Me
ha costado, pero lo he conseguido. Acabo de terminar Afterpop, un ensayo sobre
la literatura de la implosión mediática (tal y como reza el subtítulo). Es un
trabajo interesante sobre esta literatura que parte, sobre todo, de EE.UU. a
mediados del siglo XX y que se inspiró en el original espacio que formaba la
sociedad donde reinaba la publicidad, el consumo, la inédita cultura derivada
de los medios audiovisuales y de comunicación como la televisión y el cine.
Lógicamente todos estos nuevos condicionantes influyeron en la forma de ver la
realidad y de escribir sobre ella; algo normal que viene ocurriendo con el paso
del tiempo y los cambios de situación. Así, lo que hasta entonces se
consideraba trivial empezó a tratarse de forma estética, aportando grandes
dosis de inteligencia e influyendo también, o por eso mismo, en una ausencia de
prejuicios a la hora de escribir. El vocabulario se hace más suelto, ágil,
hasta el punto de que la escritura automática, que tiene sus raíces en el
surrealismo, mezcla conceptos, lugares, personajes para que el lector forme ese
puzle con el que se encuentra; de esta forma se considera al propio lector
alguien capacitado para criticar lo que lee.
Otra
cosa que consigue esta literatura es eliminar barreras entre la cultura
elitista, tomada como depositaria del verdadero arte y la cultura popular,
entendida hasta ese momento como empobrecedora. Eloy Fernández Porta, autor del libro, divide a los lectores entre
apocalípticos (elitistas) e integrados (populares), para él, el lector forma
una masa global con la que se pretende armonizar puesto que la trascendencia
del discurso se relaja.
Pero
¿qué es en realidad afterpop? Fernández Porta nos da las claves. Es aquello
cuyas referencias nominales son sólo alusiones concretas, no la orientación
real del texto. Su temática es más intimista. El autor manifiesta una
conciencia integrada aunque es culto, pues analiza sus referentes; así pues
tiene una posición ambigua. El consumismo es el que prevalece ya que promulga
la obligatoriedad del goce continuado; estamos ante un capitalismo que pone
incluso el sexo como dispositivo de venta eficaz, es un capitalismo emocional
pues son personas que creen consumir porque es indispensable para el bienestar
moral, para la unión del ser humano con el medio ambiente, para ayudar a
necesitados… Pero en el afterpop es complicado separar la realidad de la ficción
debido al uso constante de ironías, sarcasmos…
El
afterpop se presenta como ambiguo desde el momento en que el capitalismo
emocional puede derivar a una profunda intimidad en el contenido o, mediante la
ironía, a ganar reconocimiento social en detrimento de la complejidad de
sentimientos. Es lo que Porta llama la conquista de lo cool.
La
literatura se abre a una crítica musical pues «parte de la premisa de que […] la creación se explica a través de
escenas, sensibilidades simultáneas e ideas compartidas que son históricas, y
no sólo a partir de una supuesta relación del autor en soledad absoluta con el
pasado más o menos remoto». Indudablemente al leer esto confirmo que tanto Historia argentina de Fresán
como Alumbramiento de Neuman
ejercen una literatura afterpop.
La
mezcla de lugares, sentimientos superpuestos, personajes que aparecen y
desaparecen acercan la literatura al cine, o más concretamente a la
interpretación que el saxofonista Zorn hizo del cine como «fuente de imágenes a la vez que motivo para el desmantelamiento».
El
posmodernismo es escribir o crear como artista pop pero criticando «conscientemente y de manera responsable el
realismo capitalista».
Si
la pintura o la música tienden a expresarse como núcleo de ellas mismas, en
literatura hay un movimiento centrípeto que se identifica en la función
metaliteraria y estética, con onomatopeyas, interjecciones o recursos literarios.
El
último modelo de la literatura es aquél en el que conviven la tecnología y los mass media, así la narración queda
inundada de nuevas emociones y sensibilidades.
«El mundo es nuevo, y sus experiencias
deben ser descritas a partir de una nueva tecnología». Probablemente en literatura, lo que
haya dado un giro más espectacular sea el cuento. Este subgénero tenía
sacralizados el hogar, la familia, la pequeña comunidad… lugares que se han
visto alterados por otra noción suplantadora, que hoy predomina, de lo que es
un hogar o una familia, y en la que la tecnología ha tenido mucho que ver. Al
ser modificados estos lugares comunes, los problemas, los temas, ya no son los
mismos, han cambiado radicalmente y la forma de exponerlos, con
personificaciones de objetos, con cosificaciones de personas, también. El
hiperrealismo entra en el cuento proponiendo la tecnología como liberación de
instintos afectivos y sexuales, pero es precisamente esta tecnología la que
priva de subjetividad, de intimismo, dejando al narrador como omnisciente
absoluto o simplemente eludiendo al narrador o confundiendo al lector sobre
quién está narrando; este caos formal pretende ser reflejo del caos familiar,
que queda como un espacio desdibujado. Otra manifestación del caos que nos
envuelve la podemos encontrar en los finales truncados, abiertos o los
comienzos in medias res, que anulan
la vida real, más incluso cuando se utiliza el humor negro o la sátira, a modo
de parodia cinematográfica. De las técnicas del cine que han pasado a la literatura
posmoderna nos quedamos con la narración desde el punto de vista de la cámara,
técnica que ya Azorín utilizó en Castilla
y que aporta «a las escenas una característica frialdad» pues lleva a la
literatura hacia un punto de deconstrucción de sí misma.
En
la literatura afterpop se pretende, asimismo, difuminar el tiempo; a veces el
pasado y el futuro se mezclan en el presente, para ello el espacio exterior,
los referentes nominales se desechan a favor de neologismos: zapping, chat, ecosistema, google… consiguen digitalizar los textos y crear
hipertextos enlazándolos no de forma secuencial sino a la vez. Aparecen así
otras voces culturales y subculturales que convierten el yo narrativo en una
instancia momentánea formada por muchas otras.
Al
no existir un espacio o tiempo concretos no tienen sentido los fundamentalismos
o los modelos politizados, de hecho se puede escribir de forma procaz,
humorística, sin denunciar nada directamente aunque reaprovechable para
asumirlo en la política actual o histórica. Lo importante es cómo se plasma lo
que se quiere decir, por lo que el artista importa más que la obra, que se
convierte en un «monumento a una
revalorización del gesto artístico» sin represiones, sin censuras, ni hacia
el lector —o espectador— ni hacia el propio escritor, que puede plantear a sus
personajes en un conflicto con el narrador, con el autor o con ellos mismos.
Esta
falta de contención conlleva una velocidad narrativa y un discurso minimalista
a la vez, las oraciones cortas, que dicen mucho, abundan. En dicho discurso
minimalista aparece el niño, la imagen infantil como algo primitivo, como
máquina deseante; esto unido a la ficción desfamiliarizada y falta de intimidad,
consiguen una capacidad infantil ávida de agresión física o emocional, tanto
hacia el propio niño como hacia el adulto.
Finalmente,
en este afterpop se refleja también lo que verdaderamente define a un texto
literario, si es el estilo en sí o los agentes, textos comerciales, tráfico
editorial y otros criterios extraliterarios.
Curioso
e interesante el ensayo de Fernández Porta, sobre todo para entender mejor
cierta literatura actual y para ser consciente de que la literatura es un arte
más que se puede incluir en las otras artes como música, pintura o cine, para
quedar impregnada de sus características que no son otras que las universales
de las artes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario