lunes, 29 de diciembre de 2014

LA CELESTINA

Hablar de La Celestina es hablar de vida. En una época llena de represión social, de miseria para el pueblo, de decaimiento en la nobleza, de omisión de la mujer, aparecen unos personajes, de la clase más baja, reivindicando un salario por su trabajo, requiriendo igualdad de trato, demandando dignidad, pidiendo honra según los méritos de cada uno. Disfrutamos leyendo La Celestina porque observamos en la protagonista una mujer inteligente de la más baja escala social a la que todos, por diversos intereses, solicitan, en Melibea, aun hoy, rasgos de una mujer fuerte, en Pleberio, señales de un padre moderno, en el autor, demostración constante de sabiduría; si bien esto puede ser un inconveniente a la hora de oír a los sirvientes, pues a veces usan refranes, y otras se basan en citas de autoridad, también es cierto que es un lujo observar comparaciones de diferentes situaciones cotidianas o de diversos sentimientos, con pasajes mitológicos o de la literatura clásica.

Es fabuloso leer La Celestina y darnos cuenta de la influencia que el mito de Ulises ejerció en Rojas (porque confirmamos la convicción de que la literatura es algo vivo y tan importante para el ser humano como los alimentos). Y, por supuesto, es fantástico leer a Shakespeare y observar rasgos de Celestina en la nodriza de Julieta.

Pero estamos en las postrimerías de la Edad Media, no debemos olvidar que El Renacimiento es incipiente, la Inquisición acerca posibles caídas, la exclusión social puede ser habitual para los discrepantes, y el racismo y la conciencia de clase están presentes en la sociedad. El autor lo sabe, puede que por eso se ocultara en los acrósticos iniciales (o no, pues fue una ocultación manifiesta) o puede que finalmente se sintiera temeroso de las consecuencias, el caso es que con la muerte de todos aquellos que incumplieron las normas, terrenales o divinas, la modernidad de la obra queda en un segundo plano, tras la intención moralizadora. Pero, mientras tanto, ahí queda, e imaginamos que hizo pensar, pues, desde muy pronto los ataques de los moralistas fueron constantes. Incluso el humanista Juan Luis Vives desaconsejó su lectura en 1524. En 1632 se incluyó en el Índice de libros prohibidos y se censuraron algunas escenas, hasta que en 1792 se prohibió por completo.

Por todo esto, y pese a la intención moralizadora, es una obra moderna. De hecho hoy se lee como una novela, las descripciones son tan detalladas que en ningún momento perdemos el hilo argumental; hoy se ha llevado al cine, Penélope Cruz y Juan Diego Botto estuvieron bien como Calisto y Melibea, pero Terele Pávez bordó el papel de Celestina. Y hoy se ha llevado al teatro; Gemma Cuervo ha sido una de las últimas en interpretar la adaptación de Mariano de Paco.

Y sin embargo, o precisamente por ello, tuvo problemas para su clasificación en 1492, no sabían si incluirla en los géneros Narrativos pues es todo dialogado, no hay narrador, o en los Dramáticos, por la cantidad de espacios y tiempos diferentes, por la gran extensión, por la falta de acotaciones… Obra polémica, pues, desde que vio la luz, y obra universal desde entonces porque sus temas son universales: sexo y corrupción.

No voy a desvelar el argumento, al menos por ahora, pero quiero comentar del estilo algo que considero la eleva a obra de arte: el vocabulario empleado. Los conceptos se repiten hasta la saciedad mediante sinónimos en monólogos minuciosos que ralentizan el ritmo y acrecientan la curiosidad; hay más de dos páginas para relatar los diferentes oficios de Celestina,
PÁRMENO.- …Tenía una cámara llena de alambiques, de redomillas, de barrilejos, de vidrio, de alambre, de estaño, hechos de mil facciones. Hacía solimán, afeite, cocido, argentadas, bujelladas, cerillas, lanillas…
destacan las largas enumeraciones para definir el amor con oxímorons,
CELESTINA.- …una agradable llaga, un sabroso veneno, una dulce amargura, una deleitable dolencia, un alegre tormento…
los encadenamientos causales que atestiguan el paso del tiempo;
CELESTINA.- …Pero bien sé que subí para descender, florecí para secarme, gocé para entristecerme, nací para vivir, viví para crecer, crecí para envejecer, envejecí para morirme…
las comparaciones vulgares conviven en un mismo personaje con las más alambicadas del amor cortés o las cotidianas del refranero;
CALISTO.- …Melibea es mi señora, Melibea es mi Dios, Melibea es mi vida; yo su cautivo, yo su siervo…
         …No se dice en balde que mal ajeno de pelo cuelga.
         …Señora, el que quiere comer el ave quita primero las plumas.
destaca el abanico de palabras cultas, cultismos, arcaísmos, vulgarismos, términos de literatura, de medicina, de religión, de leyes, de filosofía, de sexo, de acciones cotidianas… Todo tiene cabida en La Celestina, unas veces el léxico sirve para denunciar situaciones con crudeza, otras con humor y otras, las más, con ironía.

Al leer La Celestina de nuevo, he recordado refranes que apenas se manejan, otros se siguen empleando. Sería conveniente investigar sobre ellos y observar si el sentido es el mismo que hace 500 años, porque es curioso pensar en lo que han cambiado los medios de comunicación durante 5 siglos y, sin embargo, la base de esa situación comunicativa apenas ha evolucionado.

Podríamos entablar un debate aquí sobre este tema.


Otro podría referirse a los personajes. Los personajes de La Celestina están vivos, descritos con gran profundidad psicológica muestran la dualidad del ser humano. De hecho, como en la comedia antigua grecolatina, aparecen por parejas (excepto Celestina, protagonista indiscutible y compleja y Lucrecia, símbolo de la represión, complementaria a Celestina); el lector no termina de conocerlos hasta que han terminado su intervención, porque van conformando el carácter según actúan ¿Tienen sus nombres algo que ver en su personalidad?

Sería fantástico abrir otro debate sobre esto.


ESQUEMA:

Obra polémica  ] Engloba todas las características que la convierten en una obra cumbre de la literatura universal. Podemos partir de cualquier elemento o de cualquier punto de vista y sólo tendremos originalidad:

· Época ] Finales del siglo XV por lo que tiene trazos medievales aunque parezca una obra revolucionaria Renacentista (De hecho se prohibió a finales del XVIII).

