Está
claro que han pasado miles de años, por lo tanto ya no queda nadie que sepa
cómo sonaba el griego, quizá por eso la llaman lengua muerta, porque ninguno es
capaz de recordar su melodía, su fonética. Una vez leí que cuando alguien muere
sigue vivo mientras se le recuerda, no tanto su voz sino sus actos, su forma de
ser, su manera de entender la vida. De ahí que los artistas revivan cada vez
que leemos sus libros, miramos un cuadro y nos habla, oímos una canción y nos
conmueve o nos llena de nostalgia. Este es un aspecto bello del ser humano, si
no la vida en general no tendría mucho sentido —puede que en realidad no sea
tan bueno dada la cantidad de libros que hoy escribe cualquiera, incluso
quienes no saben hablar, pero eso es otra historia en la que hoy no
profundizaremos—. Pues, si estamos de acuerdo en que esta visión de la
concepción de la vida o la muerte es hermosa, estamos obligados a leer La lengua de los dioses ya que eso es lo que transmite: el griego no es
una lengua muerta, simplemente ya no se habla, pero la seguimos recordando,
seguimos profundizando en ella, seguimos encontrando, sorprendidos, algunos
porqués de la nuestra y seguimos apreciando su legado. Es cierto que ahora es
imposible saber cómo hablaban los griegos, pero quienes han estudiado su lengua
y su cultura tienen plena certeza de que el griego era mucho más musical que
las lenguas romances que derivaron de ella, y sobre todo advierten que la forma
de sentir el mundo de los griegos era diferente, más tranquila, ordenada, precisa…
Andrea Marcolongo, una erudita en la
lengua griega, es capaz de escribir de manera que se nos haga atractiva; las
curiosidades, paradojas y el sentido del humor inundan las páginas de este
libro, subtitulado con gran acierto “Nueve razones para amar la lengua de los
dioses”. Y sea por su juventud, sea por su inteligencia, o por su gran
experiencia derivada de diferentes estancias en países, su escritura llega a
todos, los que saben griego, los que están estudiándolo, los que no lo sabemos
pero estamos convencidos de que el pensamiento y la lengua están relacionados y
los que son profanos en cualquier cuestión lingüística. La manera de explicar
el género, el número, los casos o el verbo es clara y entretenida, llena de
ejemplos actuales en nuestra lengua que consiguen que entendamos mejor a los
padres de la civilización. Por alguna razón el griego no ha muerto. Si hoy
vuelven a estar de moda los superhéroes o los vengadores, ya realizaron hazañas
similares Aquiles, Teseo o Jasón, si hoy luchamos por la libertad de
pensamiento, por la igualdad de la mujer, por una escritura razonada y precisa,
ya comenzaron a expresarse como los mismos dioses Safo, Sófocles y Eurípides,
como lo atestigua Andrés Pociña en su adorable libro Medea, Safo, Antígona (Tres piezas dramáticas).
Está
claro que Ulises deja en mantillas a cualquier superhéroe actual al luchar
contra monstruos como Caribdis y Escila. Si en un momento Dante imaginó su Divina Comedia, ya Orfeo había bajado a
los infiernos y había conseguido sacar de ellos a su amada Eurídice, y si en el
cristianismo Dios se convierte en paloma para fecundar a María, Zeus se
transformó en cisne para fecundar a Leda, en toro para raptar a Europa, en
lluvia dorada para fecundar a Dánae o incluso en el propio marido de Alcmena,
para fecundarla y concebir a Hércules.
Y
sin embargo, la concepción del hombre era mucho más hermosa que la de la Biblia
en la que Dios, lleno de ira, se limita a expulsar a Adán y a Eva del Paraíso
despojándolos de todo bien y condenándolos al sufrimiento: pasarán frío, enfermedades,
vida penosa al trabajar y muerte. Qué distinta la concepción griega, según
Platón, en la que las personas eran redondas y conservaban tres sexos,
masculino, femenino y otro que participaba de ambos. Cada persona, redonda,
poseía cuatro manos, cuatro pies y dos rostros iguales. Eran
extraordinariamente fuertes por lo que los dioses, temerosos de que les
vencieran, los hicieron más débiles cortándolos por la mitad, así el amor es
innato en los humanos, que pueden restaurar su fuerza al unirse a “su media
naranja” y hacer uno de dos. Maravilloso.
Sabemos
que el griego no ha muerto, es asignatura estudiada incluso en naciones cuya
lengua no deriva de él, lo que entraña una ironía para este país que nos ha
tocado en suerte habitar, en el que cada vez se piensa menos porque cada vez se
quiere más, dinero o fama efímera, los cinco minutos de gloria que necesita
gran parte de la sociedad para que se hable de ellos, aunque al momento vuelvan
al olvido social. Creo que quien aprende esta lengua la siente viva porque se
va impregnando de una forma diferente de ver la realidad, tan distinta a la
actual y tan cercana a la vez. A pesar de estar formado por múltiples
dialectos, todos sus hablantes tenían conciencia de formar una nacionalidad, la
griega —¿será por eso que avanzaron tanto que luego esa sociedad pretendió
“Renacer” en el siglo XIV?—. Esto es lo que debemos meditar y a lo que nos
obliga —sin querer— Marcolongo, a comprender que sólo los grandes pueden
hacerse fuertes, a pensar que “nosotros” es más provechoso para uno mismo y
para un país que “yo”. ¡Qué presente hemos de tener, precisamente ahora esta
idea!
