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jueves, 23 de abril de 2015
martes, 21 de abril de 2015
MISTERIOSO ASESINATO EN CASA DE CERVANTES
Para
resolver un asesinato ocurrido en la puerta de la casa de Cervantes llega a
Valladolid don Teodoro de Anuso. Desde la primera página de la novela vemos que
no es un caballero al uso, pues entona un villancico, tiene los pies blancos y
delicados, no toma aguardiente y en su aposento aparecen dos arcones roperos,
uno con vestidos de mujer y el otro con trajes de hombre. De esta forma, mediante
un recurso usual en el siglo xvii,
al menos en la literatura, el travestismo, y dependiendo de a quién tenga que
entrevistar, unas veces irá don Teodoro de Anuso y otras, en un cambio
ingenioso de nombre, se presentará doña Dorotea de Osuna.
La
justicia ha culpado a don Miguel de Cervantes de dicho asesinato por lo que él
y su hermana, sobrina e hija, como cómplices, se encuentran encarcelados. La
primera misión de “los dos” detectives será sacarlos de la cárcel con la
inestimable ayuda de la duquesa de Arjona.
Así
comienza Misterioso asesinato en casa de Cervantes y, de la mano de
Teodoro y Dorotea iremos adentrándonos en una España en decadencia, llena de
miserias para el pueblo y de falsa gloria para sus gobernantes.
Merece
la pena leer este libro sólo por la cantidad de curiosidades costumbristas que
pueblan sus páginas. El retrato cosificado de la beata no tiene desperdicio «halló el bulto de una mujer sobradamente
gorda… echada en las losas… y aunque de lejos parecía que oraba, de cerca se
descubría que se había traspuesto». Puede
que hoy no se dé de manera tan exagerada pero a veces, el retrato de Isabel de
Ayala, “la desuellahonras”, recuerda a los beatos contemporáneos, más
interesados en que a otros les vaya mal que en que a ellos les vaya bien «Ellas van y vienen por las casas… y con el
pretexto de ayudar al prójimo deshonrarían a la casta Susana si se lo
propusieran».
Otras
costumbres que el narrador recuerda con agrado nos advierten de la incultura
general del país: las mesas de los amanuenses en las calles para redactar
cartas o cédulas a la muchedumbre, o el vaciado de orinales por las ventanas al
grito de ¡Agua va!». Y aparecen
acciones que, aunque no eran usuales, se convertirían en ello con el paso del
tiempo «Había un carromato con un alambique
de cobre donde la gente abrevaba de ese brebaje que llaman cerveza»
Asimismo
resulta curioso constatar que la Iglesia y la religión no sólo formaba parte de
la vida de los españoles sino que su importancia se impuso en la cotidianeidad,
hasta el punto de que aún hoy el paso del tiempo se sigue contando por
oraciones; los juramentos, admiraciones o expresiones rutinarias continúan,
como entonces, siendo comparadas con asuntos religiosos: «…el hombre que me dijiste… entró y estaría dentro el espacio de como
un padrenuestro. …y allá estuvo algo más, como tres o cuatro credos» «…a estas
horas andaríais en el requiescatinpace.» «Ya nos estás trayendo una jarra de
vino pagano, sin bautizar» «¡Por las entrañas de Judas rehogadas en los
menudillos del Anticristo!» «Ese joyel… es tan verdadero como la religión de
Mahoma» «Pasado el espacio de dos credos salieron las muchachas de la
antesala».
Otras
expresiones forman parte, tal cual o modificadas, de nuestra tradición y
refranero «Si viene la ronda… nos das agua
con ese canto», «Los que más hombrean cojean de ese pie», «Encontrar la horma
de su zapato», «Cornudo y apaleado», «¡Acuéstese de día quien no tenga con qué
alumbrarse!».
Personalmente
considero sin embargo que lo que ha hecho de Juan Eslava Galán el maestro de la
novela histórica es su capacidad para narrar la historia con ingenio. El punto
de vista irónico, sarcástico a veces, hace que entendamos mucho mejor a este
país, algo incomprensible, y a sus habitantes «Sin nosotros (los matones a sueldo) no comerían corchetes ni alguaciles ni tendrían sus granjerías y
acomodos jueces ni procuradores, ni triunfarían las leyes del rey en el
escarmiento y sujeción de los reinos». Creo que el autor tiene, entre
otras, la virtud del buen humor, virtud que traslada a su narrativa para
conseguir una novela no al uso, plagada de datos reales y rebosante de agudeza,
pues sabe sacarle la chispa a cualquier circunstancia. Así, el alguacil
Carranza, cuando llega el embajador inglés siente que «Valladolid se llenó de herejes…» Pues con dos intervenciones más,
conocemos al dicho alguacil; no hacen falta explicaciones descriptivas por
parte del narrador, simplemente conforma un personaje tipo que nos lleva a la
España de 1600 para mostrarnos un funcionariado al que le falta profesionalidad
y le sobra incultura «Es mi costumbre con
los borradores (llevarlos encima). Para servirme de ellos cuando visite el
excusado a fin de exonerar el vientre» «No hace falta ser Casandra para montar
la guerra de Troya».
