio del amor

Y, por supuesto no se puede hablar de amor sin recordar a Romeo y Julieta, enamorados míticos a quienes el destino les tenía preparado un amargo final. Apenas pudieron disfrutar el uno del otro, no hubo amanecer para ellos, por eso, presintiendo con un oxímoron este triste final, no quieren separarse durante la noche «Buenas noches, buenas noches. La separación es un dolor tan dulce, que estaré diciendo buenas noches hasta que amanezca».

El bardo era un perfecto conocedor del ser humano, por eso también podemos leer pasajes en los que advierte de la inconstancia del hombre en sus engaños, o en el tiempo limitado del amor. Aunque en las grandes tragedias aparezca el amor eterno, la comedia menos real que haya escrito posiblemente, aquella en la que la magia y los duendes juegan malas pasadas a los enamorados, Sueño de una noche de verano, confirma que, en la brevedad de un sueño el amor puede desaparecer «Así de rápidas, las cosas brillantes caen en la confusión».

La pérdida del amor es algo tan temido que constantemente alude a ella no sólo en sus obras teatrales; el soneto XLIX recuerda que no se puede forzar al amor «puesto que carezco de alegación por exigir me ames» y en el LXIV reflexiona que el paso del tiempo apagará el amor, entonces «Este pensamiento es como una muerte, sin más recurso / que llorar por lo que su miedo perder teme».

Después de leer algunas obras de Shakespeare, llegué a la conclusión de que para el autor, la mujer significaba más que una musa, era mucho más que el complemento del hombre; la mujer de Shakespeare es la fuerza, la inteligencia, la decisión, la bondad, tal como lo demuestran Julieta, Lady Macbeth, Desdémona, Ofelia o la reina Titania. Pero probablemente sea en Trabajos de amor perdidos donde lo diga más claramente a través de la disertación de Berowne, cuando se da cuenta de que sin mujeres ellos no son nada y así se lo argumenta a Dumaine, Longaville y al propio Rey «Los ojos de las mujeres centellean como el verdadero fuego de Prometeo; ellas son los libros, las artes y las academias que enseñan, contienen y nutren a todo el mundo: sin ellas, nadie sobresale en nada.»

Entre sus obras hay situaciones que confluyen; el bosque como lugar propicio para el misterio no sólo aparece en Sueño de una noche de verano. El travestismo era lugar común en la época. El padre controlador no podemos observarlo exclusivamente en Romeo y Julieta. Todos estos topos forman parte de Los dos caballeros de Verona, obra en la que prima la amistad sobre el amor, pues Valentín no duda, a pesar de querer a Silvia, en cedérsela a Proteus (quien deja a su prometida Julia y rapta a Silvia), con tal de no terminar su relación como amigos, aunque Proteus, al ver nuevamente a Julia recuerde su amor y vuelva a aceptarla. Todo acaba bien; sin embargo esta decisión nos deja un sabor amargo, a pesar de las palabras de amor tan bellas con las que Valentín se refirió a Silvia al hablar con el padre de ella y enterarse de que él quería expulsarlo de su ducado de Milán para evitar el enamoramiento:

Morir es desertar de uno mismo, y Silvia es mi persona. Separarme de ella es separarme de mí mismo: un destierro mortal. ¿Qué luz es luz si no veo a Silvia?

Otro tópico universal es la confusión sueño-realidad: La República, Las mil y una noches, La Divina Comedia, La vida es sueño, El sueño de una noche de verano, Alicia en el país de las maravillas son algunos ejemplos con los que podemos disfrutar, pero nuestro poeta inglés nos lo recuerda también en el soneto XLIII:

Los días se me vuelven noches cuando no te veo,
y las noches, lúcidos días, cuando en sueños te muestran

Si hay una comedia, que más que de enredo es enrevesada, es A buen fin no hay mal principio, sacada de los cuentos del Decamerón de Bocaccio. En ella, como siempre, la mujer será quien ostente la fuerza y la decisión, pues Elena, a pesar de ser de clase inferior a la de Beltrán, se enamora de él aunque sea un irresponsable que intenta seducir a Diana. Sin embargo Elena se las apañará para que Diana le deje su puesto en el lecho de Beltrán, quedarse embarazada y, por lo tanto, obtener al conde del Rosellón.

Algo impensable hoy y que sin duda Shakespeare le hubiese dado otro final en el siglo XXI, pero no estamos comentando esto sino la sensibilidad que nuestro autor demuestra en todo momento al referirse al amor, y por boca de Beltrán cuando pretende enamorar a Diana, dice lo que probablemente todos pensemos que es el Amor, así, con mayúscula: «Mi casa, mi honor; sí, mi vida es tuya».

