sábado, 19 de noviembre de 2022

ONCE CONTRA UNO

Siguiendo la estructura de Doce hombres sin piedad (Sidney Lumet, 1957), doce adolescentes se reúnen en casa de una de ellos para reflexionar sobre un juicio al que han asistido. M.A. ha sido acusado de agredir a una compañera y robarle el iPhone. En principio parece claro que todos están de acuerdo en que es culpable. El chico puede ser ingresado en un reformatorio, pero es evidente que ha actuado mal. La sorpresa viene cuando uno de ellos, en la votación, lo declara «inocente». Leo deberá convencer a los once restantes de que el acusado pudo no haber cometido la agresión. O sí, pero antes de juzgar a la ligera deberán analizar los motivos que tuvo M.A.

Once contra uno cumple con la función de entretener, pero como el tema principal es el racismo social, en la representación teatral de esta obra surgen cuestiones sobre este problema y otros que se derivan de él. En general la intención del autor es denunciar la intransigencia que existe hacia los que son diferentes, por lo que creo recomendable que los chicos se acerquen a esta obra de Miguel Griot para que, en su lectura, representación o visualización, se den cuenta de que normalmente juzgamos por prejuicios y, si esto es así, lo más probable es que también nosotros seamos juzgados.

La obra se desarrolla en un marco de discursividad social por lo que se hace eco de las condiciones y desafíos sociales; quienes son distintos a la mayoría deben superar esos desafíos que el conjunto impone. A veces lo consiguen. Otras, no.

Once contra uno representa un microcosmos en el que los que residen en él rechazan lo que temen, tal como ocurre en la realidad; nos da miedo lo que no conocemos, tememos que pueda afectar a nuestra forma de vida. El problema es que no nos damos cuenta de que hay quienes tienen una existencia tan miserable que la única salida es el cambio.

Cuando habla un personaje en la obra, se dirige a un público pequeño para convencerlo de su razonamiento. Al mismo tiempo, la intervención de los doce tiene unas consecuencias en el público real que implican la adhesión o rechazo de las tesis que se exponen en la escena. Pero los espectadores no juzgamos, no hay posibilidad, los espectadores interiorizamos las actitudes expuestas ante nosotros mientras nos replanteamos nuestros propios valores morales. Al final, en la reflexión que inconscientemente hacemos cuando se baja el telón, es cuando somos conscientes de que los niños, los adolescentes, pueden quedar traumatizados por una violencia explícita o invisible


ESTHER.- …nos ha contado cosas que habíamos pasado por alto. Y eso es algo que nos ocurre a todos con frecuencia, ¿no creéis? A veces nos hacemos una idea de una persona, le ponemos una etiqueta y luego somos incapaces de quitársela.

Es conveniente que los jóvenes lean (representen, mejor) la obra, porque los diálogos, sin ahondar demasiado, van destapando determinados testimonios que no tienen consistencia, por eso, una vez que se intentan montar no encajan.

Todos somos inocentes hasta que no demuestren nuestra culpabilidad, esta presunción de inocencia es un derecho fundamental, pero en la sociedad suele pasar lo contrario; cuando alguien es acusado, por racismo sobre todo, es difícil cambiar la opinión pública; es más fácil dejarse llevar por la corriente obviando dudas razonables.


PATRICIA.- En eso lleva razón Leo. Lo que se tiene que demostrar es la culpabilidad, no la inocencia.


En Once contra uno, como en Doce hombres sin piedad, no se demuestra la inocencia del acusado. Las reflexiones de los personajes hacen que, en cadena, todos vayan cambiando de parecer hasta estar seguros de que M.A. no es culpable de todo lo que se le acusa; puede haber cometido el robo pero ellos no deben juzgar ese hecho sino razonar las causas que lo llevaron a esa situación, para poder así desmontar la acusación que pende sobre él.

No podemos enjuiciar cuando nuestra forma de vida, nuestro pensamiento, están llenos de prejuicios. Griot induce a sus personajes (y con ellos a nosotros) a que se olviden de sus propios intereses en favor del conocimiento de la verdad.

La exposición de la duda por parte de Leo, su manifiesto interés en que prevalezcan sus argumentos sobre las evidencias que la mayoría da por válidas, hacen que los demás se vayan viendo reflejados en alguna de las acusaciones que ellos mismos formulan, por lo que van cambiando su manera de pensar respecto al acusado. La humanidad no es un rebaño, aunque a veces se comporte como tal.

En ciertas ocasiones algunos, como Sergio, por falta de madurez, Víctor, por su actitud violenta y racista o Íñigo, por su afán de protagonismo, se muestran hostiles y reacios a cambiar de opinión



VÍCTOR.-  Venga ya, no seáis hipócritas. Todo el mundo sabe que la mayoría de los gitanos son delincuentes.

[…]

VÍCTOR.-  Si no te gusta mi opinión, vete a tu país

[…]

VÍCTOR.-  Entonces tu padre es un extranjero que ha venido a quitar el trabajo a los españoles.

En otras, tampoco quieren aceptar la inocencia de alguien a quien consideran inferior. Leo no ceja en su empeño. Él no sabe si M.A. es inocente, solo quiere que distingan, en las dudas, lo evidente, lo probable y lo posible.

Al mismo tiempo, Miguel Griot va anulando los prejuicios de la sociedad actual, en la que es urgente el diálogo si no queremos formar parte de un mundo en el que una multitud de conexiones solo sirven para que estemos desconectados de los demás.


VÍCTOR.-  La verdad es que, si eres gitano y te han expulsado de dos colegios, te expulsarán del tercero. La verdad es que, si zampas muchos bollos, engordas.

MARTA.-    (Muy dolida, a punto de llorar)

                   Yo tengo un problema de tiroides, que lo sepas

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