Nos introducimos en un
mito basado en un personaje literario perteneciente a una obra en la que, de
nuevo, aparece la lucha entre el Bien y el Mal, El burlador de Sevilla y convidado de piedra, escrita hacia 1616 por Tirso de Molina. El protagonista es don Juan Tenorio,
personificación absoluta de la vida en libertad, como juego y disfrute
exclusivamente (lo que en realidad es uno de los sueños más antiguos del
hombre). La finalidad es doctrinal, con un acusado talante moralizador, puesto
que el castigo infernal hace que triunfe el Bien.
Merece la pena resumir
la obra de teatro porque suceden varias acciones al mismo tiempo en diferentes
espacios. Esto hace que el texto teatral tuviera un toque innovador en el Siglo
de Oro. Otro, sin lugar a dudas, es la profundización psicológica con que está
tratado el protagonista. Y otro, la crítica al poder.
En el Primer Acto el
carácter de don Juan queda definido. Goza, en Nápoles, de Isabela haciéndose
pasar por el duque Octavio, su prometido. Cuando ella descubre el engaño pide
auxilio y el rey acude con don Pedro Tenorio, tío de D. Juan y embajador
español, a restaurar su honor. Al ver en los aposentos de la duquesa a su
sobrino, don Pedro le aconseja que se vuelva a España; luego le dice al rey que
el embozado se ha escapado y en su huida ha dicho que era Octavio. Isabela no
lo niega.
En el trayecto, el barco
donde viajaba don Juan se hunde, y él llega medio ahogado a la costa de
Tarragona; allí, la pescadora Tisbea, a quien antes hemos visto jactarse de que
rechaza a todos los hombres, le da auxilio y cobijo. Don Juan, con promesa de
convertirla en su noble esposa, la goza durante la noche y se escapa para
Sevilla por la mañana.
Mientras, el rey
español, quiere agradecer a don Gonzalo de Ulloa su buena embajada en Lisboa y
le ofrece a don Juan Tenorio como esposo de su hija Ana.
Pero en el Acto Segundo,
el rey se entera de la fechoría de don Juan en Italia, y para acallar a
Octavio, que no sabe por qué el rey de Nápoles lo acusa de forzar a Isabela, le
ofrece a Ana de Ulloa. Además aconseja a su privado don Diego Tenorio, padre de
don Juan, que mande a su hijo a Lebrija hasta que se olvide el asunto, y allí se
case con Isabela para apaciguar a la corte italiana.
Sin embargo doña Ana de
Ulloa es pretendida por el marqués de la Mota, quien ha conseguido una cita con
ella. Don Juan engaña al marqués, y con la excusa de allanarle el camino toma
su capa, se hace pasar por él, e intenta disfrutar de doña Ana, pero ella lo
descubre y a sus gritos acude su padre D. Gonzalo, quien es asesinado por D.
Juan. La guardia real prende al marqués de la Mota creyéndolo asesino de D.
Gonzalo (por el cambio de capas).
Don Juan continúa su
camino a Lebrija y en Dos Hermanas se encuentra con las bodas de Patricio y
Aminta, a las que, prácticamente, se invita. En el Acto Tercero promete
matrimonio a Aminta, y goza de ella tras decirle al novio que él ya la había
conseguido antes y venía a enmendar el daño.
Mientras, Isabela, en su
venida a España, se encuentra con Tisbea; entre las dos descubren las fechorías
de D. Juan y deciden acusarlo ante el rey. Por otro lado, Octavio y el marqués
de la Mota descubren las traiciones de don Juan y deciden vengarse.
Pero no es necesario. Ante
tal desaguisado será la justicia divina la que ponga fin a todo. Don Juan ve en
una iglesia la estatua erigida en la tumba del Comendador y se burla de él
invitándolo a cenar. Esa noche, la estatua va a su casa y le devuelve la
invitación a don Juan, quien acepta y acude a la cena en la Iglesia. La estatua
le da la mano y lo abrasa interiormente hasta matarlo, negándole la confesión
que pide en el último momento. Y en la corte todo termina bien al conocer su muerte.
El marqués de la Mota se casa con Ana de Ulloa. El duque Octavio con la duquesa
Isabela; Tisbea con su amigo Fabio y Patricio y Aminta retoman sus desposorios.
Pues sí, este personaje
es un mito, un rebelde que vive al límite burlando, violando, desafiando a
cualquiera, incluso a la máxima autoridad terrenal o divina, despreciando todo
tipo de leyes y normas morales. Tisbea le advierte en más de una ocasión “Plega a Dios que no mintáis”. Su criado
también le advierte “Lo pagaréis en la
muerte” Don Diego Tenorio le dice “Que
es juez fuerte Dios en la muerte”. Y cada vez que oye algo de esto, don
Juan Tenorio responde “Tan largo me lo
fiais”. Hasta cuando ve en la iglesia la tumba del Comendador y lee el
epitafio “Aquí aguarda, del Señor el más
leal caballero, la venganza de un traidor”, se burla de forma ofensiva
(tirando de la barba) y le dice “Tan
largo me lo fiais”.
Tirso se encarga de
retratarlo a la perfección, don Juan es un libertino, casi un ser demoníaco,
por lo que sólo será vencido por Dios. Curiosamente al hablar del mito de don
Juan se piensa en el conquistador, de hecho incluso en alguien al que los
hombres admiran por sus conquistas femeninas y las mujeres desean por sus
virtudes femeninas. Pero no nos confundamos, don Juan es un depravado, un rico
egoísta, acostumbrado a tener lo que quiere con la ayuda de su padre y del
poder:(a su criado) “Si es mi padre el
dueño de la justicia, y es la privanza del rey, ¿Qué temes?”