Hemos comentado antes Como gustéis recordando lo que el pastor Silvio le reprocha a Corino, pero quiero terminar con la bucólica escena en la que Silvio, enamorado de la pastora Febe, es rechazado por ella y, al ver la burla de ésta, Rosalinda, disfrazada de pastor Ganímedes, la reprende haciéndole ver la suerte que tienen algunos de encontrar a alguien que merece la pena. Con estas palabras, que hoy podrían servir para referirse a una mujer real, que hace tiempo encontró a un hombre que quiso hacerla feliz, a dos niños que tuvieron la suerte de compartir su vida con él y a otros dos que ahora se alegran desmedidamente al verlo, termino las reflexiones que El amor en Shakespeare ha conseguido de mi mente:

Arrodillaos, y dad gracias
al cielo, rápidamente,
por el amor de un hombre bueno

domingo, 10 de febrero de 2019

LA EDAD DE LA PENUMBRA



Es un libro de Historia. Todo él versa sobre el mismo tema: La entrada del cristianismo y la destrucción de las religiones anteriores, el paganismo. Son 242 páginas, y en ningún momento se hace pesado, tedioso, sino todo lo contrario. Lógicamente el mérito es de la autora, Catherine Nixey, una británica que estudió Historia Clásica y se dedicó a impartir esta materia hasta que empezó una labor, magnífica, de periodista en The Times.

Se nota que es periodista, y de las buenas, porque no aporta ni un solo dato que no haya sido contrastado o extraído de alguna fuente fidedigna, hasta 25 páginas podemos encontrar de bibliografía utilizada por Nixey para escribir La edad de la penumbra. No todas las novelas históricas o ensayos llevan este abrumador repertorio de datos, porque además hay tres páginas que certifican dónde podemos encontrar las ilustraciones que aparecen en el libro, algunas de ellas curiosísimas, porque si una imagen vale más que mil palabras, sólo con verlas podemos hacernos una idea fidedigna de lo ocurrido en los siglos III, IV o V.

Pero creo que Catherine Nixey es de las que piensan que la palabra no puede sustituirse por una imagen, en todo caso ésta puede servir de apoyo, ya que hasta 28 páginas de notas aclaran, ordenadamente por capítulos, cualquier afirmación hecha, prevaleciendo de este modo, los argumentos de autoridad.

Nada que objetar, pues, a la veracidad de lo escrito y nada que objetar, sino todo lo contrario, a la forma del texto.

El tema es, de por sí interesante. Creo que a estas alturas todos sospechamos, o casi todos, que cualquier fanatismo cierra la razón y hace que las ideas se impongan por la fuerza. Lo vemos hoy, lo estamos viendo en la actualidad en unos países con más virulencia que en otros, pero a casi todos salpica. Pero además de ser interesante, pues nos hace reflexionar sobre determinadas posturas (¡ojalá el libro llegue a muchas manos!), es cautivador por la forma en la que está escrito. La narración es fluida, a veces utiliza técnicas narrativas que hacen que parezca que nos encontremos ante un libro de ficción, para unir de forma fantástica “esa ficción” con un argumento de peso, consiguiendo que, lo que podía ser gracioso, se convierta en algo triste, horroroso.

Aun así, Nixey no renuncia al humor, a la ironía e incluso al sarcasmo; de esta forma espolea al lector que piensa que el cristianismo ha sido una larga trayectoria de bondad, comprensión y perdón al ser humano. Porque el cristianismo comenzó con sufrimiento, miedo, dolor en aquéllos que abrazaron la nueva religión, de eso no hay duda, por lo que no es de extrañar que si los cristianos estaban dispuestos a padecer, también estuvieran preparados para hacer sufrir a los demás, a quienes se negaban a seguir esta religión que no toleraba a ninguna de las otras pues “sólo hay un Dios verdadero” (el remarcado es mío, eso fue lo que estudié en el catecismo y en las clases de religión), que sin embargo, sigo pensando yo, no sufrió él sino que mandó a su hijo a la tierra para que sufriera, fuese torturado y asesinado. No es de extrañar que el cristianismo sea, o haya sido, una religión basada en las prohibiciones y en el sufrimiento: no se puede tener mucho dinero sino repartirlo, no se permite el disfrute sexual, de hecho había que tener sólo sexo con finalidad procreativa, por supuesto no se puede abortar aun a riesgo de que el futuro niño vaya a vivir un calvario por malformaciones o cualquier otra razón, no se puede pensar de manera erótica, no se puede beber o comer con desmesura… Todo es pecado. No sé si las normas o el concepto pecado ha cambiado en la sociedad actual, pero durante mi infancia y adolescencia me costó más de un quebradero de cabeza. Era pensar en las formas del pecado: de pensamiento, palabra, obra y omisión, y acudir a mi mente todas las blasfemias posibles, yo estaba aterrada pero mi pensamiento se reía de mí.

El de omisión fue un enigma, hasta que decidí abandonar esta religión sin ningún trauma, porque no lograba entenderlo… como tantas cosas inexplicables que simplemente se debían creer. Aún no estoy preparada para seguir aquello que no entiendo.