· Autor   ] Parece que el primer acto fue obra de un humanista (Juan de Mena o Rodrigo de Cota). El bachiller Fernando de Rojas lo encontró (sin firmar) y terminó la obra. Lo realmente importante es ¿por qué no aparece firmada directamente?

· Título ] Empezó siendo Comedia de Calisto y Melibea, después pasó a llamarse Tragicomedia de Calisto y Melibea, hasta que se quedó con La Celestina, nombre de la alcahueta (en vez del de los nobles como era usual).

· Género ] No puede ser teatro porque es excesivamente larga, tiene numerosos espacios y saltos temporales. Y no puede ser novela porque está dividida en Actos, no capítulos, es completamente dialogada sin narrador y con escasa acción. Es una comedia humanística (escrita para ser leída).

· Temas   ] Amor – Lujuria – Muerte – Codicia.

· Personajes ] El nombre alude a su condición. Tienen profundidad psicológica. Aparecen por parejas, para complementar el carácter, excepto Celestina y Lucrecia (criada de Melibea) que no tienen correspondencia porque su oposición es vertebral en la historia. Celestina es la causante de la tragedia, pues desencadena el desenfreno, la lujuria; Lucrecia es totalmente reprimida.

o   Calisto: “de gran belleza”. Sin embargo no es eso lo que atrae a Melibea, sino la mediación de Celestina. Asimismo no es el prototipo de amante, no quiere casarse con Melibea, sólo gozar de su cuerpo.

o     Melibea: “de la voz melosa, dulce” “de apariencia frágil”. Pero es la que toma las decisiones; es enérgica y racional.

o   Celestina: “celeste”. Pero no es celeste ni pura sino todo lo contrario: alcahueta, avariciosa. El nombre tiene que ver más con la condición de astróloga y hechicera, alguien que tiene en sus manos el destino de los demás.

o   Sempronio: “eterno”. Sin embargo morirá pronto en la obra. Es el criado de Calisto.

o     Elicia: “verdadera”. Pero es infiel a Sempronio. Es una prostituta de Celestina.

o   Tristán: “consuelo”. Sin embargo no lo será para Calisto pues éste muere al poco de tenerlo como nuevo criado.

o    Pleberio: “plebeyo”. Mas es un noble, padre de Melibea.

o   Alisa: “bondadosa”. No es la típica cualidad de la nobleza, es madre de Melibea.

Todos los personajes atentan contra la moral, son innovadores, sin embargo todos morirán (¿cómo castigo? ¿tiene la obra una finalidad educativa?)

lunes, 8 de diciembre de 2014

TE ESPERO DENTRO

Se me ocurre, después de leer este libro, que sólo dentro de nosotros está el mundo; la vida humana es un fracaso, abierto quizás a una otredad trascendente a la que únicamente podremos llegar si nos miramos y nos escuchamos a nosotros mismos.

Éste puede ser el tema, algo existencialista, que actúa como hilo conductor de los once cuentos que componen Te espero dentro. Los personajes han tocado fondo por diversas razones y, en su mayoría, emergen de la nada para dirigirse a ella de forma que el punto de partida y el de llegada configuran un círculo perfecto, una unidad que percibo, tras la lectura, demoledora.

En la reseña de la contraportada se destaca el humor que aparece en los cuentos; no lo he encontrado, ni una sola vez he sonreído, y suelo hacerlo con facilidad en la lectura. Puede que sea yo, que esté pasando por un momento de “frágil intensidad”. Puede que sea uno de esos momentos muelle que no llevan a ningún sitio. Incluso creo que yo misma podría ser la protagonista del cuento número 12 de esta serie. Puede que lo escriba… aunque mi estilo nunca será tan impecable y limpio como el de Zarraluki. La lectura ágil ha influido, por supuesto, en las sensaciones que me han ido asaltando pues he sufrido con todos ellos como si formara parte de la historia.

Si el tema general es el fracaso del ser humano, se va particularizando en cada cuento.

Con los ojos cerrados destaca que una niña enseña a su padre a hacerse el dormido para escapar de las situaciones sin salida, sin embargo creo que permanece latente la insatisfacción con uno mismo y la falta de coraje para encarar aquello que no funciona, de ahí que se vea normal el antitético establecimiento de una familia en la que padres y padrastros, en armonía, caminan al son de los hijos.

En espera del milagro representa la postura cobarde del ser humano cuando la opresión es demasiado fuerte, por eso Sonia, que supone un milagro para los que atraviesan situaciones límite, vive en una vorágine interior que no la deja escucharse tranquilamente para poder actuar en consecuencia. Miente para que otros tomen decisiones por ella sin darse cuenta de que se miente a sí misma para no tener que soportarse.

La historia en un rincón es triste; de una tristeza absoluta. No podemos escapar del destino; es un círculo en el que todo vuelve, el eterno retorno noventayochista que oprime al recordarnos quiénes somos y de dónde venimos… Y si esto no lo podemos olvidar ¿dónde podremos ir?

Yo sé que están buscando a un loco está ambientado en un pueblo, pero igualmente el espacio pudiera haber sido otro porque lo importante es tomar conciencia de la monotonía; todos los días pasan sin sorpresas. Siempre es lo mismo. Todo se repite, por eso dos gemelos, diferentes en el carácter, en el sexo y en el físico, llegan a comportarse de la misma manera, quedando atrapados no sólo en un pueblo tedioso, sino en una familia oscura y en lo que, probablemente, más odiarán de ellos mismos.

Teoría del saltamontes me ha impactado porque enciende en nosotros la imperiosa necesidad de pensar, de opinar, de ilusionarnos, de vivir. En una factoría ballenera cerrada, Marcelina queda casi abandonada a su suerte. Su vida consiste en ver pasar los días sin otro entretenimiento que el paisaje circundante. Un extrabajador va a verla al cabo de un año y le lleva algo para aliviar su soledad, una televisión; aparato al que se enfrentará por primera vez en su vida.

