Hacía tiempo que no
lo pasaba tan bien con una novela; no solo porque es disparatada, divertida,
hiperbólica en todos los aspectos, también porque el uso de la lengua es
increíble: comparaciones, metáforas, juegos de preguntas y respuestas… El autor
no da tregua a las escenas ingeniosas, consiguiendo que para demostrar su
inocencia, el protagonista haga brillar su inteligencia hasta lo más alto y
deje la de gran parte de los personajes bajo mínimos.
Podríamos decir que
Wilt
es una novela negra ya que la trama principal es la desaparición de la señora
Wilt y el desenterramiento de un cuerpo de mujer, con ropa de la señora Wilt,
en la ampliación del instituto donde trabaja Wilt. Pero no hay muerte en
realidad, ni violencia; tampoco sufrimiento, a no ser el de la propia policía y
del director del instituto, que ven peligrar sus carreras.
Sí hay,
prácticamente a lo largo de toda la novela, humor negro, pues Tom Sharpe se vale de la ironía para
tratar temas serios como el matrimonio, la investigación policial, el hacer de
la Iglesia, la importancia concedida a la enseñanza en la formación profesional
y los verdaderos intereses de la clase alta y culta; el pensamiento holístico
de los Pringsheim queda como una caricatura mordaz de lo que representó en los
años 70 la new age, pues aparecen
como humanistas superficiales sin ánimo de trabajar; vividores acostumbrados a
tenerlo todo apelando a una falsa espiritualidad.
En Wilt hay tensión y según leemos, la
incertidumbre va en aumento. El protagonista se va enredando cada vez más hasta
hacernos creer que no podrá salir del atolladero, pero lo hace. Su ingenio
llega a límites insospechados mientras confiesa situaciones que, de tan
inimaginables, son esperpénticas.
Henry Wilt es un
profesor anodino que da clases en la Escuela de Artes y Oficios y, durante 10
años ostenta el cargo de auxiliar. Lleva tiempo esperando un ascenso, pero los
intereses de la Escuela van encaminados a convertirse en Politécnico, por lo
que, en contra del director de Humanidades, el señor Morris, se priorizarán
estudios dobles «licenciatura especial
conjunta en Estudios Urbanos y Poesía Medieval […] Y así por quinto año
consecutivo se olvidó el ascenso de Wilt».
Su matrimonio
tampoco funciona bien. Inmerso en la rutina, se aviene a los intereses de Eva,
su mujer, a la que le «influían demasiado
fácilmente la riqueza, el estatus intelectual y las nuevas amistades». Wilt
acepta todos los cambios y actividades que se busca Eva, mientras piensa que
asesinarla sería una buena opción. Tras una fiesta organizada por los
intelectuales señores Pringstheim, Wilt tiene la oportunidad de ensayar cómo podría
deshacerse del cadáver con una muñeca hinchable. Pero Eva desaparece con los
Pringstheim sin que él lo sepa y Wilt es acusado de asesinato.
Tom Sharpe utiliza
el humor, la ironía y el sarcasmo para resaltar los vicios de la sociedad. Los
lectores reflexionamos sobre la naturaleza humana, tan cambiante cuando
pertenece a un colectivo, mientras reímos. Nos reímos de las situaciones, nos
reímos de los personajes ridiculizados y nos reímos de sus defectos que vemos
como un reflejo de los nuestros.
El estilo de este
autor es mágico. Juega con el lenguaje como quiere, con comparaciones
antitéticas conclusivas, «Eva Wilt
desnuda a las ocho en punto de la mañana era una visión casi tan sorprendente
como Eva Wilt borracha, fumando y vestida con un pijama amarillo limón a las
seis en punto de la tarde. Y menos excitante incluso». Con antónimos que
definen a la misma persona, «saber que
Eva, que había sido toda su vida tan insoportable, fuese a soportar una vez
muerta el peso de un edificio de hormigón de varias plantas». Con metáforas
soeces «—…¿Lustrar su perlita? ¿Dónde
demonios aprendiste semejante expresión? —Carne Uno —dijo Wilt, se levantó y se
sirvió otra taza de café en la máquina». Con paronomasias expresivas que
adquieren significado por sí solas «Estaban
todas encadenadas, las condenadas» (las bicicletas). Con la segunda persona
objetivadora expresa el estado de ánimo del que se quiere distanciar «Eso, eso, échale la culpa a la ginebra
—murmuró Wilt, mientras entraba torpemente en el coche»; de hecho la voz
del narrador, en tercera persona, hace uso de interrogaciones retóricas con las
que se iguala al protagonista «¿Qué
sentido tenía todo aquello? De acuerdo, Eva era una vaca idiota que le hacía la
vida imposible…». Con alusiones literarias en conversaciones cotidianas,
que ridiculizan más el ambiente intelectual «…nos
dejas empantanados donde nadie en su sano juicio metería un barco ¿Quién te
crees que va a subir hasta aquí? ¿Juan Salvador Gaviota?».
Con palabras que tienen
la misma fonética pero los significados son diferentes, aunque colocados de
forma repetitiva aumentan su valor despreciativo «no es un lameculos […] si no lames culos, no vas a ninguna parte».
Con evidencias hiperrealistas que, de tan minuciosas, resultan increíbles
—¿Una
mujer? —preguntó— ¿Qué? ¿En ese agujero? ¿Y qué hace ahí abajo?
El
capataz le miró diabólicamente —¿Que qué hace? —gritó— ¿Qué crees tú que podría
estar haciendo? ¿Qué puede estar haciendo si acabas de echarle veinte toneladas
de hormigón líquido? Ahogándose, qué coño va a estar haciendo…
No hay desperdicio
en los diálogos; son fantásticos. Aportan agilidad a la novela y dejan que la
narración adquiera un ritmo dinámico, trepidante, pues las situaciones
desesperadas se suceden hasta llegar a lo más desesperante, afiladas
caricaturas de la realidad policial, eclesiástica y educativa.
No hay juicios
morales en Wilt; los personajes
actúan para que el lector ría mientras asume algo totalmente surrealista como
parte de la realidad. Es cierto que la referencia es real pero el toque
fantástico acerca la novela a la literatura del absurdo. Los personajes son
arquetipos: el mal policía, la mujer soñadora que aspira a que su marido le
ofrezca una vida confortable, el clérigo borracho, los snobs que viven a costa de los demás, los profesores, más
preocupados por su posición social y económica que por los intereses de los
alumnos… Todos son predecibles en su comportamiento, apenas cambian a lo largo
de la historia. Todos excepto Wilt; el protagonista experimenta un crecimiento
personal y social capaz de afrontar los reveses de la vida y salir airoso. La
estupidez de unos hace que su ingenio se intensifique hasta quedar como reflejo
del propio autor. También Sharpe fue encarcelado, acusado de subversivo,
también trabajó como profesor de Historia en la Universidad de Arte y
Tecnología en Cambridge, donde tomó notas de alumnos para algunos de sus
personajes más necios y brutos.
Está claro que las mejores novelas salen de mentes abiertas, tolerantes y trabajadas. Mentes que saben reírse incluso de sí mismas «…los profesores de Humanidades no son como los demás hombres. O empiezan ya siendo raros, o acaban siéndolo. Es algo que se debe a la naturaleza de su trabajo».
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