domingo, 5 de noviembre de 2017

NO ME TOQUES



Cuando terminamos de leer No me toques tenemos la impresión de que la estructura era algo desordenada, esto es sólo una impresión, otra magia de la literatura, porque en realidad está escrita a modo de diario, es decir, ordenado por días de forma lineal; puede que encontremos algún flashback o prolepsis que aportan cierta sorpresa al lector, pero en general es como un informe policial que el comisario Luca Maurizi, de la Jefatura de Roma, escribe desde el 7 de junio de 2010 hasta el 5 de julio del mismo año, cuando da el caso de la desaparición de Laura Garaudo por concluido. En este “informe” aparecen cartas de amantes de la protagonista, notas de secuestro, noticias periodísticas… diferentes modalidades con distintos tipos de letra para que sigamos el caso como si fuese actual

IL MESSAGGERO
LA DESAPARICIÓN DE LAURA GARAUDO
PODRÍA SER UN RAPTO

Si esto es así, incluso cada capítulo lleva como título el día del mes, ¿cómo antes he señalado el desorden estructural? Puede que sea porque el contenido no responde a ninguna modalidad textual concreta, en realidad no es un diario, aunque sepamos casi en todo momento los pasos que va dando Laura; tampoco es informe porque el comisario Maurizi no va dejando en comisaría el resultado de todas sus pesquisas, y sin embargo el lector no solamente es consciente de dónde está Laura, sale de Roma y pasa por Florencia, Pisa, Padua, Murano, Madrid… sino que, y esto es lo más importante, va tomando conciencia de cómo es esta chica, una joven de vida algo desordenada, capaz de cambiar de amante de forma constante a pesar de estar casada con el famoso escritor Mattia Todini, un sesentón que sabe perfectamente de la vida sexual de su mujer pero no se inmiscuye porque la adora, y ella a él; por eso siguen juntos aunque Todini no quiera profundizar sobre el porqué del comportamiento extraño de su mujer; la deja sola el tiempo necesario para que se le pase un malhumor que la invade de vez en cuando, sabe que tiene cartas guardadas de sus amantes y es incapaz de leerlas por considerarlo una profanación y no le interesa investigar sobre respuestas o silencios que Laura tiene ante él, se conforma con tenerla a su lado y a ella le basta sentirse, más que querida, protegida por un señor que la cuida, la respeta, le da libertad absoluta y no se enfada con las imprudencias que pueda cometer. Es una relación extraña la que mantiene el matrimonio, y Luca Maurizi es el encargado de desentrañar cómo es cada uno. El retrato psicológico que consigue de Todini no es demasiado profundo pero le basta darse cuenta de que para él, su mujer es como una hija, la que quiere y venera pues supone el acompañamiento a su vejez; por eso decide, incluso cuando es consciente de que Laura no ha muerto, a pesar de que las pistas señalen lo contrario, continuar la investigación para llegar a entenderla, para profundizar en una personalidad difícil, para saber por qué ha desaparecido o ha decidido desaparecer.

Para ello se entrevista con todos sus allegados, amantes, examantes, el profesor de universidad con quien trabajó en una investigación sobre Nolli me tangere, un cuadro de Fra Angélico en el que ella fue capaz de intuir algo que hasta entonces no había salido a la luz; se entrevista con su única amiga, que lo conduce a otra obra artística que impresionó bastante a Laura, The cocktail party, una representación teatral de T.S. Elliot; esta chica es quien lo pone al corriente de una novela que Laura terminó, todos pensaban que la estaba escribiendo al amparo de su marido para sacar provecho, y se la dio a ojear a ella. Así pues, Giulia es la única persona que leyó la novela puesto que una vez que lo hizo, Laura la destruyó «…me dijo que se había percatado de que no había escrito una novela, sino un balance de quiebra […] la historia de un girar en el vacío […] Creo que fue esto lo que le dio miedo. Y por esa razón, cuando se la devolví, la quemó».

El señor Todini permite al comisario leer las cartas de Laura puesto que todo lo demás que le pertenecía, el ordenador, los libros, las llaves de un piso que tenía (y que pone en venta), su dinero… todo se lo lleva sin dejar rastro. De esta forma conocemos que, a pesar de su inteligencia, y de la pasión con la que la abordó, dejó a medias la tesis sobre Fra Angélico porque se enamoró perdidamente del cadete Ernesto, perteneciente a la Academia Naval; por esta razón lo dejó todo y se fue con él. Al poco, Laura le comunicó por carta que estaba embarazada a lo que Ernesto respondió aturdido, primero, pues no se encontraba preparado para tener un hijo, pero tras meditarlo, pidió permiso en su destino para reunirse con Laura y celebrar la noticia, sin embargo Laura ya había abortado. En este caso es Ernesto el que la deja al no entender su reacción, mucho menos el que hubiera tomado la decisión tan repentinamente.

Asimismo, al leer la obra de Elliot, el comisario avisa al señor Todini de que su mujer puede haber huido con Wilson Peixoto, una especie de padre espiritual que les presentaron en el homenaje a un escritor brasileño; de hecho, el abogado de Laura vende su casa y transfiere todo el dinero a una cuenta de Peixoto a modo de dote. Pero la idea de que Wilson Peixoto quiera aprovecharse de Laura no se sostiene dado que él es millonario.

