Cuando
tenemos en las manos algo pequeño, manejable, que despierta nuestra
imaginación, nuestro buen humor, nuestras ganas de mejorar, que contiene texto
escrito, imágenes, texto oral y música, podemos afirmar que hemos encontrado
una joya. Esto es lo que pasa con Beethoven y los niños. Un cuento
pequeño que tiene mucha gente detrás. Y muy buena. La historia narrativa, Beethoven y el amigo inventor, es de Anna Obiols, las ilustraciones son de Subi. En la parte auditiva encontramos
a Inés Moraleda como Narradora y la música está interpretada al piano por
Antoni Besses y Xavier Pardo Sabartés.
Todos tienen tal categoría que no necesitan presentación. Por sí solos merecería la pena comprar el cuento, pero si alguien aún no conoce a alguno de ellos, la editorial Bellaterra Música responde por todos. Esta editorial lleva casi 50 años difundiendo obras de carácter científico y desde 2002 edita libros relacionados con la música y la danza. La garantía está asegurada.
En fin, mi ilusión es tal que se me amontonan las palabras, las ideas, las imágenes y la música… Es un libro para leer más de una vez, para verlo de vez cuando y para oírlo siempre. Así que voy a intentar analizarlo de manera ordenada empezando por el cuento: Beethoven y el amigo inventor comienza in medias res presentando una acción del personaje, «Aquella tarde, Ludwig van Beethoven estaba en casa tocando el piano». Probablemente los niños hayan oído algo sobre el músico, incluso tarareen melodías sin saber que es su autor. Al ser un cuento dirigido a los pequeños podría haber contado la infancia del músico y sus comienzos. Sin embargo, Anna Obiols ha preferido centrarse en un momento especialmente doloroso para él, cuando nota que se va quedando sordo, algo terrible para quien se dedica a la música. Esta circunstancia le permite introducir a otro personaje, real también, que desempeñó un importante papel en la vida de Beethoven y en la historia de la música, pues Johann Mäzel inventó el metrónomo tal como lo conocemos ahora, algo que a nuestro protagonista le permitió sentir la música, «la oía en su cabeza». De esta forma, el músico alemán consiguió seguir componiendo hasta su muerte para «indicar a los músicos el tempo exacto para cada obra».
Sólo dos personajes, dos amigos que se ayudan el uno al otro y quedan retratados como ejemplo de compañerismo, de esfuerzo y tesón. También se nombra al médico, quien le confirma la sordera y al pastor, a quien, pese a tocar la flauta, no lo oía; pero estos personajes están en la historia para confirmar el problema del protagonista. No intervienen.
He leído el cuento, y el estilo sencillo dirigido a los más pequeños, no a un público ignorante, me ha cautivado.
El problema de los niños de hoy (y no tan niños) es que están descontentos con lo que les rodea. Puede ser porque en general, disfrutan de casi todo sin esfuerzo. Por eso es normal también que vivan con la sensación de saberlo todo. Para todos esos niños es perfecto este libro por la cantidad de recursos de que dispone. El humor, el buen humor se centra en la ingenuidad, el doctor aconseja a Ludwig que vaya al campo y Mäzel le fabrica trompetillas cada vez más grandes hasta que llega un momento que suponen otro problema añadido. Los personajes, tipificados, captan mucho mejor la atención de los lectores.
Cualquier asunto es susceptible de contarse en forma de cuento y, si alguien no estaba seguro, Anna Obiols lo demuestra en Beethoven y el amigo inventor, una joya que alienta a que los más pequeños desarrollen sus capacidades y se esfuercen por conseguir lo que desean. El cuento es otra historia de superación a partir de las carencias que conlleva la vida real. Es un regalo perfecto.
Además, los recursos visuales son extraordinarios. Las imágenes, de grandes dimensiones, estimulan la visión y aportan otro punto de vista desde el que enfocar la realidad; una percepción distinta a la cotidiana y experiencial del niño. Con formas grandes, atractivas, el ilustrador tiende un puente entre lo representado por él y las emociones que surgen en el lector, que participa de la alegría, el enfado, la curiosidad o el temor de los protagonistas.
Los tonos oscuros y las sombras nos acercan al tiempo del compositor; el siglo XVIII aparece entre carros, calles sin asfaltar, luces amarillentas e insuficientes de los quinqués que provocan contrastes con las sombras, difuminadas entre líneas apenas visibles capaces de dotar de movimiento y velocidad a personas y objetos. El color no solo decora, identifica espacios, tiempos y ánimo del protagonista. Está claro que las propiedades del dibujo participan de la hipérbole y la confrontación, (por algo Subi es uno de los mejores dibujantes de nuestro país), las grandes narices encuadradas en los ojos simplísimos y pequeños, comunican parte de la personalidad de cada personaje. Las ilustraciones dominan la página, algo relevante para despertar el interés por la narración. Es obligado mirar, leer el libro más de una vez porque los dibujos son tan completos que siempre se encuentra un nuevo detalle y significado que a primera vista no son evidentes.
Subi toma al niño por un ser complejo, capaz de traducir en palabras las imágenes, que puede educar el gusto por la estética y por el juego.
La relación texto-imagen se complementa. Y la sencillez de la historia se nivela con la grandeza musical del CD que contiene el libro. De este modo el cuento se convierte en una aventura tanto para niños como para mayores.
Las piezas musicales son fragmentos de Bagatelas Op. 33, Sonata nº 14, Sonata nº 20, Bagatela en La menor, Sonata nº 8, Bagatelas Op. 119, interpretadas por Antoni Besses y la Sonatina en Sol mayor ejecutada al piano también, por Xavier Pardo Sabartés. Estas piezas, conocidas por casi todos, contribuyen a desarrollar la afectividad y las emociones del niño. Lógicamente la música, además, cumple con la función didáctica, ya que estimula la memoria y el razonamiento. Al tratarse de movimientos de corta duración resultan ideales para mantener la atención del niño.
La magia de la palabra y de la imagen se multiplica con la música, capaz de persuadir y fomentar la empatía.
Desde la Edad Media existe la literatura didáctica, pero este cuento responde al nuevo concepto de aprendizaje, en el que el conocimiento se comparte, no se imparte. El niño, una vez leído, oído el cuento y la música puede ampliar sus conocimientos sobre el autor con la breve biografía que aparece al final. En Beethoven y los niños, el niño no es un mero observador que acepta una visión única y cerrada; puede asumir un papel activo, ir de allá para acá, decidir qué quiere y en qué momento, darse cuenta de que hay muchas posibilidades en lo que nos rodea que pueden hacernos sentir bien, sin olvidar que todo requiere esfuerzo, sentido común y conocimiento.
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