La niña vuelve retrata el más típico machismo en la relación que mantienen Claudia y Jaime; se intuyen malos tratos, de palabra, obra y omisión. Desgraciadamente aún hay mujeres dispuestas no sólo a mantener (en el sentido más peyorativo) a sus parejas sino también a tolerarles desplantes, órdenes y humillaciones, y, afortunadamente, estas situaciones empiezan a cambiar.

Suite para una sola voz. Es el azar que, una vez más, se ceba en dos mujeres; ambas anhelan que una misma situación acabe pronto, Antonia, para no pensar en la vida desgraciada que le ha tocado en suerte, Rosita para retomar los buenos momentos. El destino le ha traído un tiempo muerto en un momento en el que estaba preparada para jugar un buen partido… En una de las dos hay un resquicio de esperanza.

Razones para marcharse. De nuevo los malos tratos encubiertos, la degradación, la falta de respeto a uno mismo, el llenar una vida vacía con agujeros causantes de que la caída sea constante. Si no podemos poner parches a un agujero, no debemos tomar la vida como un juego en el que se permiten trampas una y otra vez. Nos quedamos solos.

No lo hagas. Este cuento representa la ironía del ser humano. Miguel se preocupa por dejar de fumar, tiene que hacerlo. También tiene que perder peso. Estas dos circunstancias, que debe abandonar, son las causantes de su deterioro físico… Miguel tiene otras dos circunstancias causantes de su deterioro psíquico: su familia y él mismo. No ha sabido mantener a la primera porque no se ha valorado; es débil, pusilánime, cobarde, por eso intenta comprar lo que no puede obtener, el respeto de su hija y el de una adolescente que podría ser su hija.

Ahora mismo estamos siempre vivos. La monotonía de Clara, viuda que no sabe qué hacer con su vida, la lleva a imaginar otras vidas leyendo de forma compulsiva. La monotonía de Andrés, librero resentido, hace que estalle en el momento menos oportuno. Esta explosión, fuera de lugar, le traerá nefastas consecuencias y afectará a Clara en otro estallido de rebelión contra ella misma.

Te espero dentro. Después de aguantar una vida familiar en la que rondaba el temor a la violencia, el miedo al castigo, la opresión de la soledad, dos hermanos deciden liberarse. Hasta aquí bien, pero mi lectura sigue siendo fatídica porque entiendo que se ven obligados a liberarse.

Tras el análisis de los cuentos llego a una conclusión. Es verdad que el hilo conductor es el fracaso de la vida del ser humano; es cierto que todos los personajes tocan fondo en un momento de sus vidas, pero también lo es que las mujeres se presentan más débiles, más propensas a hundirse, hechas con trazos tan sutiles que, a la menor ocasión, se pueden borrar. Marcela ha aprendido a cerrar los ojos. Sonia se escuda en la mentira. La niña superviviente de Nagasaki no ha podido olvidar su pasado a pesar del éxito. Es cierto que Pablo correrá la misma suerte que Elena (¿porque son gemelos?) Marcela es la única de la factoría ballenera incapaz de salir de la nada. Claudia es víctima de malos tratos. Antonia es víctima de su marido y Rosita del destino. Marta no se respeta como mujer, no lo hace como persona. Natasha es víctima de todos y a nadie le importa. Clara no es nadie sin su marido. Y Ana no supo liberarse de la tortura de su vida.


Llamada de atención, pues, a todas las mujeres en particular. Debemos leer, debemos escucharnos a nosotras mismas y poner solución en cuanto se encienda la luz de alarma. Siempre hay otra salida que nos hará sentir mejor.

lunes, 17 de noviembre de 2014

LA SEPULTURA 142

A finales de verano leí La sepultura 142, Juan Ramón Barat, su autor, tuvo la gentileza de enviarme el libro, recién salido, para que lo leyera. Y así lo hice, y me gustó tanto que pensé compartirlo. Muchos de vosotros lo habéis leído ya, por eso vamos a comentarlo.

La Sepultura 142 es la 2ª parte de Deja en paz a los muertos; los protagonistas son los mismos, sin embargo no es necesario leer la 1ª novela de lo que podríamos llamar, la serie de Daniel Villena (Juan Ramón te lanzo una sugerencia que seguro nos encanta a todos); de hecho, el final de ésta queda un tanto abierto.

Daniel es un chico sagaz, inteligente, perspicaz, buena persona, buen estudiante, pero sobre todo tiene un don que lo hace único, su mente es capaz de intuir situaciones que el resto de los mortales no puede, de vez en cuando puede comunicarse con desaparecidos, muertos que a través del subconsciente requieren su ayuda para que los causantes de la desgracia no queden sin castigo.

En esta ocasión, nuestro estudiante de Periodismo conseguirá, junto a su novia Alicia, resolver el asesinato de otra pareja de jóvenes, Héctor y Berta; aprovechando un trabajo que les mandan en la universidad, la realización de un reportaje sobre un caso actual, Daniel y Alicia pueden ir abriendo una serie de puertas que facilitarán el éxito, aunque también, en alguna ocasión, ponen en peligro sus propias vidas.

La novela es interesante, la trama se complica y, sin embargo, todo fluye de manera natural, no encontramos situaciones forzadas. Sería muy fácil, basándose en el don de Daniel, que el espíritu de Héctor se le apareciera y lo guiara hasta los asesinos, pero el autor sólo toma esta capacidad del protagonista para aumentar la tensión y el suspense, porque el misterio llega hasta el final y todo queda resuelto según la lógica, la deducción y la inteligencia. De hecho, aparecen secuencialmente los pasos que un buen periodista debe seguir para investigar un asunto y poder elaborar un excelente reportaje: lectura de datos, entrevistas con allegados o posibles conocidos, búsqueda en internet, revisión de fotografías, facturas, trabajo deductivo, de campo…

Leí Deja en paz a los muertos y me gustó. He leído La sepultura 142 y me ha gustado más; Daniel ha madurado, es mayor de edad y nos muestra temas candentes que contribuyen a que los lectores pensemos, y apoyemos —creo que unánimemente— la denuncia del autor: la trata de blancas; el comercio con chicas y sus horribles consecuencias son la base de la trama, pero también aparece la corrupción policial —de un sector—, la locura, o los malos profesionales como el detective Carlos Valley.

