Siguiendo
la estructura de Doce hombres sin piedad (Sidney
Lumet, 1957), doce adolescentes se reúnen en casa de una de ellos para
reflexionar sobre un juicio al que han asistido. M.A. ha sido acusado de
agredir a una compañera y robarle el iPhone. En principio parece claro que
todos están de acuerdo en que es culpable. El chico puede ser ingresado en un
reformatorio, pero es evidente que ha actuado mal. La sorpresa viene cuando uno
de ellos, en la votación, lo declara «inocente».
Leo deberá convencer a los once restantes de que el acusado pudo no haber
cometido la agresión. O sí, pero antes de juzgar a la ligera deberán analizar
los motivos que tuvo M.A.
Once
contra uno cumple
con la función de entretener, pero como el tema principal es el racismo social,
en la representación teatral de esta obra surgen cuestiones sobre este problema
y otros que se derivan de él. En general la intención del autor es denunciar la
intransigencia que existe hacia los que son diferentes, por lo que creo
recomendable que los chicos se acerquen a esta obra de Miguel Griot para que, en su lectura, representación o
visualización, se den cuenta de que normalmente juzgamos por prejuicios y, si
esto es así, lo más probable es que también nosotros seamos juzgados.
La
obra se desarrolla en un marco de discursividad social por lo que se hace eco
de las condiciones y desafíos sociales; quienes son distintos a la mayoría
deben superar esos desafíos que el conjunto impone. A veces lo consiguen.
Otras, no.
Once contra uno representa un microcosmos en el que
los que residen en él rechazan lo que temen, tal como ocurre en la realidad;
nos da miedo lo que no conocemos, tememos que pueda afectar a nuestra forma de
vida. El problema es que no nos damos cuenta de que hay quienes tienen una
existencia tan miserable que la única salida es el cambio.
Cuando
habla un personaje en la obra, se dirige a un público pequeño para convencerlo
de su razonamiento. Al mismo tiempo, la intervención de los doce tiene unas
consecuencias en el público real que implican la adhesión o rechazo de las
tesis que se exponen en la escena. Pero los espectadores no juzgamos, no hay
posibilidad, los espectadores interiorizamos las actitudes expuestas ante
nosotros mientras nos replanteamos nuestros propios valores morales. Al final,
en la reflexión que inconscientemente hacemos cuando se baja el telón, es
cuando somos conscientes de que los niños, los adolescentes, pueden quedar
traumatizados por una violencia explícita o invisible
ESTHER.- …nos ha contado cosas que habíamos pasado por alto. Y eso es algo
que nos ocurre a todos con frecuencia, ¿no creéis? A veces nos hacemos una idea
de una persona, le ponemos una etiqueta y luego somos incapaces de quitársela.
Es
conveniente que los jóvenes lean (representen, mejor) la obra, porque los
diálogos, sin ahondar demasiado, van destapando determinados testimonios que no
tienen consistencia, por eso, una vez que se intentan montar no encajan.
Todos
somos inocentes hasta que no demuestren nuestra culpabilidad, esta presunción
de inocencia es un derecho fundamental, pero en la sociedad suele pasar lo contrario;
cuando alguien es acusado, por racismo sobre todo, es difícil cambiar la
opinión pública; es más fácil dejarse llevar por la corriente obviando dudas
razonables.
PATRICIA.- En eso lleva razón Leo. Lo que se tiene que demostrar es la culpabilidad, no la inocencia.
En Once contra uno, como en Doce hombres sin piedad, no se demuestra
la inocencia del acusado. Las reflexiones de los personajes hacen que, en
cadena, todos vayan cambiando de parecer hasta estar seguros de que M.A. no es
culpable de todo lo que se le acusa; puede haber cometido el robo pero ellos no
deben juzgar ese hecho sino razonar las causas que lo llevaron a esa situación,
para poder así desmontar la acusación que pende sobre él.
No
podemos enjuiciar cuando nuestra forma de vida, nuestro pensamiento, están
llenos de prejuicios. Griot induce a sus personajes (y con ellos a nosotros) a
que se olviden de sus propios intereses en favor del conocimiento de la verdad.
La
exposición de la duda por parte de Leo, su manifiesto interés en que prevalezcan
sus argumentos sobre las evidencias que la mayoría da por válidas, hacen que
los demás se vayan viendo reflejados en alguna de las acusaciones que ellos
mismos formulan, por lo que van cambiando su manera de pensar respecto al
acusado. La humanidad no es un rebaño, aunque a veces se comporte como tal.
En ciertas ocasiones algunos, como Sergio, por falta de madurez, Víctor, por su actitud violenta y racista o Íñigo, por su afán de protagonismo, se muestran hostiles y reacios a cambiar de opinión
VÍCTOR.- Venga ya, no seáis hipócritas. Todo el mundo sabe que la mayoría de
los gitanos son delincuentes.
[…]
VÍCTOR.- Si no te gusta mi opinión, vete a tu país
[…]
VÍCTOR.- Entonces tu padre es un extranjero que ha venido a quitar el
trabajo a los españoles.
En
otras, tampoco quieren aceptar la inocencia de alguien a quien consideran
inferior. Leo no ceja en su empeño. Él no sabe si M.A. es inocente, solo quiere
que distingan, en las dudas, lo evidente, lo probable y lo posible.
Al
mismo tiempo, Miguel Griot va anulando los prejuicios de la sociedad actual, en
la que es urgente el diálogo si no queremos formar parte de un mundo en el que
una multitud de conexiones solo sirven para que estemos desconectados de los
demás.
VÍCTOR.- La verdad es que, si eres gitano y te han expulsado de dos
colegios, te expulsarán del tercero. La verdad es que, si zampas muchos bollos,
engordas.
MARTA.- (Muy dolida, a punto de llorar)
Yo tengo un problema de tiroides, que lo sepas
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