En fin, digresión aparte, esa era la filosofía de la Edad Media «No es necesario leer, abandona los libros y el pan y te ganarás el favor de Dios» de hecho san Antonio dejó, en su biografía, constancia con aprobación de «que no quiso aprender las letras, porque quería estar lejos de la compañía de otros niños». Pero el cristianismo triunfó a pesar de todo pues, a cambio de pasarlo mal en esta vida prometía toda una eternidad fabulosa, tal y como, con gran sentido del humor reflexiona Nixey «El submundo grecorromano era un lugar en el que se torturaba a Tántalo con la sed y Sísifo pasaba los días empujando una piedra montaña arriba, solo para ver cómo volvía a caer ladera abajo. Difícilmente era el sitio al que una querría retirarse». Y sin embargo el teólogo Clemente de Alejandría, en el siglo III, escribió uno de los manuales más fabulosos escritos por un cristiano en el que «en párrafos precisos y cargados de autoridad […] desde lo que se les permitía comer y beber hasta lo que podían vestir y calzar; desde cómo debían peinarse hasta, incluso, lo que podían hacer en la cama […] “Debe cortarse de raíz el placer vergonzoso” escribió». Lo asombroso es que, puede que de forma algo más laxa, hasta no hace mucho, había parejas que dormían vestidas, que nunca se habían visto desnudos. La mujer casada, si era honrada se cortaba el pelo. Los altos tacones o el maquillaje excesivo eran exclusivamente para las malas mujeres, de “mala vida”… Es curioso cómo, en cuestión de prohibiciones la mujer ha llevado siempre (y lleva) la peor parte.

Hay quien se sigue asustando al ver una estatua desnuda, o una pintura con los genitales expuestos, por eso la Iglesia ha cubierto siempre con sutiles velos colocados de forma estratégica, o grandes hojas de parra que recuerdan nuestro pecado eterno, aquellas zonas del cuerpo que puedan provocar pensamientos lascivos.

Nixey razona con ironía cómo en el siglo XX «Las vívidas imágenes de las vasijas griegas se taparon. A un exuberante sátiro que sostenía una copa con su enorme erección, un horrorizado comisario le borró el falo con pintura, de tal modo que la copa quedó suspendida en el aire».

Es cierto que, en mayor o menos medida, todos conocemos las tropelías que unos fanáticos pueden llegar a cometer con todo un legado de tradición y cultura. Si ahora lo achacamos, pues sigue pasando, a falta de cultura, a fundamentalismo de quien las lleva a cabo, es de suponer con toda certeza que los cristianos de la Edad Media hicieron lo mismo pues, ya se sabe, cuando no puedes imponerte con la razón o la inteligencia, hazlo con la fuerza.

Lo curioso es que, siempre, en cualquier época y en cualquier religión, son los pobres e ignorantes quienes llevan la peor parte. En los comienzos del cristianismo, los grandes dignatarios de la Iglesia vivían bien mientras que «quienes partían a las colinas eran pobres y analfabetos. Algunos incluso eran esclavos»; así «Un monje lejos del desierto, había dicho Antonio, era como un pez fuera del agua». Y allí estaban los monjes, martirizándose desde que se prohibió a los cristianos morir devorados por leones para obtener en la vida eterna la recompensa del mártir, allí empezó el ascetismo con el único fin de destruir cualquier atisbo de alegría; había que conseguir el cielo como fuese: «la soledad roía como el hambre», «Un monje ayunaba todo el día», «Otros como rumiantes, vivían a cuatro patas, buscando comida como animales», «vestir hojas de palma entretejidas en lugar de una tela más suave», «torturaban su piel con ásperos cilicios».

Después de arrasar la mayor biblioteca del mundo, después de torturar y matar horriblemente a Hipatia, embajadora de la sabiduría, virgen hasta su muerte, en torno a los 60 años, después de destrozar las imágenes que recordasen a cualquier forma de paganismo, después de destruir los más bellos templos y edificios construidos, por considerarlos impuros, los cristianos empezaron a destruirse a sí mismos «Juan Crisóstomo observó con júbilo esta decadencia […] la tiranía de la alegría y […] las fiestas malditas […] se ha borrado como el humo».

Y, ciertamente, «más de quinientas reglas restringían cada aspecto de la vida de los monjes de Shenute». Este líder llegó a ser tan cruel que causó la alarma de la propia Iglesia pues se atacaba a todo aquél que no seguía sus doctrinas, incluso a obispos cristianos. Finalmente «en el 532 los filósofos abandonaron Atenas. La Academia cerró […] sus escritos se extinguen. Los hombres, esparcidos por el imperio, mueren […] el “triunfo” del cristianismo era completo».

Merece la pena leer La edad de la penumbra porque su autora recrea de forma totalmente objetiva lo bueno y malo de cada forma de vida, tanto del paganismo como del cristianismo, y por supuesto podemos encontrar un paralelismo, ya lo advierte Nixey en la introducción, con el fundamentalismo actual, con las destrucciones de Siria… Probablemente el fanatismo regrese una y otra vez a sociedades represivas en las que no se puede disentir. Tengamos esto en cuenta por favor, y recordemos el retraso que ha supuesto para todas esas sociedades implicadas en el fanatismo en algún momento de la Historia, para que nunca se vuelvan a repetir estos crímenes a la Humanidad.