Hay
algo fundamental del pensamiento griego que se nos ha olvidado, de ahí que no
le demos importancia a la memoria histórica, y es que el paso del tiempo no era
importante respecto del pasado, una vez ocurrido ya está, lo fundamental eran
las consecuencias que tenía ese pasado (para repetir o no las mismas acciones).
Me
siento rara al comentar La lengua de los
dioses porque no sé griego, por lo tanto, poco o nada puedo aportar a la
gran cantidad de aspectos curiosos que Andrea Marcolongo expone sobre esta
lengua mal llamada “muerta” pero así sentida por todo el estado español pese a
que gran parte de nuestro vocabulario, de nuestra arquitectura, pintura,
literatura…, y no sólo artes sino estilos de vida, se lo debamos a la Grecia
clásica. Cuando explico literatura recuerdo casi siempre que hemos inventado
poco, que ya los griegos impusieron, por ejemplo, el mito de la mujer curiosa,
capaz de traerle al hombre todos los males del mundo, aunque si la curiosidad
de Eva fue la causa de que se desatara el mal entre los cristianos, en Grecia
no fue directamente Pandora sino Epimeteo.
Por
supuesto, lo que más trato es lo referente a la literatura, pero la
arquitectura, la escultura están ahí y no han perdido vigencia. Hace unos meses
visité en Madrid la exposición AGÓN! La
competición en la antigua Grecia, y no pude sino maravillarme con la
perfección de formas de las esculturas y las imágenes pintadas en cerámicas.
La
importancia de conocer la lengua griega es obvia, aunque sólo sea para entender
palabras como misoginia, hegemonía, demagogia, alergia o para saber por qué
todo lo relacionado con el dolor acaba en -algia. Pero no soy la más indicada
para entrar en esto. Simplemente observo cómo vivimos en una sociedad en la que
lo más importante es la ciencia, la robótica, la tecnología… sin tener en
cuenta que para ser un buen médico, ingeniero o economista hay que poseer una
cultura que sólo se adquiere mediante las humanidades; y para poder empatizar
con los demás, si queremos ser buenos médicos, ingenieros o economistas, hemos
de tener una base sólida del conocimiento de nuestra lengua y de la
civilización. Y eso es lo que está desapareciendo del sistema educativo; hoy no hay tiempo para afrontar los
extensos temarios de lengua española, latina, griega, francesa… porque las
horas de estas asignaturas han disminuido hasta desaparecer en algunos casos.
No hay tiempo. Vivimos en el mundo de la rapidez, la inmediatez, lo efímero, los
nervios, así que lo de menos es que el alumno sepa expresarse de forma adecuada,
porque se acortan las palabras, se repiten expresiones comodín hasta la
saciedad y al final no se dice nada, nadie escucha porque hay poco que
escuchar, ya casi nadie diserta, ni escribe cartas a un amigo, todo son
mensajes cortos, tanto que incluso a veces se sustituyen por dibujitos,
emoticonos; pero que quede claro, una carita mandando un beso es un salir del
paso, no es un mensaje de amor, no es la expresión de lo que sientes por esa
persona en ese momento ¿cómo va a recibir la misma carita, tu amiga, tu madre o
tu novio? El significado no es el mismo… pero escribirlo es molesto; «ya nadie sabe llamar por teléfono, y por lo
tanto la gente se olvida de que sabe hablar». Tendemos a expresarnos de
manera tediosa, mientras que «los
antiguos griegos daban a cada color otro significado, un sentido de
luminosidad, de gradación de claridad. Veían la luz y coloreaban su intensidad;
así el cielo es broncíneo, ancho, estrellado, nunca es solo azul, y los ojos
son glaucos, chispeantes, nunca solo azules o grises».
En
fin, porque he descubierto cierta paz y orgullo en el pueblo griego recomiendo
la lectura de La lengua de los dioses. Está
claro que «haber estudiado griego antiguo
imprime cierto carácter en la forma de hablar, de escribir y de pensar… Y
seguirá… estando dentro de nosotros, y tenderá a salir a la superficie en
formas y en situaciones inesperadas y fulgurantes. “Abre la mente”… No es sólo
una cuestión lingüística, es una cuestión de actitud ante la vida…”
Esto
afirma Andrea Marcolongo, y yo estoy totalmente de acuerdo con ella porque
conozco a estudiantes de griego, que son tenaces en la comprensión de
tradiciones culturales, porque conozco a Pepi, a Sara, a Ana, que han estudiado
griego, son excelentes personas y saben vivir “dentro de ellas mismas”. Porque
conozco a José Antonio, el mayor helenista que podamos imaginar, admirable por
su plena libertad en la comprensión del mundo y quien, indirectamente, me instó
a leer este libro. Y sobre todo porque conozco a Amaya, que no sólo ha
estudiado Clásicas y se dedica a enseñarlas a jóvenes de la comunidad
valenciana, sino que he descubierto en ella, al leer a Andrea Marcolongo, una
forma de ser pura, precisa, paciente, humilde y orgullosa de lo que tiene.
No
voy a decir que La lengua de los dioses
deba figurar en el programa educativo pero sí que es urgente reavivar la fuerza
de las Humanidades en colegios e institutos españoles «porque somos víctimas de uno
de los sistemas educativos más retrógrados y obtusos del mundo» La pena es
que dudo mucho que esto llegue a quien debiera.