Para
leer Los
dos hidalgos de Verona sólo hay que tener ganas de disfrutar. Lo ideal
es ver la representación, aún hoy sigue vigente casi cuatrocientos años
después, pero se puede pasar un rato agradable leyendo el texto, porque
indudablemente el mérito, casi en su totalidad reside en el lenguaje.
Completamente actual; los chistes se entienden perfectamente, los dobles
sentidos de las palabras y expresiones se interpretan con acierto aunque
algunas estén en desuso. La obra merece ser leída con detenimiento porque todo
en ella es divertido. El argumento es el de una típica comedia de enredo:
Proteo y Valentín son dos caballeros de Verona, amigos, y diferentes en el modo
de pensar; mientras Proteo quiere sentar la cabeza con su enamorada Julia,
Valentín pretende ir a Milán a enriquecerse culturalmente. Pero el padre de
Proteo cree que le irá bien ir a Milán pues «Tengo
la impresión de que no será nada si no adquiere experiencia e instrucción».
Cuando
debe partir, Proteo ya duda de su compromiso y al llegar a Milán se encuentra
con que Valentín se ha enamorado de Silvia. Él también lo hace, y para
obtenerla inventa una mentira tras otra hasta traicionar a su amigo,
consiguiendo que el duque, padre de Silvia, lo destierre. Julia, prometida de
Proteo, teme que éste la haya olvidado, así que se disfraza de hombre y va a
Milán a recuperarlo. Silvia rechaza, por su parte, a Proteo y, gracias a una cuadrilla
de bandidos que los raptan, se desvela la verdad, quedando juntos los
enamorados y Proteo con Julia.
A
pesar de estar bastante tipificada, en Los
dos hidalgos de Verona encontramos escenas muy actuales y otras que
podríamos considerar un precedente del teatro del absurdo, como la del
asesinato confesado que, en principio, no entendemos su relevancia, hasta que
nos damos cuenta de que es una forma como otra cualquiera de dejar a los
bandidos en ridículo; de hecho el protagonista, tras confesar esto, y admitir
que sabe idiomas, se erige como jefe de la banda, que, por otro lado, también
es absurda su existencia en la obra.
BANDIDO 1º.- —¿Qué habéis sido desterrado de allí?
[…]
VALENTÍN.- Por una falta que me es
doloroso recordar. He matado a un hombre.
[…]
BANDIDO 1º.- Por casualidad, ¿sabéis idiomas?
[…]
BANDIDO 2º.- …¿Queréis ser nuestro capitán, convertir en virtud la necesidad…
[…]
BANDIDO 1º.- Pero si rehúsas nuestra oferta te daremos muerte.
Pero
ahí está, una banda de salteadores de caminos que roban a los ricos para
dárselo a los pobres. Y así, de repente, nuestro caballero Valentín, tal como
pronostica su nombre, se convierte en un nuevo Robin Hood capaz de demostrar su valor y bondad al perdonarle la
vida al Duque de Milán, el mismo que hizo todo lo que estuvo en su mano para
evitar que se casara con su hija Silvia.
Otra
escena descabellada es la que encabeza Lanza, a modo de monólogo actual, para
presentar a su perro Crab, al que se llevará en el viaje que deber realizar con
su amo Proteo. En principio el perro no tiene otro objetivo que el de reforzar
la necedad de Lanza, sin embargo su intervención en la trama confirmará el poco
apego que siente por su dueño y la lealtad absoluta de éste hacia Crab,
configurando entre ambos una situación histriónica por la inversión de papeles:
«Amigo, vais a zurrar a ese perro, ¿no es
eso? ¡Vive Dios! ¡Pues claro! —me contestó. Eso será una injusticia —repliqué—
pues he sido yo quien ha cometido la falta. Con lo que sin más ceremonia me
echaron a la calle a puntapiés».
En
general, todas sus intervenciones desvelan la bondad y sensibilidad de Lanza,
el típico criado simple al servicio del antihéroe Proteo, un cobarde que quiere
llevar a cabo sus apetencias mudables a base de mentiras, con las que perjudica
a su amigo, a su prometida y a la prometida de su amigo. Pero sus mentiras son
tan grandes y van implicando a tantos que, al final, no dan sino pena, por eso
tendrá su merecido y deberá pedir perdón y acatar la decisión de la mujer que,
en esta obra, no es la inconstante:
JULIA.- …Pero ante el pudor, menos
afrenta hay en la mujer con cambiar de traje que en el hombre con cambiar de
sentimientos.
PROTEO.- ¡Que en el hombre con cambiar
de sentimientos! Es verdad. ¡Oh, cielos! El hombre sería perfecto si fuese
constante. Este solo defecto es origen de todas sus faltas, y, le arrastra a
todos los pecados.
Valentín
es el galán que se enamora de Silvia, la hija del Duque de Milán, comprometida
por su parte con Turio, otro caballero veleidoso; pero cuando ve que Silvia no
lo quiere no intenta imponerse por la fuerza, mostrando asimismo un
razonamiento bastante actual «Loco por
demás es quien arriesga la vida por una mujer de quien no es amado».
Relámpago
es el criado de Valentín, portador de un humor inteligente, a veces filosófico,
otras despreocupado y siempre dueño de la palabra justa. Sus apariciones no son
muy numerosas, sólo para hacernos ver el pensamiento irónico que Shakespeare tenía hacia determinados
estamentos sociales, como la paradoja humorística que utiliza al ver a los
bandidos: «Mi amo, haceos de los suyos
¡Es una honrada cuadrilla de ladrones», o la evidencia con la que alerta a
Valentín
RELÁMPAGO.- Mi amo, el señor Turio os
pone muchos ojos
VALENTÍN.- Lo sé, es por amor
RELÁMPAGO.- Pero no a vos
Por
eso, la inteligencia de Relámpago está por encima de la de Proteo y Valentín.
Al igual que el ingenio de Shakespeare está por encima del de cualquiera. Los
juegos de palabras son incontables y expuestos de todas formas: Hay
similicadencias imposibles que aligeran el ritmo “zapatos – botas – bote –
voto”; epanadiplosis de vocativos con los que el hombre, inconscientemente,
quiere dar fe de la maldad de la mujer «¡Tú,
Julia, tú me has metamorfoseado».
Derivativos
falsos que implican insultos:
PROTEO.- Una pastura te hubiera
sentado bien
RELÁMPAGO.- Que ella me dé la pastura
pero dadme vos la pasta
Metáforas
amorosas «Los fuegos concentrados son los
que abrasan» y eróticas «¡Ten piedad
del hambre que he sufrido tanto tiempo!». Los antónimos recalcan la
bobería: rápido – lento, cuerdo – loco; las metáforas enredan las acciones y
sentimientos «Pues está ciego, y
siéndolo, ¿cómo ha podido venir hasta vos?»; y las antítesis remarcan la
evidencia «¿no es un ángel del cielo?
—No; pero es una maravilla terrestre».
En
fin, la trama, las acciones, los pensamientos, van encaminados a advertir de
los peligro del amor impuesto, de las traiciones que somos capaces de cometer,
de las injusticias que nos rodean y del poder de la mujer. Todo en un tono
burlesco, deliciosamente intrigante.
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