Se aprovecha de la
situación privilegiada de su familia para ser perdonado por el rey (cualquier
otro hubiera sido encarcelado por sus fechorías), ofende a duques, marqueses,
hacendados, suplanta personalidades y desafía a la autoridad paterna y estatal
sin que le ocurra nada. Si pensamos en eso, tiene poco que admirar.
Además es un violador;
teniendo en cuenta que sólo entrar en el aposento de una mujer ya era
deshonrarla, conducirla al escarnio, a la exclusión social y al sufrimiento, el
pasar la noche con ella era condenarla; de hecho Tisbea (representante del
pueblo) e Isabela (de la nobleza) se culpan del engaño “Mal haya la mujer que en hombre fía” pero deciden ir a pedir
justicia al rey (el autor, que tenía un punto feminista). Si pensamos en esto,
tiene poco que desear.
Si don Juan no hubiese
sido hijo del privado del rey, sobrino del embajador, su vida de juego,
libertad y desprecio a las normas habría sido castigada por las leyes
terrenales. Debe ser que para los poderosos sólo funciona la justicia divina
¡Pues vaya!
¡Toda la razón del mundo¡ Nada que admirar, nada que desear. Como siempre me encantan tus análisis y tus reflexiones, y al hilo de ellas me pregunto ¿habrá contribuido (o será el “culpable”) Zorrilla a ese halo admirable/deseable con su don Juan salvado y enaltecido por el amor? ¿Le interesaba también a la iglesia, para ganar adeptos a la causa, salvar al pecador irredento a cambio de ese acto de contrición final?
ResponderEliminarDe cualquier manera, he de confesar que me gusta la obra y me encanta el verso de Zorrilla
“Clamé al cielo, y no me oyó.
Mas, si sus puertas me cierra,
de mis pasos en la Tierra
responda el cielo, no yo.”
“-¡Villano!
Me has puesto en la faz la mano!
-¡Válgame Cristo, mi padre!
-Mientes; no lo fui jamás
-¡Reportaos, por Belcebú!
-No; los hijos como tú
son hijos de Satanás”
Loor a este blog, señora
gracias los lectores damos
y aquí te suplicamos
¡continúa en buena hora!
Je, Je. Lo mejor es la redondilla final.
EliminarPorque, vamos a ver... ¿Responda el cielo, no yo? Pues que se lo diga a las que ha engañado. Pero bueno, es teatro, así que no vamos a confundirlo con la realidad, por lo que tampoco entraremos en si los "malos" lo son genéticamente o educacionalmente. Pero tus comentarios son fantásticos, y tu verso compite con el del romántico. Gracias! ¡Seguimos leyendo!
Me pregunto qué pensaría Tirso al conocer, no sólo el inigualable alcance de su personaje, del cual estaría lógicamente orgulloso, sino de la connotación positiva con la que se aplica hoy en día el apelativo de Don Juan a todos aquellos "caballeros" que responden a un alto dominio en el arte de la seducción y el embaucar.
ResponderEliminarPersonalmente disfruté muchísimo con la adaptación a los tiempos modernos que hizo Torrente Ballester, en la que se mostraba a un Don Juan clásico en el presente (el presente de 1963). Un personaje anacrónico y divertido, aunque igual de seductor.
Sin duda una figura que se ha mostrado en constante evolución, la última de ellas, se puede ver en la divertida comedia Don Jon, donde poco queda ya de aquel temerario de modales exquisitos.
Gracias, como siempre, por el gran análisis.
Un saludo
Es verdad que el don Juan de Torrente es divertido. No he visto la película, a ver si me animo (y la encuentro).
EliminarEn cuanto a los donjuanes teatrales o novelísticos han proliferado desde el siglo XVII en que apareció Tenorio. Hay quien afirma que la fuente de Tirso no fue literaria sino real, que existió una familia Tenorio en Sevilla de carácter disoluto. No lo sé, pero está claro que es realmente el sueño, si no de todo ser humano, sí de los "vividores". Siempre habrá expertos en engañar, embaucar a los demás, mediante lamentaciones, para dar pena o para hacer aflorar sentimientos de culpa en el otro, y conseguir lo que se proponen con el único fin de vivir mejor.
Seguimos leyendo! (para seguir pensando y que nos engañen menos). Gracias por participar en el blog.
Leyendo un artículo sobre la próxima puesta en escena de la versión que de "Don Juan Tenorio" han hecho Juan Mayorga y la simpar Blanca Portillo, en seguida se me han venido a la mente tus reflexiones sobre este personaje, con las que la Portillo coincide plenamente y, parece, que eso es lo que quiere transmitir en su montaje.
ResponderEliminarAhí dejo el enlace al citado artículo, pues creo que es un buen complemento a tu análisis y algo a citar, por lo reciente, cuando alguien tenga que hablar de este mito.
Una vez más muchas gracias por este blog y por tus acertadísimos comentarios.
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/01/08/actualidad/1420738330_388704.html
Gracias a ti por ayudar a que el blog tenga sentido.
ResponderEliminarMe encanta Blanca Portillo, creo que es de las mejores actrices que hay ahora mismo; y de las mentes mejor "amuebladas".
Seguimos leyendo! (en este caso tu recomendación)
¡Estoy emocionada! Y la verdad es que no sé por qué, porque opino igual que Blanca Portillo, pero que nadie hubiera cuestionado el personaje de d. Juan en España, es más que hubiera sido recreado y homenajeado anualmente, me llevaba a pensar en mí como un ser raro que no había entendido el fondo de las obras. Y de pronto leo la opinión de Portillo sobre el asunto...¡Me encantaría ver la obra! Es mi próximo objetivo.
ResponderEliminarGracias, de nuevo, Antonio, por recomendar esta entrevista.