Entre todas las pesquisas que Manzini va desentrañando con gran agudeza se encuentra con las barreras típicas de la sociedad, las noticias periodísticas que llevan a falsas pistas y la presión de la propia policía que lo insta a cerrar el caso para no quedar más en ridículo ante todos, así como la presión moral del propio Todini, que vive en continua congoja desde la desaparición de su mujer; incluso es internado en el hospital al leer la noticia de su secuestro. Pero ambos, Maurizi y Todini, saben que no ha sido recluida, que ella está bien y que va dejando pistas de por qué ha tomado la determinación de desaparecer. Y entre todos los que han tenido contacto con ella llegan a la conclusión final, sorprendente para el lector, pero lógica para una personalidad inconformista como la de Laura. Por medio de los diálogos Andrea Camilleri desentraña a fondo la psicología de Laura Garaudo hasta el punto de que el lector empatiza con ella y respeta su decisión, como así hace el comisario.

Camilleri escribe una obra corta, bien podría llevarse al teatro pues lo de menos son las fechas del seguimiento de la investigación o las analepsis que surgen de vez en cuando. Si el personaje queda perfectamente retratado es por lo que piensan y dicen de ella cada uno de los que han tenido contacto con Laura.

No me toques podría encuadrarse en el teatro psicológico, aquél que deriva del realismo y naturalismo de Meyerhold para imbuirse con Antón Chejov o Luigi Pirandello en una reflexión vital sobre los grandes interrogantes de la existencia, el ser, el parecer, la verdad, el tiempo… la muerte.

Pero no es teatro, es una novela dialogada en la que, el creador de Salvo Montalbano, que curiosamente esta saga policiaca no ha sido llevada al teatro pero sí adaptada a la televisión por el propio Andrea Camilleri, utiliza a otro policía con rasgos que nos recuerdan a Montalbano, como la inteligencia, la fidelidad, el ser un antihéroe, la cultura que posee derivada de la lectura, el razonamiento y, sobre todo, la falta de prejuicios. Al coincidir estos dos detectives en la base de las novelas, al tratarse de novelas policiacas en las que lo de menos es la acción y lo más importante el sentido del humor, la bondad, la ingenuidad incluso de los personajes, me da la impresión de que éste es el sello del autor, un guionista televisivo, director teatral y novelista nonagenario, lúcido, inteligente y bueno.

El estilo es bastante coloquial, al tratarse de diálogos es usual dejar frases inacabadas

—Quizá porque querían retrasar el descubrimiento del secuestro.
—Es posible, pero…
—¿Pero…?

O utilizar expresiones corrientes típicas entre el habla policial —o de cualquier trabajo—, siempre de superior a subordinado

—¿Y cuál es esta prueba?
—Una rosa del desierto
—¿Qué coño dice?
—Disculpe. La rosa estaba dentro de un paquete…

Asimismo encontramos reflexiones enigmáticas, tanto de personajes reales de la novela

—…Y, como es natural, de esas cartas habrá obtenido una imagen, como poco, pésima de Laura.
—Con sinceridad, no.

como de otras metateatrales que sirven para aportar soluciones definitivas

Reilly: […] Ha dicho dos cosas: ¿cuál es la primera?
Celia: Una conciencia de soledad… Que uno está siempre solo.
Reilly: ¿Y el segundo síntoma?
Celia: Éste es aún más extraño… es un sentimiento de pecado.

Por supuesto no falta el humor, el buen humor, hiperbólico, metafórico, derivado en este caso de la criada, más preocupada por sus labores cotidianas que por lo que les pueda ocurrir a sus señores, gente que vive otras experiencias más idealistas

—¿Qué podía hacer? Lo he arrastrado hasta la cama y he llamado a su médico.
—¿Qué ha dicho el médico?
—Que ha sido el golpe de la carta…
—¿El médico ha leído la carta?
—Eh, sí.
—Y ahora, ¿dónde está?
—¿El médico? ¡Y yo qué sé!
—No, hablaba de la carta.
—¿Y dónde va a estar? Sobre la mesa de la cocina.
—Déjela allí. Llego enseguida.
—Pero deprisa. Tengo que ir a hacer la compra.

Aunque parezca increíble, en este informe policial-diario dialógico, lleno de referencias al arte, a la cultura, y a la biblia incluso «Nunca le he preguntado si era creyente o no, pienso que no lo es, aunque aplica al pie de la letra el precepto “Ama al prójimo como a ti mismo”», hay un fondo poético que es lo que consigue que la novela se lea de un tirón, mientras experimentamos, con esa protagonista ausente, sus mismos sentimientos.

Como director y guionista televisivo conocí a Camilleri en la serie policíaca Montalbano; por cierto, le puso ese nombre a su protagonista en honor de Vázquez Montalbán, a quien siempre le estuvo agradecido por haberle descubierto los secretos de la novela negra; por eso, según el propio Andrea, al recibir en 2013 el premio Pepe Carvalho, fue «sentir el calor de la amistad». Debe ser eso, que los grandes y los buenos se juntan y quedan unidos eternamente.


Pues me gusto la serie del comisario Montalbano, también disfruté con el joven Montalbano, pero no conocía al Camilleri novelista y, aunque un poco tarde, me he sentido reconfortada por dos cuestiones, la primera es que queda gente buena en el mundo, la segunda es que se pueden pasar los 90 años con una lucidez increíble.

2 comentarios:

  1. Muchas gracias Beatríz por tu reseña, pero sobre todo por haberme regalado unos momentos muy entretenidos leyendo tu reseña y el libro, por supuesto. En estos días en los que la opinión pública está juzgando a una víctima de violación, es refrescante leer la historia de una mujer que intenta vivir su vida y de cómo, para conocerla, es necesario no juzgar.
    Un abrazo

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