Estos temas consiguen mostrar un argumento redondo y, sin embargo, la novela da para más. Durante su lectura he reflexionado sobre las relaciones de pareja, los celos normales del comienzo, fruto de la inseguridad que se suele tener en la juventud, pero sobre todo, el cariño y la admiración mutua, base de algo duradero. Las relaciones familiares rodean al protagonista y éste se apoya en todo momento en su familia. Está bien que los progenitores sean tolerantes y al mismo tiempo capaces de hacer cumplir una serie de normas, sin excusas. El rol de los padres queda totalmente diferenciado al de los abuelos que, si bien aparecen de pasada, tienen un papel entrañable. Además permiten que el lector se entere de curiosidades como los diferentes tipos de uva y la creación del vino y, por supuesto, son los encargados junto a la hermana menor, Irene, de rebajar la tensión, aunque sea por escasos momentos, de la trama.

Asimismo detectamos las ventajas y posibilidades que el buen uso de las redes sociales puede aportarnos y, pese a que no se profundice demasiado en ella, la vida del estudiante se revela con algo de benevolencia.

Pero merece la pena abordar los múltiples guiños culturales que vamos percibiendo con gran satisfacción. Curiosísimo el enlazar el mito de Cipariso al argumento (¡Estos clásicos! siempre oportunos). Curioso el mito de Venus unido a la simbología de las flores y, por supuesto, las referencias a la pintura, a la música o a la literatura son de agradecer. Creo que voy a releer poemas de José Zorrilla.

Pues en esta cantidad de temas no he encontrado ni una sola página aburrida, por supuesto la historia tiene que ver en ello, pero no es menos importante la sintaxis perfecta del autor. Ni una sola falta, de concordancia, puntuación o siquiera errata. El libro se lee de un tirón porque Barat hace gala de un estilo dinámico, fluido, con un vocabulario coloquial aunque salpicado de términos cultos, como corresponde a Daniel, narrador universitario, y palabras algo más vulgares, que retratan a otros personajes o a determinadas situaciones. Asimismo las expresiones populares o refranes aportan, en ocasiones, un clima familiar.

En cada capítulo el narrador introduce algo nuevo que va expandiendo la trama, al tiempo que retrasa la resolución del misterio y aumenta la curiosidad del lector, además los episodios suelen terminar en el clímax de una situación, creando así la necesidad de seguir leyendo, o con una imagen impactante, mediante técnicas cinematográficas que mantienen la atención.


La novela, en fin, es de calidad, imaginativa y estilística. Ahora es el turno de todos los lectores que quieran comentar aquellas situaciones, expresiones o curiosidades que han llamado su atención. A mí me queda agradecer a Juan Ramón Barat su excelente literatura y a todos los que queráis, con vuestros comentarios, enriquecer la percepción de la novela.

jueves, 13 de noviembre de 2014

ASÍ EMPIEZA LO MALO

Podríamos empezar esta crítica literaria afirmando que el mito de Hamlet sigue vivo, de hecho el título del libro nos lleva a la obra teatral y la duda envuelve las 534 páginas; el propio narrador, protagonista omnisciente, duda a veces en sus afirmaciones, otro protagonista duda a la hora de tomar decisiones importantes, y la protagonista duda entre ser o no ser.

Pero no voy a centrarme en esta apreciación, porque lo que de verdad he sentido al leer Así empieza lo malo es que el mito de Shakespeare sigue vivo en Javier Marías. El estilo de nuestro escritor, ya reflexivo de por sí, se repliega en su novela para hacer aflorar, entre historias paralelas, conceptos universales; así el lector, desde las primeras páginas comienza a darse cuenta del valor que los cónyuges de matrimonios largos se otorgan entre sí: el mismo que la vista del salón, algo con lo que se convive de forma excesivamente natural; comienza a percibir cómo tendemos a hablar sin escuchar en las conversaciones; cómo la doble moral católica continúa impávida desde siglos «todos sabemos que Dios es interpretable y que a todos nos entiende si nos explicamos como es debido y le venimos con buenas razones».

Así empieza lo malo comienza cuando Eduardo Muriel, un productor cinematográfico, le encarga a su ayudante, el joven de Vere, que investigue al doctor Van Vechten, pues le han llegado comentarios muy graves sobre su comportamiento en la España franquista.

Este inicio triangular dará como resultado el argumento de la novela, compuesto a su vez por tres historias paralelas que, sin darnos cuenta, en algún momento torcerán el rumbo hasta juntarse formando una unidad perfecta, el círculo que se cierra y que da sentido a todo lo que se produce dentro de él (el paso del tiempo, el eterno retorno).

Así pues, nos encontramos con la historia novelada de un matrimonio de postguerra, Eduardo y Beatriz, con problemas en una relación desconcertante, donde observamos malos tratos psicológicos, palabras hirientes que van minando el orgullo y que se conectan a alguien generoso, bienintencionado y leal. Sin embargo puede que éste sea el detonante –o no– para que en esta novela aparezcan más escenas eróticas y sexuales de lo que es habitual en Marías.

Asimismo, el doctor Van Vechten nos acerca a la historia real de la España franquista en la que muchos medraron a costa de la humillación, la miseria, o la muerte de otros. Probablemente un tema que Javier Marías no está dispuesto a olvidar, como pretende la sociedad de hoy, tan permisiva con lo que puede acarrear disquisiciones morales.

Y por último, la historia del narrador, Juan de Vere, contada desde su presente en el que intenta recordar el periodo que pasó con Muriel y Beatriz y que, sorpresivamente el paso del tiempo lo erigió como base de su propia vida (por no hacer mudanza en su costumbre).
La luna, metáfora del destino, preside todas las situaciones como indiferente vigía, centinela nocturna, soñoliento ojo obligado que contempla, centinela y fría, el morir en su palidez sin que su ojo entreabierto parpadee; este destino apunta rutinario y riguroso, como la incipiente luna sabedora de su ojo aburrido e impávido, aburrida ella misma de su existencia.

No sé hasta dónde, pero intuyo mucho del autor en esta novela. Por un lado, de la mano de Eduardo Muriel, hay un homenaje al séptimo arte, del que Marías forma parte y es entusiasta. Alusiones constantes en las páginas al cine, y curiosidades sobre películas, productores, directores y actores reales; incluso alguno de ellos como Herbert Lom, pasa a personaje de la novela.

