Libro
basado en una de las materias, ya eliminadas tan injustamente del currículo de
Educación, como otras que forman parte de las Humanidades. La Historia Sagrada
era una asignatura que, si bien en algunos momentos hacía temer por nuestro
final tras la muerte, en muchos era fuente de placer y para despertar la
curiosidad, la imaginación y el gusto por la literatura. Indudablemente había
pasajes incomprensibles, no entendíamos cómo de una pareja nada más se pobló la
tierra, más aún cuando Adán y Eva tuvieron 2 hijos, Caín y Abel, pero ya se
sabe, lo inexplicable era alegórico, metafórico o parabólico. Pero por mucho
que nos recordasen que no había que tomar las cosas al pie de la letra, he de
reconocer que, en momentos difíciles de mi infancia, odiaba profundamente a
Adán y Eva pues yo me imaginaba que, de no haber sido por su pecado tonto,
podría haber vivido en ese paraíso, sin preocuparme de los estudios o carencias
infantiles.
El
caso es que ha ocurrido así en todas las religiones, y en todos los mitos, y
estaba bien que los niños, aunque no leyeran la Biblia, supieran quién era Job,
o Abraham o lo más elemental de una religión a la que, eso sí, pertenecía todo
el mundo y sin embargo muy pocos lo hacían por convicción, de hecho si
realizásemos, ahora o antes, encuestas para saber quiénes son los lectores de
la Biblia, probablemente no llegásemos al 25% de los llamados católicos. Esto,
que no admite discusión en otros aspectos de la vida, nadie que no tenga el
título correspondiente puede ser médico, o fontanero, en la religión se relaja
de forma alarmante puesto que el estudio de la Biblia no es obligatorio para
formar parte de la comunidad cristiana. Debe haber otros intereses por parte de
la iglesia, si no no se explica que tampoco haya subsistido la Historia Sagrada,
materia que, según quién la redactara, informaba de algunos aspectos bíblicos
con mayor o menor profundidad. Yo la cursé; era entretenida y me sirvió para
ampliar mi cultura. Más tarde, cuando me introduje algo más en la religión
griega, latina o egipcia, me di cuenta de que muchos de los pasajes de la
Biblia tuvieron su fuente en diferentes mitologías y religiones. Así que sí servía
la Historia Sagrada para ayudar a las cabecitas que la estudiaban a ser
críticos y razonadores en un futuro, aunque en la infancia no entendiésemos
cómo pudo parir María y seguir siendo virgen (imagino que los niños griegos
tampoco entenderían cómo Zeus en forma de lluvia de oro logró fecundar a Dánae
y que ésta pariese a Perseo nueve meses después). Lo que es innegable es que
cuando consigues realizar tus propias interpretaciones, cuando logras
cuestionar diferentes escritos, sean bíblicos o no, empiezas a formar tu
identidad y, lo más importante, empiezas a valorar los libros en general y la
literatura en particular.
Pues
Las barbas del profeta es un libro para todos, para quienes no hayan
estudiado Historia Sagrada, porque van a aprender algo de ella y de paso de su
cultura, y para los que sí la cursamos, porque pasaremos un rato súper divertido,
agradable y reflexivo, como siempre que leemos algo de Eduardo Mendoza. «El segundo
mandamiento que Jehová dio a Moisés en el monte Sinaí dice: No te harás imagen
ni ninguna semejanza de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra,
ni en las aguas debajo de la tierra» ¿Por qué la religión católica ha sido entonces
tan explícita con sus imágenes, tanto pictóricas como escultóricas? ¿Para que
sus seguidores no diesen rienda suelta a la imaginación? ¿Para infundir temor
entre los fieles? Es cierto que hay imágenes que asustan, pero otras no lo han
conseguido «La figura patriarcal de Dios
padre sale más favorecida. En cambio el Espíritu Santo no tiene arreglo».
No
debemos perder de vista a nuestros mitos
originales, puesto que en ellos está la base de lo que somos y la base de
nuestro pensamiento; al conocerlos podremos recapacitar, en este caso con
Mendoza, sobre lo que se considera ético, o moral, o simplemente fe ciega o
creencia.
Y
como todo lo que escribe este autor, nos ayuda a reflexionar en profundidad y
con una sonrisa constante derivada de la amenidad e ironía de su estilo. «Pero seamos sinceros: Jesucristo no nos
caía simpático. El mensaje de amor y perdón poco tenía que ver con nuestras
circunstancias, y por el contrario, la insistencia en la renuncia, en el
sacrificio y la penitencia no encajaban en la cabeza de unos niños que sólo
querían jugar y ser felices» (Seguro que ha debido ser por esto, o algo
parecido, por lo que ya no se estudia Historia Sagrada, ni mitología, y seguro
que, por algo similar tratamos de evitar a las nuevas generaciones todo lo que
suponga memoria histórica).
Las barbas del profeta es un libro que pide a gritos la
concordia, que medita sobre la importancia de la convivencia, que refleja, por
supuesto, la personalidad de este último y merecidísimo Premio Cervantes,
hombre de paz y de gran sentido del humor, cualidades que se ven en su obra y
que, en la que nos ocupa, aporta asimismo el sello de identidad sobre el autor «Entre los ángeles hay un grupo muy numeroso
que es el de los ángeles de la guardia. Es un concepto más próximo al mundo de
las hadas y los enanitos. Los adultos pocas veces piensan que un ser invisible
está siempre a su lado, velando por su pupilo y anotando cuidadosamente sus
buenas y malas obras».
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