sábado, 26 de julio de 2025

WILT

Hacía tiempo que no lo pasaba tan bien con una novela; no solo porque es disparatada, divertida, hiperbólica en todos los aspectos, también porque el uso de la lengua es increíble: comparaciones, metáforas, juegos de preguntas y respuestas… El autor no da tregua a las escenas ingeniosas, consiguiendo que para demostrar su inocencia, el protagonista haga brillar su inteligencia hasta lo más alto y deje la de gran parte de los personajes bajo mínimos.

Podríamos decir que Wilt es una novela negra ya que la trama principal es la desaparición de la señora Wilt y el desenterramiento de un cuerpo de mujer, con ropa de la señora Wilt, en la ampliación del instituto donde trabaja Wilt. Pero no hay muerte en realidad, ni violencia; tampoco sufrimiento, a no ser el de la propia policía y del director del instituto, que ven peligrar sus carreras.

Sí hay, prácticamente a lo largo de toda la novela, humor negro, pues Tom Sharpe se vale de la ironía para tratar temas serios como el matrimonio, la investigación policial, el hacer de la Iglesia, la importancia concedida a la enseñanza en la formación profesional y los verdaderos intereses de la clase alta y culta; el pensamiento holístico de los Pringsheim queda como una caricatura mordaz de lo que representó en los años 70 la new age, pues aparecen como humanistas superficiales sin ánimo de trabajar; vividores acostumbrados a tenerlo todo apelando a una falsa espiritualidad.

En Wilt hay tensión y según leemos, la incertidumbre va en aumento. El protagonista se va enredando cada vez más hasta hacernos creer que no podrá salir del atolladero, pero lo hace. Su ingenio llega a límites insospechados mientras confiesa situaciones que, de tan inimaginables, son esperpénticas.

Henry Wilt es un profesor anodino que da clases en la Escuela de Artes y Oficios y, durante 10 años ostenta el cargo de auxiliar. Lleva tiempo esperando un ascenso, pero los intereses de la Escuela van encaminados a convertirse en Politécnico, por lo que, en contra del director de Humanidades, el señor Morris, se priorizarán estudios dobles «licenciatura especial conjunta en Estudios Urbanos y Poesía Medieval […] Y así por quinto año consecutivo se olvidó el ascenso de Wilt».

Su matrimonio tampoco funciona bien. Inmerso en la rutina, se aviene a los intereses de Eva, su mujer, a la que le «influían demasiado fácilmente la riqueza, el estatus intelectual y las nuevas amistades». Wilt acepta todos los cambios y actividades que se busca Eva, mientras piensa que asesinarla sería una buena opción. Tras una fiesta organizada por los intelectuales señores Pringstheim, Wilt tiene la oportunidad de ensayar cómo podría deshacerse del cadáver con una muñeca hinchable. Pero Eva desaparece con los Pringstheim sin que él lo sepa y Wilt es acusado de asesinato.

Tom Sharpe utiliza el humor, la ironía y el sarcasmo para resaltar los vicios de la sociedad. Los lectores reflexionamos sobre la naturaleza humana, tan cambiante cuando pertenece a un colectivo, mientras reímos. Nos reímos de las situaciones, nos reímos de los personajes ridiculizados y nos reímos de sus defectos que vemos como un reflejo de los nuestros.

El estilo de este autor es mágico. Juega con el lenguaje como quiere, con comparaciones antitéticas conclusivas, «Eva Wilt desnuda a las ocho en punto de la mañana era una visión casi tan sorprendente como Eva Wilt borracha, fumando y vestida con un pijama amarillo limón a las seis en punto de la tarde. Y menos excitante incluso». Con antónimos que definen a la misma persona, «saber que Eva, que había sido toda su vida tan insoportable, fuese a soportar una vez muerta el peso de un edificio de hormigón de varias plantas». Con metáforas soeces «—…¿Lustrar su perlita? ¿Dónde demonios aprendiste semejante expresión? —Carne Uno —dijo Wilt, se levantó y se sirvió otra taza de café en la máquina». Con paronomasias expresivas que adquieren significado por sí solas «Estaban todas encadenadas, las condenadas» (las bicicletas). Con la segunda persona objetivadora expresa el estado de ánimo del que se quiere distanciar «Eso, eso, échale la culpa a la ginebra —murmuró Wilt, mientras entraba torpemente en el coche»; de hecho la voz del narrador, en tercera persona, hace uso de interrogaciones retóricas con las que se iguala al protagonista «¿Qué sentido tenía todo aquello? De acuerdo, Eva era una vaca idiota que le hacía la vida imposible…». Con alusiones literarias en conversaciones cotidianas, que ridiculizan más el ambiente intelectual «…nos dejas empantanados donde nadie en su sano juicio metería un barco ¿Quién te crees que va a subir hasta aquí? ¿Juan Salvador Gaviota?».

Con palabras que tienen la misma fonética pero los significados son diferentes, aunque colocados de forma repetitiva aumentan su valor despreciativo «no es un lameculos […] si no lames culos, no vas a ninguna parte». Con evidencias hiperrealistas que, de tan minuciosas, resultan increíbles


—¿Una mujer? —preguntó— ¿Qué? ¿En ese agujero? ¿Y qué hace ahí abajo?

El capataz le miró diabólicamente —¿Que qué hace? —gritó— ¿Qué crees tú que podría estar haciendo? ¿Qué puede estar haciendo si acabas de echarle veinte toneladas de hormigón líquido? Ahogándose, qué coño va a estar haciendo…

No hay desperdicio en los diálogos; son fantásticos. Aportan agilidad a la novela y dejan que la narración adquiera un ritmo dinámico, trepidante, pues las situaciones desesperadas se suceden hasta llegar a lo más desesperante, afiladas caricaturas de la realidad policial, eclesiástica y educativa.

No hay juicios morales en Wilt; los personajes actúan para que el lector ría mientras asume algo totalmente surrealista como parte de la realidad. Es cierto que la referencia es real pero el toque fantástico acerca la novela a la literatura del absurdo. Los personajes son arquetipos: el mal policía, la mujer soñadora que aspira a que su marido le ofrezca una vida confortable, el clérigo borracho, los snobs que viven a costa de los demás, los profesores, más preocupados por su posición social y económica que por los intereses de los alumnos… Todos son predecibles en su comportamiento, apenas cambian a lo largo de la historia. Todos excepto Wilt; el protagonista experimenta un crecimiento personal y social capaz de afrontar los reveses de la vida y salir airoso. La estupidez de unos hace que su ingenio se intensifique hasta quedar como reflejo del propio autor. También Sharpe fue encarcelado, acusado de subversivo, también trabajó como profesor de Historia en la Universidad de Arte y Tecnología en Cambridge, donde tomó notas de alumnos para algunos de sus personajes más necios y brutos.

Está claro que las mejores novelas salen de mentes abiertas, tolerantes y trabajadas. Mentes que saben reírse incluso de sí mismas «…los profesores de Humanidades no son como los demás hombres. O empiezan ya siendo raros, o acaban siéndolo. Es algo que se debe a la naturaleza de su trabajo».

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