La forma del texto participa de la frescura propia de la novela actual. Comienza como una obra de misterio, con una serie de preguntas que el lector se va haciendo ¿Quién es Marcos? ¿Por qué persigue la policía a Pablo Hernando? ¿Por qué éste huye de su despacho de arquitectos y se instala en un pueblo sin apenas vida? ¿Qué pretende en realidad? Pero no es una novela de misterio al uso, en ella se intuye la escuela periodística, cantera inagotable de sucesos reales que acercan cada vez más a universos irreales sacados del terror de la ciencia ficción.
Rosa Montero es la redactora que intercala, con rigor, una serie de noticias aparecidas tiempo atrás en la prensa, que aluden a crímenes contra la infancia, abusos a niños provocados por sus propios padres, asesinatos, torturas, violaciones… Asimismo deja constancia de la brutalidad que los falangistas llevaron a cabo con los más débiles, los mineros, sometiéndolos a la tortura y al dolor de sentirse artífices de las muertes de sus propios compañeros. Y evidencia la atrocidad de aquellos que se sienten superiores, cuando en realidad son cobardes que actúan arropados por la masa, seguros al saber que se enfrentan al indefenso, como «aquellos dos mendigos a los que rociaron con gasolina en un cajero de Madrid y los quemaron vivos».
Además de noticias periodísticas, la autora expone, con un punto de humor, leyendas sobre aquellos que se creen por encima de los demás y no aceptan ayuda, como la del «barquito de Yiannis». Asimismo encontramos citas de autores literarios, como Quevedo o Pessoa, «Si el corazón pudiera pensar, se pararía», que dan fe de la locura actual, y versos de cantantes que denuncian el acoso a la mujer «malamente, tras, tras».
En esta oscura fantasía real, Rosa Montero alumbra con una realidad imaginada que conecta desde el principio con la sensibilidad del lector, quedando un equilibrio entre su universo esperanzado y la dureza de una realidad en la que el hombre deja de serlo cuando se deja llevar por la frustración, el sentimiento de rechazo o la enfermedad.
La forma de La buena suerte es actual. El narrador omnisciente cambia a veces a segunda persona para increparse desde el propio personaje, para demostrar una obsesión que se agudiza por el efecto de la enumeración de las oraciones cortas, «¿Han quedado para luego? ¿En otro lugar? ¿Pablo se va a ir? ¿Regresará a Madrid? Para. ¡Para ya! […] ¡No sigas siendo un hámster!».
En otras ocasiones la tercera persona pasa a primera para incriminarse a sí mismo, de manera que los horrores de los demás, de la sociedad, quedan unidos a los suyos, al individuo; aparece entonces la incertidumbre de lo terrible, del dolor que podamos llegar a experimentar «Va mareado, se ahoga, el pánico le ronda […] ¿Quién es el responsable de tanto dolor?, ¿Cómo pueden, cómo puedo soportarlo?».
También en las analepsis descubrimos la infancia traumática de ambos protagonistas, el desamparo, la soledad, el maltrato infantil que acude a la memoria, que nos atiza cuando lo revivimos en el presente, hasta que somos conscientes de que forma parte de la vida del hombre y de que podemos llegar a comportarnos de manera más desnaturalizada que los propios animales, «El amor entre padres e hijos está tremendamente mitificado».
Sí intenta comprender a Ana María, porque sabe que una de las consecuencias del maltrato y el abandono es la infelicidad y el maltrato «Recuerda a sus vecinas, la madre y la niña, tan pálidas las dos, tan poca cosa, inanimadas casi en aquella tarde de piscina». El recuerdo es importante. El protagonista, Pablo Hernando, recuerda constantemente su vida. Una vida llena de contrastes, el dolor que ha soportado en su persona, desde pequeño, se ha visto compensado con el éxito laboral y económico, por lo que de manera inconsciente fue dejando de lado el ámbito privado para concentrarse en su profesión hasta que se da cuenta del daño que ha hecho y del vacío que siente. Raluca García será la persona encargada de descubrirle el gozo de hacer bien las cosas, aunque sean insignificantes, el gusto de intervenir para que hasta lo más feo resulte gratificante «Hay un cierto placer en colocar las baldas. Que los colores de los productos armonicen, que los artículos se vean bien, que las pequeñas torres sean equidistantes y estables». Raluca le hace percibir la buena suerte que tiene. Ella, con una vida a sus espaldas marcada por la angustia, sin apenas futuro laboral, personal o social, vive la esperanza del presente, de encontrar en todo lo que la rodea la alegría necesaria para seguir adelante.
La buena suerte es la negativa de las víctimas a convertirse en verdugos. Es la superación de los traumas infantiles hasta conseguir interactuar en la sociedad de manera positiva. Pablo vuelve a soñar con Raluca, o empieza a vivir al encontrarla. Necesita crear un mundo más feliz, menos oprimido por el poder del dinero y sus consecuencias deshumanizadoras. En este mundo se va elaborando una nueva identidad formada por todos los aspectos que más le gustan de él. Un mundo formado por Raluca, Felipe y Perra, en el que cada uno le ha aportado lo necesario para crecer y sentirse bien. Perra le ha mostrado el calor incondicional de la compañía, Felipe le ha descubierto el amor por la vida y la empatía «En lo que se divide de verdad la humanidad es entre buena y mala gente. Entre las personas que son capaces de ponerse en el lugar de los otros y sufrir con ellos y alegrarse con ellos, y los hijos de puta que sólo buscan su propio beneficio». Y Raluca le enseña la bondad de la inocencia, la fuerza y el optimismo. Pablo consigue, eso creemos, ser feliz en el mundo que se fabrica lleno de esperanzas.
Rosa
Montero nos conquista de nuevo, hace que deseemos ese mundo que ella sueña una
y otra vez, donde el amor por lo que nos rodea es lo más importante, «Raluca es un planeta, Raluca es la Tierra
flotando en el espacio, azul y verde y blanca por la nata batida de las nubes,
como una bola soleada y fulgurante, tan bella como la más bella joya en la
solitaria negrura del cosmos, y Pablo es un meteorito que cae desenfrenado
hacia ella, atrapado por la inexorable ley de la gravedad».
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