El
estilo es fluido, plagado de locuciones chocantes que permiten imágenes
ingeniosas, a veces tanto que son capaces de arrancarnos la carcajada. Los
juegos de palabras «para acomodar a la
casta sin castas» conviven con ideogramas «Nunca vi pobres tan tenaces», con derivaciones «era un asunto de cuernos, que por algo estaban en el Rastro de los
Carneros», con latinismos «Aquí es
donde aparecen las Cervantas… ¿Putas habemus?», o con comparaciones hiperbólicas
que el pueblo sabe percibir incluso en situaciones de desgracia, como cuando
suben al moribundo Ezpeleta a la habitación de doña Luisa de Montoya para que
lo asista el médico y «La casa y la
escalera eran un jubileo de gentes.. no faltaba sino sacar un hachón a la calle
para que pareciera velatorio… si se pusiera una buñolería en la puerta,
parecería la fiesta del Corpus».
Que
las crónicas y sucesos de nuestro pasado vayan de la mano de la ocurrencia es
normal en Eslava Galán; así lo vimos en La
primera guerra mundial contada para escépticos o Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie. También
los datos literarios se acumulan en las páginas componiendo una serie de guiños
a otras obras del Siglo de Oro como Rinconete
y Cortadillo «¿Cómo te llamas? —Pedro del Rincón, señor», El Lazarillo «…echó la llave con muchas
vueltas, como si en la casa quedara algo que guardar, y metiéndola en la
faltriquera vacía…», El Quijote «el
que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho.» El juez de los divorcios
«En los reinos y en las repúblicas bien ordenadas había de ser limitado el
tiempo de los matrimonios…»; o a escritores actuales como Arturo Pérez
Reverte «…¡pardiez!, pudiera ser don Muzio
Malatesta, el maestro de esgrima…».
La
mujer, como era usual en el xvii,
no sale bien parada. Numerosas expresiones retratan la concepción que se tenía
de ella, «más putas encubiertas que
mosquitos en el Esgueva», «No es como para matar por ella», «De natura no son
despiertas», «Es una menor perpetua», y que no son sino reflejo de la
cultura que recibía «…debe estar en casa,
pariendo hijos, limpiando culos, lavando pañales, haciendo coladas… sin meterse
en más bachillerías ni enseñanzas que las que dan los púlpitos de nuestra Santa
Iglesia». La mujer debía fingirse boba para conseguir lo que quería. Por
eso Dorotea de Osuna, al resolver el caso, es la bandera que Eslava Galán porta
como defensor de la inteligencia femenina, de la misma forma que erige a
Cervantes como uno de los pioneros en defender a la mujer, su inteligencia y su
necesidad de recibir cultura «… os diré
que las Cervantas, siendo mujeres de poco asiento, saben todas leer y escribir
desde chicas como si ya desde que salieron de las mantillas estuviesen
predestinadas al puterío.»
Y
es que, prácticamente, Misterioso asesinato en casa de Cervantes
es un homenaje al primer escritor universal. A lo largo de las páginas de la
novela surge el profundo cariño que Eslava Galán siente hacia don Miguel, por
eso, quizás, al igual que «hay cuatro
autores» del Quijote, aparecen «los
cronistas de esta verdadera historia», «punto sobre el que difieren los graves
autores consultados».
Y
por eso, quizás, la vida de Cervantes sirve para denunciar las tropelías de la
Iglesia, del Estado, y de todos aquellos que las permiten, «por eso esta España que las consiente nunca levanta cabeza…» ¿Nos
está llamando al orden? Imagino que sí;
quiero pensarlo, pues Eslava Galán, como Cervantes, utiliza su pluma para, con
ironía, denunciar todo aquello que nos afea. Una vez más lo consigue,
enseñarnos historia, hacernos reír y, sobre todo, obligarnos a pensar. Otro
grande.