Este mundo de artistas sirve para introducirnos, de forma paulatina, en curiosidades sobre pintura, música y, sobre todo, literatura; teorías francamente interesantes que no hacen sino confirmar los conocimientos casi enciclopédicos del autor, como la existencia, o no, de William Shakespeare.
El pasado angustioso que la familia Marías debió sufrir como perdedora de la guerra civil aparece en el personaje frío, despiadado, retorcido, sádico y calculador Jorge Van Vechten, del que Marías se vale para hacer una crítica feroz a las barbaridades que se cometieron en nombre de la Nueva España.

Y el joven Juan de Vere es, a veces, reflejo del propio Javier Marías: el amor por el Siglo de Oro, sobre todo inglés, lo lleva a citar, para el paso del tiempo, hasta tres veces la metáfora shakesperiana «desde el oriente al encorvado oeste». Otras alusiones al escritor universal asoman de vez en cuando, como las tres brujas de Macbeth, o los datos sobre coetáneos como Marlow; de hecho, en la novela aparece la posibilidad de que Edward de Vere, fuera el propio dramaturgo William Shakespeare. Pero no sólo se percibe su pasión literaria, también las sinestesias político-religiosas acercan la expresión del joven de Vere a Marías: «El lugar olía a extrema derecha»; normalmente el narrador hace gala de una educación exquisita, con vocablos correctísimos que contrastan con pensamientos vulgares (la mente que va por su cuenta y no se doblega), y alguna declaración zafia que, de inmediato arregla con otra culta, como si lamentara más que el mal pensamiento, la mala expresión. Y creo distinguir alguna fijación que le he leído en artículos, como el olvido de la mujer a caminar con gracia.

Así empieza lo malo hace gala del estilo peculiar, único de Javier Marías, lleno de digresiones y aclaraciones constantes que dificultan el seguimiento del hilo narrativo, aunque permiten introducirnos en la mente de los personajes hasta llegar a conocerlos a la perfección, hasta comprender que las reflexiones profundas de estos protagonistas los convierten en universales, que a su vez trasladan al lector común una serie de dudas atemporales. Así, el narrador, en medio de la trama, como si se tratara de una letanía, con preguntas anafóricas hace un recuento de la novela, y nosotros, tras tomar aire, intentamos responder a ¿A quién o a qué va dirigido este dardo certero? ¿A establecer las bases del conformismo? ¿A exponer la condición del ser humano? ¿Un ser humano que se empeña en conseguir lo que es susceptible de pérdida? ¿En continuar con lo que le hace daño? ¿Un ser humano que apela al perdón? ¿Y la justicia? Y todo eso salpicado de términos cultos, barbarismos y cultismos de los que puede explicar el significado u obligarnos a utilizar el diccionario. Expresiones populares aliñadas de comentarios ingeniosos. Expresiones usuales, de las que cambia una parte para acomodarlas a la situación «homenaje a Poe mediante» y que aportan altas dosis de humor.

Expresiones coloquiales, incluso infantiles, enmarcadas en un estilo indirecto libre, que aportan gran realismo al escrito. Otras veces, en el monólogo interior, estos coloquialismos contrastan con las metáforas embellecedoras, o con acertados epítetos épicos con los que designa a otro personaje. Las alusiones al lector para despertar su atención o implicarlo en lo escrito, acercan esta novela a la decimonónica o al Siglo de Oro, empleando así mismo guiños constantes a personas reales que forman parte del corpus novelístico y dan a veces la impresión de estar ante un ensayo, por la verosimilitud-verdad-conseguidas. Personas admiradas por Javier Marías se dan cita en esta novela, como su tío, el cineasta Jesús Franco, tratado con delicioso humor; el profesor universitario y académico Francisco Rico, cuya caricatura bienintencionada envuelta de cariño aparece aquí con más protagonismo que en otras de sus novelas: erudito, algo pedante, extrovertido en demasía, de expresión hipnotizadora, algo despistado… características que contribuyen a que sus apariciones rebajen la tensión, por el humor aportado, de la gravedad del tema. Un  humor lleno de ironía del que se vale para arremeter a veces contra la iglesia, los ayuntamientos españoles o las autoridades estadounidenses.

Desde la primera página mi pensamiento empezó a funcionar, llevándome desde el presente a mi pasado más remoto y desde éste a un posible futuro que se desvanece de nuevo en el hoy. Me he visto reflejada en alguna situación, mi mente se ha identificado con la del protagonista, pero lo que consiguió agobiarme es que he ido desde el pasado de mi subconsciente al futuro de la novela. Fue una experiencia total leer un pasaje y recordar nítidamente un sueño de dos días antes. Otras veces un pensamiento del protagonista dentro de otro y dentro, a su vez, de un monólogo interior, ejemplifica lo que advierte el narrador «Son las mentes, engañadas, las que jamás se rinden, las que se sienten iguales que siempre y no ven motivos de cambio».

«Mala cosa es el agradecimiento sobrevenido. Nos hace olvidar las afrentas de golpe. Pasamos por alto las faltas. Mala cosa sentirse en deuda con quien nos hizo daño. A eso recurren los ofensores consciente y aun calculadoramente».


Y yo me pregunto, ¿Para cuándo el Premio Nobel?

