He terminado Orlando
(¡por fin!); esta exclamación viene a cuento por la falta de tiempo que he
tenido últimamente para leer, pues otros quehaceres han ocupado casi todo el
que tenía libre. Pero digo, he terminado Orlando
y estoy maravillada ¿Cómo a principios
del siglo XX una mujer fue capaz de escribir una novela que rompiera con todos
los cánones de la novela tradicional? ¿Cómo no la había leído antes? Son
preguntas que me hago y que, indudablemente, la respuesta da igual. Lo
importante es que he conocido a Virginia Wolf y lo único que lamento, como
tantas otras veces, es no haberme comunicado en persona con la autora. Hubiera
estado bien ser una Orlando y viajar en el tiempo para hablar con tantos y
tantos autores que han dejado huella.
Pero no es posible, como
tampoco lo es que Orlando comience su historia en 1588, a finales del reinado
de Isabel I y la termine en 1928, cuando muere a los 36 años, sin apenas haber
envejecido.
El libro es una metáfora
tras otra, es prácticamente una alegoría que se coloca en los antecedentes del
Realismo Mágico hispanoamericano, se une al simbolismo de finales del XIX al
criticar la falta de sensibilidad, la descripción objetiva, y quedar la propia
autora entre esos poetas malditos que, como Baudelaire, apostó por la
responsabilidad del arte para capturar la experiencia efímera de la vida, para
capturar la Verdad absoluta; Orlando
queda asociado a las vanguardias a través de su perspectiva narrativa,
principalmente desde el sueño o el pensamiento; las imágenes oníricas del
surrealismo le permiten abordar temas tabúes como la homosexualidad, la
libertad sexual, el papel social de la escritora en la sociedad…
Orlando cambia de
apariencia; empieza la novela siendo un joven apuesto, decidido, alocado con
las mujeres y algo torpe… y después se convierte en una mujer… y se asusta por
ello pues a lo largo de un sueño se le aparecen la Pureza, la Modestia y la
Castidad, cualidades que se le suponían al sexo femenino y que él no las practicó
nunca; así que las echa de su habitación y se queda con la Valentía y la
Verdad, atributos que, a lo largo de los siglos han sido considerados propios
de los hombres.
¿Cuerpo de mujer,
sentimientos masculinos…? ¡Uf!
Como mujer, Orlando, está
estancada, incluso se enamora, se casa y tiene un hijo, sin embargo con su
marido mantiene una relación atípica
…si
el marido de una siempre estaba navegando para doblar el cabo de Hornos, ¿era
eso un matrimonio? Si una lo amaba ¿era eso un matrimonio? Si una amaba también
a otras personas, ¿era eso un matrimonio? Y por último, si una todavía deseaba
escribir versos, más que nada en el mundo, ¿era eso un matrimonio?
No cabe duda de que esta
relación, estas dudas, son las que atormentan a Virginia Wolf durante su vida,
capaz de amar tanto a su marido como a una amiga perteneciente también al
Bloomsbury, grupo en el que también se encontraban nuestra autora y su marido
y, entre otras características bastante avanzadas para la época, se mostraba en
contra de la exclusividad sexual. Por eso Orlando al llegar a casa se quita el
miriñaque para ponerse los bombachos y poder moverse libremente por el jardín,
por el campo…
En este cambio inusual de
sexo, que además surge de forma espontánea tras un sueño, intuimos la finalidad
del libro: defender que no hay diferencia de sexos en el interior de las
personas; la inteligencia, los sentimientos son los mismos.
…estos
yoes que nos forman, uno apilado encima de otro […] tienen […] pequeños códigos
y derechos propios […] porque todo el mundo puede multiplicar a partir de su
propia experiencia las diferentes condiciones con que sus diferentes yoes han
pactado con uno…
Virginia Wolf hace acopio
de novedosas técnicas, tanto formales como de contenido. Entre las formales, no
duda en aunar lo correspondiente al silencio verbal con la palabra, es decir
puede dejar espacios en blanco para que el lector los llene con sus propias
reflexiones «Por esas razones dejamos
aquí un gran espacio en blanco, lo que es señal de que el espacio está
repleto». Entre los procedimientos de contenido, destacamos las hipérboles «A un pobre gato lo habían tomado por carbón
y lo habían asado»; los diálogos
absurdos «—¡Señora! —gritó el hombre,
echando pie a tierra—: ¡Está herida! —Estoy muerta, señor —contestó ella. Pocos
minutos después estaban comprometidos»; las sinestesias vivificadoras «las nubes color pulga y color flamenco»;
las antítesis surrealistas «De una gran
cruz […] pendían crespones de viuda y velos de novia»; o los oxímoron «con agradable angustia». Asimismo
abundan las técnicas narrativas que le permiten viajar a lo largo de la
Historia en un tono distendido, a veces humorístico, casi siempre irónico: «La vida normal de la mujer era una sucesión
de partos».