domingo, 5 de octubre de 2014

OTHELLO, EL MORO DE VENECIA

Pieza escrita por William Shakespeare en 1603 aproximadamente ya que se estrenó en 1604 ante la corte inglesa.
El que una obra se titule con el nombre del protagonista es algo usual, sobre todo en las tragedias, desde la Grecia clásica, y sin embargo en este caso el peso de la obra no lo lleva Othello sino Iago, urdidor de lo que podríamos llamar “el crimen perfecto”.
Para entender esto, haremos un resumen de la obra, intentaré no extenderme demasiado.
Resumen
La obra empieza en Venecia, donde Othello, hombre de confianza del Duque, cargo principal de la ciudad, ha elegido como teniente al leal Miguel Cassio. Iago le comenta furioso este hecho a Rodrigo, pues él quería ese puesto y se ha tenido que contentar con el de alférez. Rodrigo también está enfadado ya que él pretendía a Desdémona pero su padre, Brabantio, se la negó y Desdémona se ha entregado, enamorada, a Othello. Así pues, los dos soldados celosos, despiertan a Brabantio para avisarle de que su hija no está en casa sino con el moro. Fuera de sí, Brabantio acude al Duque a pedirle venganza para Othello, pero éste manda llamar a Desdémona y es ella quien afirma quererlo sobre todo.
Iago no soporta que Othello salga victorioso y, escudándose en una habladuría de él con su mujer Emilia, que no sabe si es verdad ni le importa, urde un plan: hará creer que Cassio y Desdémona se ven a escondidas.
En el Acto II, el ejército del Duque va a Chipre, con Othello como gobernador, a luchar contra los turcos, pero la batalla no se produce porque una tormenta destruyó la flota de éstos. En la fiesta que tienen los venecianos, Iago manda a Rodrigo a provocar a Cassio. Othello acude para ver qué ocurre y despide a Cassio, pues Iago lo acusa de herir a Montano, antiguo gobernador de Chipre; después le aconseja a Cassio que hable con Desdémona para que interceda por él.
En el Acto III Cassio le pide a Desdémona que convenza a Othello para que le devuelva su cargo. Iago y Othello los ven juntos, ocasión que aprovecha aquél para crear celos en el moro. Mientras, Desdémona pierde un pañuelo que le regaló su marido; su criada Emilia lo encuentra y lo recoge. Iago le ve al pañuelo y se lo pide, ella se lo deja y él lo pone en la habitación de Cassio; después insta a Othello a que le pida el pañuelo a Desdémona en prueba de su amor, pañuelo que no le puede dar porque no sabe dónde está.
En el Acto IV las insinuaciones van aumentando, Othello ve cómo Cassio le da su pañuelo a Bianca, una prostituta; esto unido a las artimañas de Iago hace que sufra un ataque. Iago aprovecha que Cassio iba a pasar la noche con Bianca y le pregunta sobre su encuentro con ella sin decir el nombre; por supuesto tiene oculto a Othello para que oiga la conversación y crea que se trata de Desdémona. Othello decide matarla.
En el Acto V Iago convence a Rodrigo para que mate a Cassio y así pueda obtener él a Desdémona. Pero en la riña, Cassio hiere a Rodrigo y Iago lo mata para que no descubra su intriga, además hiere a Cassio. Othello cree que lo ha hecho para vengar su honra y no pregunta nada. Luego entra en su dormitorio y ahoga a Desdémona. Acude Emilia, y Desdémona antes de morir exculpa a su marido. Entran todos y Emilia aclara la urdimbre de su marido al que apresan para torturarlo hasta morir, pero antes mata a su mujer por delatarlo y Othello se suicida al ver la barbaridad que ha cometido.
Temas
Por supuesto, el tema de la envidia y sus consecuencias está a lo largo de la obra. Iago es envidioso ante todo y de ahí devienen todos sus males; no soporta que Othello sea su jefe, tampoco que haya conseguido a Desdémona, aunque él no la quiera, pero aprovecha que Rodrigo sí, para estafarlo; no soporta que Cassio consiga el puesto de teniente, por lo que está dispuesto a todo con tal de arrebatárselo; no quiere a su mujer, Emilia, por lo que la utiliza para sus planes al tiempo que se ríe de ella, la maltrata, la ofende y finalmente la mata.
Iago es el mal, cuesta creer que haya alguien así a no ser que tenga perturbadas las facultades mentales pues es frío, calculador y no muestra empatía con nada ni nadie.
Otro tema es el del honor y la condición de la mujer en la sociedad aurisecular, por un lado encontramos a las casi niñas, inocentes, sin personalidad, que toman el papel de casadas, parecido al que tenían con sus padres, deben mostrarse sumisas y obedientes. Desdémona es así, aniñada, aunque no tan obediente pues el amor pudo en ella más que el honor, de manera que abandonando a su padre se entregó a Othello.
Esto será un argumento para que Iago empiece a despertar los celos en Othello (“si desobedeció a su padre, también te puede desobedecer a ti”).
Pues esta desobediencia paterna tendrá su castigo final y Desdémona, sin tregua, sin derecho a demostrar su inocencia muere por honor, tal y como afirma Othello “…pues no hice nada por odio, sino todo por honor”.
Por otro lado, encontramos a la mujer que ha crecido y se ha desengañado de la vida, de los hombres, del amor y de la fidelidad. Emilia es claro ejemplo de aquélla que soporta todo de su marido y, sin embargo, es leal a su dueña y a la verdad. Fuerte y decidida insulta a Othello “Ah, idiota, ignorante como la basura”; y delata a Iago saltándose todas las normas sociales “…que los Cielos, y los hombres, y los demonios, todos, griten «¡vergüenza!» contra mí, pero he de hablar”. Esta desobediencia marital también tendrá, lógicamente, su castigo.
Sin embargo mediante el honor aparece una fuerte crítica social. Cuando Othello se quita la vida, al darse cuenta de la desgracia en la que se ha sumido por obcecarse con los celos sin dejar que Desdémona se explicara, deja en el espectador un regusto agrio de la sociedad y del concepto que se tenía del honor:
Lodovico: …
                     ¿Qué se dirá de ti?
Othello:  Bah, lo que sea; un asesino por honor, si queréis: pues no hice nada por odio, sino todo por honor”
Y, por supuesto, el tema de los celos está presente, pero son celos basados en habladurías, tal como afirma Iago que hará “…insinuar en los oídos de Othello que tiene demasiada familiaridad con su mujer”; o basados en actos, tal  como dice Othello “No, Iago, he de ver antes de dudar; cuando dude, quiero pruebas”. Los celos irán transformando el carácter de Othello, se vuelve desconfiado, impaciente, deja de razonar, se animaliza; sólo así puede llegar a cometer el crimen.
Personajes
Estamos de acuerdo en que al hablar de “Othello” nos viene a la mente el moro como personaje principal, sin embargo el que lleva el peso de la obra es Iago, él es la personificación del mal, es envidioso, (dice de Cassio) “el bribón es guapo y joven,…Es un completo bribón pestilente”; quiere que los demás no alcancen lo que él no tiene, es codicioso, vengativo, maltratador de mujeres, empezando por la suya, (a Emilia) “…por la calle parecéis pinturas, y campanas en vuestros salones; en vuestras cocinas, gatos monteses; santas cuando injuriáis; diablos cuando se os ofende; juguetonas en los trabajos de la casa, y amas de casa en la cama”, es racista, (de Desdémona) “Si hubiera sido tan bendita, jamás habría querido al Moro. ¡Un cuerno, bendito!”, es sádico, embustero, embaucador, (a Othello) “la buena fama en el hombre, y en la mujer, mi querido señor, es la joya más elevada…el que me arrebata mi buena fama… a mí me deja de veras pobre.”
Y sin embargo Othello no es la encarnación de los celos, (otros personajes del teatro del Siglo de Oro español han matado a sus mujeres con menos pruebas). Si tuviéramos que definir a Othello diríamos que es sensible, de buen corazón, (en la riña de la fiesta) “¡Qué! En una ciudad en guerra, todavía agitada, con los corazones de la gente llenos de miedo hasta el borde, ¿provocar riñas internas y particulares, y de noche, y con el cuerpo de guardia que es la seguridad?”. Es el perfecto enamorado, confía en su mujer, sabe que lo ha elegido a él pudiendo haber obtenido a quien quisiera, por eso se muestra confiado, alegre, feliz con ella…pero Iago siembra el mal, y ayudado de casualidades, le presenta “pruebas” de que Desdémona lo engaña con Cassio. De hecho, Iago lo define al final del Acto I “El Moro es de carácter generoso y abierto… y se dejará llevar tan fácilmente por la nariz como los burros”.
Cassio es un auténtico merecedor de la confianza de Othello, es alegre, honrado, valiente y leal, por lo que también supone una presa fácil para Iago, que llega a emborracharlo para conseguir que Othello lo destituya al herir a Montano en la pelea que él maquina. “…he perdido la parte inmortal de mí mismo, y lo que queda es bestial. ¡Mi honra, Iago, mi honra!”.
Desdémona es enamorada, no cabe duda; para ella lo primero es su marido, a quien le da todo poder, por eso incluso cuando la está matando lo exculpa, aunque no entienda la razón de la desconfianza de Othello. Pero es demasiado infantil, no está preparada para el matrimonio, situación que a veces parece tomarla como un juego. Confía tanto en su pareja que no se para a pensar que sus actos o palabras puedan ser malinterpretadas; de ahí que insista hasta la exhaustividad para que Othello restituya a Cassio “¿Qué? Con Miguel Cassio, que venía contigo cortejando, y que tantas veces tomó parte a tu favor cuando yo hablaba de ti para denigrarte, ¿hay que hacer tanto para que entre otra vez? Por Nuestra Señora, yo era capaz de mucho.”
Y Emilia es quien tiene los pies en la tierra, ella es la que define a la mujer con una forma de pensar incluso actual. Representa la liberación de la mujer, sin miedo a las consecuencias. “Que sepan los maridos que sus mujeres tienen sentidos como ellos: ven y huelen y tienen paladar para lo dulce y lo agrio, igual que los maridos”
Emilia es el sentido de la justicia, ella es quien da la voz de alarma y acusa a Othello por el crimen, y luego acusa a su marido como urdidor de todo, aun sabiendo que la matará por ello “Por los cielos que no miento, caballeros. ¡Ah! imbécil asesino! ¿Qué iba a hacer tal necio con una mujer tan buena?”.
Estilo
Si hubiera que definir brevemente el estilo de Shakespeare sería “fresco, cautivador”, pero no podemos quedarnos en esto, pues es mucho más complejo. Sin embargo da la impresión de que el autor, seguro de conquistar al espectador, no alambica el lenguaje, lo da como aparece en la vida misma, con irregularidades, con sorpresas (que a veces parecen añadidos sin mucho sentido respecto de lo que se había dicho antes). Al final del Primer Acto, Iago afirma que odia a Othello porque se metió en la cama con su mujer y, sin embargo, al comienzo sólo aludió a la envidia que tenía a Cassio por haber conseguido el cargo de teniente; y no le importa que la estructura quede inconsecuente (como a Cervantes en “el Quijote”) sino que lo maneja tan bien que parece que tenía que ser así. El vocabulario es tan enérgico que, aun sin describirlos, los personajes quedan esbozados, incluso físicamente, a través de él. (Othello a Desdémona) “Vamos mi dulce amor… y todavía está por sacar el beneficio entre tú y yo”. (Iago) “… ¿Cómo entonces, soy un traidor al aconsejar a Cassio ese camino recto, derecho hacia su bien? Teología del infierno… yo le verteré al Moro una infección por el oído… Así convertiré su virtud en pez, y con su propia bondad tejeré la red que los envolverá a todos. –¿Qué hay Rodrigo?”
Los personajes quedan poco definidos y sin embargo son grandiosos, precisamente porque no están encorsetados, son libres, sorprenden con los cambios en su pensamiento y actuación.
Las expresiones son vivas, centelleantes, de hecho, a veces aparece una metáfora brillante, “…un viejo macho cabrío está cubriendo a vuestra ovejita blanca”. Los juegos de palabras, los chistes en lo grave. lo sexual, lo soez, lo indecente, salpican la tragedia poblándola de ironía “…pues no hice nada por odio, sino todo por honor” (Othello), como la propia vida (Rodrigo a Brabantio) “… os ruego que digáis si es por vuestro gusto y sapientísimo consentimiento… como vuestra bella hija, a estas horas intempestivas y silenciosas de la noche, escoltada por un guardia ni mejor ni peor que un villano a sueldo de cualquiera, un gondolero, ha ido a darse a los groseros apretones de un lascivo Moro”; otras veces, el lenguaje altisonante nos recuerda el culteranismo propio del barroco español (Othello) “… amor, renuncia a tu corona y cede el trono del corazón al odio tiránico…”, o expresiones conceptistas alusivas a los mitos de la antigüedad “… no sé dónde hay un calor prometeico que pueda encender de nuevo tu luz”. Pero siempre, en conjunto, resulta un lenguaje vivo y un pensamiento totalmente actual (Emilia) “Ellos no son más que estómago, nosotras somos solo alimento. Nos devoran con hambre, y cuando están hartos, nos vomitan.”