Entre estas técnicas me
gustaría destacar el monólogo interior que, al cambiar de sexo cambia de perspectiva
al igual que modifica la técnica, pues a este monólogo interior se une la
narrativa tradicional en tercera persona, un narrador omnisciente que nos
recuerda a la tradición; de hecho hay momentos en los que se nos vienen a la
mente otras afirmaciones de otros escritores. Así si Oscar Wilde afirmó que «la literatura no crea la naturaleza sino
que la recrea», el narrador de Orlando
opina algo parecido «Una cosa es el verde
en la naturaleza y otra en la literatura. La naturaleza y las letras parecen
profesarse una antipatía natural […] ¿Cuántos más soles veré declinar?» Esto
le permite una búsqueda constante del conocimiento y del placer estético a
través de la escritura «releyó y le
pareció repulsivo; corrigió y rasgó; omitió; agregó; conoció el éxtasis y la
desesperación; […] rio y lloró; vaciló entre uno y otro estilos;», porque
Orlando empieza escribiendo un poema El
roble, como hombre; de hecho al principio tenemos la impresión de estar
ante la continuación del Orlando furioso,
de Ariosto, pues si éste es víctima de la locura y del amor, prepotente y falto
de delicadeza…, nuestro Orlando es un joven aristócrata aficionado a las
mujeres, favorito de la anciana reina, y sufre asimismo, como hombre, el
abandono de una princesa rusa. Sin embargo termina el poema como mujer, cuando
ha sido víctima de todos sus derechos, ya que al haber estado durante un tiempo
en Estambul viviendo como gitana en una tribu, se le da por muerto en
Inglaterra «entró inmediatamente en
legítima posesión de sus títulos […] a pesar de ser otra vez perpetuamente
noble, era también extremadamente pobre».
Será por lo tanto, como
mujer, cuando luche realmente por lo que es suyo y cuando obtenga un éxito
editorial inigualable.
La inclinación hacia la
mujer es indudable, pues queda claro que es a quien le ha tocado sufrir más en
cualquier época; abusos sexuales, prohibiciones de pensamiento o acción son
denunciados en el libro, por lo que, de alguna manera, al tratar temas tabú
como la libertad sexual, la diferencia entre hombres y mujeres o el papel
social de las escritoras, Wolf se convierte en defensora, si no pionera, de los
derechos de la mujer.
Entre otros temas que
aparecen, podemos destacar la maldad del ser humano, identificada sobre todo en
el sexo masculino, el aprovecharse de la buena fe de los demás
Porque
—dijo— he acabado ya con los hombres.
Sin
embargo pagó la pensión trimestralmente
[…]
Si
sus perros no desarrollaban el don de la palabra […] podría vivir los años que
le quedaban en una satisfacción tolerable.
La crítica hacia el
plagio en la literatura es indudable en algunos momentos, de hecho, cuando el
crítico Nicolás Greene afirma que «en
Inglaterra había muerto el arte de la poesía» y ataca a Shakespeare,
Marlowe, Donne y Browne, sorprende a Orlando; Greene sólo salva a Ben Jonson
porque «era amigo suyo, y él nunca
hablaba mal de sus amigos», y de paso le pide que le pague una pensión para
tener un sitio donde trabajar. Orlando lo hace y le deja que lea su libro Muerte de Hércules para que le dé su
opinión; hecho que Greene aprovecha para plagiarlo con un título parecido y
obtener un éxito inmediato. Aunque sea el propio Greene años después el
causante de su éxito como escritora.
Asimismo predomina la
importancia del tiempo interior «Una
hora, una vez que se instala en el extraño dominio del alma humana, puede
extenderse cincuenta o cien veces su duración en el tiempo», que, a veces
deviene en Realismo Mágico «Una vez, por
ejemplo, hizo que toda una ciudad de mujeres ciegas, cerca de Brujas, tejiera
las cortinas para una cama con dosel de plata». Esto es lo que le permite
que su biografía, de 36 años dure más de 300.
Y esto es lo que permite
al lector olvidarse de si Orlando es un hombre, de si se convierte en mujer, de
si es una mujer atrapada en un cuerpo de hombre… Orlando es una persona que
reflexiona sobre por qué, a lo largo de los siglos ha habido seres considerados
superiores, con derecho a todo hacia aquéllos considerados inferiores por
cualquier circunstancia, y el ser mujer, no cabe duda, sigue siendo una
circunstancia primordial. Sigamos el ejemplo de Wolf y reivindiquemos, como
tantas personas que la mujer es eso, una persona, que siente, piensa y decide
como persona.
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