            Seguro que hay más temas, seguro que los recursos del estilo son muchos más; no hemos dicho nada, en los Personajes, de Rodrigo o de Brabantio. Ahora puede ser un buen momento para ello a través de vuestros comentarios.

lunes, 15 de septiembre de 2014

LA METAMORFOSIS

En 1912 aparece La metamorfosis escrita por Franz Kafka, hijo de un alemán y una judía. Normalmente no especifico nada de la vida de los autores que he tratado pero este relato, o novela, es demoledor, y adquiere más sentido si tenemos en cuenta el ambiente opresivo que sufrió el enfermizo niño Franz (murió de tuberculosis en 1942, antes de cumplir los 40 años), y las situaciones que vivió en su trabajo como agente de seguros de accidentes laborales.
Sin embargo, por debajo de esa rotundidad escalofriante  late un sarcasmo implacable hacia el ser humano (puede que debido precisamente a la época, lugar y familia que le tocaron en suerte).
El título sugiere ya algo de la tragedia de sus páginas pues “metamorfosis” viene del griego y significa transformación; el significado de meta es “más allá” (como en metáfora, metástasis…), el de morfo es “forma” (como en amorfo o morfología), y el sufijo –osis quiere decir “cambio de estado” —para mal por lo general— (como en cirrosis, apoteosis, tuberculosis).
Y efectivamente La metamorfosis es la transformación de Gregorio Samsa en insecto hasta que muere por no poder convivir con los humanos —tampoco con los insectos como es de suponer— y esto (creo) también alude al autor y al hecho de no sentirse parte real de los judíos o de los alemanes.
La metamorfosis es una novela corta o un relato largo que no tiene capítulos; en su estructura externa no hay apartados, sin embargo se pueden diferenciar tres partes en la estructura interna:
La primera desde que Gregorio despierta una mañana en su habitación, convertido en insecto gigante, aunque sigue pensando como humano pues intenta levantarse para coger el autobús que lo llevará al trabajo. Sin embargo la “transformación” se ha producido y hará que, como insecto, empiece a cambiar su vida. Con un esfuerzo ímprobo consigue bajar de la cama y salir de la habitación. El gerente de su trabajo ya había ido a su casa a pedirle explicaciones de su tardanza. Todos sienten miedo y repugnancia ante su visión y el padre, a empujones, consigue meterlo de nuevo en su cuarto hiriéndole con la puerta. Gregor queda encerrado y su jefe huye de su lado. Su vida social-laboral ha quedado destruida.
La segunda parte contiene la existencia del joven Samsa como insecto en su habitación. El sentimiento que experimenta, de angustia e inferioridad, va en un aumento proporcional al egoísmo de su familia. Otra visita provocará la segunda salida del cuarto, pues los padres alquilan la habitación de la hija, Grete, a tres señores, y una noche en la que la chica toca el violín para ellos, Gregorio sale de la habitación, provocando un revuelo en los inquilinos y la furia del padre quien lo hiere de muerte incrustándole una manzana. Arrastrándose vuelve a la habitación. Su vida familiar ha quedado destruida.
La tercera parte es ya su agonía, ahora como monstruo, hasta que la muerte destruye por completo su vida.
El espacio del protagonista es reducido, su cuarto; dos veces intenta salir y las dos, su padre vuelve a encerrarlo; esto acrecienta su angustia, su miedo, su dolor y su resignación ante el fatídico destino.
Ha pasado más de un siglo desde que se escribió y sigue siendo actual, porque La metamorfosis representa el símbolo de la angustia y la soledad del ser humano (hoy lo llamamos depresión); situación estresante que conlleva la pérdida de identidad (Gregor Samsa empieza a perder su identidad primero ante los demás y luego ante sí mismo para transformarse en un insecto —no sabemos cuál— que a su vez va perdiendo la identidad de animal para transformarse en un monstruo —con la manzana incrustada en su caparazón—).
La angustia, el estrés, la soledad, la depresión, no son sino el fruto de las relaciones familiares en las que prima el autoritarismo y por lo tanto la deshumanización, “Tiene que irse –dijo la hermana–. No hay más remedio, padre. Baste que procures desechar la idea de que se trata de Gregorio”.
Pero además, las relaciones sociales también contribuyen a inutilizar al individuo, la ostentación del poder en manos de desaprensivos que hacen que el ambiente laboral se transforme en un absurdo, “Vendría…el doctor, para quien todos los hombres están siempre sanos y sólo padecen de horror al trabajo.”; el miedo a lo desconocido que consigue animalizar a las personas al sacar su cara más egoísta y brutal.
La metamorfosis es una alegoría y sus personajes, aun reflejando bastante a los seres que rodearon a Kafka, son simbólicos. Gregor Samsa es el símbolo del hombre sacrificado, con alto sentido del deber y culpabilidad, “temía, con su lentitud en girar, impacientar a su padre,…advirtió contrariado que, caminando hacia atrás, no podía controlar la dirección”. El padre representa a la persona dominante, pero amparado siempre por otros y tirano con los más débiles, con un  punto de cobardía, “Salgan inmediatamente de mi casa-dijo el señor Samsa, señalando la puerta, pero sin soltar a las mujeres”. La madre es la imagen de la debilidad, de la persona vulnerable. La hermana, Grete, es el prototipo de joven vitalista, alegre, algo despreocupada mientras todo gira a su alrededor y en su provecho, pues cuando se tuercen las cosas puede sentirse la persona más desdichada del mundo. Y el jefe es el símbolo del despotismo y la arrogancia.

Kafka utiliza, de forma magistral, para conseguir esta implacable sátira de la vida humana, metáforas de expresión irracional que intercala en una descripción detallada y profusa plagada de adjetivos expresivos que van conformando, casi sin darnos cuenta a veces, ambientes caóticos, catastróficos; las interrogaciones anafóricas destacan la indignación del protagonista, esto, unido a la repetición de términos “gerente, gerente…”,amplía su angustia; la intensidad de lo negativo aumenta con el paso del tiempo para Gregorio quien se ve sometido a una crueldad intolerable, casi tortura constante, en la realidad que lo rodea, de difícil catalogación en lo real o en un sueño, pues a veces está tan deformada que aparenta una caricatura tan cruel y degradante que linda con lo que un poco más tarde conocimos como esperpento… Es que, a veces, la realidad es surrealista “…este breve diálogo reveló que Gregorio, contrariamente a lo que creía, estaba todavía en casa”.